Partida Rol por web

Nathaniel entra en la gran sala de prácticas, donde había varios miembros de la FDP de Boltaris I entrenando el uso de armas láser ante servidores y objetivos móviles. Parecían estar entrenando asaltos a fortificaciones y edificios por el hecho de como se cubrían y como se movían.

Al entrar en la sala el astartes, todos se quedaron quietos, se pusieron firmes y saludaron como si de un oficial del Estado Mayor fuera, tras lo que volvieron a retomar sus ejercicios. Al lado estaba la zona de entrenamiento de los Astartes, donde podía verse a algunos hermanos de otras Compañías entrenar diversas armas.

Al fondo, en el espacio designado a los astartes, había varios hermanos astartes, entre ellos Phalanax que parecía haber llegado hace poco.

Phalanax pudo comprobar que los compañeros que había no eran de su compañía Surtur, por el emblema que los distinguía en lugar del número como en otros capítulos.

Los astartes alzaron la mirada hacia Phalanax y lo saludaron con respeto, como se suele hacer cuando te encuentras con hermanos astartes desconocidos.

Al llegar a su lugar, Phalanax se sentó y comenzó con los ritos de mantenimiento del equipo. Tras unos cinco minutos, notó que los miembros de la FDP se apraban de nuevo y, por la entrada, aparecía Nathaniel.

Septimus caminó por la fortaleza de camino al Apothecarium, durante el cual recibió saludos formales de los miembros más "humanos" de la fortaleza y, sobre todo, de los escuderos del capítulo. Tras unos cinco o diez minutos llegó al lugar.

El apothecarium era un lugar que deslumbraba, literalmente, por lo blanco y luminoso que era. Muchos mortales que entraban en él solían llevar unas gafas de protección lumínica, parecidas a las que usaban algunos soldadores, adema´s de grandes chaquetones, pues el frío era bueno para el estudio del ADN, virus, patógenos, curar heridas y un largo etcétera.

En el interior había tres de los pocos apothecarios que había ahora mismo en el capítulo. Parecían estar trabajando en el cuerpo de uno de los hermanos caídos y cuchicheaban entre ellos algo. Al entrar Septimus, alzaron la vista y lo saludaron con un cabeceo, momentos después volvieron cada uno a una tarea diferente, como si les hubiera pillado en mitad de algo privado.

-Veo que entendéis la importancia, pero ahora mismo -se acercó y comenzó a hablar con tono cómplice- no estamos nada seguros. Todo lo que está haciendo la Inquisición... recuerda a una caza de brujas, y si están cazando brujas es que hay algo, alguien o un grupo de algos o personas que no deberían de estar aquí, y no queremos darles la oportunidad de que se comuniquen con el Omnissiah sabe qué, ¿verdad? 

Los ojos del adepto que hablaba, que eran en realidad implantes, giraron sobre sí, como una cámara que hace un zoom para captar mejor los detalles. El otro adepto miraba hacia los lados, como comprobando que no había nadie cerca y, aun así, activaba y manejaba un auspex con gran habilidad.

Nathaniel alcanzo al final el santuario de combate para ver como las tropas se entrenaban, no había pie al descanso en aquella lucha, al sentir y observar como los presentes se giraban y saludaban, respondió a estos mismos de igual forma.

A continuación se dirigió hacia el lugar donde estaban sus hermanos Astartes y observo como Phalanax ya estaba por el lugar, acercándose a este, se esperó a que terminara el ejercicio que estaba realizando antes de dirigirse a él.

- Bien hallado, Sargento.

Sin palabras... asi es como hacia las cosas, sin decir nada, sus actos hablaban por el, su labor era concisa... servir a su señora, proteger a Lady Baryl, castigar a todos aquellos que osen faltar al respeto a la inquisidora...

Beler camina unos paso tras su señora, vigilante, atento a cualquier imprevisto, preparado para caer sobre cualquier desgraciado que se atreba ahacer o decir lo indebido y siempre dispuesto a acatar las ordenes...

Sigue a Lady Baryl y atiende a la conversacion sin interferir... saber de que se habla le ayuda a comprender la situacion en la que se encuentran y calibrar el grado de peligro...

Septimus fue correspondiendo con educación a los saludos que le dedicaban, mientras seguía avanzando. No le importaba que le retrasaran un poco con sus tareas, y el formalismo formaba parte de él. Cuando llegó al Apothecarium y sus ojos se acostumbraron a la luz, lo que vio le hizo fruncir el ceño en un gesto de curiosidad muy poco disimulado. Allí estaba pasando algo raro. 

No iba a preguntar a sus hermanos, pero era evidente que estaban haciendo algo en secreto, y que no querían que les descubrieran. Sin embargo, sentía que era su deber al menos echar un ojo al cuerpo que estaban analizando. 

Phalanax terminó el ritual de purificación de sus armas, y con clara emoción y alegría por la visita del hermano Nathaniel, se levantó y saludó con el mayor de los respetos al soldado de apoyo pesado, y de una forma familiar con el tacto de la mano de Phalanax en el hombro de su hermano de armas:

- Nathaniel, hermano. Es un placer verte por aquí. La monotonía de las semanas no me ha permitido hablar contigo durante estos últimos días. ¿Cómo te va?

Nathaniel respondió al gesto de su Sargento.

- Por el momento no puedo quejarme más que de la falta de acción, he visto que ha surgido algún tipo de disensión y algunos de los nuestros están siendo vigilados e interrogados por los Inquisidores. Eso ha llevado a que exista una cierta sensación de inquietud entre todos nosotros. Aunque abra que esperar para saber resultados de eso. – Comento. – Por lo demás mis aprendices avanzan y aunque las habladurías se exageren de nuestra intervención, por el momento tranquilo estamos hermano.

- ¿Y tu Sargento? – Pregunto el Astartes Devastador mientras miraba a su alrededor.

Blits atendió esas palabras con gran cuidado. Realmente, si la Inquisición estaba buscando algo, posiblemente fuese porque había algo. Pero ese avance no podía quedar en secreto. Precisamente, cuanto más secreto fuese, más posiblidades sería que, cayendo en malas manos, hiciesen el peor uso de él.

- Hermanos, precisamente por eso debemos compartirlo con gente de confianza. Si se trata del conocimiento de unos pocos, si por cualquier razón cayese en malas manos, poca gente sabría de su existencia, y no estaríamos preparados para lo peor. Mis hermanos, todos aquí somos fieles devotos del Omnissiah, y queremos la mayor gloria para nuestro guía. Debemos asegurar que ese conocimiento no se pierda compartiéndolo con los hermanos apropiados.

- Al igual que tú, comienzo a echar de menos la acción, aunque la disciplina de la rutina es necesaria en los momentos de paz, no se qué movimientos estarán pensando en el mando superior, pero me gustaría pensar que no dejarán mucho tiempo más para que los tiránidos se reagrupen y vuelvan a atacar... - Terminó de decir, a su vez que de pensar en ello, preocupando la voz.

- Me disponía a entrenar, si quieres acompañarme, sería un honor practicar las tácticas de tiro y de movimiento en binomios, o combate marcial, lo que prefieras. - Acabó con la proposición esperando la respuesta de Nathaniel mientras controlaba el tiempo y el lugar de entrenamiento con la mirada.

Nathaniel asintió a su Sargento.

- Por mi parte dispuesto a ello sargento. Tenía que probar un nuevo armamento que me han otorgado por los méritos de la última misión. Aunque la verdad veremos qué pasa, pues los ánimos están bastante decaídos y alterados. ¿Sabéis algo que podáis contar? – Pregunto el Devastador a Phalanax para ver si podía obtener algo más de información sobre la angustia que se respiraba en todo el lugar.

Septimus analizó rápidamente el cuerpo, sin centrarse mucho en él e intentando que no se notara por si sus hermanos hacían algo. Se fijó en que el cuerpo que estaba sobre una de las camillas era de un astartes, de un miembro de su capítulo. La cara la tenía arrancada siendo solo un conjunto de músculos y ligamentos, por lo que no pudo reconocerlo, si es que era alguien conocido.

En el interior, los órganos del astartes eran los normales que solía haber, pero había algo raro. No eran igual que los que solían tener los hermanos del capítulo, había algo que no encajaba, pero no sabía distinguir el qué.

-Pero con la Inquisición metiéndose en sus asuntos, ¿quién es apropiado o quien no? -dijo el que había hablado primero- mi base de datos te ha reconocido como el Tecnomarine al mando de la misión de Mons Zilos, por eso te lo conté.

El grupo empezó a ponerse ligeramente nervioso- esta reunión improvisada empieza a llamar la atención. Ya nos reuniremos. Un placer, hermano.

Y sin añadir más, el grupo de tecnosacerdotes abandonó la biblioteca, cada uno por un lado, como si no se hubieran reunido.

Phalanax acompañço a Nathaniel a la zona de tiro mientras continuaban su conversación:

- Pocas nuevas he oido, el único rumor que me ha llegado es que Mons Zilos puede ser asignada pronto a alguna de las secciones del ejército, pero mi información es escasa, puede que alguno de nuestros conocidos, o alguno de estos otros astartes esten más enterados...¿Tú has oido algo Nathaniel? - Terminó preguntando para comprobar si al menos, el único rumor que conocía tenía fundamento.

Acto seguido comenzó el entrenamiento junto al hermano de apoyo pesado, no sin comentar:

- Bueno, veamos como funciona esa nueva arma que te han concedido por tu meritorio trabajo. - Con espectación.

"¿Quién es, y qué es lo que le ocurre?" se preguntó Septimus, bastante intrigado ante aquel hallazgo. Había algo que no acababa de cuadrar en todo aquello, y mucho se temía que se trataba de algo oscuro. El oscurantismo con que se había tratado la operación inquisitorial en la recuperación de la Forja no auguraba nada bueno, y allí había algo que no acababa de cuadrar. 

Lanzó una mirada rápida al resto de sus hermanos, para asegurarse... Estaba convencido de que tenía sus ojos clavados en él mientras creían que no estaba mirando. 

Sea como fuere, decidió intentar ahondar un poco más. Si seguía sin descubrir nada, por mucho que le pesase, debería dejar tranquilo el cadáver de ese astartes, y esperar que sus hermanos no estuvieran haciendo nada que les pudiera salir demasiado caro a todos...

-Un placer hermano. Seguid con el trabajo duro.- añadió simplemente al tecnosacerdote.

Preocupado, se quedó pensando en lo sucedido. No tenía demasiada idea de qué debía hacer con esa infromación tan susceptible de ser corrompida. Una buena comunicación a larga distancia... Sin duda eso sería un buen avance si llegaba a buen término. Debería comentarlo con el maestro de la forja? Debería esperar a otra reunión?

Los tecnosacerdotes habían comentado tener otra reunión. Así que posiblemente lo más sensato sería esperar a la próxima reunión. Pero... Debería hablar antes con Seanos?

Confuso, se fue a sentar donde estaba. Con el libro abierto por donde lo había dejado, aunque pensando en este dilema por un largo rato.

Si era una información importante, el maestro Seanos debería saberla. Al fin y al cabo, era una información que podría darnos una buena ventaja en la guerra. Blitz se levantó y recogió, dispuesto a ir a su habitación. Al día siguiente hablaría con Seanos del tema.

Septimus buscaba y buscaba, pero no parecía encontrar nada raro en los órganos y disposición de estos... hasta que llegó a un lugar. Esos órganos, sí, eran de astartes, pero no eran iguales que los que había estudiado o los que tenían sus compañeros. Eran diferentes, ligeramente diferentes. Un ojono acostumbrado no se habría dado cuenta. Parecían tener más tiempo, no ser tan "jóvenes" como los suyos, y aun así había algo raro.

En ese momento entró el jefe de apotecarios en la sala. Entró y comenzó a hablar con uno de los siervos no astartes del capítulo, parecía no haberse dado cuenta de que Septimus era el único observando ese cadáver.

Blitz salió de la biblioteca y se dirigió hacia su cuarto. Era la rutina normal, pero esa conversación le carcomía por dentro. ¿Eran ellos miembros de la inquisición? No, ¿porque tanto secretismo? Bueno, el secretismo estaba a la orden del dia en el mechanicum, pero estaba seguro de que eso iba más allá.

El día pasaba ligeramente, cuando un sonido en la puerta llamó su atención. Por la endidura de ésta habían metido una pequeña placa de datos, de único uso y que borraría la memoria en cuanto fuera usada.

"Ya he arriesgado demasiado" pensó Septimus, y se alejó del cadáver todo lo sutilmente que pudo, buscando rápidamente otra ocupación con la que entretenerse, y que no le hiciera parecer sospechoso de algo que, empezaba a sospechar también, no debería haber estado haciendo. 

"¿Qué demonios había en ese astartes? Algo no acababa de cuadrar... Pero ahora no debo ser yo el que siga ocupándose de ello, si el hermano Zael necesita algo, sin duda nos lo pedirá..."