Partida Rol por web

16 de marzo de 2000 - 01:34

Los prisioneros habían sido llevados a las mazmorras de Siete Torres, que eran mucho más grandes y oscuras que las de Flor de Piedra. Hasta el momento, Marion no había bajado las escaleras hasta el sótano del castillo, de modo que notó por primera vez el mordiente frío que hacía allí abajo. Lothar podría haber arreglado eso fácilmente, pero no había querido. El Conde Luminoso estaba lleno de dolor por la muerte de su amigo y protector y no iba a ahorrarles ni una pizca de sufrimiento a los traidores.

La Baronesa encontró a Lothar en el pasillo de la mazmorra. Las celdas en las que había encerrado a Gastón y a Rochelle tenían puerta de acero doble y nada más que una rendija para pasarles comida en la parte de abajo, con una rendija más pequeña arriba a modo de visor. Algunos de los hombres de Lothar, incluido Morgan, aguardaban a que se iniciase el interrogatorio visiblemente afectados. La tristeza de Lothar era contagiosa. Miró a Marion con ojos pesarosos y le indicó cuál era la puerta de Rochelle y cuál la de Gastón.

-Hemos empezado ya, pero no dicen nada.

En un sitio así era donde estaba encerrado el troll, ése al que Anton quería ver libre. Ahora podía entenderle; si Lothar o Evonne estuviesen en una situación así ella lo arriesgaría todo.

Confiando en que todos estuviesen demasiado centrados en su propio dolor para prestar atención, Marion cogió la mano de Lothar y se la acercó a los labios para besarle los dedos y acariciarle los nudillos con la mejilla. Odiaba verle tan triste, pero no estaba en condiciones de consolarle. Hacía una semana que se había encontrado con Gwenhael y aún no se había recuperado del todo.

-¿Puedo hablar con ella a solas? -preguntó en voz baja. Cuanto menos se acercase Lothar al hombre que había causado la muerte de su amigo, mejor.

-¿Crees que es seguro que entres sola? -preguntó Lothar-. Está encadenada, pero no sé si podría utilizar algún arte en tu contra. No quiero que te hagan daño.

El Conde extendió los dedos y le acarició la cara.

Marion sonrió brevemente y trató de tranquilizar a Lothar.

-Estaré bien. Asómate o llama a la puerta a cada rato si estás preocupado. Y gritaré si pasa algo.

Lothar dejó que entrara. No había nada que pudiese o debiese hacer para detenerla, pero aún así le apretó la mano con aprensión.

En el interior descubrió a Rochelle, encadenada, tal y como le había dicho Lothar. Tenía muy mal aspecto. A juzgar por los vendajes de Morgan, la redcap se había defendido con la cabezonería propia de los suyos. Le habían puesto un ojo morado y había restos de sangre en su boca y su nariz. Tenía cortes por todas partes, producto probable de Golpe de Acebo, y le faltaba algún diente que pronto volvería a crecer. De algún modo, Rochelle había sido hermosa. Ahora ya no tanto.

A Marion siempre le había desagradado Rochelle. Una redcap tratando de colarse en fiestas y bailes y queriendo ser noble. Nunca había disimulado su opinión sobre ella, lo que le hacía pensar que Rochelle se había formado una mala impresión de Marion a su vez. Aunque era el menor de los obstáculos en su relación en ese momento. Dio un paso hacia ella.

-Buenas noches, Rochelle -saludó, seria.

-Hola -dijo Rochelle con media sonrisa-. ¿Vais a darme una paliza vos también? Creo que tengo sitio para nuevos cardenales en el culo.

-No -cortó con una mueca de disgusto-. Vengo para que me cuentes por quién has hecho todo esto.

-¿Entregaríais a Lord Lothar a los lobos, Lady Marion? -preguntó Rochelle.

Marion tomó aire. Dio otro paso hacia la redcap y bajó la voz.

-No. Salvo que no tuviera más remedio. Como es vuestro caso. Escúchame, Rochelle, vamos a averiguar quién es y vamos a encontrarle. Quizá se ocupen los Videntes, o quizá consigan sacártelo una vez que yo salga de esta habitación. Pero si colaboras tendrás mi apoyo. Puedo convencer a Lord Lothar para que sea clemente con él. O ella. También puedo mantenerme en silencio mientras se ordena una ejecución. O puedo alentar a los jueces a emplear un castigo mucho peor.

-Todo el mundo sabe que Lord Lothar tiene un agudo sentido de la justicia -respondió Rochelle con una risita-. Sobre todo con plebeyos como yo que no se conforman con el orden establecido. Vosotros, los putos nobles, no dejáis de repetir que estáis en el sitio que os corresponde, pero os aterroriza que podamos levantarnos. Porque cuando uno de nosotros muere, siempre hay esperanza, pero... ¿qué pasa cuando morís uno de vosotros? Por lo que he oído, el destino de Sir Albert está ahora en manos del Dàn, y eso ha sido sólo capturando a un simple sátiro. ¿Qué pasará cuando todos los demás actúen? -Le dirigió una sonrisa torcida y fea-. Podéis hacerme cualquier cosa si os apetece. No voy a entregar a la persona que amo para salvarme. Prefiero que me vengue. Yo siempre podré volver en la siguiente vida a reunirme con él, pero todos los bastardos como vosotros que mate... Esos no volverán. Y menos todavía vuestro amorcito. Lord Lothar no lo sabe, pero hay una esquirla de Hierro Frío especialmente preparada para él.

16 de marzo de 2000 - 01:55

Cuando Evonne llegó a Torres Negras, la Condesa Oscura acababa de entrar. Vestía un regio vestido azul oscuro y llevaba el pelo arreglado en un moño. La acompañaban cuatro hombres de armas para protegerla, y no era para menos. A juzgar por cómo discutía con Bernhart, nadie la había invitado.

Al notar la presencia de Evonne, la Condesa sonrió.

-Ah, lady Evonne... Os esperaba. ¿Podríais razonar con este mayordomo o con Lord Lothar para que me dejen pasar y ver a los prisioneros? Es una cuestión urgente.

-Mi señora, tengo órdenes de no permitir el paso a nadie que no sea Lady Marion o parte de la corte de Lord Lothar -se excusó el boggan-. Lady Evonne, vos podéis entrar. Sir Morgan se encuentra abajo y me ha pedido que os lo dijera si veníais.

Evonne, envuelta en una gruesa capa que la protegía del frío, apenas reparó en la presencia de la Condesa y su séquito armado de no ser por la grave discusión que mantenía con Bernhart. Parpadeó ante su familiaridad y le devolvió la sonrisa mientras desabrochaba la capa.

-Oh... Milady, si fuese tan urgente como decís, estoy segura de que  habríais hecho algo al respecto cuando os expuse la situación hace unos días. No obstante, se lo transmitiré al Conde. Con vuestro permiso, me esperan.

Evonne descendió las escaleras que llevaban a las mazmorras. Allí esperaban Lothar, Morgan y otros sidhe, estremecidos por el frío húmedo que hacía en el pasillo de piedra. Las puertas de las celdas, de acero reforzado, estaban cerradas a excepción de una. Su amante había recibido algunos golpes y heridas y lo que no había curado Primal estaba vendado. Al verla llegar sonrió sorprendido, aunque no tardó en recuperar el semblante serio que compartía con el resto.

Lothar le dirigió una mirada de soslayo. El Conde era la viva imagen de la tristeza. Evonne había escuchado de la muerte de Sir Albert y podía imaginar que Lothar estaría inconsolable.

A pesar de la carrera, no tardó en retractarse y colocarse de nuevo la capa mientras descendía por la escalinata de piedra bajo la creencia de que la tela podría protegerla de todo. Era un escenario perfecto para algo terrorífico, y poco a poco se le fue apoderando la angustia y el temor. Solo la breve sonrisa de Sir Morgan reconfortó su ánimo, y se vio preparada para encarar la solemne y tediosa figura del Conde perpetuamente desolado. En cierto modo era una imagen cotidiana, y el bueno y afable de Sir Albert se merecía un respeto, aunque la moneda de cambio fuese soportar la arrogancia de aquel Gwydion. ¿Le echaría la culpa por no haber ofrecido un plan mejor para capturar a Gastón?

-Mi Lord, lamento lo ocurrido -se excusó en un susurro, omitiendo cualquier frase adicional que diese pie a una conversación mayor. El tema de la invitada que esperaba arriba, por supuesto, podía esperar.

Marion empalideció y su mandíbula se tensó. Su voz se volvió más suave y también más fría.

-Creo que no me has entendido. No te ofrezco piedad a ti, sino a tu amante. Porque vamos a encontrarle. Si no quieres hablar, te obligarán. Si no lo logran, todos los adivinos se pondrán a trabajar en ello. Si colaboras podréis estar encerrados juntos, podéis morir juntos, o puedes devorarle como el animal que eres, no me importa. Si no lo haces, créeme, Rochelle, cuando te digo que si no colaboras me aseguraré de que no quede nada de ti que reencarnarse.

Se acercó un poco más para inclinarse sobre la redcap, a una distancia prudente de su boca, para poder bajar la voz aún más.

-Y por las puertas de Arcadia te juro que esperaré a que vuelva al mundo, le buscaré, para ver cómo vaga de un lado a otro eternamente infeliz buscando algo que ya no existe. ¿O de verdad estás dispuesta a sacrificarte por tu amor? Quizá prefieras que sea tu amante quien se apague para siempre, para que no te eche de menos hasta que se apague el sol. Quizá, si de verdad le amas, estarías dispuesta a intercambiar vuestros destinos.

Lothar asintió al pésame de Evonne y no dijo nada. Morgan le pasó el brazo por la cintura y le dio un beso en los labios.

-Lady Marion está dentro hablando con Rochelle. -murmuró. Era la redcap a la que él había capturado, y probablemente la causante de sus heridas-. Lothar no ha conseguido nada interrogándolos, pero tampoco lo veo demasiado concentrado. Espero que ella pueda hacer algo.

-Si no lo habéis encontrado ya, no lo lograréis. No se dejará coger con vida, de todos modos -dijo Rochelle con voz ronca. La perorata de Marion le había causado ninguna impresión-. Y si queréis abrirme en canal y despedazarme, aquí os espero. Pero cuidaos de que nadie se ponga a un mordisco de distancia, porque voy a usar los dientes que me quedan hasta que os haya causado el mismo dolor que vosotros a mí.

Evonne se puso de puntillas para alcanzar sus labios. Después, mientras él informaba de la situación, se aseguró de que las heridas no eran lo suficientemente graves como para preocuparse. A aquel paso en un año de Morgan solo iban a quedar jirones, y la idea de un novio con el aspecto de un muñeco remendado aquí y allá no le complacía.

-Seguro -Conociendo a Marion y sus maneras, algo lograría quedándose a solas con los detenidos. Si no hacía uso de las artes propias sidhes, estaba segura de que disponía de otras muchas para lograr sus fines. Insatisfecha no era una palabra adecuada para la Eiluned. - Dejémosle algo de tiempo. Después intervendré, de ser necesario.