Partida Rol por web

- ¡Haya paz!- dijo el enano sin desenvainar su hacha. Procuraría mantener la distancia con los cazadores todo lo que pudiera para no ser alcanzado por una de esas malditas flechas.

- Podéis ver que vamos armados y puedo aseguraros que somos peligrosos para aquellos que nos atacan, numerosos orcos lo atestiguan, pero si seguimos cada cual su camino no habrá ningún problema. - continúo dejando ver su estrenada cota de malla. Ya no se sentía pesado mientras la llevaba equipada, ya era un auténtico guerrero enano.

- Si deponéis vuestras armas haremos lo mismo y continuaremos nuestro viaje.

No necesitaba preparar su arma en ese momento aunque quizá tendría que hacerlo si no les convencía para que guardaran sus arcos.

"Más vidas arrebatadas por el hambre." pensó mientras les observaba.

Permanecía ensimismado, cuando aquel grupo de cazadores nos amenazaron con la punta de sus flechas.

No pensaba que representasen un peligro real. Probablemente eran un grupo de campesinos que regresaban de una jornada de caza y que se habían asustado de nuestra presencia. No corrían buenos tiempos por aquellas tierras y el hambre endurecía los corazones de la gente.
Sin perder la calma, me mostré todo lo amigable que pude mientras dejaba hablar a mis compañeros y esperaba a que los ánimos se relajasen.
Solo por si acaso, mantenía la mano cerca de mi lanza.

A Tirlindë no le gustó ni un ápice el trato que recibió de aquel grupo nada más dejarse ver, aunque en el fondo entendía que corrían tiempos peligrosos, y por ello los disculpó en cierta forma. Así pues, adelantándose al grupo y tomando el testigo de la diplomacia dijo:

-Sólo somos viajeros, en dirección a Tharbad, no queremos problemas; si os hace falta comida podemos daros algo de la que llevamos, pero si no bajáis vuestras armas puedo aseguraros que es lo último que haréis -concluyó el mago acrecentando poco a poco el poder de su voz hasta terminar en una exposición que helaría la sangre del hombre más valeroso de Arda.

El noldo se sabía alguien poderoso, y no cabía ninguna duda, por el porte de su figura y por la penetrancia de su mirada, que podía influir hasta en la más inteligente de las mentes, cosa que no parecía ser el caso...

La montaraz encabezaba al grupo. Como era habitual en ella, dejó hablar a sus compañeros antes, intentando permanecer callada pero con la mirada fija en aquellos cazadores. Sin pestañear ni un ápice, escuchó las amenazas que algunos profirieron, intentando disuadirlos con mano de hierro, y aunque podía haber permanecido callada, añadió su pequeña parte mientras cogía su arco y una flecha.

- Somos gente de paz - su voz claramente femenina resonaba en la ribera - y ya habéis escuchado a mis compañeros. Podemos compartir la comida que llevamos con vosotros, pero no queremos problemas. Si nos dejáis seguir por nuestro camino, os dejaremos que sigáis el vuestro - no era exactamente una amenaza, era más bien un consejo.

 Los montañeses parecían confusos. Hablaron entre ellos en su gutural lengua, el Dunael.

 Después, avanzaron. Llevaban los arcos cargados, excepto el más anciano de ellos, que se avanzó al resto de su grupo. Habló al enano y el noldo, mirandolos alternativamente, y lo hizo en Oestron con un fuerte acento.

 Estaaa biennn... ¿cuanta comida darnoss? alargó sus manos vacías hacia el elfo esperando ser recompensado por permitir al grupo continuar con su camino.

Al silvano no le gustó que no guardaran las armas, y tras sacas tres raciones resecas que aun guardaba y se las entregaba al Noldo que es quien había propuesto darles algo, y tras dicha entrega a Tirlinde, tomó su arco, aun sin cargarlo, pero con una flecha ya en su mano.

Si seguían avanzando con la amenaza en alto, como correspondía al acto lo prepararía. Aun estaban lejos, y por ello no quería verles aun como a un peligro.

- ¡estaría bien si descargarais esos arcoas! - dijo desagradándole la actitud de los cazadores, pues aquel que iba a recibir algo, debía mostrarse algo más dispuesto al acercamiento amistoso.

La tensión podía cortarse en el aire. Las palabras de Fjalar y del Noldo parecieron reconducir un poco los ánimos beligerantes de los campesinos. Pero sus arcos permanecían en tensión. Se trataba de un grupo poco numeroso y uno de ellos apenas era un chico. En un enfrentamiento directo no tendrían ninguna posibilidad contra nosotros.Pero si aquellos que nos apuntaban sabían manejar sus arcos, la situación podría darse la vuelta fácilmente...
Con movimientos lentos y pausados, empuñé mi lanza en respuesta a la actitud de los viajeros. Si era necesario aprovecharía la ventaja que nos proporcionaban las monturas para neutralizar a los arqueros. Aunque esperaba que se diesen cuenta de su error y no intentasen ninguna tontería.

El mago asintió y sacó una ración semanal que ofreció a aquel grupo, pero antes de entregársela a quien quiera que se acercara preguntó:

-Si me respondéis a una pregunta, os daré otra ración adicional, ¿por casualidad no conoceréis a una vieja dunlendina llamada Cigfa, bastante poco agraciada, pelo blanco y un ojo de cada color? ¿no? - preguntó esperando descubrir algo de información adicional sobre el que consideraba el ser más peligroso de la zona ahora que Ar Gular había caído.

-Yo, bueno, podría... ofrecer una semana de raciones. Compré 2, así que me sobrara más de una. Era por si había algún problema... y esto parece un problema, ¿no? -dijo humildemente el hobbit.

Resultaba casi impensable que un miembro de su raza, tan aficionada a comer a todas horas, pudiera tener una generosidad, un altruismo, tan desarrollado, pero así era esa raza, o al menos ese pequeño hobbit. Rudigar había hecho aquel ofrecimiento con toda sinceridad.

-¿Se las puedes dar tú, Ragnar? Yo... seguiré con la ballesta, por si acaso. Las raciones están en las alforjas...

La joven montaraz hizo lo propio y sacó una de sus raciones, tendiendosela a Tirlindë para que se las entregase él al viejo.

- Ya tenéis lo que queréis, ¿podemos pasar sin más problemas? - dijo, dejando claro que quería zanjar el tema.

 De acuerdo. asienten al ver todo lo que se les ofrece.

 El anciano sigue avanzando para ir a buscar las raciones y sus compañeros lo cubren. No parecen dispuestos todavía a soltar sus armas.

 Cuando el noldo menciona el nombre de Cigfa, el tipo asiente como dando a entender que algo sabe y le hace una señal para que le acerque las raciones a su posición.

Elendorn cargó su arco al ver que los cazadores no bajaban las armas, y susurró al mago que al parecer sería el que entregara las provisiones.

El enano miró con desconfianza a los aldeanos y gruño tratando de intimidarlos. Se estaban acercando demasiado a ellos y no le gustaba.

- Si os seguís acercando cargaré.-dijo a los arqueros sin estar demasiado convencido. Era evidente que los arcos le comenzaban a poner nervioso.

Aunque siempre trataba de ayudar a la gente con problemas, tal y como había sido ayudado él en sus horas más bajas, no permitiría que asaetaran a sus compañeros.

-Los tengo a tiro, a todos. Ellos creo que ya nos pueden alcanzar, pero con dificultades. Si siguen avanzando nos tendrán a tiro a nosotros, eso sí, el primero que dispare se llevará una buena saeta en el cuerpo, ya veréis... -dijo el hobbit, un guerrero de tomo y lomo a pesar de su corta estatura.

70 metros eran para sus arcos cortos poco más o menos la distancia máxima que podrían alcanzar, pero era muy difícil que les acertaran. Esa misma distancia era larga para su ballesta, pero el tiro, aunque flojo y un poco desviado, bien se podía hacer llegar a golpear a su objetivo. En manos de un ballestero como Rudigar aquella distancia no era como para sentirse a salvo, sin embargo aquellos dunlendinos seguían avanzando...

Todo parecía ir según la previsto. Los aldeanos cogerían la limosna que se les ofrecía y continuarían su camino. Me mantuve a la expectativa. Lanza en mano y a lomos de Avathar, lo obligué a detenerse con un suave movimiento de mis pantorrillas,mientras con la mano en el cuello trataba de aislarlo de la creciente tension del encuentro. No quería que aquellos arqueros se acercasen demasiado por si en algún momento decidían que unas raciones de comida no eran peaje suficiente.

El mago se sacó una segunda ración semanal para entregársela a aquel vejestorio, pero cuando este hizo el ademán de recogerla, la agarró fuertemente por el extremo que tenía aferrado, y dijo interesado, pero sin dejar que lo tomaran por un necio:

-Bien, si quieres el paquete, habla primero, pues no daré tal regalo a menos que merezca la pena la información que tenéis que contarme -expuso esperando que aquel hombre lo entendiera y soltara de una vez aquello que tenía que decir.

 El anciano continuó avanzando y Tirlindë aferró las raciones que iban a donárles y avanzó también. El elfo noldo fue el único del grupo de aventureros en dar un paso adelante. 

 Rudigar y Elendorn habían bajado de sus monturas y cargado sus armas. Fjalar también había bajado del caballo y desenvainado, mientras que Ragnar lo había hecho desde la montura. Tirlindë avanzaba a pie hacia el anciano bajo la atenta mirada de Elendin que tenía en las manos su arco y una flecha, pero sin cargarlo.

La situación se tensaba por momentos, lo que debería ser una sencilla transacción se empezaba a parecer demasiado a una emboscada.
No entendía porque el Noldo se empeñaba en seguir tensando la cuerda...pero no iba a permitir que aquellos cazadores se apropiasen de más de lo que se les había prometido...porque si eso sucedía lo siguiente que pedirían serian nuestras vidas.

Avance unos metros hasta situarme delante de mis compañeros. No quería arrollarlos si me viese en la necesidad de azuzar al galope a Avathar. Sin hacer ningún otro ademan para no provocar a los granjeros, permanecí atento al intercambio, sin perder detalle a los gestos del viejo, que parecía el lider del grupo.

Elendin permaneció atenta, y alzó una mano en señal de espera a su grupo. Quería aparentar mínimamente ser una líder. Parecía que todo se desarrollaba de manera pacífica, por lo que no cargó el arco aún, esperando a ver como se desarrollaban los acontecimientos. 

- À hayra kurumbeiúrë! - dijo en quenya a su amado elfo