Partida Rol por web

- Entonces... - Alder resopló. - No queda otra que acompañar a la guardia y... - Miró al doctor. - Cincuenta coronas de oro es un precio bueno por recuperar a esa criatura. - Afirmó complacido y dedicó una mirada a sus compañeros esperando que ellos lo considerasen de igual manera. - ¿No creéis? - Se encogió de hombros.

Entonces reparó en el enano malherido y se acercó a Gemme susurrándole algo al oído.

- ¿Y si usas tu magia con él?  - Le sugirió. - No queremos parecer unos desalmados... 

- ¿Pero que diantre estoy haciendo? - Se dijo Gemme a si misma. 

- ¡Enseguida! - Exclamó tras salir del estado de trance en el que llevaba inmersa los últimos minutos. 

Gemme se acercó junto al enano malherido y se concentró recitando una oración dirigida a su dios patrón Sigmar, demandando de él el poder curativo con el que le había dotado. Acto seguido impuso las manos sobre Grunni y sus heridas empezaron a cerrarse de forma súbita, mientras una luz dorada iluminaba las manos de la sacerdotisa. El enano entonces recuperó la consciencia y Gemme se puso en pie.

- Por mi podemos ir ante ese juez. - Dijo segura de sus palabras. - Nada tenemos que esconder. - Añadió. 

Chester parecía dispuesto a obedecer a la guardia al igual que Alder y Gemme, pues como había dicho ésta, nada tenían que ocultar. Tan solo tenían que esperar a la respuesta de Gunther, que era el único que parecía resistirse a obedecer las indicaciones de la guardia.

No puedo evitar poner cara de horror cuando escucho la loca sugerencia del esclavista de ir en busca de su goblin deforme y comprobar que Alder está considerando la propuesta. Está claro que nos ofrece un dineral pero perseguir a ese trasgoide caníbal me parece un disparate y más cuando está claro que mis compañeros se encuentran tan descentrados.

—Estoy convencido de que estos guardias tan diligentes saben hacer perfectamente su trabajo y no necesitan que ningunos buscavidas se entrometan en los asuntos de la ciudad. Vayamos primero a ver al juez y ya veremos si para entonces ese trípode fugitivo no vuelve a estar entre rejas.

Gunther gruñó de mala manera ante la idea de faltar su palabra con Joseph, las cincuenta monedas no lo convencían como premio por atrapar un bicho que, para cuando terminaran, estaría seguramente llegando al bosque negro. - Juez, luego Joseph, trepatas verde despues de descargar los barriles si es que Joseph nos espera. - dijo encaminando sus pasos hacia la salida, y mirando a los guardias - ¿Y, no estar apurados? no perder más tiempo. - esta vez salió por la puerta decidido a ir ante el juez, aunque no sabía exactamente donde era.

Así fue como los cuatro compañeros, el feriante ambulante y su amputado ayudante enano, fueron escoltados por los dos guardias de la ciudad hasta el conocido como "Tribunal de Fiestas y Picotas". Dicho tribunal se encontraba en la zona sureste de  la villa, en el exterior de los muros de la ciudad y junto a la muralla. Se había alzado una enorme carpa de color azulado, de la cual colgaban los blasones heráldicos de la ciudad y de las grandes casas nobiliares de Bögenhafen.

Frente a la puerta se hallaban dos guardias más, ambos armados con ballestas y no parecían estar de muy buen humor. Posiblemente llevasen muchas horas allí de pie sin un solo relevo. Fuera como fuera, parecía que ningún juicio se estaba celebrando en esos momento en el interior de la carpa y tras una breve conversación entre los guardias que les escoltaban y los que estaban apostados frente a la carpa, les dejaron pasar al interior. 

Allí se encontraban varias banquetas, tres hileras de bancos situados frente a un pequeño tablado sobre el cual reposaba una mesa y varias sillas para los acusados, abogados y testigos en el caso de haberlos. En el interior de la carpa aguardaban otros dos soldados, estos armados también con ballestas y un hombre sentado tras la mesa situada en el tablado.

- Creo que nos hemos visto antes. - Les dijo uno de los guardias que se encontraba en el interior de la carpa, a los recién llegados, aunque ellos realmente no recordaban haberle visto hasta la fecha. No esperó respuesta y acto seguido se dirigió al guardia que los escoltaba. - ¿Qué ha sucedido y porqué están aquí? - Preguntó. 

- El doctor Malthusius aquí presente... - Señaló con la mirada al susodicho. - ...y a su ayudante, ese enano manco, se les ha escapado una peligrosa criatura. - Comentó. - Ha causado alboroto en la feria de monstruos y se ha metido en las alcantarillas y... - De pronto el guardia fue interrimpido.

- Que pasen. - Dijo el juez. - Quiero oír de primera mano lo que ha sucedido, pero antes... - Miró entonces al resto de presentes. Le habían presentado al responsable de haber soltado la amenaza en la tranquila y pacífica villa de Bögenhafen y también al traumatizado enano, que aunque tenía las heridas de su mano completamente cerradas, seguía aguantándose los muñones como para evitar desangrarse. - ¿Quiénes son ustedes y qué tienen que ver con todo este asunto? - Les preguntó a los cuatro testigos.

En una ciudad tan populosa como Bögenhafen uno esperaría encontrar el tribunal en el interior de algún magnífico edificio de piedra situado en el centro y no en una carpa en el extrarradio, como si de feriantes ambulantes se tratase. Si debemos esperar una justicia a la altura del lugar en el que se imparte, estamos apañados. Tal vez incluso terminemos todos en el patíbulo.

Los guardias apostados a la entrada resultan intimidantes, pero no tanto como el individuo severo y autoritario que sale a recibir nuestra comitiva y nos interroga acerca de nuestra identidad y los motivos para comparecer ante él.

—Somos meros testigos de lo ocurrido, su señoría —me apresuro a contestar al magistrado (o al hombre que espero que lo sea) antes de que alguno cometa la torpeza de ofenderlo—. Estamos aquí para ayudar a esclarecer los hechos y nos marcharemos tan pronto como su señoría así lo determine.

Gunther estaba decidido a acabar con todo ese asunto que en nada les afectaba lo más rápido posible, y cada interrupción en el proceso lo irritaba un poco más. 

Por empezar se alejaban del agua, podía sentirlo en el aire y por otro lado había visto el rio a sus espaldas cuando doblaron una esquina. Los guardias de la "puerta" perdieron preciosos segundos en preguntar, y el que los había escoltado los perdió en responder. Sólo cuando el Juez preguntó que hacían allí sintió que avanzaban algo y el Rubiales respondió solo una parte.

- Eso, nosotros ser testículos de lo que ocurrir, ellos - dijo señalando al presentador y al enano - tenían un goblin verde trespatas en una jaula. Goblin escapar, comer dedos de enano, y huir por agujero. Sólo ver eso, ahora nosotros volver a trabajar.

- Lo que dicen mis compañeros es cierto. - Añadió Alder. - Es la segunda vez en esta mañana, al menos que yo sepa, que ese ser se escapa. - Desveló el mercenario. - A decir verdad, parece haber aprendido de sus errores, pues la primera vez se dejó atrapar fácilmente, pero en esta ocasión. - Señaló con la cabeza a Grunni. - Bueno, ya ven los resultados. - Se encogió de hombros. - Escapó por un túnel hacia las alcantarillas de la ciudad. Allí le perdimos la vista. - Carraspeó. - No hay mucho más que contar. - Miró entonces a Gemme. - Ella es una sigmarita. Ella puede corroborarlo todo y su palabra vale más que la de cualquiera de nosotros. - Le dejó la última palabra a Gemme.

- Sé que lo sucedido es grave señoría. - Intervino el doctor. - Sé que ese condenado goblin puede causar molestias a los amables ciudadanos de la villa y como responsable de lo sucedido, he ofrecido cincuenta coronas de oro a éstos hombres para que capturen a Trespatas. - Desveló. - Es lo mínimo que puedo hacer. Como ve, no eludo mi responsabilidad. - Dijo el doctor tratando de defenderse ante el juez.

- Me parece una buena solución. - Dijo el juez llevándose la mano al mentón. - De momento no ha resultado nadie herido salvo su ayudante, por lo que de seguir así y no haber más víctimas de esa criatura, podremos hacer la vista gorda por esta vez. - Comentó Ritcher. - Añado otras cincuenta coronas de oro a la recompensa por la captura, vivo o muerto del ejemplar. - Miró entonces a Grunni. - Sólo queda saber si usted desea algún tipo de indemnización por parte del señor Malthusius. - Le dijo con tono serio.

- Ehmmm... - Dudó el enano. - Yo... - Miró de reojo al doctor. - No, creo que... - Tragó saliva. - Creo que no, pero... - Tomó aire. - Si me gustaría que no tomara represalias. Al final fue mi culpa que escapara. Yo... - Bajó la mirada. - Debería haber tomado las medidas adecuadas y...

- Entiendo. - Le interrumpió el juez. - En el ámbito de Bögenhafen, condeno al señor Malthusius a cuidar de su ayudante Grunni durante diez años y un día. - Sentenció. - Eso quiere decir que no podrá separarle de las funciones que venía haciendo a su lado, que no se le privará del sueldo que estaba percibiendo pese a que su rendimiento baje debido a las amputaciones y que será alimentado y bien tratado hasta que finalice el periodo estipulado. 

Mientras hablaba, un pequeño mediano que no habían visto hasta el momento, iba transcribiendo todo lo que acababa de decir el juez y escribía a una velocidad endemoniada. Una vez el juez hubo concluido su sentencia, el mediano agarró el pergamino donde había plasmado todos lo dicho y comenzó a revisarlo por si había errado en algo.

- Y en cuanto a ustedes... - Miró a los cuatro testigos del caso a los que acababan de ofrecer un nuevo trabajo. - ¿Aceptan el trabajo o no? De aceptar se les proporcionará una habitación en una buena taberna de Bögenhafen para que pasen la noche y las subsiguientes hasta un máximo de siete, mientras encuentran al susodicho goblin. ¿Estamos de acuerdo en todos los extremos del contrato?

Andar persiguiendo por las cloacas de Bögenhafen a un goblin de tres patas no es precisamente lo que me imaginaba que acabaría haciendo en esta ciudad. De hecho, a estas alturas de la jornada pensaba que estaría dando mis primeros pasos como rico terrateniente, pero veinticinco coronas de oro por persona es una buena suma, sobretodo cuando lo más probable es que el trabajo duro lo hagan otros.

Miro significativamente a Alder y a Gunther, esperando que ambos se pronuncien al respecto. Que la manutención de la próxima semana corra a cargo del gobierno local es algo que me anima a aceptar la propuesta pero sin demasiadas prisas. Cuanto antes solucionemos sus problemas, antes tendremos que irnos y no hay por qué desaprovechar una estancia regalada en una buena posada.

- Primero descargar barco y luego cazar Goblinterpatas, Gunther no dejar trabajos a medias, y nosotros prometer a Joseph. - miró al juez  a los guardias - Y si Joseph enojar, vosotros explicar y disculpar con él.

- Aceptamos. - Dijo Alder sin pensárselo demasiado. - Creo que haremos un bien a Bögenhafen y ganaremos unas buenas monedas. - Asintió mientras miraba a un lado y a otro a la espera de la confirmación de sus compañeros. - Pero antes iremos con Joseph y esta noche la pasaremos en esa posada. Estamos agotados del viaje y todo el día y creo que tenemos que estar frescos para la búsqueda. - Afirmó con rotundidad.

Lo cierto era que dudaba que pudieran dar con ese goblin, pues sin duda en esos momentos estaría muy lejos de allí, puede que ya ni estuviera en la villa. Pero el hecho de tener una semana de alojamiento gratis y durante la feria, le llenaba de alegría. Por una vez en la vida que tenía un golpe de suerte pensaba aprovecharlo.

- ¿Estamos todos de acuerdo? - Preguntó finalmente.

De ser necesario habia pensado en dormir en el Templo, estaba segura que no habria con ello pero dormir en una habitacion con tres hombres, parecia una mejoria que dormir con tres hombres en un barco.

Y habia que capturar al goblin.

Y descargar el barco.

- Si Señor Juez, haremos nuestro mejor esfuerzo de encontrar a la criatura antes de que haga mas daño.

Una vez todos estuvieron de acuerdo, el juez les dio el nombre y la dirección de la posada donde dejaría dicho que les alojaran sin coste alguno para ellos. "Al Final del Viaje" era en nombre de dicha posada, una de las más lujosas de la ciudad y situada junto a la puerta este de Bögenhafen. Pero antes de una buena cena, un baño y un placentero descanso, tenían trabajo que hacer y una vez estuvo todo claro, salieron rápidamente hacia el embarcadero donde esperaban que todavía estuviera Joseph esperándoles.

Por suerte para cuando llegaron, Joseph permanecía a la espera con cara de pocos amigos. Se habían retrasado casi media hora, pero aún así, tras las pertinentes explicaciones aceptó las disculpas y comenzaron con la tarea del desembarco de los barriles de vino. No tardaron demasiado entre los cuatro y finalmente recibieron el pago acordado, tanto por el viaje hasta allí, como por los servicios prestados en Bögenhafen, un total de diez piezas de oro para Chetser y Alder y sólo seis para Gemme y Gunther, pues ellos se habían incorporado tres días después a la travesía. Un buen pago por lo que habían hecho fuera como fuera.

Se despidieron de Joseph, quien algo triste entendió que pese peligro de su nueva misión, el pago por encontrar a aquella criatura iba a ser mayor, por lo que perder a sus cuatro ayudantes era entendible. De hecho, él mismo se hubiera ofrecido a ayudar en la causa de no tener entre manos el negocio del vino, que a toda costa podía llegar a ser mucho más lucrativo que el del goblin, pues de no encontrarlo, se quedarían sin nada.