Partida Rol por web

La magia de aquellos dioses que eran ajenos a los imperiales la recorrió, fortaleciendo su cuerpo y su alma. Tassabra no era la persona más pía, sólo era una persona que apreciaba los resultados, y agradeció el sortilegio de la sacerdotisa. Tiró una lanzada a la bruja y la detuvo en seco antes de que siguiera avanzando.

Después, le tiró dos lanzadas, pero vio que era más dura de lo que esperaba.

Minvant rebufó al comprobar que la criatura era más complicada de golpear de lo que parecía en principio.

-¿Qué es esta cosa? ¿De qué está hecha? -preguntó-. No importa, ¡Uriel, golpea como un hijo de la Tierra!

Un enorme martillo apareció detrás de la criatura y se abalanzó sobre su cabeza, pero Minvant debió calcular mal la distancia porque no impactó.

-Mierda -masculló, fastidiada-. ¿Por qué nunca funciona a la primera? 

La bruja se sintió molesta, irritada, fastidiada, o todo a la vez. Era imposible determinar lo que le sucedía, solo era un montón de andrajos sobre un caballo descarnado cuyos dientes eran afilados como colmillos. Levantó el cetro y sacudió la cadenas. Las criaturas que había al otro lado del foso comenzaron a moverse de forma pesada hasta el centro, recogiendo por el camino los gusarapos que se retorcían en el suelo. El gusano de Tassabra se removió en el saco, gritando y lanzando lamentos.

Igual que un desprendimiento imparable, Tassabra golpeó a la mujer de la túnica ajada con la furia y todo el peso de la montaña.

-¡Bien hecho! -alentó la sacerdotisa al ver que el golpe había sido efectivo. Movió la maza esta vez en dirección a las cosas que se estaban acercando y descargó un golpe contra ellas, al tiempo que tocaba a Tassabra-. ¡Uriel está contigo!

Ante los ojos de las dos mujeres, la bruja soltó su báculo de cadenas, que cayó al suelo, y comenzó a... deshacerse. Su cuerpo comenzó a derretirse hasta quedar convertido en un charco de pintura, la misma que los cefalópodos habían dejado en casa de Angelo. Tassabra contempló aquello con atención y observó que se estaba escurriendo entre las grietas del suelo, hasta desaparecer.

Las criaturas que se acercaban volvieron a avanzar, una de ellas fue directa hacia la sacerdotisa. Alzó las manos, sus brazos estaba cubiertos de cadenas, en su cuello las portaba como collares. Abrió la boca para gruñir, las cadenas unidas al báculo comenzaron a temblar, a serpentear, a retorcerse. Una de ellas se sacudió como un látigo contra la sacerdotisa y le golpeó en la cara, abriéndole un tajo.

La otra criatura miró fijamente a Tassabra, su rostro era horripilante, los cuernos ensangrentados, los ojos blancos. A la velocidad de un parpadeo, el rostro de la criatura se deformó para mostrarle el rostro de ensangrentado de Martha, justo antes de volver a ser aquella cosa espantosa.

Tassabra le devolvió la mirada a la criatura que había cambiado su rostro por el de Martha. El rostro de la antigua capitana, empero, ni se inmutó, indiferente ante los intentos de aquella criatura por estremecerla.

—¿Has terminado? ¡Mi turno!

Tassabra se hizo a un lado y lanzó un golpe circular contra la rodilla de aquella criatura, pero falló.

—¡Minvant, detrás de mí!

La sacerdotisa movió el arma hacia la criatura que los acosaba.

-Tassabra, estas cosas son demonios -murmuró mientras se refugiaba detrás de la mujer-. Uriel, esto requiere de cosas más creativas. ¡Vuestra maldad no verá otro amanecer!

Un rayo solar golpeó a la criatura en el rostro, quemándole la carne sin piel, mientras la maza volvía a golpearle en la cabeza.

Las criaturas se movieron hacia delante, buscando a Minvant, pero delante tenían algo más poderoso o más interesante. Ambas criaturas sacudieron las cadenas que colgaban de sus brazos para atacar a la Cazadora, pero las cadenas solo entrechocaron contra el metal de su armadura.

Tassabra volvió a intentar derribar a su oponente, con poco éxito.

Minvant se concentró en un conjuro, tardaría un poco, pero valdría la pena.

En cualquier caso, aquellas criaturas volvieron a agitar las cadenas, pero solo se escuchó el entrechocar del metal contra la armadura de la Cazadora.

Ruru, o más bien, su osa, aterrizaron de bruces en aquel lugar. Al otro lado del cuadro había cosas horribles, era un lugar oscuro, tenebros y cubierto de ceniza. Se encontraba un páramo rodeado de riscos, un agujero en la tierra resquebrajada. Todo era de color gris, los arbustos y hierbajos secos, el cielo negro cubierto de nubes oscuras y rojizas. Llovía algo blanco, como ceniza, y todo parecía distorsionado. Desperdigados por el terreno había gusanos, o serpientes del color de la piel de un hmano pálido, con bocas detadas y ojos rojizos. No siseaban, se lamentaban, chillaban, se retorcían. Era un lugar inquietante.

Al mirar en derredor descubrió a Tassabra y a Minvant, arrinconadas contra la pared de roca, enfrentándose a dos enormes criaturas con cuernos y cadenas en sus brazos. No había rastro de la bruja a la caballo que habían visto en la pintura, pero sin duda los dos luchadores que enfrentaban a la Cazadora eran esas cosas del cuadro. A lo lejos había un carro abandonado, lleno también de gusanos.

Se encontraba en un lugar realmente horrible. Lo que había en aquel lado del cuadro era algo similar al infierno y aquellos seres enormes que allí se hallaban, eran sin ninguna duda monstruos peligrosos y asesinos. Por suerte Tassabra y Minvant estaban bien aparentemente.

- ¡Ya estoy aquí! - Anunció el enano. 

—¡Ya era hora! —gruñó la antigua capitana de la guardia.

Tassabra hizo un movimiento circular contra la rodilla de su contricante, con tanta fuerza que parecía capaz de partirle el hueso en dos.

Ruru le hizo un simple gesto a Señor Pinckles y el enorme oso cargó contra una de aquellas horribles criaturas. Lanzó un poderoso zarpazo contra aquel ser de pesadilla. Si lograba agarrarle trataría sin duda de apresarlo entre sus garras.

El enano se alejó unos pasos para situarse tras un de aquellas extrañas rocas que visitas de lejos no parecían otra cosa que morcilla de arroz. Desde su nueva posición comenzó a mover sus manos creando en el aire extraños símbolos.

- Fuerzas de la naturaleza, dadme vuestro apoyo en esta lucha... - Recitó unas palabras divinas. Tenía que poner más músculo en aquel combate y un amigo oso era perfecto para aquella situación.

Tassabra impactó con la bisarma y derribó a uno de los demonios y mientras Ruru se unía al combate, Minvant terminaba de convocar un hermoso bisonte de pelaje plateado. La criatura cabeceó contra el enemigo del suelo, pero este se removió para evitar la embestida. Señor Pinckles corrió hacia el otro y lo agarró con sus enormes zarpas. La sacerdotisa aprovechó para lanzar un conjuro sobre la osa.

En ese momento, cerca de Minvant y Tassabra se materializó la bruja que había desaparecido instantes antes. Del suelo comenzó a brotar la pintura por entre las grietas y volvió a adquirir la forma de la hechicera con túnica, montada sobre un caballo de pesadilla. Agitó las bridas y el animal lanzó un mordisco sobre el hombro de la desprevenida sacerdotisa. Tassabra la oyó gritar a su espalda.

-¡Por Uriel! -gimió la muchacha apartándose como pudo, pálida y de repente enferma-. Veneno... Tassabra, esa cosa es venenosa. ¡Tened cuidado!

La criatura que estaba en el suelo se levantó, agitando la cadena y golpeando, por fin, a la Cazadora en pleno rostro. El otro estaba demasiado ocupado con el oso.

Aquel fue el momento en que Ekarion aterrizó en el lugar.

Tassabra apretó los dientes y devolvió el golpe a la criatura.

—¡Atrás, Minvant, a mi diestra!

Tassabra puso en orden su mente, preparándose para la segunda ronda en su batalla contra la bruja, mientras envió dos poderosas lanzadas a fondo contra su sobrenatural oponente.

Ekarion llegó al infierno, literalmente a uno de ellos, al menos según la imaginación del pintor, creado para mayor sufrimiento de sus víctimas. Llegó a tiempo de ver a Minvant sufrir un ataque por parte del jinete y la réplica de Tassabra. - Tass, prepárate para crecer. - le gritó a la guerrera al tiempo que sacaba una pizca de polvo de hierro.

- Edar Munthrek, Aryte Usk - recitó al tiempo que la limadura de hierro comenzaba a levitarsobre la palma de su mano y brillaba - Vervesh!! - exclamó, y un tras señalar a Tassabra los límites de la guerrera rielaron y su tamaño comenzó a aumentar.