Partida Rol por web

Abres la puerta y entras en la posada. El calor dentro del salón es sofocador, con un gran fuego en su centro, alrededor del cual hay una veintena de lugareños que cenan entre estruendosas conversaciones. Alguna mirada se dirige hacia ti, aunque no pareces despertar mucho interés, de modo que ocupas una de las mesas sin mayores problemas. Mientras esperas a que la muchacha venga a atenderte, un viejo borracho se acerca a tu mesa.

-"Puedo sentarme aquí, ¿verdad?" Pregunta con voz ebria, sosteniendo una jarra de cerveza.

No le haces caso y pides algo de comer. Aprovechas para inquirir a la chica por una habitación para pasar la noche.

-"Tenemos alguna libre, creo." Dice, dudando.

Es una mujer rechoncha y de estúpidos ojos bovinos. No estás acostumbrado a ver humanos, y la primera impresión que te llevas de los habitantes de este pueblo no es muy buena.

-"¿De dónde vienes, forastero?" Te pregunta entonces el borracho con el que compartes mesa.

Abro la puerta y entro. El contraste de temperatura es abrumador. Veinte humanoides de ojos bovinos se reúnen entorno al fuego del centro. Por suerte están entretenidos en estruendosas conversaciones y no acabo de despertar el interés que suelo dar cada vez que entro en una estancia nueva. 

Pero no tardó un borracho en sentirse atraído a mi figura encapuchada. No podía ser menos, destacaba bastante incluso cuando no me lo proponía. Ignoro al anciano borracho y pido una habitación y algo para comer.

*¿ha dicho, creo?, que clase de posada no sabe si tiene habitaciones libres? - la sola tontería me mosquea. Y el anciano borracho aún me mosquea más preguntándome de donde vengo.

Me hubiese encantado decirle quien soy, el hijo más joven del gran Rey Gerahel del Reino Élfico en las profundidades del gran y majestuoso bosque de Shalanest.

Pero hasta yo sabía que a veces era mejor mantener la boca cerrada, y comer. Me moría de hambre. Y estos humanos de mirada estúpida podían ser peligrosos, aunque sólo fuese por superación numérica.  Durante ese breve momento, continué a pensar en los elfos que nos asaltaron. ¿Tan desesperados estaban después de haber sido arrasados por los dragones, que recurrirían al pillaje? ¿o había algo más detrás del ataque? ¿O me estaban esperando?... 

Sin prestar atención al borracho, pruebas un poco del asado y bebes algo de vino.

-"Eh, te estoy hablando." Se vuelve el hombre, usando un tono amenazador a pesar de su avanzada edad. "No me gusta que me ignoren." Añade y se incorpora para acercarse a ti. "Y menos alguien que oculta su rostro." Dice, a la vez que alarga una mano hacia ti.

Antes de que puedas detenerle, echa hacia atrás tu capucha. Rápidamente, le apartas a un lado y te vuelves a cubrir, pero ya es demasiado tarde. Todos los clientes del salón te observan, en silencio. Han visto tus rasgos élficos y por los ceños fruncidos sabes que ya no eres bienvenido.

-"Fuera de aquí, elfo." Dice uno con tono despectivo.

-"Sí, vuelve a tu bosque." Añade otro.

Dejas la comida y te levantas. Pasas entre las mesas sintiendo las miradas de los aldeanos y abandonas la posada. Una vez en el exterior, vuelves a encontrarte bajo la lluvia. Sin otra opción, dejas el pueblo en busca de un lugar donde acampar.

Abandonas el pueblo sin llamar la atención y partes por la carretera hacia el norte. Te alejas un par de millas y dejas el camino para buscar refugio entre varias rocas que hay cerca. Tras asegurarte de que nadie te sigue, montas tu campamento y das un poco de heno a tu caballo. Después, comes un bocado antes de echarte sobre tu jergón y prepararte para una fría noche a la intemperie.

Demasiado distraído estaba, si un borracho estúpido había conseguido superar mis reflejos destapando mi capucha y descubriendo mi rostro. Pero ese gesto fue suficiente, los que me habían estado echando el ojo ya me habían visto. *Malditos humanos. - pensé, mientras tanteaba la empuñadura de mi espada. 

Pero no merecía el riesgo. Por una noche en la intemperie qué me iba a pasar?. Hice un soplido altanero con la nariz y me levanté, hasta salir de la posada. Y bajo la lluvia, salí de aquél pueblo. Quizás la tormenta era una señal de mis compañeros caídos de que aquél lugar era uno del que alejarse?

Un par de millas al norte, me encuentro con varias rocas. Nadie me ha seguido, y el que lo haya hecho que se prepare a recibir mi hierro. Tras alimentar a mi caballo, saco de mi bolsa una de las raciones que me ha preparado mi querida hermana. No se le da tan bien la cocina como cree, pero sin ninguna duda sería mejor que esa bazofia que intentaba servirme esa humana de ojos bovinos de la posada. Devoro con lentitud, preguntándome si ésta noche habría muchos truenos o caería mucha agua.

Sin darle más vueltas, me preparo y monto el campamento y me echo sobre el jergón bajo la fría y húmeda noche. 

Una fuerte lluvia empieza a caer a media noche. Calado hasta los huesos, permaneces hecho un ovillo junto a la roca sin poder apenas descansar. Te encuentras lamentándote por no dormir en una habitación de la posada, cuando un prolongado aullido rompe el silencio de la noche. Al momento, la llamada es respondida por otro aullido, y luego otro. Te pones en pie mientras el lamento de los lobos se repite y escudriñas la oscuridad para descubrir a una decena de figuras que se acercan hacia tu campamento. Son lobos, hambrientos y muy peligrosos. Trepas sobre la roca, mientras los animales te rodean, atravesando la oscuridad con sus brillantes ojos que relucen con ansia y odio.

La incomodidad es notable y la lluvia empieza a ser un infierno húmedo. Deseando que la noche terminase lo más pronto posible, un repentino aullido rompe el silencio entre las gotas de lluvia y mi caballo empieza a ponerse nervioso.

Seré todo lo fuerte que pueda imaginarse, pero sigo siendo carne fácil, con un caballo y en mitad de la intemperie. Los aullidos se suman, y yo me pongo tan tenso como la roca. Y entonces, aparecen. Lobos, hambrientos. Visiblemente agresivos. Tengo que ponerme a cubierto, por decirlo de alguna forma.

Me subo a la roca viendo de reojo como sus brillantes ojos nos rodean, preparándome para un ataque en todas direcciones.

Varios de los lobos trepan sobre la roca y se acercan lentamente a ti. Mientras, los que han quedado abajo atacan a tu indefenso caballo y lo destripan a salvajes dentelladas. Rabioso por la muerte de tu animal, te defiendes de los lobos a espadazos.

*Ok. Allá vamos... - pensé en posición de ataque, totalmente tenso. Tres lobos, nada más ni nada menos. Pero al ver como despedazan a mi montura estallo en ira - DESGRACIADOS!!! - levanto la espada y la bajo a toda velocidad intentando aplastar el cráneo del primer lobo, preparado para esquivar sus garras y sus dientes que obviamente me vendrían encima sin demora. - ESO NO ES NADA! MALDITO PERRO! - alargo el brazo con un tajo para acabar de cortarle el cuello y saltando y rodando trato de esquivar a los otros dos. 

El Lobo 2 está pidiendo a gritos ser machacado así que uso toda mi fuerza golpeándole las costillas hasta rompérselas todas con la empuñadura de la espada, para acto seguido introducir mi mano dentro y abrirle la caja torácica con toda la fuerza de la que soy capaz, empapándome de sangre y desplomando el cuerpo del desgraciado canino que aún no sabía si estaba vivo, o muerto.

A este punto el lobo 3 ha intentado provocarme una herida fatal. Al girarme hacia él todo cubierto de sangre, mi mirada es aún más animal y más brutal que la suya, haciendo que se acojone ligeramente -SIENTO TU MIEDO, BESTIA!! - Antes de que recobre su compostura avanzo en estocada con un impresionante sprint explosivo desde mis pantorrillas, y mi espada empala a través de su paladar atravesando todo el cráneo y repartiendo restos cerebrales por toda la roca.

Tras eso, saco la espada de su cráneo y lanzo un grito de Berserker desde lo alto de la roca, bajo la lluvia, y miro abajo al resto de animaluchos que pronto sentirán toda la ira de Kon Graten.

El combate solo duró unos segundos y solo recibiste un pequeño corte.

Acabas con tres de los animales y el resto no tarda en huir. Bajas de la roca con rapidez, pero ya es demasiado tarde para tu caballo. Lamentando tu mala suerte, tratas de dormir un poco. Al amanecer, recoges tus cosas y partes sin demora. Decides abandonar el camino que lleva hacia el norte, ya que sin caballo los asesinos que acabaron con tu guardia no tardarán en darte caza. En vez de eso, te arriesgas a entrar en Shalanest Oeste. A pesar de todas las historias que has oído sobre el bosque, decides atravesarlo y así librarte de tus perseguidores. Recorres a buen paso la distancia que te separa del límite del bosque y te internas en la espesura.

Nada más internarte entre los enrevesados árboles, la luz diurna parece quedar fuera. Como un techo de ramas y hojas, las frondosas copas forman una cúpula enmarañada que impide el paso de la luz solar, sumiendo el bosque en sombras. La temperatura es mucho más fría en su interior y un silencio sepulcral reina en el ambiente. La sensación de opresión aumenta a medida que avanzas, tanto que el aire parece estancado y quieto, sin una brizna de viento que sople entre las hojas. Ahora entiendes por qué el bosque fue abandonado por los elfos; a pesar de toda la exuberante vegetación, tienes la sensación de encontrarte rodeado de naturaleza muerta, como si la vida hubiese sido exterminada por completo y los árboles no fuesen más que cascarones vacíos. No se oye ni el canto de un pájaro, ni los pasos de una ardilla, ni siquiera el murmullo de las hojas. Es tal el silencio que sólo escuchas los latidos de tu corazón. Tu único consuelo es pensar que quizá este angustioso ambiente mantenga alejados a tus perseguidores.

Caminas por un sendero durante varias horas, serpenteando entre los gruesos troncos y mirando bien donde pisas, pues el lecho está cubierto de traicioneras raíces, plantas y rocas puntiagudas. Te abres paso por la espesura hasta que llegas a un lugar donde el sendero se bifurca: un ramal se abre hacia el norte y otro camino se dirige hacia el sur.

Apenas noto el rasguño que uno de esos blandengues llegó a atreverse a hacerme. Salto rápidamente, pero la carnicería que hice en la roca se había repetido al inverso con mi caballo, a fauces de los lobos. 

A pesar de la adrenalina, no me queda otra que insistir e intentar reposar un poco. Una vez amanece, recojo y parto antes de que me sigan la pista. Tras unos pasos, me giro en un gesto para despedirme finalmente de mi montura fallecida... y me parece ver una especie de reflejo, como el fantasma de otro elfo de cabello negro... que baila sobre los tres restos cadavéricos encima de la roca. Sacudo mi cabeza para darme cuenta que estoy empezando a delirar, o a imaginar cosas.

Eso no ayuda al pensar que mi mejor baza es salirme del camino principal y entrar en Shalanest Oeste, el antiguo reino de nuestros hermanos Elfos, para evitar posibles emboscadas. Sin demora, alcanzo el espesor del bosque, que antaño fue una joya y un paraíso para nosotros... hasta que Stumlad arrasó con todo, con tal de vengarse. ¿Estaría el bosque lleno de humanos estúpidos, o realmente sólo habitaba la muerte entre aquellas ramas?

Por el momento parecía ser más bien lo segundo... ni vida, ni sonido. Frío y silencio. Ni viento había. Camino y camino, hasta llegar a la primera bifurcación del sendero. Debería ir al norte? según el mapa, la ciudad de Dalannast estaba al norte... pero mi instinto me decía peligro. Pensé en seguir mi instinto y dirigirme hacia el sur del bosque.

La senda avanza muchos metros describiendo un irregular trayecto, de modo que tan pronto tienes la sensación de ir en dirección sudeste como que, tras varios giros, crees seguir en dirección norte. La poca visibilidad dentro del bosque no ayuda a orientarte, pero sigues adelante y pronto te encuentras ante un cruce.

Más perdido que un Orco intentando aprender modales élficos, me encuentro en otra encrucijada. Ni idea de qué debería hacer a continuación, todos los caminos me parecen iguales. Del sur al norte del este al oeste? donde estaba el norte?. Sin tener claro nada, hice lo más lógico, seguir en línea recta continuando el camino por lo que creía que estaba siendo el norte. 

Si te pierdes, siempre es mejor ir en línea recta para no confundirte demasiado.  O eso me repetía mil veces mientras avanzaba. 

Varios giros más y te encuentras rodeado por matorrales de espinosas hojas. Con sumo cuidado, pasas entre ellos para continuar por la senda, hasta que llegas a un nuevo cruce en tu camino.

*Oh dios. El laberinto de la muerte. - Con razón todo acababa muerto por aquí. Tenía que pensar. Me senté y pensé por donde había estado caminando hasta ahora...

El único camino que me parecía diferente era el de la izquierda. Al menos había cruzado unas espinas, eso también serviría para marcarlo mentalmente por si tenía que retroceder mis pasos.

El camino avanza muchos metros en línea recta, hasta que llega a una encrucijada con otra senda.

Seguí avanzando por aquellos caminos que me parecían distintos a los que ya había visto, pero los nervios empezaban a apoderarse de mí.

El camino describe un pronunciado giro, avanzando entre espesos matorrales y enredaderas. Te abres paso a través de la frondosidad hasta llegar a un cruce.