Partida Rol por web

Hace varios días, la aldea de Socanth reclutó vuestra ayuda para ayudarles a rechazar una plaga de viles muertos vivientes, que el enfadado hechicero y necromante Thomas Ochjan había enviado contra ellos. El combate había sido intenso pues las hordas de muertos noparaban de llegar pero al fín, tras varios días de intensa lucha parecía que los muertos hubieran sido derrotados.

Son las tantas de la noche en la Posada del Halcón Gris y estáis devorando una cena más que merecida. Una banda de aventureros con más experiencia se ha dirigido al norte, hacia los Picos Barrera, para acabar con el necromante, mientras vosotros –junto con otros aventureros– os quedastéis atrás, protegiendo la ciudad y disfrutando de un trabajo bien hecho. Mientras os consoláis, compartiendo una jarra con los aldeanos que lucharon a vuestro lado, se hace el silencio en el local cuando un encanecido bardo comienza a recitar su balada. Relata la defensa de Socanth y los héroes que la salvaron, incluyendo a vuestra pequeña banda de aventureros.

Nuevas rondas de bebida gratis recorren la sala común y, para la hora bruja, os habéis repuesto ya de la fatiga que supuso una semana completa de intensivos combates. Horas más tarde, los festejos han finalizado y los reunidos vuelven a sus casas. Solo vosotros permanecéis en la sala común. Bostezando, comenzáis a recoger vuestras cosas para acostaros cuando, de repente, se abren de par en par las puertas de la posada.

Un solemne guardia –todo lo que queda de la milicia de la ciudad– entra en la posada y os mira con aspecto cansado: 

-Algo va mal-dice preocupado.

Ah. La satisfacción del deber cumplido... y todas las demás.
Habíamos destripado a innumerables zombies, cosa que no servia de mucho pues los muy desgraciados, seguían avanzando con las tripas colgando, cosa que daba bastante asco por cierto.
Los habíamos quemado, desmembrado, aplastado, descabezado y por mi parte, ya empezaba a barajar la posibilidad de escabecharlos cuando al fin cedieron los muy desgraciados.
Y allí estábamos los cuatro. En la taberna. La cena era suculenta, la bebida mas. Y las camareras... aun mas.
Y por mi parte, con cierta sonrisilla, aprovechando que me hallaba sentado al otro extremo de mi compinche paladin, había aprovechado para engrosar las finanzas del grupo cortando alguna que otra bolsa. Eran cosas de nuestro oficio.
Y me hallaba yo en ese preciso instante, meditando con el grado adecuado de seriedad, sobre entrarle a la tabernera pelirroja, a la rubia, a la morena o a las tres a la vez, que diablos, cuando un guardia entra.
Vaya cara que trae el guardia.
Y claro. Se tiene que parar justamente delante de nosotros, supongo que por ser los menos borrachos del lugar, pero por poco claro.
El guardia va y nos suelta una frase solemne, se veía venir, y yo suspiro. Miro a los míos, me encojo de hombros, termino mi ron y me limito a añadir.
Bueno. Eso en mi idioma es una posible paga extra.
Callo, y espero a que mis compinches reaccionen, mientras palmeo con mi zurda la empuñadura de mi sable.
Y como nos conocemos, pero mucho, todos captan lo que quiero decir con el gesto de marras.

Mel habia celebrado por todo lo alto su triunfo, no era un enemigo que nunca se habia enfrentado, pero esa cantidad sin duda era nueva para ella.

En la posada se habia quitado la suciedad acumulada de la semana y desde el primer momento no habai dejado de tener una jarra en su mano. Ella vivia al limite sin preocuparse de las consecuencias, sabia cual seria su final asi que mientras no se preocupaba de trivialidades. Ademas su actuacion en la defensa desplegando sus aptitudes magicas con toques oscuros muy proximos a los del nigromante no tenia que preocuparse ni de los borrachos ni de los hombres con malas intenciones.

La fiesta se rompio cuando entro el guardia, ella no se fijo hasta que abrio la boca, se encontraba tumbada encima de una mesa sujetando encima suya una jarra medio vacia que iba realizando tragos incorporandose cada vez. 

Su compañero comento de la paga, ella se incorporo... BUUURRRRP!!! resono por todo el comedor....inmediatamente sonrio por la delicadeza de la situacion, Bueno, si hay trabajo no tendre que lamentarme por despertarme en una cama ajena...dice con una sonrisa de borracha.

El nigromante les había mandado una nutrida horda de no muertos. Parecía desbocado, sus ansias de destrucción se habían radicalizado hasta el punto de haber puesto difícil el éxito de la contienda. Aunque eso nunca lo reconocería, ni para mi mismo. El cuantioso número de enemigos no hacía más que aumentar mi seguridad en mis artes y poderes. Muy pocos tenían mi gracia y privilegio. El toque de Ylias me hacía superior en poder y me distinguía de cuantos hechiceros locos pudiesen confundir su locura con cualquier atisbo de éxito que creyesen haber visualizado en sus delirios enfermos.

Me gustaba el ambiente de la posada, me gustaba beber y comer en abundancia, pues antes que paladín era un miembro de mi gloriosa y orgullosa raza. Tenaz y valiente como ninguna que haya pisado esta tierra.

No necesitaba del reposo que nos ofreció el final de la batalla. Preferiría haber ido al norte y no quedarme aquí en la retaguardia. Pero estaba más que seguro que mis servicios serían reclamados temprano. La impresión que dejé en la batalla, junto con mis peculiares compañeros, no podía ser menospreciada por mucho tiempo.

Y en esos pensamientos estaba cuando entró ese frágil y abatido guardia.

- Pues dinos de qué se trata y dónde tenemos que ir a librar batalla esta vez. ¿Tal vez la misión del norte ha fracasado y ahora os dais cuenta que en la retaguardia deben quedarse los frágiles para que se recuperen de sus heridas y que sólo los poderosos debemos tomar las riendas en las batallas importantes? - dije mirando al guardia con cierto desdén y acompañando mis últimas palabras de un sonoro golpe de mi jarra en la mesa.

kok koook kok! no pudo evitar de imitar a la exotica criatura del krin real, conocido tambien como el pavo de los reyes.

Habían sido unos días duros los que habían tenido que vivir, pero por fortuna todo había acabado, por lo menos por el momento, y en esos instantes se encontraban celebrando la victoria. Era una victoria relativa, y eso Zorro lo sabía bien, pues aunque hubieran ganado esa batalla la verdadera lucha estaba muy lejos de concluir. Pero, a pesar de que habían sido algunos los que se habían dirigido al norte para acabar de raíz con el mal que azotaba la zona, ella consideraba que había llegado el momento de celebrar la victoria conseguida y permitirse un más que merecido descanso.

Se encontraba a gusto entre esa gente, tan distintos a ella, tan distintos entre sí. Había luchado codo con codo junto a ellos, como compañeros, como hermanos y esa era una sensación difícil de describir pero que era la que quería sentir durante mucho tiempo.

Mientras comía y bebía, siempre con moderación, observaba tanto a sus compañeros como al resto de los parroquianos que, la mayoría ya bastante cargados de bebida, cantaban, reían y celebraban aquella frágil victoria, y Zorro reía alegre al ver a la gente contenta. Y llegó la hora de las historias que a la elfa tanto le gustaba escuchar, el sonido de la voz del bardo conseguía transmitirle la emoción de las grandes aventuras, pero escuchar su propia historia, la misma que acababan de vivir, era mucho más emocionante aún.

Poco a poco, bien por cansancio o bien por los efectos del alcohol, los lugareños iban abandonando la posada y Zorro, siguiendo su buen criterio iba a imitarles, dejando a Marcus observando a todas las jóvenes del local, a Mélura con su jarra de bebida y a Ramel con su comida. Pero ni siquiera tuvo tiempo de levantarse y mucho menos de despedirse pues alguien acababa de entrar y todo en él indicaba que no traía buenas noticias. Y sus temores se confirmaron cuando el soldado, pues tal era aquel hombre, pronunció aquellas simples tres palabras.

—Decidnos que os preocupa, quizás podamos ayudaros.

Zorro, que apenas había bebido, agudizó todos sus sentidos expectante ante lo que fuera a escuchar a continuación y preparada, a pesar del cansancio, para entrar en acción y ayudar a cualquiera que lo necesitara.

 Los combates codo con codo de los días anteriores han hecho de él un viejo amigo. Os pide que le acompañéis fuera y señala uno de los canales de desagüe que jalonan la calle.

-Las ratas están huyendo-os dice señalando algunas pequeñas criaturas que salen del desagüe- hay algo ahí dentro.

El acceso principal a las cloacas se encuentra junto al único templo de la ciudad. Camináis un trecho por las calles de la Socanth, pese a que la limpieza de cuerpos y las piras han sido eficaces, aún se nota la destrucción y el caos que ha arrasado la ciudad. Por la noche las calles están prácticamente vacías pues el resto de civiles permanecen encerrados en sus casas como presos de un toque de queda voluntario. Todos los demás guerreros de la ciudad están heridos o lesionados, quienes estaban en mejor estado de salud partieron hacia el norte, en busca de Ochjan. De entre quienes quedan en la ciudad, cuatro vigilan los muros, mientras el resto están durmiendo ya la borrachera de la noche.

-Por favor sois los únicos guerreros que quedan en la ciudad... al menos que se mantengan en pie. Comprobad si queda algún muerto viviente en las cloacas-os pide cuando llegais a la entrada de las mismas- no podemos permitirnos que nos cojan por sorpresa o sería un desastre.

Menudo ambiente que se respira en la ciudad.
Claro. A causa del hedor de la carne frita, tanto de muertos normales como de remuertos. Verdaderamente, era un aroma insipirador si.
Y eso sin contar con el ambiente. Es que solo se oia el resornar de nuestros pasos y algun lamento que otro por aqui y por alla. Y yo, que acompaño al grupo hasta el exterior no puedo evitar soltar una breve carcajada antes de decir.
Buen cambio de plan si señor. De posible orgia a explorar las cloacas. Hay que ver que suerte tenemos.
Pero me encojo de hombros, echo a un lado mi capa y compruebo que tal se desliza mi sable en su vaina. Y satisfecho con la comprobacion, miro a Arnenson y concluyo diciendo.
Dile al consejo de la ciudad que nos debe una paga extra por el trabajo. Veamos si ahí dentro hay una fiesta de ratas o de algo mas.
Y a grandes zancadas, me aproximo al umbral de las cloacas, cuya puerta esta cerrada lógicamente.
Y de pronto, desde la muñequera de mi antebrazo derecho, aparece una ganzúa.
Se oye un leve crujido y despues, el chirrido ominoso de los goznes atacados por la herrumbre.
Y yo sonrio levemente, guardo mi ganzua y me adentro en la oscuridad con la diestra apoyada en la empuñadura de mi sable sin dudarlo ni un segundo.
Claro. hasta que las jodidas aguas fecales me llegan hasta los tobillos mientras las puñerteras ratas bailan entre mis botas.
Por tanto, y lamentando estropear el dramatismo de mi entrada voy y suelto.
¡Eh compinches, algo de luz vendría bien si!

El grupo se despidió del guardia y entró en las cloacas. No era un lugar agradable, era oscuro a pesar de la antorcha y no parecía ser el sitio donde a nadie le gustaría pasar una jornada de trabajo. Las cloacas llevaban casi una linea recta hacia el cercano río pero rápidamente el grupo se dio cuenta de que no era de ahí de donde procedían las ratas. A pocos metros de donde estaban, las ratas habían abierto un agujero en un muro decrépito de donde se podía ver como de cuando en cuando salía alguna alimaña.

La ilusion de toda chica....terminar la noche en una alcantarilla.....cuando Mel observo de donde procedian las ratas hizo una mala cara...pufff solo nos falta entrar ahi....genial...lo que me va a costar limpiar de mugre la ropa...

Mel reviso todo el grupo de arriba abajo descaradamente, Ramel creo que entras perfectamente comento con una risita burlona.

Cuando llegaron a esta ciudad el ambiente, aunque tenso debido a las noticias que llegaban del norte, era el de cualquier ciudad. Bullicio, gente arriba y abajo metida en sus negocios y quehaceres, ... vida en las calles.

Ahora de esa ciudad sólo quedaba una imagen borrosa como la vista a través de una pira de cadáveres carbonizados que aùn humeaba acabando de consumir los últimos restos de los muertos y los ahora sí muertos yacentes. No quedava más que un pequeño aliento de vida, derrotada y exhausta que sólo la mantenìa en pie la pequeña ilusión del descanso tras la última batalla y una aún imperceptible esperanza de poder retomar la actividad, aunque sea para poder llorar los muertos y sanar los heridos.

Arneson los acompañó frente la entrada de las cloacas. Y ahí Marcus usó sus buenas artes con la puerta. Arneson los dejó tan pronto como se adentraron en las apestosas entrañas de la ya maloliente ciudad.

Y la siempre sagaz y despierta hechicera Mélura ya me estaba usando de diana otra vez. Pudiera parecer que no era forma de pedirme esa iniciativa pero ya estaba acostumbrándome a su lengua incitadora. Y podía ser buena idea que yo fuera delante dado el tamaño del agujero. Tendría más capacidad de maniobra que mis compañeros humanos.

- Está bien, está bien, dulce Mel. Yo iré a inspeccionar y a limpiar de polvo el agujero para evitar que tu bello porte y delicados ropajes se vean en un apuro. - le digo no sin cierto cariño que no sería notado por cualquier estraño que no hubiera pasado tan duros días juntos y creando fuertes lazos amistad o almenos profunda camarería.

Con la empuñadura de mi martillo delante, apartando alguna que otra rata, olí el aire que salía del agujero, escuché atentamente, y crucé el muro despacio tanteando el suelo lleno piedras del trozo derrumbado. Aún con tan poca luz, mi visión era capaz de percibir lo que había frente a mi y a mi alrededor.

Ratas. De todos los animales que podían existir las ratas me daban auténtico repelús, siempre revolcándose en la basura, entre cadáveres, entre las mayores asquerosidades. Buf… Menudo asco. Pero Arneson tenía razón, pocos éramos los que aún nos manteníamos en pie, por no decir que sólo estábamos nosotros cuatro y dudaba que mis tres compañeros estuvieran al cien por cien.

Como no podía ser de otro modo, el soldado nos llevó hasta las cloacas. No, no podíamos ir a una fiesta o en mitad del campo, tenían que ser precisamente las cloacas pero no podía echarme atrás y mucho menos iba a dejar que, en el caso de que aún existiera alguno de esos cadáveres andantes por ahí, teníamos que acabar con ellos cuanto antes para que los pocos supervivientes pudieran estar tranquilos, aunque eso no cambiaba el hecho de que no me pareciera muy prudente entrar sin más allí.

Pero había que hacerlo.

Me seguía sorprendiendo la facilidad que tenían algunos humanos para conseguir manejar toda clase de cacharros para, de esa forma,lograr abrir puertas, arcones y cantidad de cosas más. Y quizás por ese motivo me quedé mirando embobada a Marcus mientras abría la reja que nos adentraría en el apasionante mundo del fango, la mierda y cualquier tipo de inmundicia que se pudiera uno imaginar, y por supuesto… ratas.

—Deberás darte un buen baño si quieres continuar con tus planes iniciales. No creo que tus… amigas estén muy dispuestas a disfrutar del aroma con el que saldremos de aquí.

Si es que salimos.

El arco no me iba a servir de mucho en aquel lugar, aunque de todas formas lo dejé preparado de tal manera que pudiera ser fácil de coger, y me quedé con mi espada en la mano mientras avanzaba, con paso más seguro que mis compañeros debido a mi facilidad para ver en ambientes oscuros, siguiendo el rastro de las ratas. Por supuesto no podían ir directas al río, tenían que adentrarse en otro maldito túnel.

—Creo que se os va a pasar rápido la borrachera —dije con cierta sorna mirando especialmente a Mélura—. ¿Ves algo Ramel? —El enano tenía las suficientes agallas para lanzarse de cabeza a la oscuridad y detrás, no nos quedaba más remedio, iríamos nosotros si queríamos averiguar qué estaba pasando.

En medio del hedor, de las ratas que nos rodean, y de alguna que otra voladora que hay, pues se ha acercado demasiado a las punteras de mis botas, resuenan, cavernosamente, mis carcajadas tras el comentario de zorro.
Se nota niña que no eres adicta a ciertos antros tanto como yo. Créeme. Una buena bolsa de metal dorado, basta para conjurar tanto olores, como cicatrices, como malformaciones o lo que sea.
Dicho esto, pues que los míos se van adentrando en este nuestro particular pozo de inmundicia suciedad y ratas, muchas ratas, yo echo atrás la capucha de mi capa, por que entre unas cosas y otras, no es que se vea mucho y prosigo mi avance con paso firme hacia las profundidades del abismo.
Lo cual, claro, no evita que alguna que otra rata salga volando mienrtas resuenan mis maldiciones y ademas, resuene de vez en cuando el crujido de huesecillos al romperse cuando atrapo una bajo mis botas.

El enano vio antes si las ruinas de un pasaje mucho más antiguo que las cloacas. Tras decirles lo que veía a sus compañeros no tardaron mucho en despejar de piedras la grieta lo suficiente para poder pasar tdos y continuar la exploración. 

Queda claro, al avanzar unos metros por el estrecho pasillo, que lugar es éste. Las antiguas catacumbas de Socanth. A los largo de las paredes se alinean los restos óseos, como hatos de leña. Muchos han caido al suelo donde las ratas y carroñeros los mordisquean. El grupo siguió avanzando en silencio unos metros hasta llegar a una sala un poco mas amplia donde se encontraron el primer problema. El suelo había cedido ante el constante desgaste de un arrollo subterráneo dividiendo la estancia en dos...

Proseguimos nuestro avance pòr el camino encontrado por nuestro compinche paladin. Y para todos es obvio que hemos dejado atras las alcantarillas.
Ahora, avanzamos por la catacumbas de la ciudad. Y por mi parte, echo de soslayo, de vez en cuando, alguna que otra mirada a la decoracion de las paredes.
Mas que nada, por si a alguno de aquellos colgaos, literales, le diera por querer montar un poco de juerga.
Mas nada sucede... de momento.
Hasta que ante nosotros, aparece una sala mas amplia, con un flujo de agua que discurre por su medio.
Y yo, tras examinar las orillas, salto por encima, con estilo y con la capa ondeando claro esta, para aterrizar al otro lado listo para desenvainar.
Hala. Asi directamente.
Y mientras permanezco a la espera de que mis compinches me acompañen, digo.
Podria haber examinado el entorno con detenimiento. Pero estamos de caza y creo que es hora de remover un poco el avispero a ver que pasa. Ademas...
Y sonrío en la penumbra.
Ya sabéis, soy de la opinión de que el estilo ante todo peña.

Nos adentramos en unas siempre lúgubres catacumbas, hasta encontrarnos con un arroyo. Veo saltar a Marcus al otro lado y decido hacer lo mismo. Tenemos que inspeccionar más adentro y asegurarnos que no existe ninguna amenaza para la gente de la ciudad yaciendo bajo sus cimientos.

El alcohol hace mella en mi y no calculo bien el salto. Toda la habilidad que ha mostrado Marcus saltando es la que me falta a mi. Aterrizo al otro lado por poco y tengo que usar las manos para no caer de morros en el suelo.

En silencio pero maldiciendo por mis adentros me incorporo y espero a mis compañeros. Espero que no hayan bebido tanto como yo. Si lo sé, no bebo las dos últimas. Lo que prometía ser un descanso de ebrio sopor se ha convertido en una nueva misión, otra vez rodeados de cadáveres. Por suerte, estos se mantienen quietos.

Mel avanzo entre el grupo, por suerte el pasillo se ensancho para poder pasar mas adecuadamente, aunque no pudo evitar comerse alguna que otra telaraña...la gente no entendia que una cosa era la nigromancia y la otra eran los bichos...no tenia porque gustar las dos cosas...

Una vez al otro lado, echo un vistazo alrededor, vio la separacion...y soplo el mecho de pelo de la cara para apartarselo ruidosamente.

Se subio algo el vestido para que pudiera saltar correctamente y salto. Llego justito al otro lado y con un equilibro...discutible. Cuando miro a sus compañeros...Probarlo vosotros con vestido! ya vereis que divertido...mientras se planchaba el vestido con la mano.

Aquello no tenía ningún sentido. Yo era la que tendría que estar encabezando la marcha, al fin y al cabo era la que más conocimientos tenía del tema, la más ágil, la que mejor veía en la oscuridad pero en cambio, ahí estaba, caminando la última. De acuerdo que me había demorado más de la cuenta entrando por aquel túnel. Bueno, si se daban de bruces contra algo que no se esperaban y sin previo aviso sería culpa suya. Como aquel arroyo cuyas aguas habían roto hasta la piedra.

Suspiré viendo cómo saltaban, con mayor o menos agilidad, mis compañeros y, a pesar de que apenas había bebido y quizás debido a mi orgullo mal llevado, cuando llegó mi turno a punto estuve de caer al agua. Por los pelos, así había sido mi éxito en aquel salto. Sin embargo, el haber estado a punto de caer de bruces en la más que probable fría agua, había servido para apaciguar mi malestar ante lo que consideraba una afrenta hacia mí y, sobre todo, había calmado un orgullo que hacía mucho tiempo que no salía a relucir.

—Prosigamos, cuanto antes demos con esos malnacidos antes nos podremos retirar a descansar—dije simplemente intentando desviar la atención de mi casi fallido salto.

El grupo saltó sobre la grieta como si de un pequeño socavón se tratara. Por suerte para ellos sin percance alguno pues de haber caido... difícilmente hubiera podido salir de allí. Nada más se oía en aquel lugar excepto el correteo nervioso de alguna rata que se alejaba de la luz de la antorcha.

El grupo se alejó de la grieta con intención de continuar avanzando. Delante de ellos el único camino posible era un largo y angosto pasillo donde apenas cabía una persona.