Partida Rol por web

-Una verdad edulcorada -terció Sarianne-. La cruda realidad es que Marion entraba en vuestros sueños cada noche gracias a las Artes y os manipulaba desde allí para conseguir lo que quería, que era vuestro corazón. Igual que se libró de vuestra trovadora, la eshu tunecina, enviándole pesadillas espantosas. Todo obedece al mismo principio: Marion deseaba teneros para ella sola. Marion siempre ha sido una espía en vuestra noches, leyendo los secretos de vuestros sueños e insertando lo que ella consideraba oportuno. Lo sé muy bien. Me contó muchas cosas. Los sueños tormentosos sobre Mariona, los Oscuros... Con ese tinte sexual que lo volvía todo mucho más confuso... Ah, sí, no me miréis así, Lord Lothar. No fui yo quien os despojó de vuestra intimidad. ¿No tenéis nada que decir?

-A vos, nada -respondió él con furia contenida-. A ninguno.

Lothar miró a la Condesa, al vampiro y a Marion con la misma expresión asqueada. El ruiseñor cantó una tonada fúnebre.

-¿Es esto lo que queríais? ¿Destruir todo lo que me era querido? Lo habéis conseguido. Ahora matadme. Si no me matáis alguno de los tres, os mataré yo.

-Es mi derecho -respondió Sarianne-. Yo os creé, yo puedo destruiros. Si alguna vez habéis sido feliz, Lothar, ha sido porque yo así lo he querido. Las mujeres a las que habéis amado no han sido sino artificios. Mariona fue mi primer regalo para vos. Una deliciosa joven llena de virtudes que encandiló vuestro corazón sin ningún problema. Destruirla en el apogeo de vuestra felicidad fue casi doloroso, pero necesario. Aquello os devastó, pero siempre me ha preocupado vuestro estado emocional, así que os elegí otra mujer... -Sarianne elevó la mano en dirección a Marion-. Esta era de carne y hueso, a diferencia de la primera. Muy obediente y fácil de someter a mis Artes Sombrías. No tan virtuosa como Mariona, pero en el fondo era lo que vos deseabais, ¿verdad? Lo único que tuve que hacer fue lograr una chispa y Marion hizo el resto. Al final, las dos somos muy parecidas. Nos gusta conseguir lo que queremos y no nos importa el modo.

Pero supongo que se me fue de las manos. No sé exactamente el modo, pero Marion consiguió evitarme y luchar contra mí. Si todo hubiera seguido como antes, Lord Lothar, esta conversación no habría tenido lugar. Marion y vos habríais sido felices para siempre en vuestra ignorancia, y yo me habría ocupado del Condado como he hecho desde la muerte de Mariona. Ni siquiera la amenaza plebeya supone un problema, pues ya habéis visto que tengo amigos en todas partes, y los del infierno siempre son los más importantes. Podría haberos hecho matar en cualquier circunstancia. Podría haberos hecho ejecutar con Hierro Frío si hubiera querido. Podría haberos arrebatado el gobierno del Condado con un poco de esfuerzo extra. Pero eso no es lo que os merecéis. No me gusta que me desafíen, y los dos lo habéis hecho una y otra vez.

¿Veis, Lady Marion? Esto es Saquear. Quizá os sea familiar por lo parecido que es a una Rapsodia: la destrucción de algo hermoso y de la oportunidad de volver a crearlo. Después de esto, ninguno de los dos amaréis más. Por otro lado, ninguno de los dos saldréis vivo de esta habitación.

-¿Has terminado ya? -preguntó el vampiro con impaciencia-. Sigo aquí. Esperando.

-Haz lo que gustes. Por mi parte ya he terminado.

El vampiro sonrió y volvió al lado de Sarianne sin dejar de mirarlos a los dos.

-He estado pensando en esto. Ya que hablamos sobre el arte y la venganza, ¿por qué no aunar las dos cosas? ¿Qué hay más terrorífico que un amante despechado? Mi madre sufrió un destino similar. ¿Por qué no repetirlo aquí? ¿Por qué no hacer sentir a su asesina lo que ella debió sentir al ser estacada por su ser querido? -Matthieu se inclinó hacia Lothar y le miró a los ojos-. Mátala. Siempre me ha encantado Othello y sé que a mi madre también. Estrangúlala, ¿quieres?.

-Se levanta la sesión -dijo Sarianne golpeando el suelo una vez más.

Protocolo terminó. Lothar soltó un gruñido y se sujetó la cabeza como si luchara contra el impulso que el vampiro había introducido en su mente. Tembloroso y con el rostro congestionado, el Gwydion se arrodilló en la cama y buscó el cuello de Marion. Era evidente que Lothar no dominaba sus actos y que intentaba evitar cumplir la orden de Matthieu. La desesperación brillaba en su mirada y las lágrimas empezaron a fluir mientras le pedía perdón quedamente.

Marion hubiera querido protestar. Sarianne la obligaba a decir la verdad y después la acusaba de mentir. Pero ya daba igual. Había querido protegerle de la verdad sobre Mariona y sobre sí misma. Sentía lo mismo que cuando se rompió el Juramento, y estaba demasiado hundida para montar una escena al respecto. Se tapó los ojos con las manos, tumbada de lado.

Matthieu era un ser horrible, y si era cierto que era hijo de Adèle se alegraba de haberla matado. Pero quizá fuese lo mejor. Que Lothar la matase. Podría usar su último aliento para robarle las últimas horas de su memoria. Pero no podía dejarle en manos de la Corte Sombría.

-Matthieu -dijo, buscando las manos del Gwydion para apartarlas, casi con desgana. Ni siquiera estaba intentando apartarse de Lothar-. Es a mí a quien vas a escuchar. Eres el hijo de Adèle y Adèle era mía. Eres mío. Y no dejarás que nada ni nadie nos haga daño a Lothar o a mí.

Lothar rodeó su cuello con los dedos y empezó a apretar. Matthieu se convirtió en una bruma borrosa al ponerse a su lado y sostenerle las manos para alejarlas de Marion. Le miró a los ojos una vez más y dijo:

-No la mates.

Lothar soltó un rugido y se abalanzó sobre él. Catapultándose mediante la cama, aterrizó sobre el vampiro y lo derribó como habría hecho un león enfurecido. Marion nunca lo había visto de esa manera: no era una de esas veces en que la furia Gwydion lo poseía, sino que se trataba de la rabia fría surgida de una profunda agonía.

La Leanhaun no se esperaba aquello. Miró a Marion como si hubiese juzgado mal sus capacidades y, a falta de algo mejor, dio dos golpes en el suelo con el bastón. No sólo no ocurrió nada, sino que el bastón se rompió y Sarianne perdió la verticalidad.

Marion chilló y trató una vez más de levantarse. Una vez más el virote la retuvo. Trató de alcanzar a Lothar y reptó hasta el borde de la cama. Sarianne y el dolor fueron empujados al fondo de su mente.

-¡No! ¡No, no le hagas daño! -suplicó. Se había asegurado de que Matthieu les protegiera durante un rato, pero la idea de que pudiera morderle o hacerle cualquier daño la enloquecía.

Marion sintió un dolor desgarrador en el muslo cuando Sarianne tiró del virote que sobresalía por él y se lo arrancó. La Leanhaun tenía los ojos encendidos y el rostro desencajado en una máscara de locura.

-¡NO VAS A SALIR DE AQUI VIVA!

Su mano descendió hacia su pecho y se lo clavó en el corazón. Marion apretó los dientes aguardando la muerte, pero cuando pestañeó pudo ver que la punta no había penetrado. La mano de la Condesa estaba suspendida en el aire y Matthieu, que había aparecido a su lado envuelto en una bruma oscura, la sostenía.

El vampiro la tomó de la cabeza y tiró hacia atrás. El chasquido de su cuello fue horroroso. Sarianne no tuvo tiempo de gritar. Se desplomó en el suelo con la cabeza colocada en un ángulo antinatural. Respiraba a duras penas y las palabras se le agolpaban en la garganta, burbujeante y aplastada.

-Acaba con él, Marion -murmuró Lothar, que se ponía de pie con dificultad-. Mátalo, tú sabes cómo hacerlo.

Soltó un alarido cargado de dolor y otro de terror. Cuando Sarianne tiró del virote estuvo a punto de perder el conocimiento y todo se volvió negro un momento. Recuperó la vista justo a tiempo para ver la cara de Sarianne cuando Matthieu le rompió el cuello, y entonces fue cuando gritó por segunda vez. Apartó la vista lo más rápido que pudo y cerró los ojos. Lothar le había dicho algo, y no sabía si estaba desangrándose, pero se sentía paralizada.

-M-matthieu. Estos... estos grilletes me hacen daño -declaró, medio ahogada, unos instantes más tarde. Quiso extender las manos hacia el vampiro pero no fue capaz.

-Le he oído -dijo Matthieu torciendo la cara para evitar mirarla-. ¿Para qué quieres que me acerque, para estacarme? No vas a volver a Dominarme. No pienso mirarte a los ojos. ¿Así controlabas a mi madre? No te va a servir de nada. Y cuando se pasen los efectos, os mataré a los dos con mis propias manos. Quizá a él le mate tan rápido como a ella. Contigo voy a tardar un buen rato, por zorra. 

No podía pensar. No sabía qué hacer. Hizo lo que pudo por incorporarse y gimió de dolor. Tenía miedo de lanzar un segundo cantrip; no estaba en condiciones de enunciarlo de manera que estuviese segura de que no cancelaba el primero.

-No se pasa. -Hizo su mejor esfuerzo por sonar burlona o amenazante, pero era un despojo de dolor y pena y no había manera de ocultarlo. Intentó incorporarse de nuevo para mirar el perfil de Matthieu-. Esto es magia... auténtica, no trucos de muerto. Sólo la... nuestra sangre te puede liberar. Y no puedes abandonar nuestro lado ni herirnos, así que no tienes escapatoria. Nuestro guardaespaldas durante el resto de nuestras noches. Quítanos los grilletes.

Cuando Axelle llegó al castillo de Flor de Piedra encontró a los guardias muertos. Los quiméricos habían sido apuñalados y degollados. Los reales yacían dormidos en el suelo, muertos por armas quiméricas. No había ni un alma en las proximidades, ni enemigo ni amigo. Y reinaba el silencio.

El vampiro sonrió.

-Ella me dijo que no bebiera su sangre ni la de ningún otro hada. Que cuando os matase, lo hiciera sin probar un trago. Me dijo que si bebía de vosotros, me dominaríais.

Se agachó junto al cuerpo de Sarianne y la agarró por el pelo para apoyarla sobre sus rodillas. La sidhe hizo una mueca y movió los ojos de un lado a otro mientras murmuraba algo.

-¿Que por qué? Bueno, amiga, te lo mereces. Tú fuiste la que dejó a Gerard y a Marlene secos como una pasa. Les hiciste lo mismo que ella le hizo a mi madre. Gerard era el violinista más brillante que he conocido jamás, y Marlene esculpía como Bernini reencarnado. Hoy iba a matarte de todas maneras, y es una pena. Eres hermosa. Pero, a vuestra manera, las hadas también son vampiros. Vampiros del arte. No hay manera de que deje vivir a ninguno de los vuestros.

Sarianne había hecho Rapsodias. La acusaba de haber destruido a Adéle. Ella sólo había vuelto a romper algo que había reparado, pero Sarianne había destruido auténticos Soñadores. Y aún así la había juzgado, sólo para que Lothar dejara de amarla. Sintió por primera vez en toda la noche ira hacia la Condesa.

-No puedes alcanzar a comprender nuestra belleza -dijo con un poco más de energía-. Tus ojos no pueden verlo. Va más allá de cualquier cosa que pudieran crear esos mortales tuyos. Sarianne quiere mantenerte ciego a nuestra verdadera cara, nada más.