Partida Rol por web

10 de febrero de 2000 - 16:10

La presencia de Lothar en Hoja de Hiedra se hizo extraña. El Conde no lo visitaba desde hacía mucho. Su esposa y señora del lugar vivía con él en Torres Negras, con lo que poco tenía que hacer allí. Aún menos sin ella. Pero allí estaba. Venía sin escolta, pero en la cadera portaba una espada, la misma que Marion le había regalado. Vestía una túnica de invierno color vino bajo un denso abrigo para protegerse del frío. Llevana el cabello suelto y alborotado por el viento y el rostro rojo y helado.

Pidió entrevistarse en privado con Evonne, pero no parecía tener nada que preguntarle. Sólo quiso un refrigerio y algo de conversación.

Quizá quería saber algo de Marion, pensó Evonne cuando le anunciaron la visita del Conde. Se sentía tan contrariada como el resto ya que Lothar, hasta el momento, nunca había demostrado un especial interés en ella. Era la amiga Oscura de Marion, y con eso, según sus conjeturas, debía serle suficiente para mantenerla al margen, aunque con respeto. Además, venía sin escolta, cosa que le pareció una auténtica insensatez. Pero no dijo nada.

Le recibió, tal y como pedía, en una sala privada, pequeña y acogedora, donde le gustaba tomar el té a la Leanhaum. Le atendió con cordialidad y gentileza, respondiendo a sus preguntas de buenos modos y siguiéndole la conversación. Estaba sentada frente a él, ligeramente recostada en el sofá y procurando no mirarle demasiado, sólo en momentos puntuales. Llevaba un vestido blanco algo escotado, con pedrería en el corpiño y una falda amplia.

-Y... ¿Debo vuestra visita a algo en especial, mi Lord? -preguntó de forma amable.

Lothar carraspeó y aprovechó para dejar de lado la taza de té.

-Quería hablaros de Marion. -El sidhe se toqueteó los labios brevemente, inseguro, y evitó la mirada de Evonne-. Todo lo que ha ocurrido... Lo de Danielle... La verdad es que estoy... estoy asustado. Por ella.

Evonne asintió, condescendiente. ¿Marion pasándolo mal por la muerte de Danielle? No. Como mucho estaría aterrada por la revolución de plebeyos se estaba formando. Tan aterrada como podía estarlo ella misma.

-Marion es una mujer fuerte. Lo soportará con entereza tal y como se le pide -aseguró sin ápice de duda en el tono. Miró la tetera, de la cual todavía salía algo de humo y añadió: -¿Qué os asusta exactamente?

-Que le ocurra algo malo -contestó él-. Que alguien le haga daño. Cualquiera...

Lothar clavó sus ojos en los suyos.

-Hay gente malvada. Traidores. Pero vos sois amiga suya, ¿verdad? Vos no dejaríais que nada malo le ocurriera. Que nadie le hiciera daño de ningún modo...

La sidhe se incorporó sin apartar la mirada. Su peló resbaló hacia adelante por sus hombros.

-No, claro que no -dijo, todavía más segura-. Es mi mejor amiga. Jamás permitiría que le ocurriese nada. No me lo perdonaría en la vida, de eso podéis estar seguir, Lord Lothar.

La mera insinuación había hecho que Evonne se pusiera muy seria. 

Lothar alzó las cejas, como aceptando su palabra. Aquello pareció abatirlo.

-No quería insinuar... -Lothar se recolocó en el asiento, incómodo-. Sois su mejor amiga. Su única amiga.

Hubo un momento de silencio. Lothar tomó un sorbo de té. Estaba distinto. En un momento su ánimo había cambiado tres o cuatro veces y ahora ya no parecía preocupado, sino intrigado.

-Es sólo que... Se ha dicho que vos y Sir Morgan habéis iniciado una... relación.

Evonne frunció el ceño, cada vez más extrañada. No conocía demasiado a Lothar, pero su ánimo voluble comenzaba a resquemarle demasiado. ¿Qué demonios había visto Marion en él? Se echó hacia atrás lentamente, como si quisiera guardar la máxima distancia posible.

-Ya veo. -Le dio un sorbo al té y se echó el pelo hacia atrás, mirándole con cautela-. ¿Y qué relevancia tendría eso, en el caso de ser cierto, respecto a lo que hablamos?

-Mera curiosidad. Me gusta saber sobre la vida de mis cortesanos -contestó Lothar cada vez más absorto en los ojos de la Leanhaun.

-Hum...

Evonne se quedó meditabunda unos instantes. Se quitó el chal y se inclinó hacia adelante para apoyar los codos sobre las rodillas.

-¿Por eso lo mandasteis a Fuente Ambrosía? -quiso saber.

-No. No fue por eso -dijo Lothar con los dientes apretados-. Fue por otra cosa.

-¿Entonces? ¿Qué importancia tiene su vida privada, o la mía, para vos? -preguntó, desviando el tema. No iba a ser ella quien sacase a relucir aquellos horrores.

-Me importáis más de lo que creeis, ambos -contestó él-. Sois mis amigos, al menos él. Y vos sois mi... madrina de boda. Pero no creo que sea oportuno que tengáis algo, aunque sea sólo una aventura. No es beneficioso para la corte.

Evonne alzó las cejas, incrédula. ¿De verdad se estaba metiendo en su vida privada?

-¿Beneficioso? ¿Y en qué perjudicaría a la corte eso, precisamente? -inquirió.

-Sois Leanhaun y tenéis más en común con la Condesa de lo que me gustaría. Os mantenéis en contacto, aunque sea mínimo, y si lo sé yo puede saberlo cualquier otro. No creo que tengáis malas intenciones, pero Sir Morgan es mí... Sir Morgan es mi amigo y podrían decir... Se podría decir que queréis manipularlo por orden de la Condesa.

-¡Basta! -chilló Evonne, poniéndose en pie.

La Leanhaum tenía las mejillas coloradas y había cerrado las manos con fuerza. Esperó unos segundos para volver a un tono normal.

-No consiento que vengáis aquí a hacerme insinuaciones de traición. Ni vos, ni nadie. Vine porque Marion me lo pidió. He aceptado el puesto que me ofreció para que ella pudiera estar con vos en vez de tener que estar pendiente del feudo. Daría mi vida por ella si fuera preciso, así que no os atreváis a hacer comparaciones entre la Condesa y yo. Y mucho menos a meteros en mi vida privada para decir que trato de manipular a Sir Morgan -Evonne respiraba fuertemente, expulsando el aire por la nariz-. ¿He sido lo suficientemente clara, mi señor?

Lothar se levantó, intimidado. Cuando Evonne perdió los nervios, él también. Le cogió las mejillas con las manos y la miró a los ojos con un furor tembloroso. Por un momento no supo si planteaba aplastarle la cabeza o besarla, y él también parecía dudar. Lo que sí era cierto es que las manos le temblaban tanto que no parecían suyas. El Gwydion acercó su rostro al suyo buscándole la boca... pero en el último momento la apartó con rudeza.

-¡No! ¡No puedo! -Lothar cogió su abrigo y se lo puso rápidamente-. Lady Evonne, perdonadme. Soy... soy horrible. Por favor... No le digáis nada a Marion. Os lo suplico...

Evonne se intentó apartar pero no pudo. Las manos de Lothar temblaban y ella también. La miraba de una forma que no sabía descifrar, demasiado cerca, y el miedo a lo que pudiera hacer hizo que sus fuerzas la abandonasen. Quería empujarle y apartarle de ella, poner la distancia que realmente debían tener y alejarle todo lo posible de su rostro. Pero sólo contenía la respiración aguardando su reacción, sin saber qué hacer hasta que la soltó.

La sidhe se apoyó en el reposabrazos, temblorosa, y miró a Lothar con una mezcla de rabia y desprecio.

-Fuera... -balbuceó-. No os volváis a acercar a mí, o Marion y todo el Condado se entrará de esto.

Lothar tragó saliva. Parecía contento con el trato, pero en antes de irse se giró. Desenvainó la espada y se cortó la palma de la mano con el filo.

-Que la sangre que derramo sea tu sangre derramada si hablas de algo de lo que ha pasado aquí. No lo menciones jamás.

Evonne notó el Glamour arremolinándose en torno a ella. El Geas se formaba aprisionando su corazón. El Conde lo decía muy en serio.

Lady Evonne abrió los ojos desmesuradamente. Se llevó la mano al corazón como si la estuviesen apuñalando en lo más hondo de su alma y dio gracias de estar ya aferrándose a algo, sino habría caído de rodillas en el suelo. Pero no se iba a dejar vencer de esa manera. Lothar no tenía ni idea de con qué estaba jugando.

Con los ojos empañados de lágrimas le sostuvo la mirada.

-Me habréis echado un Geas, pero jamás me tendréis. Y, tarde o temprano, Marion lo sabrá -amenazó de nuevo-. Sois despreciable...