Partida Rol por web

El eco del Diablo

Los Olvidados

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23/05/2016, 18:08
Casa de los Taylor, Gambais.

Poco a poco fueron viniendo. Antes que nadie el abuelo con su nieta en brazos. Luego los hermanos, primero Zac con su mujer, la madre de la niña, una chica muy rubia y de piel muy blanca, un tanto gruesa, con los ojos azules que apenas entraba en las conversaciones.

Su hija, la pequeña Jacqueline, enseguida quedó prendada de Mats y durante la comida, cuando pudo, se acercó a él para ponerle caras de monstruo y hacer juegos por el estilo. Tenía dos años y hablaba por los codos, aunque sólo se entendía una parte de lo que decía. Entre otras cosas le estuvo enseñando sus juguetes de la patrulla canina y de los Angry Birds.

Zac era el hermano más joven de Sophie. Tenía la mirada intensa y habló de política con Mats. Estaba preocupado por el Tratado de Libre Comercio con EEUU. En su opinión atraería las importaciones de grano barato americano y arruinaría a su familia y le contó al periodista que en el campo los agricultores ya se empezaban a organizar para huelgas salvajes si la cosa iba hacia adelante.

El otro hermano, Antoine, se parecía físicamente a su padre, pero, a diferencia de éste, era alguien muy serio. Para sorpresa de todos, estos días estaba especialmente alegre y jovial. Desde que su hermana había despertado parecía otro. Hoy era el colmo: animado por la bebida y por su novia se atrevió con alguna anécdota divertida de Sophie. Hubo alguna lágrima más de alegría y muchas, muchas risas.

La novia de Antoine, Emmanuelle, era una chica divertida que hacía todo tipo de bromas con su suegro, Pierre. Se interesó por el trabajo de Arthür y reía contagiada por la risa de Sophie hasta que le caían las lágrimas. Porque con el café y los pasteles vinieron los chistes.

Después de que los hermanos se marcharan -la pequeña Jacqueline lloró tristemente cuando la separaron de Mats-, Eliza sacó los álbumes y los chicos pudieron ver la típica foto de Sophie a los tres años, metida en la bañerita con un patito de goma. Y alguna foto de esas de la adolescencia de las que todo el mundo se avergüenza y que sus madres se divierten o se vengan enseñando a las visitas interesantes.

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23/05/2016, 23:19
Director

Notas de juego

Acordad qué camino seguirán vuestros personajes a continuación y así os voy preparando las escenas.

Podéis narrar lo que hacen vuestros personajes en la comida pero no os sentáis obligados si os apatece pasar a otra cosa ya.

:-)

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23/05/2016, 23:26
Mats Bergstrøm

La comida transcurre con alegría, en un ambiente de optimismo y felicidad que me hace fantasear con la idea de que todo lo que hemos vivido Arthür, Sophie y yo haya sido un delirio, una locura compartida que nos ha llevado a montar una teoría absurda que no se sostiene por ningún lado y que nos enviaría al manicomio si la compartiéramos con alguien más. Es bonito fantasear. Pensar que se puede volver atrás, a la ingenuidad, a los días felices en los que todo era más simple. Ahora, sonrío al pensar lo que hace un mes me parecían situaciones difíciles.

La familia de Sophie es un encanto; hacía mucho tiempo que no me sentía tan integrado en un grupo que no fuese el del trabajo. Podría pasarme horas charlando con ellos, como si los conociera de toda la vida. En cierto modo, su entusiasmo y su euforia, tan comprensibles, son contagiosos. La pequeña Jacqueline se acerca a mí desde el primer momento, y no desaprovecha ocasión para hablarme de sus cosas, que para ella deben de ser las más importantes del mundo, y enseñándome sus muñecos. Dedico un buen rato a jugar con ella y a prestarle atención. A menudo, los niños suelen quedar desplazados en las reuniones de adultos, y por eso me gusta hacer que se sientan dentro. El joven Zac, por su parte, se interesa por mi faceta periodística, compartiendo su opinión acerca de la política de libre comercio de los Estados Unidos. No podría estar más de acuerdo con su preocupación: en pocos años, veremos todas nuestras calles abarrotadas de franquicias extranjeras y producto de pésima calidad. La puta crisis está acabando con todo: economía, educación, valores sociales…

Sea como sea, me siento bien.

Quizá sea el vino combinado con la compañía y el buen ánimo, pero siento que quiero de verdad a esta gente. Me siento agradecido por la positividad que me transmiten, y daría cualquier cosa por que su sencilla felicidad no se viera truncada, por protegerlos de la realidad que nosotros tres hemos vislumbrado. Cuando miro a Sophie, la veo sonriendo, como no podría ser de otro modo. Me siento genuinamente contento al comprobar que, a pesar de sus muchas preocupaciones, en este momento parece estar gozando de un instante que, por pequeño que sea, es de completa alegría. Por su parte, Arthür, aunque se diría que no es alguien muy aficionado a las reuniones sociales, parece en su salsa lanzando una disertación sobre su profesión, seguido con interés por Emmanuelle, la simpática novia del hermano mayor de Sophie. Sonrío. Es encantadora la manera en la que intelectualiza su discurso para tratar de evitar la incomodidad de ser el centro de atención. Es como si fuésemos una familia.

Ojalá este momento no se acabara nunca.

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23/05/2016, 23:41
Mats Bergstrøm

Notas de juego

Una cosilla, Cusa: aunque en este momento ni siquiera él es del todo consciente de ello, Mats está empezando a sentirse atraído por Arthür. No sabe exactamente qué siente, pero vendría a ser una mezcla entre admiración, ternura y deseo de protección. El caso es que me gustaría que Arthür tuviese una oportunidad para «notar algo», aunque fuese muy sutil y ambiguo (al menos en este punto): una sonrisa bobalicona que bien podría deberse al vino, un brillo en los ojos… Con la tirada de Percepción más Empatizar, o quizá Percepción más Contemplar, of course. De todos modos, ahora mismo es algo muy discreto y cauto. Ya iré haciendo incursiones poco a poco… :D

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24/05/2016, 09:49
Arthür Guitry

La impresión que tuvo Arthür cuando conoció por primera vez a los padres de Sophie aquí emanaba de todos, hasta por los muros de la casa. Era esa hospitalidad verdadera que consiste en hacer de la forma más sencilla que alguien se sienta inmediatamente aceptado, como si le conocieran y le quisieran por sus virtudes pero también por sus defectos. Hay veces que conoces a alguien por breve tiempo y aunque sea imposible por eso mismo conocerle de verdad, de algún modo se sabe que se tiene una imagen perfecta que con el tiempo sólo puede cobrar más detalle pero que en su forma no cambiará. Así parecía toda esta familia, sensación que sentía acentuada por la felicidad que compartían ante la recuperación de Sophie. Sin llegar a pensarlo conscientemente dio por bueno todo en aquel instante: el riesgo al que se había expuesto y al que quedaba expuesto a partir de ahora entrando en este extraño mundo habitado por peligros desconocidos y magia depravada.

Mats parecía sencillamente feliz. Arthür pensó que o bien había disfrutado de una familia extensa y bien avenida como esta misma reconociéndose en ellos o bien era consciente como él mismo del tesoro invaluable que tenía frente a sí por no haber tenido nada parecido. Hablaba con todo el mundo y ganó una fan inmediata en la pequeña Jacqueline. Pensó que los niños suelen tener un instinto muy agudo y aunque Mats, que no era el caso, hubiera llegado aquí con el ceño fruncido, dando voces y de mal humor, se habría acercado a él igualmente como quien se acerca a un refugio cálido en que habita un daimón que te protege de los monstruos.

Y Sophie... Allí estaba. Sonriendo, charlando, con aspecto relajado y esa risa clara y contagiosa suya. ¿Cómo se sentiría? En el destello húmedo -tal vez por la risa, tal vez por la emoción o ambas cosas- de sus ojos, ¿había inquietud y miedo por todos ellos? Arthür deseó con todas sus fuerzas que el abismo que en cierto aspecto separaba ahora a la chica de todos sus seres queridos palideciera como un fantasma frente los lazos del amor que compartían.

 

Notas de juego

Si les parece bien a mis queridos compis, luego estaría bien hacer lo que indicaba Sophie e ir a explorar la casa de sus sueños, llamando o no por teléfono antes, lo que prefiráis. Cuando todo el mundo haya hecho todo lo que quería aquí, claro está. :-)

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25/05/2016, 04:32
Sophie Taylor

La comida transcurrió como un sueño para Sophie, pero uno sin mensajes confusos ni sentimientos de huida continua. Fue, simple y llanamente, una buena comida en familia: feliz, alegre, cotidiana, risueña. Al poco tiempo, los horrores de su pasado y su incierto futuro se desvanecieron entre risas, pastas, charlas alegres y miradas cariñosas. Toda su familia, entera, allí, con aquellos dos hombres a los que, pese que conocía de poco, había desarrollado ya un vínculo más poderoso del que tendría con muchos; todos ellos, simplemente disfrutando de una comida.

A diferencia de su costumbre anterior al accidente, Sophie estuvo callada la mayor parte del tiempo, aunque sonriente, escuchando hablar al resto, empapándose de sus vidas, de sus bromas, de sus ideas. Aunque no perdía oportunidad para rellenar los huecos que faltaban en las historias de Antoine o aliarse con Emmanuelle para atacar a su padre.

Cuando su madre sacó los álbumes de fotos, Sophie protestó, como cualquier hija habría hecho en su situación, y fingió absoluta indignación cuando la mujer sacó de entre los plásticos la foto de la bañerita para que todos la admirasen en detalle. Fingió, porque en realidad estaba divertida. Era increíble como aquellos momentos, aquellos pequeños gestos podían ser mejor terapia para ella que la mejor de las medicinas.

Pero al final, el momento acabó pasando, el hechizó se rompió, el remanso de paz se desvaneció. Las fotos que relataban su vida siguieron avanzando, y eventualmente llegaron a su Graduación. Allí estaba ella, Sophie, con un deslumbrante vestido azul que hacía juego con los mechones de su pelo, rodeada de familia, amigos, todos sonrientes... y allí, a su lado, estaba Adrien. Su familia había hecho un trabajo estupendo tratando de hacer como si nadie faltase, como si no hubiese un vacío que rellenar... pero las fotos de pronto se volvieron un testimonio cruel de lo que sí que faltaba.

Rezando para que nadie lo notase, Sophie desvió la mirada y se dedicó a mirar por la ventana del jardín, ignorando un tanto la conversación mientras parpadeaba furiosamente para asegurarse de que ninguna lágrima arruinase la tarde. Había llorado ya, muchas veces, cada noche casi, siempre antes de dormir, sin que nadie la viese. Sólo hacía una semana que todo había ocurrido. Pero no quería que su madre, ni Arthür ni Mats notasen que algo le ocurría. La tarde debía seguir siendo perfecta.

Bueno, al menos para algunos. Tratando de mantener un tono de voz desenfadado, Sophie le sugirió a su madre que dejase de avasallar a los invitados con más anécdotas y fotos familiares.

-Me gustaría tomar un poco el aire. Mats, Arthür, ¿qué os parece si damos un paseo por el jardín? Bueno, paseo, en realidad no es tan grande -añadió con una risita -. Ha dejado de llover y siempre me ha gustado el olor a hierba mojada. Y si vuelve a llover podemos refugiarnos en el porche, no pasa nada. ¿Te parece bien mamá?

Tenía la esperanza de que los chicos la apoyasen en la idea, en realidad, el brusco golpe de realidad que habia sufrido al ver la foto le había recordado que tenían que decidir su siguiente movimiento. Nada le dolía más que arrastrarles hasta el mundo real, pero no quedaba más remedio que admitir que era necesario.

Notas de juego

¡Siento la tardanza!

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25/05/2016, 06:47
Casa de los Taylor, Gambais.

Eliza asintió a la propuesta de su hija. También se vio sorprendida por la presencia de Adrien, y también tuvo que hacer un esfuerzo para que no se notara.

Mats entendió que las fotos habían sacado a Sophie del encantamiento y la habían empujado a la cruda realidad. El remanso de paz había acabado. Era momento de tomar decisiones.

En cambio Arthür había visto más. Allí estaba, en la foto, esa persona que nadie nombraba y cuya ausencia siempre estaba presente. Había sido, sin duda, el novio de Sophie. Seguro que durante muchos años. Y no había muerto, si hubiera muerto todos hablarían de él. La había dejado. Los había abandonado a todos en el peor momento. Y su pérdida era como un puñal clavado en el corazón de ella. Su herida más grave. Arthür se dió cuenta del esfuerzo descomunal que tuvo que hacer ella para no llorar.

Y salieron al jardín y en efecto, el aire traía una fragancia fresca, un perfume revitalizante que cargó de energía a los tres amigos. No llovía y las nubes empezaban a abrirse, mostrando un cielo muy azul sobre ellas.

- Tiradas (3)

Notas de juego

He narrado según las tiradas. Por cierto, tienen una errata. No he tirado Percepción más Empatizar sino Imaginación más Empatizar.

:-)

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25/05/2016, 10:25
Director

Antes, durante la comida, hablando de su trabajo con Emmanuelle, Arthür notó que la mirada de Mats lucía brillo todavía más intenso que de normal, lleno de decisión y cariño. Y una sonrisa sutil cuando dejó la copa en la mesa. Como si hubiera frente a él un pensamiento quizá borroso, pero muy cálido.

- Tiradas (1)
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25/05/2016, 10:30
Arthür Guitry

Arthür estaba ensimismado con todos los presentes: con las anécdotas, voces y gestos con que la señora Taylor acompañaba cada foto; con el falso y divertido enojo de Sophie al ver tantos momentos felices de su vida allí expuestos; con el brillo en los ojos de Mats y sus sinceras risotadas y comentarios -toda esa barba suya no ocultaba que en ese momento parecía un niño y disfrutaba como tal. Y de pronto, iba a preguntar algo a Sophie sobre su graduación cuando vio que ella había girado el rostro ante aquellas imágenes. Miraba por la ventana y su cara quedaba oculta pero sus manos delataron su tensión agarrándose con fuerza a los brazos de la silla.

Volvió la vista a la última foto. Sí... Ahí debía estar la verdadera mala noticia después de despertar tras estos años. No sabía cuándo se habría marchado aquel chico pero para ella había ocurrido hace sólo unos días y, lo que es peor, la habría dejado probablemente sin una explicación, sin hablar con ella pues, ¿sabría siquiera que había despertado? Se angustió imaginando cómo debía sentirse Sophie, esa decepción tan honda sólo superada por la tristeza.

Cuando ella sugirió salir a dar un paseo estuvo de acuerdo enseguida. Había llegado el momento de tratar de centrarse en otras cosas y decidir su próximo movimiento. Habría querido decirle que aquella persona no la merecía, que la dura prueba a la que había sido expuesto había demostrado que no era para ella. Tal vez podría hacerlo si Sophie en algún momento le hablaba del tema. Ahora sólo estaría allí para apoyarla en lo que pidiera, aunque era obvio que Sophie no era de las personas que se dejan ayudar fácilmente. Si no se equivocaba en lo que la conocía hasta ahora, lo que más podía ayudarla era preocuparse de ayudar a otros.

Siguió a sus amigos hasta el jardín. Ciertamente había dejado de llover y se oía a los pájaros cantar. El olor del campo tras la lluvia era estimulante y aprovechó para estirar un poco todos sus músculos y despejar su mente. Respiró profundamente.

Bien, pues había un otro a quien Sophie debía ayudar. A quien debían ayudar:

—Tanto «ruido»... —comenzó a hablar mirando al infinito, sin darse cuenta que pronunciaba en voz alta el final de sus pensamientos—. Hay algo de lo que no deben distraernos, algo que no tenemos, que no debemos olvidar —se giró hacia sus compañeros y miró a los ojos a Sophie—: tras toda esta magia perversa, tras el miedo que sentimos con la presencia de Masaryk, tras todos esos planes malignos que no comprendemos, hay alguien que nos necesita: una niña. Una hija querida. Una pequeña indefensa a la que tenemos que encontrar.

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25/05/2016, 10:49
Director

Notas de juego

He empezado, poco a poco, con las tiradas para Arthür teniendo en cuenta tu nota anterior. Y lo dicho, será de forma sutil y paulatina. Para que tenga oportunidad de ir dándose cuenta. En su momento también te haré tirar a tí, para que el personaje introspeccione sus sentimientos. Siempre de acuerdo a tus notas.

En todo caso, cuando te parezca adecuado en la narración, no te cortes en escribir pensamientos, sentimientos o acciones de tu personaje "sólo para el director".

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25/05/2016, 11:15
Mats Bergstrøm

Sin que haga falta decir nada más, me levanto de mi silla y me acerco a Sophie para ayudarla a levantarse y sentarse en la silla de ruedas que descansa plegada al lado. Aunque no tengo muy claro qué ha sido, acaba de ocurrir algo que ha roto el hechizo, creando en Sophie la necesidad de ir a tomar el aire y volver a poner los pies en la tierra. Pacientemente, maniobro con la silla para abandonar la zona del comedor, despidiéndome de todos los presentes con un jocoso:

Disculpen, caballeros, vamos a empolvarnos la nariz.

Salgo al jardín dando grandes aunque relajadas zancadas, empujando suavemente la silla de Sophie. El aire huele a limpio y a húmedo, a tierra mojada. Levanto la vista al cielo para observar las algodonosas formas de las nubes que empiezan a retirarse, dando paso a un intenso, casi deslumbrante azul que me hace pestañear. Al llegar a cierto punto, detengo la silla. Me agacho para desatar los cordones de mi calzado, y mientras lo hago, miro a Sophie y a Arthür con una sonrisa traviesa, como la de un niño pequeño. Me quito mis deportivas y mis calcetines, plantando ambos pies desnudos en el césped mojado. Después de meter los calcetines en los zapatos, doy unos cuantos pasos hacia adelante, disfrutando del suave cosquilleo que me produce el contacto directo con la hierba a cada paso que doy. Con la mano que me queda libre, me las arreglo para sacar un cigarrillo, ponerlo en mi boca y encenderlo. De espaldas a mis amigos, doy una profunda calada y, sencillamente, permanezco de pie, en silencio, sin que nadie pueda saber qué estoy pensando. O si estoy pensando algo, y no simplemente dejándome permear por las gratas sensaciones del día de hoy. Me quedo mirando a un punto muy lejano, dando caladas a mi cigarrillo, sin decir nada.

Al cabo de un minuto, con las deportivas en una mano y el cigarrillo en la otra, me giro hacia mis acompañantes con una sonrisa de completo embeleso. Realmente, hacía mucho que no me sentía tan bien.

Te envidio, Sophie. Tienes una familia preciosa. —Me acerco lentamente, soplando el humo del cigarrillo de lado—. ¿Crees que me adoptarían?

Entonces, Arthür empieza a murmurar, recordándonos a todos el centro, el motivo último de nuestra investigación: la hija de Montillet. Asiento gravemente. Tiene razón; no podemos dejar que nos saquen de nuestro carril. Pero, ¿por dónde empezar a buscar a alguien que, para la inmensa mayoría, no existe? ¿Alguien en quien nadie cree, cuyas huellas han sido borradas de la faz de la Tierra?

Lurçat —digo de repente, señalando a Arthür con la mano que sostiene el cigarrillo. Luego me quedo un par de segundos con una expresión rara, como de extrañeza ante lo que yo mismo acabo de decir—. Digo, Gibran. Ella es la persona que más puede saber sobre la hija de Montillet. No creo que su desaparición fuese casual. Seguro que descubrió algo, algo que la puso a la fuga. Algún motivo para sospechar que los delirios de David no eran tales. —Me rasco la cabeza, mirando a Sophie, que parece más seria de lo normal. ¿Qué le ocurre?—. ¿Estás bien, Sophie?

Notas de juego

Sorry, Cusa. Sé que ya había usado ese .gif, pero es que me encanta :P. Y además, Aliosha y Kirlyan no lo habían visto... XD. Y a Mats le gusta fumar ocasionalmente en momentos de paz mental y espiritual :).
 

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30/05/2016, 15:11
Casa Gresta

Cuando llamaron por teléfono se puso un hombre maduro, de voz un poco cascada. A pesar de cierto deje despreocupado, se mostró sorprendido y curioso.

-Sí. Sí que hay un piso en... en alquiler, sí. Vengan, por favor. Vivo en el ático de esa misma dirección. Quisiera... hacerles una entrevista y contarles… las condiciones del alquiler. Me llamo Philippe Ginouvès.

Estaba acabando la tarde cuando llegaron al sitio del sueño de Sophie. La finca era tal cual, pero en el sueño ella recordaba a un  hombre sentado en un lugar dentro del portal, tras una especie de barra de madera y un cuartito acristalado que ahora, en la vigilia, no existían. En el patio había tan solo una palmera de plástico más bien cutre y un sofá de piel de diseño nórdico.

Subieron al último piso en un pequeño ascensor un tanto claustrofóbico y allí les esperaba el señor Ginouvès.

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30/05/2016, 15:12
Philippe Ginouvès

Como el hombre del sueño también era medio calvo y se le parecía mucho. Pero no era él.

Vestía un batín ligero, quizá de seda, marrón claro con estampados de cachemira azul celeste y verde. Un pantalón de pijama también azul, muy cómodo y unas pantuflas verde oscuro, de lana. El conjunto quedaba sorprendemente elegante.

Su mirada era brillante y atenta. Sonreía.

-Pasen a mi humilde morada. Acompáñenme, por favor.

Atravesaron un pasillo abarrotado de estanterías con libros y objetos artísticos, cuadros de todo tipo y fotografías por todas partes. Las puertas, de doble hoja, permitían el paso de la silla de ruedas sin dificultad. Les condujo a un salón que era como el doble de grande que la buhardilla de Arthür. Preguntó si bebían o fumaban e -independientemente de la respuesta- desapareció unos largos segundos para volver con un carrito con cafés, bombones y licores caros.

Tenía todo el rato estampada una sonrisa que le hacía parecer que no se tomaba la vida en serio.

-La casa Gresta está en alquiler. Es el principal, el segundo piso, la puerta… tres. Pero antes de deciros más necesito saber, con todo lujo de detalle, qué les ha traído hasta aquí.

Desprecintó una caja de cigarros cubanos, ofreció a sus invitados, abrió uno de los ventanales y se encendió un puro pequeño que olía muy bien.

A lo lejos se oía el tráfico. La tarde acababa y se podían ver las nubes tornasoladas. La temperatura era ideal.

Se acomodó en un sillón orejero cerca de la ventana y pegó una calada muy intensa, poniendo una cara de interés casi infantil. De ilusión.  

 

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30/05/2016, 16:10
Arthür Guitry

Arthür sentía una mezcla de excitación, curiosidad y preocupación por lo que fueran a encontrar. Cuando entraron en el patio le pareció un lugar agradable a pesar de aquella anodina palmera de plástico. Le dio por imaginar que era como si el edificio se disfrazara queriendo parecer insustancial, pero habiendo soñado Sophie con él no pensaba que lo fuera. ¿Qué podría ser lo que la había llevado en sueños hasta allí? ¿Tal vez eran especiales los antiguos inquilinos? ¿Habría algo oculto? ¿Podría estar en una ubicación apropiada por algún motivo? ¿Tal vez sería por algo importante que era visible desde alguna ventana? No quería estropear el momento pensando en lo rápido que tendrían que salir en cuanto les dijeran el precio.

El señor Ginouvès parecía todo un personaje. Le dio la impresión de que era simpático e inteligente y se notaba que habían despertado su curiosidad. Cuando entraron en su casa Arthür no pudo evitar fijarse en los títulos de algunos de los libros conforme avanzaban por el pasillo.

El ático parecía enorme. No había estado en una casa semejante desde que había venido a vivir a París. Su anfitrión les hizo pasar al salón y la luz del atardecer le daba a todo un aire encantador.

Fuera por aquella atmósfera, fuera por el día medio de ensueño que había vivido, por la actitud caballeresca a la par que desenfadada de Ginouvès, por su mirada brillante de niño-anciano, inquisitiva, por lo real-irreal de aquella escena envuelta ahora en el aroma del cigarro y sus volutas extendiéndose por la estancia visibles al contraluz, Arthür tuvo una fuerte sensación de déjà vu. Era curioso. Con todo lo ocurrido hasta ahora no había pensado ni una sola vez en Monsieur Pesha y aquel episodio de su niñez, pero algo en Ginouvès le recordó a él. Le dio la sensación de que les estaba planteando una prueba que no pasarían si decían haber encontrado un anuncio en un periódico o haber visto el cartel de "Se Alquila" desde la calle -si es que lo había, no se había fijado al entrar. No. Y tampoco, por supuesto, iban a contarle la verdad. No habían acordado una excusa ni imaginado que les preguntarían algo así. Miró por un instante a Mats y Sophie y antes de que respondieran, sin pensarlo dos veces ni razonar más por qué, contestó:

Los tres nos dedicamos al estudio y la escritura. Buscábamos un lugar especial, inspirador, tranquilo pero en la ciudad, hermoso, con sitio para los tres y nuestras cosas y, bueno, una tarde hablábamos de ello tras habernos citado en el jardín de Montsouris. Se puso a llover mientras caminábamos y tuvimos que refugiarnos en un quiosco de música -ese que parece un pequeño templo clásico, como un Tolos-, que hay sobre un montículo junto a un pequeño estanque. Fue sólo después de entrar allí que nos dimos cuenta que había alguien más refugiándose de la lluvia. Se trataba de una señora mayor, bastante anciana pero que se veía muy vital. Llamaba la atención su llamativo sombrero rosa palo. Como seguimos allí nuestra conversación, la buena mujer terminó interrumpiéndonos. Y muy amablemente nos habló de este lugar y nos dio el teléfono para que pudiéramos preguntar. Bueno, eso fue hace —pensó en la última tarde que había llovido antes que esa— un par de días.

Notas de juego

¿Puedo haber visto al menos la temática de algunos de los libros del pasillo o mejor hago una tirada?

Por cierto, este es el sitio del que habla Arthür:

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30/05/2016, 17:05
Mats Bergstrøm

Tras acordar que por la tarde iremos a hacer una visita al edificio que aparece en los sueños de Sophie, los tres volvemos adentro, dispuestos a finalizar la agradable sobremesa con la amable familia Taylor. Después de bromear y compartir anécdotas durante un buen rato más hasta casi perder el sentido del tiempo, los invitados se despiden finalmente, y nosotros nos preparamos para partir hacia nuestro destino.

El viaje hacia París está preñado de una sensación de ominoso presagio. Por la parte que me toca, nunca había ido a un lugar con el que alguien a quien conozco haya soñado sin haberlo visto antes. Hace tiempo habría pensado que esta situación es, como mínimo, disparatada, pero a la luz de las circunstancias que nos rodean últimamente, está claro que ese apartamento debe de significar algo. El qué, es algo que estamos a punto de descubrir.

Cuando finalmente llegamos a la finca, miro a los ojos a Sophie, tratando de adivinar qué pasa por su mente, y si el lugar es como ella lo había visto en sus sueños. Una vez la hemos ayudado a salir del vehículo y a subir a la silla de ruedas, nos dirigimos a la puerta. Mientras tanto, echo un vistazo a mi alrededor, pero nada de lo que veo me hace pensar en un lugar que se salga lo más mínimo de lo normal. Tras cruzar un patio que no tiene nada realmente destacable, subimos en un ascensor que no parece hecho para alojar a tanta gente.

En el último piso nos aguarda el hombre con quien hemos concertado anteriormente la cita, el señor Philippe Ginouvès, ataviado con una elegante bata que lo hace parecer un sibarita aficionado a beber brandy mientras escucha ópera en un gramófono antiguo. Amablemente, Ginouvès nos invita a pasar a su casa, donde nos agasaja con toda suerte de obsequios inesperados. Un gran negociador. Sonriente, tomo uno de los cigarros y dejo que el hombre me lo encienda. Hace tiempo que no tengo costumbre de fumar, más allá del cigarrillo ocasional, pero en este caso, la etiqueta lo pide. Ginouvès parece un niño juguetón de sesenta años, con una sonrisa jovial e imborrable que no desaparece ni un instante de su rostro. Nos informa de que, en efecto, la residencia que Sophie vio en su sueño está en alquiler. Sin embargo, lo que no esperábamos es la pregunta que nos hace a continuación: quiere saber qué nos trae aquí. Su mirada me hace pensar que nuestra respuesta es importante.

Antes de que acierte a contestar, Arthür suelta la sarta de mentiras más impresionante y creativa que he oído en mi vida. Lo miro con una sonrisa asombrada mientras narra nuestro supuesto encuentro con una señora de sombrero rosa bajo un quiosco del jardín de Montsouris en una tarde lluviosa. Desde luego, este chico es una caja de sorpresas. Cuando el joven termina su discurso, miro al señor Ginouvès, asintiendo con firmeza.

«¿Una anciana con un sombrero rosa palo? ¿Cómo se te ha ocurrido eso?».

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31/05/2016, 06:46
Philippe Ginouvès

El señor Ginouvès dejó su puro descansar sobre un cenicero plateado con forma de pata de elefante.

-¡Quizá vieron ustedes a un mito! La mismísima señora Josiane Gresta. Hay gente que dice que nunca existió. Pero mi padre estuvo enamorado de ella. Tanto es así que en el lecho de muerte me confesó que yo era hijo… liminal de Josiane. ¡Todo un ángel de belleza incomparable!

Cambiaba el tono a uno más afónico cuando parafraseaba a su padre.

-Unas palabras enigmáticas esas, que con el tiempo he interpretado como que el coito de mi concepción lo hizo pensando en su vecina. Mi padre era el portero de esta finca y la señora una monada enigmática y rica.

Suspiró y quedó un momento mirando al infinito. Tomó otra vez el puro -que se había apagado- y un mechero de oro.

-Hijo mío, tienes que alquilar la casa Gresta, respetando a rajatabla las condiciones que impuso su dueña. Y esas, esas fueron sus últimas palabras. Su última voluntad.

Sonrió mirando a los tres aspirantes a inquilinos.

-La señora le encargó al portero secretamente enamorado de ella que alquilara el piso. Ese encargo lapidario lo hizo el mismo día que desapareció, sin dejar rastro. Fue el cinco de noviembre de mil novecientos cuarenta y dos. Una tarde nublada como ésta.  Mi padre puso carteles, primero en el patio, sin éxito. Luego en algún periódico, y nada. Pasaron primero los meses y luego los años. Y nadie vino.

Se puso de nuevo el cigarro en la boca y se lo volvió a encender. Retuvo un poco el humo y lo soltó haciendo un aro:

-Heredé la obligación sagrada de alquilar ese piso. Y cumplí. Hice todo lo que estuvo en mi mano. Incluso puse un anuncio en alguna web especializada, y en algún periódico. Pero nada. Nadie ha llamado…Nunca. Hasta ahora. Había perdido casi toda esperanza. Casi.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Entre los muchísimos libros pudo distinguir uno sobre surrealismo y revolución armada, otro de Pompeya, dos sobre teoría del teatro, otro fotográfico sobre mímica, uno sobre danza moderna, otro sobre historia de un edificio palaciego en Madrid y varias biografías de payasos.
 

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31/05/2016, 09:12
Arthür Guitry

Notas de juego

Chicos, un detalle: ayer me equivoqué al buscar la foto del jardín y dije que ese estanque estaba en Montsouris, pero en realidad ese lugar está en el bois de Vincennes (también en París). Cusa, si quieres puedes editarlo o si prefieres, con las prisas de la invención, Arthür lo ha dicho así tal cual, equivocándose (más que nada no quería dejar un dato erróneo en el escrito sin avisar).

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31/05/2016, 19:59
Mats Bergstrøm

Ginouvès responde a la disparatada historia de Arthür con otra aún más extravagante. Cree reconocer a la anciana del relato inventado de mi amigo en la tal Josiane Gresta. Escucho toda su narración hasta el final, momento en que esbozo una amplia sonrisa.

Bueno, señor Ginouvès, como suele decirse: «La esperanza es lo último que se pierde». Aquí estamos, dispuestos a echarle un buen vistazo a esa propiedad… Desde luego, una historia tan interesante como la de la casa Gresta no se oye todos los días —Enarco una ceja, con expresión suspicaz—. Aunque, claro, comprenderá que las inclinaciones eruditas y literarias no son siempre las más lucrativas. Estaría bien conocer el precio de la casa, para poder saber, en fin, de lo que estamos hablando.

Miro de reojo a Sophie, sonriendo. No me extrañaría nada que Ginouvès le hubiese seguido el rollo a Arthür, inventándose toda la historia de la señora Gresta para poder incrementar su valor.

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31/05/2016, 20:33
Arthür Guitry

«Veo tu apuesta y la subo al doble». Eso es lo que la respuesta del señor Ginouvès le pareció que significaba a Arthür. Bueno, semejante imaginación y capacidad de improvisación era lo que cabía esperar de un amante de la teoría del teatro, los payasos y las guerrillas surrealistas (¿existía algo así?) Arthür entendió que aquel hombre debía pensar que si no ganaba unos inquilinos al menos podría pasar un rato divertido a su costa. Su historia desde luego estaba genial. Casi deseaba que fuera real. Trató de intuir hasta que punto Ginouvès estaba divertido y satisfecho con la respuesta que le había dado o si se estaba burlando de él.

Mats decidió reconducir la conversación hacia territorios más mundanos, lo cual desde luego hacía más que falta. Aunque algo le dijo que no les diría el precio todavía; seguramente querría alargar la visita ya que parecía estar pasándolo demasiado bien.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Hago una tirada de Imaginación más Empatizar para tratar de intuir si la historia le ha satisfecho como respuesta.

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31/05/2016, 21:16
Philippe Ginouvès

Les sirvió cafés al tuntún preguntándoles sus nombres y confesó la profunda, profunda envidia que le daban la cabellera y la barba salvaje de Mats.

-Mataría por su pelo, joven.

Tras pulular con las presentaciones volvió a la cuestión que les había traído allí. Arthür supo que no debía jugar al póker con ese hombre de sonrisa eterna.

-Antes de enseñarles la casa tienen que conocer las condiciones. Si no están dispuestos a aceptarlas, lo dejamos aquí.

Levantó la ceja, imitando con una fidelidad pasmosa el gesto suspicaz de Mats.

-A nosotros los artistas no nos ha de preocupar demasiado el dinero. Dejemos eso para el final.

Dio unos pasos y abrió el único cajón de un pequeño mueble sobre el que lucía una lámpara sencilla estilo Bauhaus. Sacó una carpetita, y de la carpetita un papel blanco escrito a pluma con una letra muy hermosa, una campanilla de latón que dejó sobre el mueble y unas gafas de metal muy finito, de esas que se utilizan para leer. Se las puso con cierta ceremonia, como si fuera a leer un testamento.

- Condición elemental es que tienen que cuidar de las cosas que contiene la casa Gresta. No se puede añadir ningún mueble que no sea fundamental.

Miró a su público por encima de las gafas.

-¡Tengan cuidado con sus cosas! Lo siguiente es… prudencia. No deben contar a nadie más que a sus círculos más cercanos la historia de su casa, ni mucho menos publicar nada. Y por último…

Hacía un espacio en cada condición.

-Cuando la casa esté vacía deben llamar a la puerta y esperar treinta segundos, treinta, antes de entrar. Siempre.

Estas condiciones figurarán en el contrato. Y tienen que cumplirlas a rajatabla. Sin excepción.

Les dejo unos minutos a solas para que lo hablen con tranquilidad. Si aceptan las condiciones hagan sonar la campana y bajaremos juntos a ver la casa Gresta. Si no las aceptan, salgan sin hacer ruido, saben dónde está la puerta. Y encantado de conocerles. Pásense cualquier día para tomar café y charlar.

Dicho esto, se levantó, se quitó las gafas guardándoselas en un bolsillo del batín y salió siempre sin dejar de sonreír cerrando tras de sí, cuidadosamente, la puerta acristalada de doble hoja.