Partida Rol por web

- Yo... - Dijo el Doctor Malthusius mientras trataba de taponar la hemorragia de la mano de su ayudante enano, pues brotaba sangre a borbotones y ahora que podían verlo mejor, parecía faltarle alguna falange del dedo índice y del anular.  - Ha sido... - Agarró un trapo, no demasiado limpio y trató de taponar la herida. - ¡Necesito un curandero!

- ¡Aaaaah! - Gritaba el enano con un evidente dolor en la mano, pero con más temor todavía. - ¡Me desangro, me desangro!  Aullaba asustado. Lo cierto era que el color de su piel había perdido varias tonalidades y empezaba a verse blanco como la nieve. - ¡Un galeno, un galeno!

El guardia frunció el ceño. Miró a su compañero y éste asintió con evidente decisión.

- ¡O empiezas a cantar o te pincho! - Le dijo el guardia al Doctor. - ¡Hablo en serio!

- ¿Pero no ve que está herido, imbécil? - Le recriminó el doctor poniéndose en pie y dejando de lado a Grunni para alzar el puño lleno de cólera y enseñárselo al guardia.

Fue en ese momento cuando el bueno de Grunni perdió la consciencia y cayó al suelo con un color de piel similar a la cera. Para ese entonces, todos los asistentes ya se habían dispersado salvo los cuatro jóvenes viajeros a los cuales había pasado el tiempo quizás demasiado rápido y ni se habían percatado de que en esos momentos deberían estar en el Lauretta descargando barricas de vino.

La escena del goblin emprendiéndola a mordiscos con sus captores me resulta a un tiempo repugnante y fascinante. No quiero mirar pero no puedo dejar de hacerlo movido por una curiosidad morbosa y malsana. Ese sucio enano turturador me resulta tan antipático como los monstruos a los que domestica a fuerza de látigo y correa.

Cuando el trípode trasgoide echa a correr, la mayoría de los presentes tiene el buen juicio de hacer lo propio, en diferentes direcciones. Yo, en cambio, me quedo paralizado mientras mis compañeros intentan abrirse paso a empujones entre la multitud aterrorizada para tratar de capturarle. Algo que empieza a tomar unos tintes de cómica repetición. Son como perros detrás de una liebre, corren detrás de cualquier cosa que se mueva delante de ellos.

Por fortuna, una patrulla de guardias de la ciudad acuden a poner un poco de orden y cordura a todo esto.

—Yo lo he visto todo, agentes. Estos hombres tenían prisionero a un peligroso asesino goblin y lo han dejado escapar torpemente. El muy desgraciado estaba famélico, así que se ha comido los dedos del enano y se ha metido por ese agujero de ahí. Menos mal que han llegado ustedes para atraparlo antes de que secuestre a algún niño pequeño pero cenar o algo peor, quién sabe.

- Si... - Afirmó Alder ante las explicaciones de Chester. - Esa maldita criatura es un peligro para los habitantes de Bögenhafen. ¡Y más durante el Shaffenfest! - Añadió convencido de que de esa manera conseguiría que los guardias se pusieran en tensión y con la obligación de dejarles en paz y salir en busca de aquel ser de pie verduzca.

Gunther señaló el lugar por el que había desaparecido el goblin - El tres patas Verde se comer los dedos del enano y salir por ese agujero - dijo en un tono firme - Guardias buenos hacer su trabajo y atrapar enano verde, nosotros tener que trabajar en muelle - miró a sus compañeros - ¿Dos horas pasar? sin ver el sol no puede saber Gunther si ya hay que volver al barco.

- Todo esto es del todo irregular... - Dijo uno de los guardias. - Doctor Maltu... ¡Como sea! - Exclamó el soldado enfadado. - Será mejor que enjaule a todas sus bestias y comparezca ante el tribunal del festival. - Le ordenó. - Y ustedes, como testigos de lo sucedido también deben venir ante el juez Richter. - Les dijo a los cuatro jóvenes que se encontraban en el lugar. - Y no es negociable.

- Escuche, nosotros tenemos un trabajo que hacer. - Intervino Alder. - Tenemos que ir al puerto para descargar unas barricas de vino. Un mercader nos contrató para ello y no me gustaría faltar a mi palabra, si me entiende. - Se encogió de hombros. - ¿No podría simplemente tomar nuestra palabra y transmitirla al juez Richter?

- No, no es posible caballero. - Respondió. - No soy quien para hacer tal cosa. Puede que el juez tenga preguntas para usted que yo no pueda realizar y si es pierdo la pista... - Negó tajantemente con la cabeza. - ¿Cómo hago para encontrarles de nuevo? No, no puede ser. Deben acompañarme y declarar ante el juez. No hay alternativa. Les prometo que será rápido.

- Asumiré toda la culpa de lo sucedido. - Dijo el doctor dando un paso adelante. - Pero antes de nada... - Señaló al enano ayudante. - ¿Podría ver algún galeno, curandero o sacerdote a mi buen amigo? - Preguntó con evidente preocupación. Entonces miró a Gemme. - ¿Es usted sacerdotisa, verdad? ¿Podría pedir ayuda a Sigmar para la sanación de las heridas de mi pobre ayudante? No me gustaría perderlo. Hoy en día no es fácil encontrar trabajadores tan entregados... - Carraspeó. - Además de que le tengo cierto aprecio personal...

- ¡Por piedad! - Exclamó el enano agarrándose la mano herida que sangraba de forma abundante. El color de su rostro se tornó de un pálido enfermizo y se tambaleó a un lado y luego a otro hasta perder el equilibrio y caer al suelo. - ¡Arh... no veo! - Dijo con terror y entonces perdió la consciencia.

—Estamos deseosos de ayudar a la justicia local, por supuesto que sí —les aseguro a los guardias, tanto porque es cierto como porque deseo alejarme de este lugar antes de que vuelva a aparecer ese condenado goblin—. Hablaremos con ustedes, con el juez y hasta con el sumo sacerdote si hace falta.

Miro con desaprobación a nuestra propia sacerdotisa de corazón gélido. ¡Menuda protectora de los afligidos! Primero ignorando las angustiosas súplicas del ladronzuelo al que hizo apresar y ahora ignorando las del delirante enano... Si a todos nos va a tratar del mismo modo, creo que nos va a causar más problemas de faldas que socorro en las situaciones comprometidas.

—Vamos, chica, un poco de compasión. Vale que no es un tipo muy simpático, pero de ahí a dejar que se desangre como un perro en la calle...

Yo mismo me arrodillo junto al enano para examinar su herida y tratar de contener la hemorragia realizando un improvisado torniquete. Está visto que todo voy a tener que hacerlo yo.

Gunther meneó la cabeza ante la petición del guardia - No señor, el Lauretta debe ser descargado, Joseph esperarnos para llevar el vino a la feria, si no ir no habrá paga. Chester habla por todos, el quedarse y nosotros ir, al menos yo ir, yo levantar mas barriles que canijo. - comenzó a caminar hacia la puerta - Si necesitar hablar después, Gunther estará en Lauretta o puesto de vino de Joseph, o ir a juzgado si ser necesario.

- Me tengo señor, que no tiene otra opción. - Le dijo el guarida a Gunther. - Al estar implicado en el incidente, debe acompañarme para prestar declaración ante el juez. De lo contrario haré valer la ley Imperial y será usted atestado. La decisión es suya... - Dijo agarrando su pica con determinación y muy serio.

- Mejor será que hagamos caso. - Intervino Alder interponiéndose entre Gunther y el guardia. - Joseph entenderá la gravedad del asunto. - Miró a los ojos del bruto compañero con el que le había tocado compartir el viaje. - Iremos ante el juez. Hablaremos con él. Responderemos a sus preguntas y nos marcharemos al puerto para encontrarnos con Joseph. ¿Correcto? - Le dijo esperanzado al hombre escaso vocabulario. 

- Alguien tener que avisar a Joseph, o Joseph enojar ¿Pagará el juez el sueldo de los cuatro si Joseph pierde su carga? - le preguntó al soldado - Si hacer rápido entonces ir, pero vamos ya. - miró al asistente que había perdido los dedos - Gemme apura sanar enano y vamos.

- No sé si ese hombre se enfadará con ustedes por no acudir al encargo y no se si les pagarán por perder el empleo, pero yo si les ofrezco cincuenta coronas de oro a repartir si logran recuperar a Trespatas. - Dijo entonces el doctor Malthusius. - Parecen gente capaz de tal hazaña. De eso no me cabe duda. 

- No les puedo asegurar que estén poco rato. - Intervino entonces el guardia. - Pero que una criatura tan violenta como esa ande suelta por las calles de Bögenhafen no es una cosa que pueda dejarse pasar. - Dijo con determinación. - Sea como sea, deben acompañarme. - Les miró uno a uno. - Todos. - Sentenció mirando fijamente a Gunther, quien parecía ser el más reacio a obedecer a la guardia de la ciudad.

Y mientras tanto... el pobre enano seguía en el suelo desmayado. Tan solo Chester parecía compadecerse de él y se agachó para realizar un vendaje en la mano del infeliz personaje. Eso ayudó a taponar la hemorragia y parecía que al menos no iba a desangrarse. No obstante, Gemme parecía ida, como si no estuviera presente. Lo cual era extraño, pues hasta el momento nunca se había comportado de tal manera.

- Grmmmfjj.... - Dijo el amputado en el suelo abriendo el único ojo sano del que disponía. Miró a Gemme. - Un poco de compasi... - Y no acabó la frase antes de volver a perder la consciencia.