Partida Rol por web

Fuera como fuera, parecía que todos los caminos conducían al mismo sitio, ese no era otro que el almacén número 17. Los seis visitantes de la villa, emprendieron el camino de regreso hacia el almacén junto con Franz Steinhäger, quien mantenía una expresión dura y caminaba erguido tratando de restablecer la dignidad robada por sus cautores, no sin esfuerzo, pues había sido herido durante el combate en el almacén y le costaba caminar.

La zona portuaria seguía sumía en una espesa neblina que envolvía todo en un velo etéreo, mientras que el muelle, apenas visible, estaba apenas iluminado por la débil luz de la luna que se filtraba entre las nubes. En la distancia, los otros muelles y barcos emergían y desaparecían en la neblina, creando una sensación de aislamiento y secretismo en medio de la noche portuaria.

El almacén seguía donde lo habían dejado, con sus paredes de madera oscura y el símbolo de la rosacruz presidiendo. Se filtraba la luz artificial de las velas a través de las ventanas de cristal esmerilado, proyectando sombras danzarinas sobre el muelle.

En el centro de la escena, un grupo de figuras encapuchadas se congregaba frente al almacén. Sus siluetas se disolvían en la bruma, siendo sus siluetas difuminadas por la neblina, lo cual acentuando la clandestinidad de su encuentro. Además de aquella gente, pudieron observar otro cambio, diversos carruajes de caballos que no estaban momentos atrás, habían sido estacionados junto al almacén.

La discusión entre las figuras encapuchadas parecía más intensa. A pesar de la aparente serenidad del almacén, la neblina añadía una capa de tensión al ambiente. El sonido amortiguado de sus voces nerviosas se mezclaba con el suave crujir de la madera de los navíos anclados en el muelle y el ocasional lamento lejano del viento marino.

El grupo se había detenido antes de ser descubiertos por aquellos extraños encapuchados a los cuales parecía habérseles truncado los planes en mayor o menor medida. Franz se detuvo también, mirando con desprecio a sus captores.

- ¿Y ahora qué? - Preguntó. - ¿No queríais ir allí? - Les preguntó con desdén.

Hasta ahora siempre había considerado a Alder como el líder de nuestro grupo. Uno machista y de dudosa moralidad al que nadie en su sano juicio querría seguir, pero un líder al fin y al cabo. Por desgracia, en los últimos días parece haber perdido lo mejor que tenía: su audacia.

Y ese vacío de poder nos ha dejado en manos del demente Adso. Una persona con un corazón infinitamente más desinteresado que el de Alder, pero con una cabeza como un queso de gruyere... Igual le da por marcharse un día, que vuelve al siguiente; o se le ocurre ponerse a golpear a un desconocido y diez minutos más tarde decide confiarle no solo su vida, sino algo mucho más valioso: las nuestras.

Por supuesto, yo soy demasiado mojigato para tratar de poner un poco de cordura en todo esto, pero miro con inquina a Gemme por no querer asumir la voz cantante en nuestro grupo de tarados. Ella siempre ha sido la más cabal y educada de todos ellos. Y yo la seguiría con los ojos cerrados si ella quisiera liderarnos.

Mis mejores conjuros, si es que puede decirse que conozco alguno bueno, ya los he empleado esta noche para escapar de la casa de Magirius de modo que no me queda nada para combatir o para huir. Dependo por entero de lo que hagan mis compañeros y eso me parece algo espantosamente aterrador. Casi tanto como el ritual impío que algunos quisieran llevar a cabo en esta ciudad.

—Yo cogería uno de esos coches de caballos y huiría de aquí como si no hubiera un mañana —propongo, con el heroísmo que me caracteriza—. Discrepo respetuosamente con usted, señor Steinhäger. No parece que sus amigos vayan a poder realizar ningún ritual esta noche mientras nosotros tengamos los útiles cabalísticos incautados y tampoco me siento muy tentado a devolverlos. Prefiero ser acusado de hurto menor por haber robado unas velas y un poco de sal, que de dejar escapar a los demonios del Caos sobre la ciudad, usted me perdonará...

- No podemos hacer eso... - Intervino Gemme. - ¿Y si realmente invocan algo peligroso? - Preguntó. - Sinceramente, no creo que el "espíritu" ese de la ambundancia, sea tan bienintencionado como realta el señor Steinhäger... - Se encogió de hombros. - Debemos interrumpir lo que puedan estar haciendo. ¿Y si lo invocan sin los componentes? - Miró a Steinhäger. - ¿Es eso posible? - Le preguntó.

Éste simplemente se encogió de hombros. Si lo sabía o no, no parecía que fuera a desevelarlo y menos en el momento y el lugar donde se encontraban.

- Pues si les digo la verdad... - Intervino Quartjin. - Creo que ya hemos hecho más de lo que debíamos. - Reflexionó. - No somos quienes deben juzgar estos actos. Por mi, nos embarcamos en el Lauretta y salimos de aquí para no volver nunca. - Propuso. - Será sencillo de noche y con esta niebla. No zarpar, pero si pasar desapercibido... - Aclaró.

- La idea de huir es sin duda tenadora. - Dijo entonces Alder. - Al final, nos hemos visto envueltos en unos acontecimientos que desde luego, no hemos provocado. Podríamos pensar que éste no es nuestro problema - Afirmó con rotunidad. - Pero estoy con Gemme... - Miró a Chester. - ¿Y si finalmente el ritual se les va de las manos? - Le preguntó. - ¿Y si invocan a un demonio que acaba por asesinar a inocentes? ¿Y si siembre el caos en toda la villa?  ¿Y si...? - Tomó aire. - ¿Y si se convierte en una amenaza para todo el Imperio? - Se encogió de hombros. - En ese caso, por mucho que corramos, acabará alcanzándonos y en ese caso, si sería nuestro problema...

Al final volvimos sobre nuestros pasos con el hombre que tenía una pinta de haber sido maltratado, lo que podía meternos en problemas si argumentaba que había sido capturado por nosotros. Yo era de la ciudad pero mis compañeros no, y el hombre herido era una persona influyente en la ciudad. - Como siento que haya pasado usted por todo esto señor Franz, espero que me perdone, la imaginación juega malas pasadas, y creyendo que perseguiamos a una secta criminal adorador de demonios, hice lo que vi más conveniente. Creyendo que era vos un adorador de este culto imaginario. Ya que ha quedado todo aclarado me disculpo ante vos.

Señor Chester por favor, no seamos más paranoicos... devuelva los utensilios a este hombre, y dejemos que se haga la ceremonia. Si no estáis convencidos podemos no ir... aunque yo iría, otra cosa como dice el señor Joseph es desaparecer en un barco... 

—¿A nosotros? ¿Por qué iba a perseguirnos un demonio a nosotros? —pregunto a Alder con una mezcla de incredulidad y miedo—. ¡Pero si no le hemos hecho nada, ni sabe quiénes somos!

Ciertamente lo que dice no tiene ningún sentido. Casi nada de lo que oigo últimamente lo tiene, pero soy una persona asustadiza.

Aquí las únicas posibilidades que contemplamos son:

a) Que no estén invocando a ningún demonio, sino a espíritus que haga prosperar el comercio de Bögenhafen. Y si es así, ¿realmente queremos que lleven a cabo ese ritual? Gemme parece oponerse. E incluso aunque no nos importase que lo llevasen a cabo, ¿para qué querríamos presenciarlo? ¿Qué podemos aportar o qué tenemos que ganar haciéndolo?

b) Que sí estén invocando a algún demonio. Y si es así, ¿realmente queremos ayudarles a hacerlo devolviéndoles los componentes que necesitan y estar presentes cuando lo hagan para después tratar de deshacer el mal causado cuando ya sea demasiado tarde?

Y en ambos supuestos, estaríamos asumiendo de forma absurda que un grupo que nos supera en número, en recursos y en influencia, por no mencionar que además ha tratado de deshacerse de nosotros repetidas veces, ahora "mágicamente" va a querer permitirnos presenciar su aquelarre secreto.

Para mí lo único que tiene sentido es tratar de frustrar esta invocación, sea de la naturaleza que sea, y alejarnos de aquí tanto como resulte posible. Priorizando la huida al heroísmo, por supuesto.

Darles los componentes que necesitan, no es impedir que invoquen algo peligroso, todo lo contrario. Lo único que podría impedirlo sería llevar a cabo una masacre indiscriminada de los cabalistas y eso tampoco es algo que contemple. ¡Pero si todavía me atormentan las pesadillas del ladrón que murió entre mis manos cuando traté de contener las heridas que Gunther y Alder le habían causado!

Estoy rodeado de majaras y de psicópatas... Joseph parece el único aquí que no se ha escapado de un sanatorio mental. Tratar de huir mientras los fanáticos están entretenidos buscando el modo de reemplazar lo que les hemos quitado es lo único sensato.

—Haced lo que os parezca mejor —digo, dejando la bolsa de componentes cabalísticos en el suelo y rindiéndome a la evidencia de que razonar con dementes me convertiría automáticamente a mí también en uno de ellos—. Intentaré llegar al Lauretta y esperaros escondido allí. Buena suerte, todos la vamos a necesitar.

Gunther ya no entendía nada, en su simple mente había un camino: Detener al Caos, como lo mandaba Sigmar en sus enseñanzas, y veía pocas formas de lograrlo... O bien luchaban contra los cultistas, especialmente el tal Gideon, o bien esperaban a que terminaran y mataban al demonio. Él no había podido hacerle nada al demonio, así que prefería la parte de romperle la crisma a Gideon y a quien intentara impedirlo.

Sin embargo no era tan idiota como para no darse cuenta de que poco podían hacer ellos contra tantos en una pelea directa, y mientras contemplaba planes de ataque notó que podía mirar a los ojos al tal Franz. Se paró frente a él y comanzó a pasar su mano de su cabeza a la de Steinhäger. No del todo satisfecho con esa forma de medir apotó al prisionero contra una pares y sacó una daga, la cual acercó a la cabeza del reo para marcar el tope de su altura en la madera. Luego hizo lo mismo con  su propia cabeza y asintió satisfecho al ver que no había mucha diferencia.

- Tu entregar tunica a Gunther y decir cuál de esos ser el tal Gideon - dijo señalando a las figuras encapuchadas - O decir cómo reconocer de los otros. - miró a sus compañeros. - Gunther tiene plan, cuando Gunther llegar con ellos ustedes hacer ruido y prender fuego algun carro, luego huir. Gunther matar Gideon y ganar tiempo para que llegar al barco. - sabía que tenía pocas oportunidades de salir de allí una vez hubiera blandido su mandoble un par de veces, pero bien valí aentregar su vida por sus compañeros - Tu - le dijo al prisionero - cuando yo ir gritar que atacaron tu, que Gideon ayudar tu - miro a Alder - Si advertir a ellos tu matar.

Evidentemente Gunther no era el más inteligente del grupo, pero tenía una sabiduría instintiva a la hora de combatir y emboscar a sus enemigos. Si el plan salía medianamente bien impedirían que el Caos dañara aún más al mundo, si no sólo perderían a un hombre.

- Suerte amigos. - Les dijo a sus hasta ahora camaradas. - Me marcho al Lauretta. Ya sabéis donde está amarrado. - Le ofreció la mano a Gunther y éste se la estrechó. - Espero que todo salga bien. Os esperaré un par de horas, o hasta que no me quede más remedio que zarpar. Al final nos están buscando... - Se encogió de hombros. Acto seguido miró a Chester. - ¿Nos vamos? - Le preguntó.

- ¿Qué te de mi túnica? - Le preguntó a Gunther. - ¿Vas a matar a Gideon? - Lanzó una nueva pregunta sin esperar la respuesta de la primera. - ¿Y pretendes que me quede tan tranquilo? ¡No puedo permitir que hagas eso! - Le increpó elevando el tono de voz. - ¡Aquí! - Gritó ahora si de forma evidente. - ¡Estoy aquí! ¡Me han secuestrado! ¡Están loc...!

Gunther le tapó la boca a aquel hombre, pero era ya demasiado tarde. Los gritos habían sido audibles en bastante metros a la redonda y no habían pasado desapercibidos por el resto de cultistas que se empezaban a congregar en las inmediaciones del almacén. Los acontecimientos se iban a precipitar, la suerte estaba echada.

- Vamos Joseph, quédate, solo son seis, contigo hacemos mayoría. Aprovechando que estaba al lado de Frank le metió dos puñetazos rápidos... Aunque más que puñetazos parecieron tortas debido a la poca fuerza de los golpes. 

- ¿Frank así no lo pagas?, si no pones paz en este asunto te voy a meter otras dos pero más fuertes. Dijo en tono amenazador, porque la verdad que ahora sí que estaba enfadado, lo que menos le gustaba eran los chivatos y los desagradecidos. Y este Frank era de los dos. 

Escucho con más curiosidad que interés genuino el épico-fantasioso plan de Gunther. Evidentemente no era el más inteligente del grupo, pero era el que tenía una imaginación más fértil para las escenas de acción. Sería un bardo asombroso si supiera hablar de forma medio inteligible.

Suspiro con alivio al constatar que al menos Joseph tiene los pies en el suelo, pero mi alivio dura lo que tarda nuestro prisionero en ponerse a chillar y Adso a desvariar otra vez.

Miro con tristeza al novicio de Morr. Me cae realmente simpático, pero al pobrecillo se le ha ido totalmente la chaveta. Qué pena cuando le pasa a la gente tan joven... Solo en su mundo de delirio él y nuestros cuatro compañeros son numéricamente más que nuestros seis atacantes y el señor Steinhäger, quien evidentemente no es nuestro aliado. Algo que el pobre Adso acaba de redescubrir, abofeteándolo después de habernos exigido su inmediata liberación, que a su vez llegó después de haberlo atacado sin media palabra.

Miro a Gemme con la esperanza de que los sigmaritas tengan algún tipo de institución mental en el que encerrarlo hasta el final de sus días, donde no pueda hacerse daño a sí mismo, ni a otros. Pero no tengo tiempo de pedirle una confirmación al respecto porque los cultistas ya se nos echan encima.

No queríamos luchar cuando teníamos el factor sorpresa y la superioridad estratégica de nuestro lado y ahora que hemos despreciado ambas, ¿vamos a hacernos los héroes?

—Pies para qué os quiero. Tal vez podamos escapar por las cloacas.

Gunther iba a soltarle un guantazo al bocón cuando vió que Adso lo hacía por él, y no dudó un segundo en salir corriendo hacia los cultistas, aunque cuidándose de mantener las cajas entre él y el grupo de futuros enemigos por si tenían arcos o cosas peores. 

- Lo siento Adso. - Le dijo el barquero al joven clérigo de Morr. - Aprecio demasiado mi vida. Si no me matan aquí y ahora, lo haran en la horca. - Se encogió de hombros.

Miró entonces a su alrededor. Detuvo la mirada en la embarcación que se encontraba amarrada en el dique. No parecía que nadie estuviera custodiándola en esos momentos y si nadie se encontraba en su interior, quizás fuera un buen medio para salir de ahí

- Podemos intentarlo. - Comentó Joshep. - A estas alturas, andar por las calles es peligroso... - Se llevó la mano al menón. - El Lauretta está a poco de aquí. Igual podríamos navegar hasta allí y salir de aquí de una vez por todas...

Dicho ésto y sin esperar respuesta, aquel hombre de pelo rojo y pipa en la boca, corrió hacia la embarcación próxima a su posición.

- Debemos detener lo que vayan a hacer... - Le dijo Gemme a Chester y a Adso. - Por el Imperio. - La sigmarita se llevó la mano al pecho y miró a los ojos de sus dos compañeros, tratando de alguna forma de buscar el heroísmo que llevaban dentro.

La clérigo agarró la empuñadura de su martillo de guerra y acto seguido siguió los pasos de Gunther, aunque con su pesada armadura, el norteño le empezó a aganar ventaja rápidamente.

- ¡Espera Gunther! - Gritó a joven.

- ¡Mierda! - Exclamó Adler. - ¡Id preparando ese barco! - Le pidió a Chetser. - Nos encargamos de eso y huimos todos juntos, ¿vale?

No esperó la respuesta de nadie. Alder salió a la carrera tras Gunther y Gemme, alcanzando a ésta última sin demasiadas dificultades. Armado con sus dos espadas, se dispuso a combatir.

- ¡Matalos! - Dijo entonces uno de los encapuchados.

Todos salvo Joseph reconocieron al instante aquella voz. Bajo la capucha se encontraba la identidad de Johannes Teugen, con quien habían tenido el dudoso placer de haber entablado conversación anteriormente.  Acto seguido, cuatro de los encapcuhados se movieron en dirección al grupo, casi en formación y habiendo desenfundado sus espadas, aguardaron al inicio de las hostilidades.

Casi fallo :P