Partida Rol por web

Un enorme y fiero oso apareció a la espalda del monstruo que estaba siendo rodeado por el bisonte y la agresiva bisarma de Tassabra. Se abalanzó sobre él con garras y dientes, perforando una y otra vez su cuerpo compuesto por pintura.

Ruru asintió satisfecho ante la gran actuación de su amigo ursido. No obstante, el verdadero peligro estaba junto a Minvant y Tassabra aquella extraña bruja era peligrosa de verdad. El enano se movió hacia ella y lanzó uno de sus últimos conjuros.

- ¡Poderes de la naturaleza, que el frío se cebe con ella! - Y una ventisca helada rodeó a la bruja.

Señor Pinckles siguió a lo suyo, mordiéndo, desgarrando y abrazando no de forma amistosa a aquel ser corrupto y demencial. Pero pese su repulsivo aspecto, Señor Pinckles no parecía demasiado intimidado. 

- ¡Graaaaw! - Gruñó mientras mordisqueaba la cabeza de aquel ser.

Tassabra se posicionó detrás de la sacerdotisa y atacó desde allí. En ese momento apareció Ekarion para convertir a la Cazadora en una enorme guerrera. El arma espiritual de Minvant se zarandeó sobre la cabeza de uno de los demonios, sin éxito, de modo que fueron los osos de Ruru los que se enzarzaron el combate singular contra aquellas criaturas. El druida trató de encontrar un ángulo desde el que lanzar su conjuro, pero su magia helada no hizo nada a la bruja sobre el caballo.

La sacerdotisa no supo hacia donde moverse, tardó demasiado tiempo en reaccionar y la bruja se lanzó sobre ella, atacándola sin piedad. Su montura la agarró y la apresó con sus dientes, rezumando pintura tóxica.

—¡Necia, detrás de mí! —repitió Tassabra.

Tassabra cargó su ataque y envió una lanzada contra la mujer del caballo pero erró el ataque.

Pinckels repitió la jugada y siguió intentando matar a su presa. Soltó a aquella bestia y comenzó a lanzar dentelladas y zarpazos a diestro y siniestro para luego tratar de nuevo de apresar a aquel ser demencial.

El oso convocado soltó a su enemigo, lanzó sus garras, rasgó la piel de éste tratando de agarrarle y finalmente lanzó un mordisco que el demonio logró esquivar.

Por su parte Ruru decidió lanzar un conjuro defensivo. No le quedaba mucho más en su arsenal, pero estaba convencido de que aquel conjuro contribuiría a que el combate se saldara sin bajas entre sus aliados.

- ¡Madre natura, mientras mis aliados estén en comunión con la roca, serán tan duros como ella! - Conjuró.

Ekarion observó con atención al jinete, el mísmo que estaba en la pintura, y por ciertos detalles en lugares donde debería haber habido separación física y sólo se vislumbraba una sombra confirmó sus sospechas - Es un constructo de pintura - gritó a sus amigos - como los pulpos. - aclaró antes de sacar un trocito de carne seca y gomosa del bolso de componentes.

- Sjach Vervesh - entonó en dracónico, y apretó el componente en el puño, cuando abrió la palma un lago de tentáculos negros surgió cerca del combate, abarcando y atacando al jinete pintado.

Unos oscuros tentáculos se abalanzaro sobre el jinete, apresándolo. La bruja intentó liberarse, pero no pudo hacer nada. Nada, excepto deshacerse en un charco de pintura, filtrándose a través de las grietas del suelo. Minvant ya sabía lo que había, retrocedió hasta situarse cerca de la oss y canalizó un conjuro para sanarse las heridas. Mientras tanto, los osos hacían su trabajo manteniendo a raya a los demonios. Uno de ellos cayó bajo las zarpas de Señor Pinckles.

—¡Toma, a la cabeza! —rugió Tassabra, abriendo la cabeza de la criatura que quedaba en pie como si fuera un melón.

Ruru ordenó a sus osos que cubrieran la zona donde había desaparecido aquella bruja. Si se le ocurría regresar a por más, se encontraría con cuatro garras y dos mandíbulas llenas de dientes listas para comer pintura si hacia falta.

El enano por su parte, sabiendo que Minvant estaba herida corrió en su ayuda. Pasó ir debajo de las piernas de la enorme Tassabra y se colocó a la espalda de la sacerdotisa. Entonces la tocó transmitiendo la magia curativa de su cinturón.

- Ésto te aliviará... - Le dijo.

Ekarion se acercó a sus compañeros, atento a lo que pudiera pasar con la mancha de pintura que había desaparecido entre la tierra. 

Expectantes, los compañeros permanecieron a la espera del próximo movimiento de la bruja. Tassabra y Minvant sabían que volvería a aparecer, solo era cuestión de tiempo. Ruru se acercó a sanar a la sacerdotisa y ésta se lo agradeció, mientras Ekarion se aproximaba para estar con el grupo.

La pintura comenzó a formar un charco en el suelo y la bruja sobre el caballo volvió a formarse frente a la Cazadora, atacándola. Pero Tassabra estaba prevenida, su presencia no fue ninguna sorpresa. Margarita estaba esperando el momento adecuado para atacar, de modo que ante la aparición de la criatura, embistió contra ella.

Tasabra no perdió el tiempo, en cuanto vio aparecer a la bruja, le soltó un golpe con la cadencia de unas rocas cayendo por la ladera de la montaña.

El oso convocado por Ruru lanzó un par de zarpazos contra la bruja. Quizás por lo apretados que estaban todos, no fue tan letal como acostumbraban, pero aún así logró rasgar la piel de aquel ser de pintura quizás lo suficiente como para acabar con éste.

Pinckels avanzó unos pasos y lanzó también una zarpazo. Por si había dudas de que aquella cosa hubiera sido destruida o no, la partió por la mitad de un zarpazo, separando jinete de corcel. 

El combate había acabado.

Cuando la osa acabó con la criatura, ésta se deshizo en un montón de pintura. Señor Pinckels acabó con las zarpas llenas de una pintura grumosa de color gris y turquesa un poco sospechosa y, quién sabía si probablemente tóxica. Minvant se aproximó a la osa para hacer esta comprobación mientras los demás miraban alrededor en busca de más enemigos.

El lugar era sombrío y deprimente, daba la sensación de no tener fin. Aunque nadie más los atacó en los segundos siguientes a la destruccion de la bruja, el aire estaba demasiado viciado. Los gusanos se retorcían en el suelo chillando, gimiendo y arrastrándose sin una dirección concreta. En el interior del saco, el gusano que había guardado Tassabra se retorcía con violencia.

Ekarion se dispuso a identificar cualquier traza arcana del lugar cuando el suelo comenzó a resquebrajarse y el terreno comenzó a desaparecer. Hebras de pintura ascendieron hacia arriba, como si la gravedad estuviese invertida, mientras los gusanos flotaban y desaparecian en el cielo. El lugar iba a colapasar de un momento a otro, el dragón estaba seguro de que volverían al otro lado del cuadro y abrió la boca para hacerlo saber una fracción de segundos antes de que fueran absorbidos hacia arriba por una especie de huracán en el cielo. 

Aterrizaron sobre la hierba, en el jardín de la torre que habían ido a visitar. El mayormodo que los había guiado hacia el despacho de su señor lanzó un grito agudo de sorpresa cuando el dragón cayó encima de él, pero desde luego mejor Ekarion que no la osa, que aterrizó con Ruru en brazos y podría haber chafado al enano. Quién si fue chafada fue Tassabra, pero no por la saceredotisa Minvant, que aterrizó a su lado, sino por un completo desconocido tumbado encima de ella.

Un elfo.

El elfo se removió sobre la armadura de Tassabra, la Cazadora notaba su peso encima, pero al hombre le costó un poco averiguar dónde estaba. Movió la cabeza, tenía el cabello tan largo que su pelo se mezcló con el de Tassabra y le rozó la mejilla con la barbilla. Y eso solo lo había hecho su marido.

El elfo levantó la cabeza y la miró. Cuando la reconoció, o simplemente asimiló que estaba encima de una mujer acorazada, levantó la boca en una media sonrisa. Una sonrisa muy canalla.

-Hola -murmuró.

-¡Señor Walfried! -gritó el mayordomo apartando al dragón sin mucho miramiento-. ¿Está usted bien?

Minvant sacudió la cabeza y miró hacia la pintura. La pintura del lienzo había comenzado a derretirse y la pintura se desbordaba por el marco.

Todo sucedió muy rápido. Tras deshacerse del último monstruo de pintura, fueron expulsados del artefacto mágico que era aquel cuadro. Todos incluido el señor Walfried, a quién no había visto en el otro lado del cuadro. Aquél elfo sabía esconderse bien.

- Gracias Señor Pinckles.- Le dijo a su osa al aparecer en sus brazos evitando una dura caída contra el suelo. - ¿Se encuentra bien, señor Walfried? - Le preguntó al dueño de la casa que habían dejado atrás. - Somos cazadores imperiales y estamos detrás del criminal que le entregó el cuadro asesino. - Desveló Ruru. - ¿Vio al repartidor que lo trajo? ¿Sabe quién se le envía? ¿Algún enemigo manifiesto?

Tassabra tensó la mandíbula y se desembarazó con del Lord elfo con la facilidad que daba haberse peleado en callejones oscuros de los bajos fondos de Akraleuka desde que llegara a la capital.

—¡Señor Walfried! —dijo también Tassabra, aunque en un tono muy diferente al del mayordomo, uno que prometía dientes saliendo disparados en todas direcciones.

La antigua capitana de la guardia se levantó del suelo limpiándose los terrones de tierra y hierba que se habían quedado pegados a la armadura. Mientras el elfo contestaba las preguntas del enano, le dedicó una mirada furibunda. Parecía que el lord hubiera salido borracho de una fiesta aristocrática en vez de en una prisión extradimensional en la que había sido poliformado en un gusano.