Partida Rol por web

Tras un rato esquivando patrullas de guardias, los cuales parecían especialmente alterados e interesados en dar con los causantes de los desórdenes y crímenes acontecidos en las últimas horas, el grupo pudo volver a reunirse en un callejón oscuro. Retomando el camino hacia el Ostendamm, tuvieron que esconderse de nuevo de varias patrullas, pero contra todo pronóstico, no tuvieron que enfrentarse a ellas y llegaron a la zona portuaria.

Para cuando llegaron a la zona del río había empezado a anochecer. Pudieron comprobar que descendiendo el desnivel que les llevaba al Ostedamm una densa bruma se había elevado sobre el río y sus proximidades haciendo disminuir la visibilidad, lo cual sin duda favorecía el hecho de poder pasar desapercibidos. De hecho, ninguna patrulla se encontraba en esos momentos por la zona, portuaria, al menos no la habían localizado.

Salvando el desnivel, penetraron en el distrito donde se situaba e puerto fluvial. Tan solo quedaban en la zona del embarcadero algunos estibadores ocisosos al final de su jornada laboral. A esas horas, resultaba imposible distinguir el muelle de carga de la zona oeste del río y el Ostendamm se perdía en aquella densa bruma que lo emborronaba todo a pocos metros de distancia.

Preguntando entre los estibadores por los almacenes 13 y 17, éstos amablemente les indicaron donde se encontraban sin hacer más preguntas. El alcohol que habían ingerido para calentar sus cuerpos, sin duda ayudó a tirarles de la lengua. El almacén 17 se encontraba en la zona norte de la Hanfenstrabe, detrás del Gremio de Estibadores mientras que el almacén 13 se hallaba frente al río, girando por la misma calle Hafenstrabe, a un par de manzanas de distancia.

En algunos momentos de la desenfrenada huida tengo la sensación de que en realidad nos limitamos a escapar de nuestros perseguidores corriendo como pollos sin cabeza, pero Joseph nos demuestra una vez más que se orienta muy bien en Bögenhafen y logra llevarnos sanos y salvos hasta los almacenes del puerto fluvial.

—Gracias, amigo, no lo hubiéramos conseguido sin ti —le agradezco de corazón a nuestro guía, antes de dirigirme a los demás—: Ya que hemos llegado hasta aquí, echémosle un vistazo a ese almacén que nos dejó indicado Magirius antes de morir. Pero seamos cautos, no sabemos qué nos espera allí.

Adso asintió ante Chester, - Comprobemos el 17, comentó observando dicho almacén y los alrededores por si era una trampa.

Gunther había llegado un poco más tarde, el tiempo que había perdido en volver a colocarse la camisa de mallas bajo la ropa y guardar la coraza en un hatillo hecho con su capa sirvió para que las patrullas y los más curiosos se esparcieran. Cómo llegó hasta sus compañeros era un misterio ya que nadie quedaba para guiarlo, quizá el olfato lo había guiado, quizá la suerte, pero lo cierto es que apareció en el callejón como si supiera a donde se dirigía. Tenía la apariencia de un estibador, desarmado y con un enome bulto a las espaldas, sólo las botas desentonaban y éstas estaba lo suficientemente sucias como para no resaltar demasiado. Una vez se juntó con sus compañeros sacó la espada del bulto y se la colocó a la espalda, en el atado hecho con su capa quedaban la coraza y el alfanje. 

- Tu decir donde ir y yo seguir - le dijo a Chester, rompiendo el silencio por primera vez desde que los saludara durante el reencuentro.

No les costó demasiado llegar hasta el mencionado almacén número 17. Se trataba de un edificio de gruesas paredes de piedra que sin duda debían mantener una temperatura constante y fresca en el interior. La puerta de madera maciza, desgastada por el tiempo y tallada con motivos ornamentales, se encontraba en la fachada frontal orientada al río.

Alder realizó un gesto al resto del grupo para que se mantuvieran al margen y acto seguido se acercó a hurtadillas al almacén, camuflandose entre las sombras de la noche y la densa niebla. Al llegar junto a una esquina de la edificiación miró atrás cruzando la vista con sus compañeros y acto seguido desapareció de su vista al doblar la esquina.

Durante un par de tensos minutos no supieron nada de él, pero cuando empezaban a ponerse nerviosos regresó a su lado sin que ni uno solo de ellos, se percatara de su presencia hasta que prácticamente estuvo encima suyo.

- No creo que sea aquí. - Les dijo. - En la entrada hay un símbolo, una espiga sujeta por un guante de hierro. - Comentó. - ¿El símbolo de la familia o gremio? No lo sé. - He podido colarme en el interior. - Está atiborrado de cajas de madera. Casi todas contienen vino. Las cajas tiene la incripción: "Knonenwinzerei Altorf"... - Miró a Joseph.

- Es el vino que traje en el Lauretta. - Intervino Quartjin. - Le vendí gran parte de la mercancía a un hombre. - Hizo memoria. - Ruggbroder se llamaba. Bueno, ese era su apellido evidentemente. Creo que tenía la intención de venderlo en Altdorf... - Sonrió. - Es curioso el extraño viaje de ida y vuelta que puede hacer el vino, ¿no creeís? Yo lo compre allí en Altdorf. Igual ese Ruggbroder no tiene ni idea de eso... - Se encogió de hombros.

- Sea como sea, el almacén está atiborrado de cajas. No creo que puedan llevar a cabo ningún ritual allí. - Dijo con bastante seguridad el ladronzuelo. - Aunque a decir verdad, no he podido examinarlo de forma minuciosa. No estoy seguro de si podría haber algún sótano... - Comentó dubitativo. - Hay un guardia allí dentro con dos perros por lo menos. 

- ¿Qué hacemos entonces? - Preguntó la sacerdotisa de Sigmar. - El tiempo apremia. Va entrando la noche y ese ritual no se va a desbaratar solo... - Añadió preocupada. - ¿Vamos al otro almacén o rebuscamos mejor en éste?

- Yo optaría por ir al otro, un almacén atiborrado de cajas de vino con guardia dentro no tiene pinta de lugar ritual. Comentó el novicio, mientras pensaba en las duras palabras del Abad de Morr que no se le permitiría de nuevo la entrada...

Gunther esperó con el resto al regreso de Alder, y asintió a sus explicaciones como si entendiera todo lo que decía, y por una vez era cierto, después de todo las pocas neuronas que tenía se habían entrenado en el dudoso arte de defender lugares y machacar enemigos. - Mejor buscar en 13, ser numero del mal y seguro allí haber demonios. - respondió en voz baja, quizá porque el resto tambien lo hacía, quizá porque la niebla invitaba a hacerlo.

Estoy buscando una moneda que lanzar al aire para decir hacia dónde vamos cuando escucho a Adso y a Gunther sugerir que vayamos a inspeccionar el otro almacén.

La verdad es que me da pereza seguir caminando y me preocupa que los guardias traten de detenernos otra vez, pero tampoco es que haya aquí indicios evidentes de que hayamos llegado al lugar correcto. ¿Escribió Magirius un 13 en lugar de un 17? Podría ser, supongo...

—Está bien, echémosle un vistazo al 13. Siempre estaremos a tiempo de volver aquí a que nos muerdan los perros.

El grupo dejó atrás el almacén número 17 abandonando la Hanfenstrabe y accediendo a la zona que bordeaba el río. Para cuando se econtraron a unos pasos del almacén, ya había caído la noche. La niebla seguía siendo una constante en aquella zona de Bögenhafen y posiblemente también en el resto de la villa, aunque eso no lo podían asegurar. El Ostendamm estaba tranquilo y nadie se movía ya por sus vacías y húmedas calles.

De nuevo Alder fue quien se acercó en primer lugar al almacén, sigiloso como sólo él podía ser con el permiso quizás de Adso. Dio una vuelta al almacén y regreó con el grupo haciéndoles una señal para que se acercaran. Ya frente al almacén, pudieron diferenciar un símbolo que colgaba sobre la puerta, una rosacruz. 

Alder les indicó que mirasen al interior del almacén a través de las rendijas de las tablas de madera clavadas sobre una de las ventanas dispuestas en una de las paredes del almacén. Desde allí se podía observar como el centro del almacén estaba vacío y que un montón de cajas con algún tipo de inscripción se habían apilado al fondo del almacén dejando un espacio bastante diáfano. Nadie estaba vigilando a diferencia de lo que sucedía en el almacén numero 13. Con la poca luz y desde la posición que se encontraban, era imposible distinguir el símbolo que identificaba las cajas.

Adso dio una vuelta en sigilo para ver las posibles entradas al almacén... 

En cuanto nos acercamos a la entrada del almacén 13, reconozco el símbolo tallado sobre la puerta. Es la marca personal con la que la espadería próxima al orfanato de Lyonesse, donde me crié, grababa sus armas. Es fascinante lo mucho que se ha expandido desde que yo era un niño si ha conseguido exportar sus exclusivos productos también aquí, a Bögenhafen. ¡Y qué de cajas hay ahí dentro! Debe haber cientos de espadas, qué raro que no haya nadie vigilándolas...

—Pues parece que aquí tampoco es —les comento a mis compañeros—. ¿Queréis que volvamos donde los perros o asumimos de una vez que Magirius nos timó incluso después de muerto?

Gunther meneó la cabeza ante la sugerencia de Chester - Esperar a que volver Adso, luego decidir.

Adso realizó una batida alrededor del alamcén. No pudo localizar ninguna puerta a excepción de la principal. No obstante, a través de algunos listones sueltos de las ventanas, ahora si pudo distinguir una etiqueta en las cajas apiladas contra una de las apredes del almacén. Dichas etiquetas indicaban: "Siles Hillberry, Appleford. Adso conocía esa inscripción, no era otra cosa que el nombre de un conocido comerciante de conservas de fruta.

Cuando regresó con sus cinco compañeros les comentó lo poco que había descubierto. Los seis se tomaron unos momentos para pensar en el siguiente paso. Lo cierto era que en apariencia, en ninguno de los dos almacenes parecía haber nada demasiado sospechoso.

Fue entonces cuando Alder se fijó en la cerradura de la puerta del almacén.

- Sin duda podría abrirla sin muchas complicaciones. - Les dijo a sus compañeros. - Pero no sé que más podríamos descubrir aquí dentro. Al menos no hay guardián, ni perros...

- Podemos dividirnos. - Comentó la sacerdotisa. - No es que sea una opción que me guste demasiado, pero si queremos abarcar más... - Se encogió de hombros. - Al final no están muy lejos uno del otro. Puede que con suerte no suceda nada. ¿Y si nos hemos hecho una idea errónea de todo lo que está sucediendo? - Negó con la cabeza. - No... - Se respondió a si misma. - Vimos "aquello en las cloacas" y Magirius está muerto de verdad. Y hay otro Gunther suelto por ahí y el mayordomo... 

- Podríamos entrar a ver. - Intervino Quartjin. - Igual esas cajas no contienen fruta. - Sugirió. - No sería la primera vez que se guardan armas u otras cosas peores en cajas de fruta u otros productos inocuos... - Metió algo de hierba en la cazoleta de su pipa y la aplastó con el dedo. - O podemos simplemente esperar a ver que sucede. Aquí fuera, dentro o en el otro almacén.

—O quizá me equivoqué y Magirius no puso ni 17, ni 13. A lo mejor era el almacén 11 o vaya usted a saber cuál. Tal vez no era ni un almacén del puerto. Imagino que mi caligrafía tampoco sería muy esmerada si me estuviera desangrando... Gemme tiene toda la razón, algo pasa en esta ciudad. Solo que no sabemos dónde y la única pista que teníamos ha resultado ser muy poco fiable.