Partida Rol por web

Réjane entró acompañando Govier y Bélanger, a los que ya había puesto al día. Todos se abrazaron y hubo un “lo siento” sentido para Daniel de parte de Albin, un “mierda, lo siento” de Agustín y un apretón de manos de Réjane.

El comisario le dió un abrazo a Elliot, alegre de encontrarlo sano y salvo.

Agustín Bélanger contó que hasta que el encuentro con Mats rompió el hechizo lo primero que recordaba era estar haciendo una reanimación cardiopulmonar a Anjum en una cloaca.

Consiguió llevarla a urgencias del hospital más cercano, precisamente el de Lariboisière y allí Max se había interesado por ellos. Fue él quien les habló de Édith y luego cuando Albin dió con ellos recomenzó la investigación.

Mientras seguía entrando el resto, se puso a echarle una mano a Juliette con el montaje del equipo informático, preguntándole a Mats cuando tenía alguna duda.

Albin no disimulaba una sonrisa entre complacida y esperanzada.

Contó que este tiempo había estado investigando todas las “apariciones” de personas amnésicas como él y que así había encontrado a Agustín y Anjum.

Se aprovechó de que todo el mundo le olvidaba al momento de separarse de ellos para robar una placa e investigar desde una posición privilegiada interrogando, por ejemplo, a la misma persona muchas veces, buscando incoherencias. Max no quiso hablarle de su colega desaparecida pero por otros trabajadores del hospital Albin supo de Clémentine y de Édith y sus tatuajes, y encontró en los archivos de la policía vagas referencias a unos tatuajes similares en un caso antiguo en el que se había encontrado a una chica ahogada.

Ya sospechaba que estaba siguiendo sus propios pasos, retomando el caso por segunda vez cuándo esa misma madrugada Bélanger le había hecho recordar.

El comisario César Pillet acudió con el señor Berisha. Informaron que en las marismas todo seguía tranquilo.

Anders buscó con la mirada a Mats y se le escapó una sonrisa paternal cuando lo reconoció entre sus amigos. Un gesto que le recordó al periodista al Berisha amigo de su madre que recordaba de su niñez.

Pillet acudió con Daniel y Albin.

Les tomó a cada uno de una mano y con tristeza, tras un suspiro les habló bajando la voz.

–Mi colega Réjane me tiene al día de la investigación. Ya tienen al asesino. Es un capo al que Leah atacó a tiros su principal laboratorio de drogas. Había perdido a dos de sus chicos y la amenazó de muerte para sonsacarle quién le enviaba. Ella le mandó al cuerno. Por eso la mató. Él pagará.

Pagará con la cárcel. Ha confesado y estará veinte años. Ahora están investigando cómo llegó allí.

No debió morir así. Le hemos fallado, muchachos. Pero hicímos lo que pudimos. Ahora tenemos que seguir haciendo nuestro trabajo.

Anjum acudió sola. También saludó con cordialidad pero su tono formal le hizo parecer más distante que el resto del equipo que había bajado al subterráneo de la estación de Danube. Expresó sus condolencias a todos por la muerte de Leah, de su parte y de la de su señora, para la que Leah había sido una persona muy especial.

Traía con ella un teléfono desde el que podía movilizar una amplia red de contactos y recursos de los vampiros.

Gavaldá llegó con un hombre mayor, enjuto y bigotudo y otro de mediana edad y aspecto feroz y astuto. La antigua jefa de Daniel y Leah presentó a los hombres como Tobías y Remo.

El más joven explicó que sus chicos estaban atacando grietas con los mundos de los muertos que los sectarios habían abierto desde el sueño. Por ahora estaban teniendo éxito en su defensa de la frontera pero debían acabar con los soñadores cuanto antes y detener un rito que sin duda estaban llevando a cabo en esos momentos.

El más viejo comentó que Gabriel estaba vivo y que habían localizado las grietas al infierno gracias a él. Que estuvieran atentos a sus mensajes. Era muy probable que estuviera desmemoriado, como todos los que habían sufrido el hechizo de la secta, pero que aún así “nosotros actuamos más por instinto”.

Luego entró un hombre de unos treinta y pico. Guapo, atlético, con chaqueta de cuero y botas militares. Se presentó como Yvon Menzel y Mats lo reconoció como el hombre desaparecido en el accidente de avioneta junto a Montillet, que en la pizarra que Geneviève y los suyos les enseñaron en las marismas estaba señalado como acompañante del famoso periodista y a la vez testigo del accidente que dejó a Sophie en una silla de ruedas.

Explicó, disculpándose, que había entrado primero por seguridad y abrió él mismo la puerta para dar paso a su protegido.

Montillet entró vistiendo la misma ropa de cazador con que lo había conocido Mats. Su pelo largo y su barba le daba un aspecto de fugitivo muy diferente al que vestía en los programas de televisión que le habían hecho famoso y por el que le conocía el resto. Incluso Elliot lo conocía porque una amiga suya le había puesto un vídeo de una entrevista y le dijo que era el "típico burgués liberal con el que se masturban las señoras… y de vez en cuando, también yo misma”

Montillet buscó a Mats con la mirada, se dirigió a él y le abrazó con la fuerza de un oso.

Luego se separó y dio las gracias al resto, uno a uno, con un fuerte apretón de manos, conforme se los iban presentando.

Al presentarle a Clementine Montillet sonrió entornando los ojos.

–Creo que a usted ya la conozco, ¿señorita...?

Mats no sintió nada extraño en su presencia.

Para cuando todos estaban juntos y al día ya funcionaba el equipo informático. Bélanger conectó un teclado mecánico al cable usb y las letras de sus teclas se iluminaron con luces led.

En una de las pantallas se conectó, por videoconferencia, un hombre vestido con un traje de fuerzas especiales y una boina que a pesar de ser parte del uniforme rompía con el resto, dándole más aspecto de guerrillero que de policía.

Hablaba desde una base militar y se presentó en un francés con más acento americano que el de Elliot o Daniel como el Teniente Ángel Ramos, del Departamento de Seguridad Nacional del Gobierno de los Estados Unidos. Se notaba que conocía al comisario Réjane. Sobre todo porque se dirigió a él por su nombre de pila, cosa que no hacía ni Fermi.

–Pascal, Elliot, señores, por ahora no hemos encontrado rastro del trasatlántico. Tenemos un operativo preparado en una base de operaciones que hemos situado estrategicamente y que no puede estar a más de veinte minutos en helicóptero del barco. Deberíamos estar cerca pero ni aviones de reconocimiento del ejército han tenido éxito en avistarlo.

La confesión de Elliot me había llevado a abrazarlo y confortarlo unos instantes, no podía siquiera imaginar cuán duro podía haber sido todo aquello para él, pero sí me ayudaba a comprender mejor el sufrimiento de los niños secuestrados, como Édith, cuyo cuerpo tatuado ya era en sí un mapa del sufrimiento, y también a conocer un aspecto más de la crueldad y la ambición de nuestros enemigos, tan alejados de la humanidad ya, o por lo menos de lo positivo que valoramos en el ser humano. Quise decirle que era increíblemente fuerte y que lo admiraba pero en lugar de ello dejé que tomara mi mano todo lo que quisiera y necesitara y afirmé -Has hecho bien en contarnos.

Y de pronto la casa fue un hervidero de gente y me vi abrumada por las emociones, todavía tenía las palabras de Elliot pululando en mi cabeza y todo el peso de aquel horror se medía ahora con la alegría del reencuentro con los nuestros y con aquellos que apenas conocíamos pero que me alegraba de ver sanos y salvos, después de todo, estábamos allí reunidos con un objetivo claro: acabar con los sectarios.

Respire aliviada cuando Fermi confirmó que Mats ya no estaba bajo la influencia del hechizo, hubiera lamentado que no pudiera estar con nosotros en aquel momento crucial. Observé la llegada de todos uno a uno, sonreí de oreja a oreja y dejé que me unieran al abrazo colectivo con Albin y Bélanger. -Qué gusto volver a verlos chicos -dejé salir llevándome la mano al pecho y luego el recuerdo de Leah volvió fuerte como el perfume de las glicinas fuera para envolvernos.

Fue extraño ver sonreír a Albin, siempre tan serio y circunspecto. Escuché con interés su relato y del Bélanger, admiré el ingenio que llevó al inspector a usar aquello que era su condenación a su favor y pensé en qué habría llevado a Max a hablar con Bélanger pero no con Albin, ¿Sospecharía ya que algo extraño estaba ocurriendo? No podía dejar de preguntarme si la influencia de Ágathe había sido temporal en él o más profunda... Cuando todo esto terminara tenía que verlo.

Respiré aliviada nuevamente cuando apareció Berisha con Pillet y nos confirmó que todo seguía en orden en las marismas, de solo pensar en Édith sentía unas irrefrenables ganas de tenerla allí conmigo y abrazarla. Ojalá que no se hubiera enojado conmigo por dejarla allí con los otros; después de todo, Berisha había tenido razón al desviarnos aquella vez, reflexioné para mí misma.

Me acerqué a Anjum y la saludé extendiendo la mano, le expresé mi alegría al ver que estaba viva y le dije que le enviara mis buenos deseos a Ophelia, que le dijera que estaba sumamente agradecida por ayudarme en nuestro encuentro en el hospital.

Luego llegaron los lobos y nos explicaron que estaban defendiendo el límite entre nuestro mundo y el de los muertos: un  súbito escalofrío me recorrió, ¿Quién sabía qué horrores podían desatarse solo desde allí? Miré a Daniel, pensar que ahora era uno de ellos... Bueno, o eso suponía que implicaba la iniciación de la que habían hablado.

Luego llegó un hombre alto y apuesto vestido a lo Indiana Jones, y detrás de él entró David Montillet. Me quedé de una pieza al verlo, por supuesto que sabía que vendría, aún así es muy extraño conocer en la vida real a alguien que solo has visto en un sueño. Lo observé darle un abrazo a Mats y me causó un sentimiento muy intenso de afecto la escena: me sentí orgullosa de que mi amigo fuera haciendo el bien a su paso y que la gente lo apreciara por ello, así que no pudo evitar esbozar una sonrisa.

Sin embargo, cuando se acercó a mí comencé a ponerme nerviosa, como si tuviera que rendirle cuentas de la salud de Édith desde que había llegado al hospital hasta ahora, y en cierta forma así era. Hice a un lado esos pensamientos para recuperar compostura -Así es señor Montillet, es un gusto conocerlo finalmente -extendí la mano entrando sin quererlo en una postura profesional -Soy la doctora Clementine Ouvrard, su hija Édith estuvo a mi cargo en el hospital en el que trabajaba y nos vimos, en aquel sueño... -sopesé mis próximas palabras haciendo un gran esfuerzo porque sabía que en pos de la practicidad podía sacrificar tacto y no quería -Ella está bien, muy bien de hecho. La estamos protegiendo -sostuve luego con seguridad -Por todo lo que ha pasado -lo miré a los ojos haciéndole entender que tenía que contarle aquello en cuanto tuviéramos tiempo -Es prudente que no se encuentre aquí hoy con ella. Pero sí pronto, ella desea tanto verlo como usted a ella -puse mi mano encima de la suya y la apreté ligeramente. No sabía si él estaba al tanto o no de que hoy no la vería y quería confortarlo en caso de que esto fuera un balde de agua fría. -Luego de la reunión, cuando crea usted prudente, puede preguntarme todo lo que desee.

La voz desde la pantalla llamó mi atención en ese momento y miré a Mats, era hora de compartir su idea sobre el rastreo del barco.

Lo que nos cuenta Elliot es sencillamente espantoso; solo puedo preguntarme cómo es posible que haya vivido una infancia tan monstruosa y que no haya quedado traumatizado de por vida. Sin duda posee una fortaleza interna que supera ampliamente la del resto de nosotros. Tengo el impulso de abrazarlo, pero Clémentine se me adelanta, y finalmente decido mantenerme en un segundo plano para no agobiarlo. No puedo evitar ver los paralelismos entre la historia de Elliot y la de Arthür. ¿Quizá sea ese el motivo de su férrea determinación y su incurable optimismo?

Cuando llega la hora de la reunión, la casa se llena rápidamente de gente, tanto viejos conocidos como rostros nuevos. Un sentimiento parecido a la euforia me inunda al ver que somos tantos. Todos sabemos lo que la realidad oculta, y hemos hecho el juramento de mandar al infierno a esa panda de desalmados. Al que más me sorprende ver es a David Montillet; parece que haga un siglo desde que nos reunimos en aquella cabaña perdida en el bosque y me puso a prueba para asegurarse de que no era un soñador. La presencia del hombre me trae todos esos recuerdos, y recibo su afectuoso abrazo de buen grado. Clémentine procede a hacer a Montillet conocedor de todos los detalles relativos a la situación y estado de su hija, a la que estoy convencido está deseando volver a abrazar.

A continuación ponen a mi disposición un ordenador frente al que no pierdo ni un segundo en sentarme. El teniente Ángel Ramos, un tipo con pinta de héroe de guerra, entra por videoconferencia desde las costas estadounidenses. Al parecer, sus hombres y él ya están desplegados por la zona, pero tal y como sospechaba, están teniendo problemas para localizar el barco. Mientras inserto mi inseparable pendrive y empiezo a instalar mis programas, me coloco rápidamente unos cascos con un micrófono integrado para poder hablar con el hombre.

—Buenos días, teniente Ramos. Soy Mats Bergstrøm, lo más parecido a un informático que hay por aquí. Ahora mismo estoy accediendo a mapas de la costa de Maine, que se actualizan cada segundo vía satélite, para ubicar todo el tráfico marítimo que está en circulación en este mismo momento. —Pongo a funcionar mis programas con unos cuantos clics, y empiezo a teclear—. Antes he compartido una idea con mis compañeros: podemos intentar descubrir el barco que buscamos y su localización comprobando cuáles de las embarcaciones mostradas por el mapa tienen su respondedor de radar inactivo. Esto no es garantía de nada; podríamos toparnos con un buque de contrabando, y quizá nuestro objetivo tenga su respondedor activo. Pero es un buen comienzo, creo, y más si descartamos todos los barcos que no se ajusten a la descripción general, los que no sean trasatlánticos… —Continúo navegando por ventanas y tecleando secciones de código. La verdad es que la biblioteca de datos del superordenador de la universidad está haciendo la tarea mucho más fácil, y puedo limitarme a abrir algunas puertas que de otro modo me vería obligado a echar abajo por la fuerza—. Por eso… Espere un momento… Por eso estoy tratando de entrar en los registros portuarios, para conocer la firma del barco. Sabemos a qué hora exacta pasaron frente al faro, así que, con o sin respondedor, es cuestión de tiempo que los descubramos. Y una vez los tengamos, podremos saber qué está pasando a bordo… Y putearlos a base de bien, de paso.

Ejecuto un último comando y me reclino en mi asiento, haciéndome crujir los dedos de las manos uno por uno. Espero no tardar demasiado en esto, aunque una vez te metes en la madriguera del conejo, nunca sabes cuándo saldrás.

—Teniente, si tiene alguna otra idea o sugerencia, soy todo oídos. Esos mamones no pasarán de hoy.

Una vez sacado del pecho, sino descargado del todo, si presiento a Elliot mas entero. El daño adherido a sus fondos, de dos décadas de acumulación de dolor y dudas no se van a esfumar por ensalmo. Sin embargo quiero creer que partir de la liberación de la revelación y el re-confortador contacto de gente preocupada de ampararte, abrazo de Clementine como mejor enseña, significa un buen punto de partida.

Abriendo un paréntesis entre lo que no es mi mejor estado de animo, me siento alegre por él deseando que sirva de inicio del bálsamo. Y que en la amistad le demos el apoyo necesario.

Veo con Mats que tampoco me atrevo a interrumpir a la buena doctora, extraordinaria en su grandeza excedida de sus pequeña forma. Pero si cojo animo para quitarle hierro a sus temores con tono sencillo -

No hay nada que disculpar - le aseguro con admiración por su fortaleza - Solo prométeme permitirme agradecérle a los Harper lo que te han dado.

Manifiestamente consciente, al tratar el tema de la familia, de la imprevisible reacción a los ecos de la rotura de los hechizos, cierro la boca para no expresar la primera irreflexión en forma de exabrupto. Mi cabeza da vueltas a imaginar que sensaciones deben estar experimentando mi hermana, mis padres, mi tíos y sobrinos. ¿Habrán descubierto de repente un Daniel olvidado, hermano, hijo, ex-novio? ¿Se estarán viviendo locos? ¿Que es lo que estarán sintiendo?

Miro de reojo a Elliot mientras no esta atento y pienso que dependiendo de los resultados de lo que investigue le apuntare una idea para que decida si la quiere comprobar. Ahora ni siquiera tengo un teléfono móvil que poder usar para intentar recordar el teléfono de Lena.

Afortunadamente o no, el proceso de las llegadas de los citados empieza a derramarse y la preocupación se ve arrastrada hacia un lado por las muestras de pésame y las otras preguntas y tareas que se van abriendo.

Fermi nos alivia de la incertidumbre de la posibilidad de sometimiento inducido contra Montillet, asegurando que ya esta fuera de Mats y encerrado en el frasco.
Por lo que dice aun no es inerte y me intriga lo que pueda ir sucediendo después. Como Fermi no le da mayor interés decido guardarlo para los Lobos. Quizás en algún instante le pida consejo al fan de la Parca.

Sin intención que no se me olvide. Compruebo si tengo la caja que me entrego pues seria útil si hay que rescatar a Gabriel.

El desborde de asistentes me ofrece caras nuevas como la de la mujer de pelo blanco del equipo informático o casi si nos referimos al enigmático Rejane.

Con Albin y Agustín tengo un sentido intercambio de gestos. Es difícil capear con el regocijo de verlos sanos y salvos y el mismo sentido de inercia apesadumbrado cuando el propio recuerdo nos lleva a la ausencia de Leah.

Rejane sin mas me ofrece la mano como si, y esta en lo correcto, esto solo bastara.

Aunque lo cabal seria igualar el trueque de historias acontecidas desde que nos borraran, un hilillo glacial de pesadumbre me hace solo escuchar, aprendiendo de cada experiencia sin deseo de compartir.

Es Pillet y un Berisha al que puedo poner cara el que se come la oportunidad de que me obligaran a hablar.

Cuando Cesar nos lleva a parte y empieza con ese tono decaído que tu alma de madero conoce de cunado tuviste que emplearlo con los allegados de la victima se que la verdad sobre la muerte de Leah se va a desnudar sin tapujos.
Lo que nos cuenta es casi mas increíble que cualquiera de los planes y cosas que se están diciendo o se dirán aquí esta día y esta noche, por que es tan absurdo y tan simple.
Escucho que Pillet dice que el malnacido lo pagara pero lo que dice no me suena a pago ninguno.

El Enfado, esa ira que me surca por dentro y que en largo tiempo, desde que me aleje de Lisistrata y me congenie conmigo mismo y la vida gracias a Lena, no sentía, tiene un atisbo de resurgimiento.

- Cesar, en casa, en los Estados, el que mata a un poli lo paga con la muerte en sus venas - mi boca, mi gesto, mi mirada no es dejarlo así - Yo le hice una promesa. Cesar. Me da igual que para lo mundano se haya acabado. Con los veinte años tendrás tu justicia. Después se vera con la mía.

El ajetreo en la puerta y la llegada de Anjum me da tiempo para liberar a Pillet y no ir mas allá. El humor que tengo es el de rasgar algo. Golpear la bola de boxeo hasta la aniquilación del cuero y mis nudillos.

Respiro por que la paciencia al final coincide con la sensación de desamparo y la de exacerbación.
Frio, listo, largo. No olvidado. Esto no se olvidara Leah.

Con tres vasos de agua helada y la necesidad de volver a ser civilizado acallo la furia. Al fin y al cabo la idea de llegar a ella me llevo por los campos desconocidos. La misma idea prevalece. La muerte no es solo mas que un trecho en la existencia.

Sinceramente me esfuerzo por ofrecer a Anjum la misma respetuosa y sentida bienvenida que les dedique a los otros. Estreche su mano y reconocí todo lo agradecido que le estaba con la mirada. Incluso me disculpo por lo que le había pasado en subterráneo con Beles o su avatar, comentándole que lo tendría en cuenta para que no ocurriera algo así en posibles otras ocasiones.

Me sorprende encontrarme a continuación con Tobias, Gavalda y Remo. El hecho de que la tarea que empezamos este aun teniendo éxito me reconforta pero no me tranquiliza. Un cerco de asedio s e puede llevar durante un tiempo y dependerá de nuestras fuerzas. Si Remo esta aquí es por que algunos refuerzos se habrán desplegado después de que entregara el mensaje y los míos, si alguna vez me acostumbro a incluirme, están poniendo en el asador las brasas a tope.
Si Remo dice que hay que tirar el rito de los Otros abajo es por que es primordial.
- Me ordenasteis que encontrara a Gabriel - recuerdo al acercarme a ellos - ¿Es perentorio que sea de inmediato? Lo cierto es que sinceramente no sabría por donde empezar si no es en casa de esos malnacidos.
Esto pertenece a la magia de uno de ellos. Lo intento sembrar en uno de mis compañeros. ¿Podemos seguirle el rastro hasta tener a tiro su cuello?

Mientras departo con los dos Lobos hace acto de presencia Montillet y hay un intercambio con sus conocidos. Mi atención se centra en el pequeño humunculo. Dejándolo en el medio de los tres lo observamos. Noto por detrás y cerca la presencia de Clementine.

El ordenador de Mats empieza a dar señales de vida y un tipo sacado de mis recuerdos de juventud en la Muga que resulta ser el Ramos de Elliot nos indica que la caza del barco esta siendo infructuosa.
Esperando la decisión de mis mayores observo a Mats haciendo magia en el teclado.

No es que sea mi primera vez. Teníamos un par de magníficos programadores en la división de delitos financieros, especialmente García, la fanática del Bobsleigh. Pero es gratificante volverlo a ver.
Viejos músculos de analista criminal forense se estiran un poco pidiendo algo de acción.
Al final resolver un crimen financiero es como resolver cualquier crimen. Analiza todos los datos y encuentra los que no encajan y encuentrales una explicación.
Ramos ha comentado que ni siquiera los aviones de reconocimiento los han encontrado.
Mats esta ajustando la búsqueda de forma científica. Perfecto eso nos dará un cuadro marco.
La ciencia no miente. Solo se la puede trampear. Como Tobias dice, pero que aún así “nosotros actuamos más por instinto"

Cuando Mats le asegura que de hoy esos mamones no pasaran estoy con el. Ese es el otro extremo de mi Justicia.

Discúlpame un segundo Remo. Creo que puedo ayudar en la caza - le pido permiso a mi camarada de manada.

Me dirijo a Mats - Sigue con la premisa de lo que tenias planeado,Mats. Busca esa baliza pero si ves que nos sacas algo en claro rastrea las travesías del resto de buques y sobre todo de los aviones de reconocimiento. Quizás estén utilizando una artimaña de repulsión. Para que un barco no se acerque a ellos o un avión se desvíe de su ruta. Si es así el trazado de su travesía sera el hueco que dejen los demás. Y sabremos hasta donde han llegado por las rutas no modificada de los buques por delante. También puede que haya un hueco en la toma de fotografías. Y la posición la daría la posición del satélite o el avión en el registro de tiempo faltante. Puede ser muy sutil.
De todas formas creo que no llegaremos a necesitar eso. Dale a esos cabrones en toda la jeta y descarguemos la ira de Dios.

Era difícil describir cómo se sentía cuando terminó de hablar. Veía a sus compañeros, sus gestos de sorpresa, de consternación, de empatía y sintió una mezcla de vergüenza, de desazón, de culpa incluso por contar todo esto ahora y no antes o bien simplemente, y al mismo tiempo, por haberlo contado. Antes de que nadie hablara Clementine le abrazó unos instantes y aunque deseaba que lo hiciera se sintió intranquilo. La miró un momento mientras ella afirmaba que había hecho bien. Sí, eso era cierto. Mats había estado acertado cuando dijo que ocultar información a estas alturas podía ser más arriesgado que otra cosa. Y tenían derecho a saber con quién caminaban y cuán peligroso podía llegar a ser en un momento dado. Sostuvo la mirada de la chica cuando ésta terminó de hablar. Ahora ya conocía su historia. Miró después a Mats y por último a Daniel como pidiéndole disculpas. Cuando éste le pidió permiso para agradecerle a los Harper, Elliot le miró con gesto de interrogación, intrigado y sin comprender muy bien lo que su amigo se proponía.

Le pareció una bendición que Fermi —cuya afirmación sobre el bezoar de Mats parecía una muestra de su extravagante humor negro— llegara en aquel instante con Juliette y que al poco tiempo aparecieran todos los demás. Habría sido duro para sus compañeros quedarse a solas con su narración y él tampoco deseaba que se hablara más del tema en un momento como aquel, así que en cuanto todo se puso en marcha se esforzó por sacarse a sí mismo de sus pensamientos y escuchó con atención cada una de las historias que se fueron narrando. El café que había tomado y toda la actividad que se desplegó a su alrededor fueron otra bendición y le ayudaron a centrarse. Los abrazos y los signos de alegría por lo reencuentros que se fueron sucediendo también le ayudaron –llevándose una sorpresa de recibir uno de parte de Réjane–, así como conocer personajes tan interesantes como los lobos, el comisario Pillet o Gavaldá. No le extrañó saber que Gabriel era capaz de seguir de cacería a pesar del olvido y deseó con todas sus fuerzas que pudiera volver de la grieta entre los mundos.

Pero lo que no esperaba en modo alguno era vivir una escena divertida en un momento como aquel. Cuando llegó su turno de ser presentado a  Montillet reconoció al periodista del vídeo que le había enseñado Marion* y no pudo reprimir la sonrisa. Más que un burgués, como había dicho ella, le parecía un tipo con aires de aristócrata y eso a pesar de su aparente aspecto de ermitaño. Su entrada precedida de su guardaespaldas y su forma de saludar a todos y cada uno daba la impresión de que estuvieran en una reunión diplomática frente a la reina de Inglaterra. Y la actitud parecía salirle al periodista de la forma más natural. Elliot chocó su mano y no pudo evitar mirarle a los ojos con gran intensidad buscando en ellos, sin preocuparse de parecer un tanto rudo, qué le hacía tan especial como para haber resistido la magia del olvido y no haber dudado que su hija existía aunque toda razón se opusiera a ello. Se quedó observando a Montillet unos minutos más mientras se desenvolvía con los otros, mientras hablaba con Clementine, e imaginaba cómo debía sentirse ante la cercanía del momento en que podría abrazar al fin a su niña. E igualmente cómo debía sentirse al no haber podido protegerla.

Cuando hubo conexión con Ramos, Mats comenzó a hacer su magia mientras sus dedos volaban del teclado al ratón y de vuelta. Elliot cruzó los suyos mentalmente deseando suerte a su amigo. Cerró los ojos y trató de visualizar en su memoria el trasatlántico a la luz de la luna; habían hecho que olvidara su nombre pero sabía que debía seguir allí, en algún lugar bajo la niebla que ellos levantaban.

Mats se hizo con el control absoluto del barco.

Eso incluía conocer la localización, rumbo y velocidad. También el control sobre la sala de máquinas, etc*.

Podía emular en las pantallas que tenía sobre la mesa la sala de control con lo que los presentes podrían ver en tiempo real lo que estaba ocurriendo a través de sus más de cien cámaras de seguridad.

Como siempre, es más difícil de lo que había pensado. Tras un rato buscando entre todos los datos arrojados por las bases a las que tengo acceso, triangulando coordenadas y tirando de todos los hilos que puedo por pequeños que sean, acabo pasando por el cuello de botella que supone la criba de información irrelevante, confusa o que me lleva en direcciones en las que no quiero ir. Al final, después de realizar un minucioso aunque acelerado trabajo de comparación y aislar todas las secuencias de código coincidentes entre los datos de Control Portuario y los que me llegan vía satélite, lanzo un hondo resoplido.

Los tengo.

—¡Los tengo! —exclamo con un júbilo que hace que casi se me quiebre la voz—. ¡He encontrado el barco! Y parece que he conseguido un control absoluto de todos los sistemas informáticos de a bordo. Puedo usar el amplificador de señal a través del respondedor para que la firma del barco se vea a mil kilómetros de distancia. Teniente Ramos, ni siquiera necesita las coordenadas, porque va a verlos usted mismo, tan relucientes como una bengala a medianoche. Apunte y dispare. —Con un mero clic, la señal del respondedor del trasatlántico llega clara y potente al sistema de Ramos, haciendo que él y sus hombres sepan automáticamente dónde está nuestro objetivo—. Además tengo acceso a bitácora, a todos los diarios y registros, informes de situación… —Tecleo unas cuantas órdenes para empezar a descargar todos los datos—. Puedo utilizar las cámaras de seguridad del interior para saber qué está pasando ahora mismo, encender o apagar cualquier luz que funcione con un regulador o temporizador informático, controlar las transmisiones de radio, pinchar conversaciones telefónicas, inundarlos con estática e información falsa… —Suelto un gran suspiro de euforia y alivio a partes iguales—. Incluso podría hacer que cambiasen de rumbo o que encallasen. Básicamente, si funciona mediante órdenes informáticas, puedo hacerlo. Así que, teniente, le concedo el honor: ¿Qué quiere que les haga?