Partida Rol por web

16 de marzo de 2000 - Hacia las cuatro de la mañana.

Marion despertó junto al cuerpo cálido de Lothar. Lo primero que notó fue dolor en el labio partido. Al ir a tocárselo descubrió un rastro de sangre seca en la barbilla, y que los grilletes y cadenas seguían allí, haciendo casi imposible levantar los brazos.

-¿Tú también has tenido pesadillas? -preguntó el Gwydion en voz baja.

No es que dormir contra la pared de la celda fuese muy cómodo, pero al menos se tenían el uno al otro. Lothar había pedido mantas y se las habían dado. También contaban con una luz quimérica junto a la puerta, y la mazmorra no era tan fría como las de Torres Negras. En ese sentido, Sarianne había demostrado ser compasiva.

Había llorado un poco mientras Lothar dormía. No sabía qué hacer. No podía derrumbarse, no junto a Lothar, pero no sabía qué hacer. Buscó acercarse más a Lothar. ¿Pesadillas? A lo mejor Sarianne le estaba Saqueando. O había encontrado su espejo. Ella no había soñado nada, que recordase.

-Sí -mintió. No quería asustarle más, y aquella era una manera de distraerse-. ¿Qué has soñado?

-Que todo salía mal -contestó él, abatido-. Me he dejado llevar y nos he condenado. He condenado al Condado entero.

Lothar dejó caer la cabeza.

-Tengo miedo, Marion. Tengo miedo de que nos pase algo.

Quiso morderse el labio para que le ayudase a contener las lágrimas, pero sintió un latigazo de dolor desde el labio partido. Se le ecapó un lamento y levantó los grilletes para buscar la mano de Lothar.

-Tú no has hecho nada -le aseguró, al borde de las lágrimas otra vez-. No has hecho nada. Fue Sarianne, te provocó a propósito. Es culpa suya.

Ladeó la cabeza para poner su sien contra la de su marido.

-Vamos a estar bien -susurró, deseando poder creérselo-, ¿me oyes? No nos ha a pasar nada. Mírame.

-Es una suerte que los Gwydion no podamos detectar las mentiras de los Eiluned -respondió Lothar con media sonrisa. Posó los ojos en el labio herido e hizo una mueca de dolor-. Mira lo que te he hecho. Soy una desgracia.

Frotó la sangre pegada con la yema del pulgar hasta que se la quitó del todo.

-Tendría que haber hecho las paces con ella antes. No. No debería haberme dejado llevar. Todo esto es culpa mía, Marion. Soy el verdadero causante, el origen de todo...

Procuró no moverse ni hacer ningún gesto de dolor mientras Lothar la limpiaba. Tampoco pudo hablar durante la operación.

-Por favor, no digas nada más. Sarianne y la Corte Sombría son el origen de todos. No tú. Tú eres su víctima. Yo sólo quería ayudarte, y todo ha salido mal. Yo te convencí de que no hicieras las paces. Yo sabía que intentaba provocarte, y no supe impedirlo. Pero no va a poder separarnos. Escúchame.

No quería morir separada de Lothar. No aguantaba la idea. Se inclinó sobre él para susurrarle al oído, y para que no viese que se le llenaban los ojos de lágrimas.

-Me ofrezco a ti como regalo. Tómame libremente. Li... libre es la oferta, y para siempre la he de mantener. Te prometo mi amor. Y te entrego mi mano. Que aquellos que protegen el amor protejan este Juramento y a quienes lo mantienen... Y que nunca cometamos falta alguna a sus ojos.

Lothar la abrazó produciendo un fuerte tintineo de cadenas. La estrechó tanto como pudo, como si quisiera fundirse con ella.

-Sshh... No, por favor. No digas eso. Vamos a estar bien, ¿no? Eso es lo que has dicho. -El Gwydion la tomó por las mejillas y apoyó su frente sobre la suya. Había empezado a llorar; no se creía ni sus propias palabras-. Marion... Necesito que me perdones por todo el mal que te he causado, por todas las cosas de las que soy culpable. Sé que he sido un pésimo marido y un pésimo gobernante. Que he destruido mi vida y te he arrastrado conmigo. Pero si hay algo cierto en esto es que el tiempo que he estado a tu lado ha sido la única temporada en la que he sido realmente feliz. Quiero que sepas eso, mi amor. No importa lo que pase a partir de ahora o lo que hagan con nosotros. Tienes que saberlo...

Cerró los ojos con tanta fuerza en sus esfuerzos por no empezar a sollozar y moquear que pensó que iban a estallarle en la cara. Se agarró a la camisa de Lothar con tanta fuerza como le permitieron los grilletes.

-Lo sé. Lo sé. No hay nada que perdonar -aseguró, con la voz temblorosa-. Y si lo hubiera te perdonaría.

Abrió la boca para decir algo más pero se le contagiaron las lágrimas de Lothar. No pudo contener más el llanto y apretó la cara contra Lothar para amortiguar los sollozos y los gemidos asustados.

Lothar la sostuvo mientras se lamentaba y compartió sus sollozos y lágrimas hasta que les dolió el pecho a los dos. Algo más calmados pero no menos asustados, ambos sidhe permanecieron fundidos en un abrazo hasta que escucharon pasos en el corredor. No supieron quién llegaba, pero de inmediato se sintieron vigilados y acosados por una presencia que no lograban adivinar. Una risa femenina se alejó de la puerta, risueña y alegre, y también cruel.

El Conde rugió y trató de alcanzar la puerta, pero ésta quedaba demasiado alejada y las cadenas le retuvieron contra la pared. Gritó y forcejeó hasta que se hirió las muñecas, y sólo entonces se dejó caer al suelo.

-¡Si vas a matarnos hazlo ya! -dijo Lothar-. No juegues con nosotros...

Llamó a Lothar y se levantó torpemente para intentar calmarle. Ya le daba igual quién pudiera verles o reírse de ellos. Le alegraba al menos saber que ya se había ido. Le frotó la espalda y le empujó suavemente para que se tumbara en su regazo.

-Déjalo. Ya da lo mismo. Deja que se rían. Al final van a caer. Sarianne no va a salirse con la suya, no va a poder quedarse el Condado. Evonne y Morgan se van a ocupar de ello.

No se había acordado de Evonne hasta ese momento. Se frotó la mejilla que le había abofeteado con la manga y suspiró. Lo único que podían hacer era esperar.

-¿Crees que eso es lo que quiere? -preguntó Lothar-. ¿O simplemente desea castigarnos? Quizá sólo quiere vernos caer. Hasta que no pasó todo lo malo, ella no intentó hacerse con todo el poder...

Levantó la vista hacia la puerta. Sarianne sabía lo de Mariona; ella había sido la responsable. Y aunque había resuelto nunca decírselo a Lothar, en ese momento dudó. Tomó aire, preparada para contárselo, pero volvió a cambiar de idea. No tenía sentido hacerle sentir aún más miserable, aunque fuera con una verdad que en el fondo tenía derecho a conocer.

-Se ha estado preparando. Esperando el momento para atacar. Y por fin ha llegado.

Sarianne probablemente se las apañaría para poner a alguien de los suyos en el asiento de Lothar. Sospechaba de Quent, pero lo cierto es que le daba lo mismo quién fuera. Sólo significaba que había una persona menos dispuesta a prestarles ayuda.

Lothar no dijo nada más; permaneció en el regazo de Marion hasta que volvió a quedarse dormido. Su sueño era muy intranquilo y no dejaba de moverse. Si su espejo, Marion no podía calmarlo. Pero podía vigilarlo para evitar que le hicieran daño desde fuera. Por el momento.

Axelle había acudido a primera hora a Flor de Piedra. Gautier había flirteado con ella antes de llevarla ante Sarianne, que parecía no haberse acostado aquella noche. La Condesa había accedido a la petición de la Fiona a condición de que no llevase ningún instrumento que pudiese herir a nadie. Eso, y que se detendría antes de provocar la ira de Lothar otra vez.

-Eso puede ayudarlo a escapar, y no quiero que abandone sus cadenas hasta que sea el momento.

A cambio, Axelle tendría que realizar para ella un pequeño trabajo más tarde.

Habiendo aceptado, Axelle bajó a las mazmorras. Le indicaron la celda de los Condes Luminosos y le permitieron abrir el visor para comprobar lo que había en el interior. Los dos estaban encadenados y arrebujados bajo una manta. Lothar se había dormido sobre el regazo de Marion como si de un gato se tratara. La Eiluned dormitaba, pero no dejaba de abrir los ojos cada poco. Ahora podía disfrutar de su venganza.

-Abrid la puerta -ordenó la Liam, sonriéndose ante la perspectiva de poder ver mejor a Marion en las mismas condiciones en las que ella misma había estado por su culpa.

La puerta se abrió con estruendo metálico. Axelle apareció en el umbral, oscura, erguida... y sin ningún bastón que la guiara.

Axelle se quedó un momento en el umbral de la puerta, proyectando su sombra sobre los condes. 

-Oh, pobre, pobre Lady Marion -dijo y dio un paso al frente para que pudieran botar la puerta a su espalda-. Me alegro de poder volver a veros, mi señora, a vos y a vuestro... esposo. No me hubiera gustado perderme esta imagen.

Marion levantó la vista al escuchar la puerta y dejó de acariciar el pelo de Lothar. Tenía un aspecto totalmente derrotado. Lothar estaba dormido en su regazo. Sabía que debería estar furiosa o sorprendida por la milagrosa recuperación de Axelle, pero no estaba en condiciones. Se sentía más sorprendida de encontrarla en el lado de Sarianne, pero lo cierto es que debería habérselo imaginado. No es que importase. Bajó la mirada.

-Si venís a reíros hacedlo en voz baja -dijo con voz queda-. No le despertéis.

-No tengo ninguna intención de hacerlo, no os preocupéis, ese hombre realmente nunca se ha merecido ninguno de mis esfuerzos. Siempre ha sido débil e idiota... Tanto que solo consiguió llevarse a alguien de fuera a la cama. Ahora que lo pienso, no me sorprende nada que lo tuvierais tan fácil. Todos en el condado sabíamos que era un caso perdido pero... ¿Cómo lo ibais a saber vos?

Axelle se apoyó contra la pared.

-¿Bueno, no me vais a decir nada? ¿No me vais a preguntar nada? -la dama sonrió.

Empezó a acariciar el pelo de su marido otra vez. Le dolían las muñecas y tenía las piernas cargadas ya por el peso de Lothar y la postura.

-No. Lo que quería de vos ya lo conseguí. No me importáis en absoluto. Burlaos y marchaos o acabad de una vez con nosotros.