Partida Rol por web

Konomichi Dai sonrie no por satisfacción, no por orgullo, sino por poder proceder con su misión por fin. Aunque se agacha a recoger los kunais que había en el suelo clavados antes de buscar a la mujer a quien debe proteger, ya que así evita mostrar cualquier rastro, puesto que las sombras se desvanecieron no dejando evidencia de sus muertes.

Los kunais parecen metálicos, pero cuando los cojes compruebas que son muy livianos y no reflejan la luz. A pesar de todo, son increíblemente cortantes, pues solo rozar su filo hace que te hagas un pequeño corte en el dedo.

Sin dar ningún segundo más al lugar, Dai sale corriendo tratando de ser lo más sigilosa posible en busca de su protegida. No es difícil para ella, está sin duda muy acostumbrada a ser como esas sombras que había vencido, silenciosa y mortal.

Subió las escaleras que daban a los despachos pues allí es donde encontraría a la señorita Fabrizzo, retenida contra su voluntad.

Los despachos de las oficinas están vacíos y sucios, y no ecuentras nada relevante a medida que vas pasando de uno a otro, hasta que llegas al piso de arriba. Tras la puerta acristalada del despacho del que sería el director del almacén, puedes ver que hay una persona de pie. No se ve claramente; el cristal traslúcido la distorsiona y la oscuridad dificulta el reconocimiento, pero parece que esté esperando.

En otras circunstancias seguramente habría dado un rodeo para no darse de bruces con la figura que le esperaba, pero no tenía tiempo, tenía que proteger a la señorita Fabrizzo y ya se había demorado bastante.

Así que simplemente se acercó y abrió la puerta, katana en mano y preparada por si realizaban un disparo desde dentro.

Al abrir la puerta, te encuentras a un hombre de espaldas a ti. Va vestido con un traje negro, y lleva una katana desenvainada apoyada de forma chulesca sobre su hombro derecho. Irradia la misma aura legendaria de otros Vástagos divinos, pero esta tiene una "mancha" oscura que no sabes identificar. El hombre está mirando hacia una especie de construcción de piedra, como una puerta. Valeria está atada a la estructura, en forma de cruz. Su piernas y brazos carecen de fuerza; está inconsciente.

En cuanto la puerta de la oficina se cierra detrás de ti, el hombre se da la vuelta para mirarte. Es un hombre japonés, alto, musculoso y bastante bien parecido. Lleva la chaqueta y la camisa desabrochadas, mostrando un torso atlético cubierto de tatuajes al estilo de la Yakuza. Te mira unos instantes con unos helados ojos azules, y luego dibuja una corta sonrisa en su rostro

- Esos inútiles no han conseguido detenerte. No me esperaba otra cosa, la verdad

- ¡Suéltala! dijo avanzando hacia él y poniéndose en guardia. Sabía que no iba a hacerlo, pero debía pedirlo para aclarar sus intenciones. Si no, tendré que vencerte para liberarla. Ya no esperaba pistolas o guardaespaldas italianos, ahora sabía que tenía delante uno de los suyos y eso requeriría mucha más concentración y habilidad.

- ¿Soltarla? No, de eso nada. Y tu misma lo has dicho. Si quieres liberarla, tendrás que pasar por encima mia

Dai ya estaba preparando su arma cuando había comprobado la situación, así que cuando el hombre terminó de hablar se lanzó hacia él para cortarle con la katana. Sabía que sería un enemigo difícil, así que trató de concentrarse lo máximo posible.

Antes de que Kane pudiese hacer nada, Dai se lanzó hacia él con una velocidad inimaginable. Kane reaccionó a tiempo para detener el primer ataque con su arma, pero con un giro de muñeca, Dai burló su guardia y consiguió cortarle en un brazo. La herida no parecía seria, pero si lo suficiente para que Kane pareciese sorprendido. Retrocedió hacia la parte trasera de la habitación, y las sombras se lo tragaron literalmente, desapareciendo de la vista de Dai.

- Eso ha dolido, mujer. Pero no se volverá a repetir; no puedes golpear a lo que no puedes ver

La joven no sonrió ante su golpe certero, no era vanidosa, simplemente continuó concentrada para poder vencer a su adversario.

Cuando el hombre se esfumó entre las sombras y le habló, la mujer se le contestó: Si eso es lo que piensas, perderás sin remedio, pues aunque no se pueda ver a un enemigo, hay muchas otras formas de sentirlo y averiguar dónde se esconde. Además de que se trata de un acto de cobardía.

Un súbito cambio en las sombras, una brizna de aire donde no debería haber nada, y Kane traiciona su posición justo detrás de ti. Intenta atacarte, pero ha arruinado por completo el factor sorpresa. Sin embargo, el ataque no carece de destreza y consigue abrir una brecha en tus defensas, alcanzándote. La herida es menor, insignificante, pero suficiente para dejarte claro que te encuentras ante un combatiente que, como mínimo, te iguala en destreza.

La joven no consigue evitar o parar por completo el ataque, siente el dolor del mordisco de su arma, pero no mira siquiera su herida, que apenas sangra, sino que se concentra más aún en la lucha.

Con otro golpe certero y fuerte trata de atacar el pecho de su enemigo, debe volver pronto con la joven víctima, sino su misión fracasará y deshonrará a su padre.

Sin embargo, la prisa no hace que vaya a ser ni descuidada ni deshonrosa con su enemigo, no atacará a las piernas, prefiere ir de frente y atacar directamente el corazón de su enemigo.

Tras un intercambio de varios golpes en el que ninguno consigue acertar y las espadas chocan la una con la otra haciendo saltar chispas, Dai y Kane cruzan sus armas y forcejean unos instantes intentado sobreponerse, pero finalmente la espada de Dai vence y Kane recibe un corte en la cara que le pasa rozando el ojo derecho. Kane retrocede y renueva su ataque sobre Dai, y esta vez es él quien logra quebrar la defensa de su oponente, devolviéndole otro corte en la cara.

- Ya estamos iguales -dijo limpiándose la sangre de la cara