Partida Rol por web

 El norteño se queda mirando a Altíos.

 - Continúa, Altíos, Ahora que has empezado no puedes quedarte callado... y menos siendo tú. Ya has empezado y seguro que sabes mucho más. Como se llama ese peligro. ¿Son orcos? ¿Los uzhgardt? ¿Otra cosa? ¿Qué?

 Dice mientras mira de forma insistente al mercader.

Lucha contra si mismo, como si la idea de reflotar esos viejos recuerdos lo fueran a destrozar. Una lágrima rueda por su mejilla, no es que sea u hombre recio de los que no lloran, pero si es un hombre feliz ahora y que las lágrimas no lo abordaban así.

Mira más adelante y las carretas ya han tomado una buena distancia, se van haciendo más chicas y los detalles se pierden. Altíos te mira un momento, pero no mucho y luego vuelve otra vez más a mirar adelante. - Las matanzas. - Le cuesta horrores hablar. - Las crueles matanzas sin sentido, todo lo que tuvieran delante. Animales, personas de diversas edades, razas y sexo, todo era lo mismo para ellos. - Se seca con el puó otra lágrima fugitiva y prosigue. - Había uno que mandaba donde nos atacaron, uno aun más cruel que el resto, ambicioso como él solamente podría serlo, era joven y estaba buscando algo o alguien, pero nunca lo encontró y por eso nos destruyó, mi madre y mi padre me lograron hacer escapar con el coste de sus vidas y también el de mis hermanos, nadie quedó y así tuve que ir hacia el Sur, hasta donde me dieron las piernas. Los reinos después de ver lo real que era la amenaza cuando los empezó a vencer en grandes batallas, estaban ayudados por demonios y demás criaturas que en ese momento no se que eran y ahora tampoco. Orcos, ogros y demás bestias horrendas que no se podían morir por más que uno las cortara en mil pedazos. Pocos quedamos, han sido muchos años para algunos, lo toman solo como una incursión que fue repelida, pero para muchos como yo fue lo más cerca que estuvimos de conocer una noche que dure por siempre. - Y ahora si las lágrimas ruedan libres por sus mejillas.

 Bronás aparta la mirada de Altíos, sintiendose incómodo ante la muestra de debilidad del mercader. Que según cuenta alguna vez ha esgrimido las armas.

 Pasea el símbulo entre sus manos callosas, dándole vueltas y finalmente una imagen le llega a la cabeza.

 - Nigromancia...

 Aquella fulana que quería verme azotado era una puta nigromante, o por lo menos algo al respecto había dicho la muy puta. Como se llamaba... va que importa ahora.

 - ¿Eso tiene que ver con muertos alzado, Altíos?

- Todo lo que te puedas imaginar, demonios, muertos que caminaban, orcos y demás. Hasta en otras ciudades se dijo que había un dragón que estaba muerto los azotaba constántemente. - Ahora si retoman el paso dque llevaban antes, las bestias de tiro comienzan a acelerar su paso y el sol sube lentamente en su paso por llegar a la cima del cielo.

 El hombre continuó mirando el símbulo.

 - Ya veo...- Dijo no muy seguro.

 Finalmente guardó el símbulo entre sus ropas y se acomodó para disponerse a dejar descansar los ojos, la fatiga y las magulladuras de la noche anterior le ayudaron para que se acostara, si quería estar en forma debía descansar.

Y así el bárbaro deja pasar el tiempo mientras sus pensamientos  fluyen. El sol aprovecha y busca ascender hasta la cima del cielo y la carreta va acortando lentamente la brecha con las otras dos que se le adelantaron. Y así como el sol sube, baja y poner fin al día y hasta que te das cuenta pasa el tiempo y arriban a Aguas Profundas.

Una ciudad grande por donde uno la mire, con una muralla que abarca todo, con unos torreones más grandes que de seguro tu tribu podría entrar entrar entera en una de ellas. Un aluvión de gente entra y sale y todas son controladas por los guardias incluyendo la carreta donde vas.

Altíos se maneja con soltura por la ciudad, una ciudad donde uno puede ver todo tipo de gente, humanos, elfos, enanos, medianos, gnomos y hasta un par de minotauros con sus grandes armas en sus espaldas. Se detienen en un comercio muy grande, tanto que las carretas tienen un acceso para poder descargar sin que personas amigos de lo ajeno vean que portaban. Allí un par de muchachos vacían rápidamente la carreta y le pagan a Altíos por lo transportado, el te extiende tu paga y notas que es más de lo acordado. - Te lo mereces y ahora a descansar un poco. - Te guía a una taberna donde comen algo y beben un poco para sacarse la sequedad de la garganta y es ahí donde Altíos te queda mirando. - ¿Qué piensas hacer con respecto a lo has encontrado? Ese mensaje venía a las manos de alguien importante aquí, deberías pensar bien que hacer con el. - Y te espera con paciencia a que le respondas.

 Bronas hizo todo lo posible para simular estoicismo de tipo duro ante la visión de tan magna metrópolis, a penas lo logró. Era una ciudad tan fantástica como lo que había llegado a escuchar de esta. Sin lugar a dudas las tribus tendrían problemas para asaltar un complejo así. Admiró entonces la gallardía de Uzhgart, el padre de las tribus del Norte, tener en jaque una ciudad como esta durante tanto tiempo con los escasos recursos con los que contaba... si no hubiera sido por los orcos... quien sabe hasta dónde hubiera llegado.

 Una vez con la paga en la falquitrera y sentado en la taberna, con el plato vacío deltante y otra jarara entre las manos, el norteño escuchába las reflexiones de Altíos. No tenía una respuesta para el mercader... ni si quiera para él mismo. Por un lado había escapado de aquello paletos de hace unos días, y había protegido la caravana. Pero eso no era suficiente para regresar junto a los Pielescarcha y reclamar su herencia.

 Dió un largo trago mientras su mirada se paseaba por los parroquianos, al terminar comentó.

 - ¿Sabes dónde puedo encontrar al destinatario original de la misiva?

Asiente a tus palabras y con una voz casi como un susurro te responde. - Es un concejero de aquí de la zona, vive en su residencia. Es una persona noble y muy fiel de Tyr, eso lo hace muy confiable y honesto. - Mira a todos lados algo inquieto por estar hablando sobre este tema entre tanta gente y sin poder saber quién podría estar escuchando. - ¿Quieres que te lleve? -

 El norteño asintió.

 - Ya que te conoces la zona y te brindas a ello sería una tontería no abusar del ofrecimiento.- Al terminar de decirlo con su grave voz una pequeña sonrisa apareció en sus labios, durante un momento. Era la primera vez que lo hacía des de que estaba con Altíos, una extraña y peculiar broma.- A esta ronda invito yo.

 Dijo mientras silbaba a una camarera y señalando la jarra de su mano con la otra mostró dos dedos.

Acepta la invitación y toman otra ronda, hablan un poco más de otros temas y luego se encaminan hacia el centro de la ciudad. Este lugar tiene otra muralla que la encierra y aparta del resto custodiada por soldados con un equipo de mejor nivel que los de la entrada. Es el barrio de los nobles y ricos donde solo se puede entrar con un permiso o siendo obviamente residente de este lugar por así decirlo, exclusivo.

Altíos se acerca a la entrada y saluda a los guardias como si fueran conocidos y de hecho lo son, son compañeros y subordinados del hijo del comerciante y lo conocen bien. Este les habla un momento, te estudian y luego asienten. Altíos te hace señas para que te acerques y siguen su procesión mientras que otras personas son frenadas para ser interrogadas para saber lo que piensan hacer puertas adentro de este lugar apartado en el centro mismo de la ciudad.

Te guía hasta una residencia donde una guardia porta dos símbolos, uno de la ciudad y otro de Tyr, has llegado a destino. Nuevamente intercede Altíos pero esta vez te indica que le pases el pergamino que te leyó con anterioridad. Les muestra el símbolo y estos tras dudar un momento se deciden por ir uno de ellos a avisar dentro de vuestra presencia.

 Bronas permanece en silencio mientas esperan a que regrese el soldado. Mientras aguardan el norteño da un vistazo a las fantásticas obras de arquitectura que quedaban a la vista, algunas de ellas sin lugar a dudas deben ser obra de los maestros artesanos enanos, artesanos de renombre, incluso en el norte.

Al cabo de un momento el guardia vuelve escoltando a un hombre con túnica, se le nota prisa en sus movimientos y notas que tiene unas ricas vestiduras. Parece ansioso en tu primer contacto que tienes con él, se inclina tenso y le cuesta arrancar a hablar. - Buenos días señores, soy el asistente del señor Forlank Menastry fiel luchador de Tyr. - Les invita a pasar con un gesto hacia el interior de la enorme construcción, esta presenta diversas ornamentaciones con una fuerte simbología a Tyr, asiendo creer que ese lugar es casi una capilla.

Una vez dentro avanzan en una gran estancia, con diversos cuadros y tapices con motivos tan diversos como llamativos, representan batallas libradas donde este hombre ha estado. Han sido muchas al parecer. Y cuando reparas en el centro de la estancia, vez a ese mismo hombre, pero mucho más avejentado, ahora ostenta más de sesenta años pero su porte es magnífico. Su mirada repara en ti, dándose cuenta de que eres un sujeto de pocas palabras y más acción. Te saluda con el típico saludo de la gente del Norte, se ve que conoce las costumbres y te habla en tu dialecto, que no es muy diferente del Común, pero que hace notar que ha estado un buen tiempo entre tu gente o algunas personas de tu gente ha estado mucho tiempo con él. - Saludos, me presento. Soy Nigel  Terry y vuestra presencia aquí es bien recibida. - Invitando con un amable gesto a que compartan la mesa que está servida con cerveza ligera y pequeños bocados de comida. - Díganme por favor con quienes estoy hablando. - Buscando romper más el hielo que queriendo ser inquisitivo.

 El norteño asiente ante las formas del sureño y se presenta, posando una mano sobre su pecho anuncia.

 - Soy Bronas, Bronas Boranasson. Hijo de los Pielescarcha. Recorro las tierras de más allá de los Pielescarcha probando mi valía para suceder a Boranas en su liderazgo del Clan de los Pielescarcha.

 Su voz es grave y solemne. Consecuente con la situación.

Algo impresionado ante la presentación de Bronas, el señor te mira con respeto. - Todo un placer tener a alguien como usted en mi residencia. - Altíos también se presenta y Nigel también le contesta educadamente. - Pero ustedes no están solo para hablar de nuestros nombres y que hacemos, están por algo más. Una carta a mi entender. - Altíos no duda en brindarle el pergamino que todavía tenía en sus manos y el noble lo lee. Su cara se estremece un poco ante las afirmaciones que se encontraban en tan simple papel. - ¿Hay pruebas de esto? - Pregunta más para reafirmar lo que leyó y los mira a ambos. Altíos te mira con un gesto significativo y Nigel entiende rápidamente que las demás pruebas loas tienes tu, pero no te presiona a que se las brinde, espera respetuoso si las deseas brindar o no.

 El norteño saca de entre de sus bolsillos de la armadura, más bien de su jubón, un sencillo y gastado símbulo de madera.

 - Esto es lo que tengo. Nad amás. Cuando me adentré en el cubil de los trasgos que dieron muerta al mensajero, lo hice en ocmpañía de un joven. Dejé que se quedara con la armadura, y la espada.

 Tendió el símbulo al siervo de Tyr para que lo examinara.

- Me parece justo y no tiene importancia esos objetos. - Te responde el noble. Mira el símbolo y sus firmes manos cavilan un poco cuando lo observa. - Esto es algo muy grave. - Atina a decir, mira el símbolo y su mente vaga hacia recuerdos lejanos, pareciera ser que a toda persona mayor que a uno se le muestre este símbolo se pone a recordar su pasado con cierto dolor.

Notas como el asistente lee también la nota y mira un momento a su señor, este le asiente sugestivamente y deja que el asistente se valla.

Altíos se te acerca un poco y te susurra. - El otro pergamino, el de las escrituras extrañas. - Tratando de ser lo más disimulado posible. Y luego se vuelve a su lugar.