Partida Rol por web

[color=#086A87]Fjalar calló con uno de los guardias que estaban a su lado y se preparó para el combate. Sin embargo, este orco parecía más temeroso de lo que sucedía en el foso que en combatir con el enano. [/color]
[color=#086A87]Entonces una puerta comenzó a subir en uno de los lados del foso y vio los motivos por los que su contrincante estaba tan nervioso. Una bestia enorme salía en ese momento de una jaula escavada en la roca.[/color]

[color=#086A87]Mientras Fjalar pensaba en retirarse el guardia intentó escalar por unas rocas situadas contra la pared donde una ventana con rejas cerraba el paso. "Craso error" pensó el enano mientras se retraía poco a poco. Cuando la bestia se percató de la presencia del escandaloso orco le levanto con una sola mano y, mientras en la fiesta de arriba vitoreaban y animaban, le arrancó la cabeza sin ningún tipo de compasión.[/color]

[color=#086A87]No parecía satisfecho cuando terminó de devorar a su víctima, así que Fjalar tuvo que buscar algo con lo que defenderse. Cerca de la pared más alejada encontró un hueso del tamaño de un humano. "Esto tendrá que valer" pensó mientras sentía como la fuerza le recorría. Debía confiar en ella.[/color]

[color=#086A87]Cuando la bestia atacó, el enano no pudo esquivar su ataque y fue atrapado. Sujetándolo con una sola mano, notó como las babas de la enormidad le goteaban al rededor. "Es el momento" decidió cuando estuvo lo suficiente cerca para colocarle el hueso en la boca e impedir, así, que le devorara como había hecho con el guardia. El bicho le soltó y mientras Fjalar rodaba debajo de una roca vio como, con sus enormes mandíbulas, este ser destrozaba el arma improvisada que le había puesto en sus fauces.[/color]

[color=#086A87]Fue en ese momento cuando lo vio. Entre las piernas de la bestia se podía entrever la salida, aún abierta, por la que podría escapar. Pero había dos problemas, el monstruo estaba en el camino e iba a por él. Se echo más atrás, en esa pequeña cueva y cuando la enormidad intentó atraparle con sus garras cogió una piedra y la golpeó. Aprovechó el despiste de la bestia y, mientras rugía de dolor, corrió hacía la salida. Por fortuna el animal era lento en sus movimientos y no le pudo alcanzar. Sin embargo, al fondo de la guarida y una vez abierta la puerta que podría ser su salvación se encontró con un enrejado por el que unos guardias vigilaban la acción.[/color]

[color=#086A87]Atrapado entre la bestia y la pared escuchaba como la fiesta se animaba, seguramente por la posibilidad de ver más sangre esa noche. [/color]

[color=#086A87]"No", meditó en una milesima de segundo, "mis compañeros me necesitan, no caerán, no durante mi turno." pensó mientras buscaba en la jaula pétrea del monstruo. Allí vio la posibilidad. Tan alejada y a la vez tan cerca. Una palanca en la pared que sin duda cerraría el corral donde ese maldito ser se resguardaba esperando ser alimentado por su dueño. [/color]

[color=#086A87]Mientras la enormidad se acercaba, lenta pero inexorable, cogió una gran piedra del suelo y se dispuso a lanzarla. "Es mi oportunidad" pensó mientras lanzaba su proyectil usando toda la fuerza que pudo reunir. [/color]

[color=#086A87]Cuando su arma improvisada impactó sobre la palanca todo sucedió como si fuera a cámara lenta. Un chirrido sonó del mecanismo de cierre y comenzó a bajar, primero despacio y después con fuerza. La bestia, que ya había atravesado con su cabeza parte de la puerta no pudo volver hacía atrás y quedo atrapada. La sangre brillo entonces al rededor de su cuello y poco a poco el color de sus ojos se fue apagando, al igual que la algarabía que, hasta unos momentos antes, había ensordecido el ambiente. El enano sintió pena por a dura vida que habría llevado, encerrado desde su niñez en un lugar tan pequeño y comenzó a pensar en la forma de salir de ese lugar.[/color]

[color=#086A87]Tenía gente a la que rescatar.[/color]

 Tirlindë despertó de su trance justo a tiempo para salir de la tienda y ver a un terrible jinete, con un hacha y una cota de mallas tan oscura como sus ropas, a punto de dar el golpe de grácia a su amada Elendin.

 A su espalda, Leddon ya despertaba a Puil para ir a avisar a los demas. Parecía que nada podria despertar a Fjalar y Rudigar.

 En su lugar, Elendorn se interpuso entre el desconocido y la dama, con su daga y su espada superpuestas parar bloquear el  ataque.

 Ragnar arrojó su jabalina contra el jinete, a pesar de encontrarse el montaraz silvano enmedio. Elendin se arrastró como pudo fuera del combate. Sangraba por ambas piernas.

 La jabalina rebotó contra el jinete y su negra cota de mallas, saliendo disparada lejos, inofensiva. 

 El hacha cayó sobre Elendorn, pasando hechando chispas por entre los dos filos e impactando contra sus dos antebrazos.

 La batalla no había hecho más que comenzar, pero parecía que iba a acabar pronto.

El silvano se veía a punto de morir, otra vez, no quiso cargar su arco por tal de asegurar la vida de la sin orejas, si llegaba su fin, podría decir que llegó haciendo su mayor esfuerzo por salvar a esos jóvenes, y eso era suficiente para él. Tarde o temprano tendría su justo renacer, mientras fuera siempre justo y acorde a sus creencias.

Posiblemente ese sería su último ataque si no lograba alcanzar a su rival.

Elendin se arrastró por el suelo aprovechando el ataque de sus dos compañeros. En cuanto estuvo lo suficientemente alejada, comenzó a vendarse las heridas con tiras de su capa para cortar la hemorragia.

El noldo se despertó de sopetón en cuanto escuchó sonidos de batalla, cogió su cetro sin pensárselo y salió de la tienda con denotada premura. El espectáculo que contempló se le antojaba bastante descorazonador, su amada yacía en el suelo vendándose como podía, y el silvano, que parecía haberse interpuesto para evitar que se llevara el golpe de gracia, se lo llevó en su persona, quedando ahora incluso peor que la montaraz. Aquel maldito caballero estaba acabando con el grupo uno por uno, y eso enardeció la sangre del mago que ya hervía de pura ira con solo ver a Elendin tirada en el suelo.

Así que murmurando las palabras arcanas que antaño le enseñaron, procedió a dejar dormido a aquel bastardo y a su inagotable montura. Pero el hechizo de dormir hacía tiempo que no lo practicaba y lo realizó con escasa precisión.

El caballero se deshizo de Elendorn como quien se retira una hoja seca de la hombrera. Si no hacía algo rápido, el silvano no vería un nuevo amanecer.
Asi que, tras sopesar brevemente mis opciones, me abalancé a la carrera intentando ganar un lateral de la montura con el fin de encaramarme al Caballo y descabalgar a su jinete.

Era una maniobra arriesgada, pero si me entretenia en desenvainar mi lanza, seria demasiado tarde para el trepa-ramas.

 Tirlindë surgió de la tienda y rugió palabras de poder, con un tono que suscitaba una magia poderosa. Sin embargo, el sortilegio se volvió en su contra, quedando inconsciente y cayendo a plomo al suelo, al lado de su amada.

 Leddon, arrastrándose como podía, se puso a hacer un fuego para calentar el agua de su cantimplora.

 Elendorn lanzó un golpe oblicuo, antes de caer en un charco de sangre.

 Elendin por fin vendó sus heridas.

 Ragnar intentó subirse de un salto a la grupa del caballo, pero quedó colgado de sus cuartos traseros. El jinete intentó golpearlo con el hacha y lo hirió ligeramente en el antebrazo que usó para protegerse.

 De repente, os zarandearon hasta despertaros. Era el joven Puil.

 Vamos, vamos... estan atacando a los grandes. Es un jinete. Un jinete vestido de negro. ¡Con un hacha!

 El chico parecía realmente asustado.

 Los altos estan combatiendo con el jinete, pero no parece que esten ganando la pelea.

 Afuera escuchabáis, ahora si, ruidos de batalla y, efectivamente, el relinchar de un caballo.

De nuevo la frialdad del suelo acariciaba su mejilla, ¿vería su vida pasar de nuevo ante sus ojos? Esperaba que al menos su sacrificio sirviera de algo, pero su preocupación por el grupo era enorme, si pudiera reunir sus fuerzas, el veneno de una de sus dos flechas envenenadas acabarían con ese desgraciado. Pero lo que más le molestaba era no entender por que les había atacado.

A duras penas conseguí aferrarme a la silla de montar, y colgando de los cuartos traseros eludí con mas fortuna que habilidad el ataque del jinete. No podria aguantar un nuevo ataque en aquella posición, necesitaba incorporarme a la montura e intentar desequilibrar a aquel Caballero poseido.

El enano agarró su hacha con rapidez y salió con cautela de la tienda. Si había alguien atacando a sus compañeros trataría de cogerlo por sorpresa. Si no, cargaría llamando su atención sobre él para evitar que estos sufrieran daños.

 Fjalar salió de la tienda con el hacha en la mano. Rudigar lo seguía cargando la ballesta.

 Elendorn y Tirlindë estaban en el suelo. Elendin cuidaba del noldo pero no parecía tener buen aspecto. Llevaba las rodillas vendadas y había perdido su espada y su escudo en la batalla.

 Se enfrentaban a un diabólico jinete de pálida piel y afilados dientes. Llevaba una pesada capa negra como su armadura de cota de mallas, así como un hacha de batalla.

 Ragnar cometió una temible pero genial imprudencia. De un salto se situó sobre el caballo, justo detrás del peligroso jinete. Zarandeó con él para tirarlo al suelo, cosa que no consiguió, sin embargo atrapó su brazo izquierdo y se lo retorció sobre su propia espalda. Se oyo un chasquido y el jinete maldecía en su negra lengua. Con una mano inmovilizada contra la espalda, intentó golpear a Ragnar con el hacha, pero era inútil.

 Parecía que la batalla comenzaba a virar de signo.

 El joven emergía de una de las tiendas por la cintura, apoyándose sobre el polvo del camino con las manos. Estaba empeñado en hacer hervir el agua de una cantimplora.

 ¡EH! ¿A alguien le queda Arkasu? ¿O alguna otra hierba o savia? La vida de Elendorn y Tirlindë pueden depender de ello. ¿Que hierbas quedan?

 Parecía genuinamente preocupado, aunque a penas se le oía por encima del fragor de la batalla.

El enano le lanzó el saco de hierbas a Leddon y cargó contra el jinete esperando poder impactarle. La situación parecía crítica y no debía entretenerse, acabaría con el jinete y luego ayudaría a reponerse a sus compañeros.

Rudigar, en su pequeño tamaño y su paso sigiloso, resultaba escasamente visible en el fragor de la batalla. ¿Quién iba a reparar en un pequeño hobbit en medio de aquel caos? Bueno, cualquiera que fuera consciente de que una criatura, por pequeña que fuera, si es capaz de apuntar y disparar una ballesta, es potencialmente mortal. Rudigar estaba empeñado en atinar al nuevo enemigo con una saeta en el pecho, así que se aplicó a la tarea de cargar aquel ingenio mortal. Movimientos precisos y eficientes cada vez más automatizados en él. Pronto se convertirían en una actividad plenamente interiorizada.

Elendin había conseguido vendar sus heridas como había podido. Ante ella, Tirlindë había intentado realizar un hechizo, pero algo había salido mal y había caído inconsciente en el suelo. Arrastrándose como pudo a su lado, intento averiguar que es lo que había pasado. Parecía con vida, pero estaba realmente mal.

Por otro lado estaba Elendorn, que en un acto de total desprendimiento se había interpuesto entre el hacha y ella, pero había caído mortalmente herido. Tan sólo deseaba que ambos viviesen.

Fjalar y Rudigar por fin habían despertado, el cansancio se hacía notorio, y el sueño era cada vez más profundo. Por suerte llegaban a tiempo para que no hubiese aún más bajas.

Pero sin duda, la acción de Ragnar era la más insólita y eficaz. Con una habilidad inusitada, había conseguido montar en el caballo del jinete y lo intentaba hacer caer, que aunque no era posible, estaba dando sus frutos. Los ojos de Elendin dieron gracias a los valar por este compañero, que esta vez parecía que iba a salvar la situación.

Escuchó a Leddon a lo lejos.

- ¡¡Leddon!! Yo tengo arkasu... corre, en mi bolsa... - gritó, para hacerse oir entre el fragor de la batalla.

Con un rápido movimiento, conseguí inmovilizar al Jinete.
Si tan solo tuviese una daga a mano
Desenvainar mi lanza mientras maniataba al caballero negro y maniobraba sobre su corcel era casi un suicidio...

Por el rabillo del ojo, pude observar como Fjalar y Rudigar asomaban desde su tienda. El hobbit ultimaba ya su ballesta, pero no gozaría de un tiro limpio con el enano y yo mismo enfrascados en el cuerpo a cuerpo con el asaltante .

En ese momento, lo decidí.
Aprovechando la presa que mantenia sobre el extranjero, apliqué nuevamente presión para desestabilizarlo hacia un costado, y aprovechando ese impulso, dejé caer todo el peso de mi cuerpo sobre él, e intenté arrojarlo al suelo por el costado contrario del que cargaba Fjalar.

"Ese árbol seco y muerto me mira mal, sus vacías hendiduras provocadas por algún animalejo son muecas de burla, casi aseguraría que me dice algo, - ¿por una dúnedain? ¿en serio? - no entendía por que me preguntaba eso, no era la primera a la que ayudaba - ¿y donde está el orgulloso silvano ahora? - en el suelo, pero sin duda orgulloso de su acción - ¿y de que te sirve ese falso orgullo? - tú eres el falso si crees que no ha servido de nada - yo podría darte algo mejor, más vida, más poder, más riqueza - ¿y crees que vendería mi sinceridad por una ilusión? - no te ofrezco una ilusión, ofrezco eternidad - yo, ya la poseía,... - pero se está acabando, yo te ofrezco proseguirla, y además agrandarla - no hay mayor grandeza que unirse a la tierra y renacer - ¿te venderás por una supuesta creencia de renacimiento? Es mejor perpetuar - he nacido, aprendido, ayudado, sufrido, envejecido por el propio dolor y tanto, he sido sentenciado, olvidado, ignorado y subestimado, pero también he aprendido el valor de las palabras, he viajado y dormido sobre los árboles más variopintos, he visto sonrisas y lágrimas e agradecimiento, he conocido seres que te miran reacios a pesar de estar agradecidos porque su orgullo no les permite mostrar debilidad, incluso he visto ahora en ti, la tentación de poder poseer más de lo que necesito, ¿pero sabes? Poseer más de lo que me gane en cada aventura, es tan ingenuo, como absurdo e innecesario. Si debo renacer lo haré mirando al horizonte, y no a los pies de promesas que no necesito."

 Puil tráeme la mochila de Elendin.

 Leddon cogió las hojas en sus sabias manos y comenzó a frotarlas y deshacerlas en una pasta. Se notaba que no era la primera vez que hacía algo así.

 Vamos, vamos... ¡ya esta! ¡Ya Está!!

 Emocionado le entregó la dosis preparada a Puil