Partida Rol por web

Cuando llegó el momento en que Burnette debía ascender por aquella chimenea fabricada por los bichos -o quizás por actividad volcánica antigua, quién sabía- deseó con todas sus fuerzas no meter la pata. Sus cálculos le decían que podría llegar sin problemas, y que la propia inercia le permitiría llegar hasta arriba holgadamente, pero una parte de su mente le decía que cometería un error de cálculo, que él tenía buen ojo para distancias horizontales, pero no verticales. Sin embargo, no podía quedarse ahí mirando indefinidamente, su ojo le escocía cada vez más, y sentía la extraña urgencia de marcharse de allí.

Activando los Jump Sets, notó la fuerza de la presión ejercida sobre su cuerpo, y la ya familiar sensación de ascenso mientras dejaba atrás el Nido y se infiltraba en la chimenea. Durante unos segundos, sólo era él en la oscuridad, y ahí arriba, un ligero haz de luz que prometía una más que deseada libertad. Sin embargo, observó alarmado cómo el indicador de combustible descendía tan alarmantemente que Burnette pensó que algo iba mal con sus lecturas. Cincuenta metros, cuarenta, treinta... estaba seguro de que lo conseguiría... y de repente, la propulsión se cortó de repente, a apenas quince metros de su objetivo. La inercia de la propulsión le empujó un poco más allá, pero el Artillero sabía que no iba a ser suficiente... y si no hacía algo, la caída sería mortal. Lleno de determinación, de instinto de supervivencia y de pura rabia, desenfundó el cuchillo de combate con un rápido movimiento y lo incrustó en la fría tierra en un acto desesperado. Con un fuerte tirón, su brazo crujió por el peso cuando todo su cuerpo se quedó unido a una delgada hoja clavada en la roca.

- No voy a morir aquí... no pienso morir aquí - gruñó para si el soldado, usando todas sus fuerzas para trepar con manos y pies por la pared. Afortunadamente, en la oscuridad de la chimenea, pudo aferrarse a uno de los cables que sus compañeros habían situado para el ascenso, y un un grito de dolor y alivio, salió de aquel agujero infernal sólo para ser golpeado por una sensación helada que le llegaba hasta lo más profundo de su alma. El visor astillado no le protegía del frío de la superficie, y de repente todo se volvió gris. 

Sin embargo, no se iba a quedar allí... la salvación estaba muy cerca... casi podía oler el combustible del vehículo de rescate. Sacó fuerzas de flaquezas y alzó su lanzagranadas mientras avanzaba a paso rápido hacia el vehículo, mientras el frío le llenaba por dentro y le astillaba el alma. Su trotar se vio reducido, pero no la determinación por sobrevivir.

Me quedo junto al agujero vigilando, esperando a que Wallace termine de subir del todo.

- "¡Sargento Mayor! La central ha denegado nuestra petición. Las coordenadas de extracción no serán alteradas en ningún caso, no pueden maniobrar el taladro hasta aquí. Lo único que he conseguido es que nos den algo más de tiempo, pero me han dicho que nos demos prisa, Señor." -

Todos están ya arriba y solo ella queda escalando esa maldita pared vertical. No avanza mucho... sube 10 metros y pierde el pie, resbalando y perdiendo unos metros de altura. Sigue haciendo ese esfuerzo sobre humano para conseguir llegar arriba, pero sabe que si no comienzan a correr ya, no llegarán a tiempo al punto de encuentro.

-Sargento Mayor, sugiero que comencéis a correr... que yo os sigo nada más llegar arriba. Vosotros tenéis que transportar a Wimger - dice, con la respiración entrecortada, en un momento de descanso antes de continuar subiendo. Es lo mejor para salir todos de allí.

El Alto Mando no les esperará toda la vida.

Sigue subiendo y resbalando. Eso es peor que estar allí abajo combatiendo con todos esos asquerosos seres.

Aquellos dos tiros helaron la sangre de la recién ascendida sargento. No podía creerlo del todo, la verdad. No por el hecho de que era lo humanitario para con el herido teniente, no por el hecho de que era necesario para no sacrificar a todo el escuadrón.

Sino por quién había apretado el gatillo.

Focker, que nunca dejaba nadie atrás. Nunca. Y ahora había tenido que tomar una de las decisiones más difíciles que seguramente debía tomar un mando. Sonia tuvo que tragar saliva ruidosamente, preguntándose si ella, llegado el momento, podría apretar el gatillo. Tal vez sí, pero... ¿y su conciencia? Ella misma era quién había dicho que sino hacían algo así no lo conseguirían, pero esto resultaba muy distinto.

Más no había tiempo para pensar en ello. No sólo Wallace se retrasaba y había que llevar a Wimger, sino que además abajo había movimiento. Demasiado movimiento. No había tiempo que perder.

- ¡Bockman, encárgate de llevar a Wimger! ¡Yo iré abriendo el camino! - empezó a dar órdenes - ¡Billy, más te vale correr como alma que lleva el demonio para alcanzarnos! ¡Ya oísteis a Gawain, tenemos algo más de tiempo pero no podemos dormirse! ¡Todo el mundo a correr como putas!

El explorador terminó de trepar algo agotado, y con ese dolor de cabeza que no parecía remitir. Cuando miró hacia abajo, pudo observar que se había montado una buena juerga. Si siguieran ahí abajo, les habrían jodido bien. De eso no le cabía duda. El pobre teniente, de hecho, se había quedado. Y, a juzgar por lo que quedaba a la camilla para subir, y como habían surgido esos bichos... Iban a perder a uno de los dos sí o sí. Lo que había hecho el sargento mayor había sido lo más lógico y piadoso.

Las órdenes de la sargento llegaron, y no era nada que el explorador no pensara hacer... Correr como condenados en busca de la salvación. Y eso empezó a hacer. 

El ascenso final había terminado y solo Billy quedaba aún en ello. Los bichos se activaron en el fondo del agujero y eso significa que si me hubiese quedado a esperar que subieran a Wimger para luego subir al Teniente, ahora estaría muerto junto con él. Mi instinto fue el correcto.

Escucho las palabras que me dicen mis hombres, especialmente las de Gawain y asiento a ellas antes de hablar:

 - "Por lo menos es algo. Ya oyeron a la Sargento. Bockman, lleva a Wimger. Popov, debes hacer algo con los agujeros en la armadura del herido o se morirá de frío. Haz algo para ello y llevarás la camilla junto a Bockman para que Wimger no se aporree y puedas vigilarlo. ¡Todos a correr! ¡El que llegue primero hace que el taladro espere, aunque tenga que poner una pistola en la cabeza del piloto! Dije que no dejaría a nadie de la Fox atrás y planeo cumplir mi promesa. No perderé a nadie más."

Veo como todos empiezan a correr y me quedo esperando a que Billy termine de subir antes de correr junto con ella. El frío es tremendo y ya estoy muy cansado después de una misión muy larga y sin descanso, pero no pienso rendirme en los últimos metros.

Me sitúo en retaguardia, protegiendo a los más razagados.

El ascenso de la camilla había sido bastante fácil teniendo en cuenta las circunstancias, según iban subiendo los compañeros e iban ayudando el esfuerzo fue más llevadero. Por fin terminamos de subirlo y estábamos preparados para salir por patas hacia el taladro cuando el sonido al fondo de la chimenea explotó. Un tanque y muchos bichos comenzaban a arremolinarse en su base mientras billy  aún no había terminado de subir. Las órdenes fueron claras y precisas. El bicho guerrero de la salida parecía atontado sin saber si atacar o no y eso parecía darles una oportunidad. Viendo el trabajo que tenía por delante, Bockman se acercó a la camilla y sujetó los extremos de la cabeza.

Levantó la camilla - Puedo solo Popov, céntrate en que no se muera en el traslado. La sigo Sargento. - En cuanto Popov estuvo a su lado comenzó a tirar tan fuerte como pudo. No parecía pesar tanto, sería el traje o la adrenalina que aún no lo había abandonado que la camilla comenzó a arrastrarse por las patas de Wimger. Bockman tiraba e intentaba esquivar todos los montículos y piedras salientes que era capaz de ver. La tela de la camilla improvisada podría ceder en cualquier momento y no querían tener que mover al infante de su lugar o se desangraría. Dejando la postura del herido correctamente para el médico el artillero centró todas sus fuerzas en seguir el trasero de la nueva sargento. - Si no llevara armadura la sargento seguro que correría más detrás de ella. - Pensó con una sonrisa feliz. No tenía que pensar en nada más que no fuera correr ya que sus compañeros se harían cargo de todos los problemas y confiaba en ellos ciegamente. Recordó la academia - inspirar, exhalar, inspirar, exhalar, mover los pies y nunca parar de poner un pie delante del siguiente. No dar el máximo, seguir a ritmo alto pero reservar algo de fuerzas para mantener el ritmo. Se acordaba de las lecciones de supervivencia y por ahora la camilla se movía con fluidez. La suerte les sonreía

Ya sólo queda la larga carrera. El estado de Wimger me preocupa de sobre manera, no parece que pueda soportar el intenso frío con su armadura destrozada. Analizo mis posibilidades y son bien pocas, intento sellar lo mejor posible las filtraciones con el poco material que tengo a mano, puede que me lleve unos minutos, pero la prioridad es garantizar la supervivencia de nuestros hombres.

- Ya has escuchado al Sargento, Bockman. Será mucho más rápido para los tres si llevamos la camilla entre los dos.

Dicho esto colaboro cargando la camilla. 

James ascendió penosamente de el borde del agujero y apenas miró el paisaje. Por entre la niebla que invadía su visión, mezclada con manchitas negras, vio a los demás compañeros avanzar a paso ligero hacia alguna parte. Como un autómata, se puso a caminar. El combustible de los jump jets se había agotado. Conectó la calefacción de la armadura, que de poco le valió, ya que por los numerosos agujeros que le había abierto aquel tiger ya notaba cómo su piel expuesta perdía la sensibilidad.

Al principio fue un alivio. Anestesiaba. Pero la carrera comenzó mal. Estuvo a punto de caer por culpa de un agujero en el terreno que no había visto bien, y la nieve obstaculizaba cada paso.

Así no llegaré nunca, pensó. Le dolían el cuerpo y el alma. Haber presenciado cómo el sargento mayor pegaba un tiro al teniente Speedy le había afectado de manera ambivalente: por un lado, dejar a alguien atrás, fuera cual fuera la dificultad iba en contra de todo lo que le habían enseñado. Por otro, en realidad, se habían hecho cargo de él, tal y como decía la tradición: ese disparo a su propio hombre (estaba subordinado a Focker, aunque fuera oficial) no era lo doloso del caso, era lo correcto, llegados a tal extremo.

Intentando hacer un último esfuerzo, corrió tanto como pudo. En la mitad del sprint, en el que parecía estar alcanzando a los más adelantados, su cuerpo cedió. Notó como, en vez de caer, el suelo avanzaba hacia su cara, y le daba el blando golpe de la nieve. Su tacto a través de los rotos del cristal le refrescó. Comenzó a sentir sueño, a sentir calor. Su último pensamiento: que bien se está aquí tumbado. Y se quedó dormido.

El camino se estaba tornando difícil, el viento aunque suave se convertía en una dura carga a medida que aceleraban sus cuerpos. La nieve por su parte, era su mayor enemigo, era bello verla tras tanto tiempo en la oscuridad, pero en aquellas circunstancias, era muy fácil odiarla a un mas que a las duras rocas de aquel nido.

Los infantes habían tenido que dejar atrás a Wallace, el tiempo apremiaba y seria mas fácil obligar a los tripulantes del taladro a esperarla a ella que llegar junto con ella y rogar por que el taladro los esperase a todos. La técnico fue la ultima en salir de aquella chimenea, sumamente cansada y angustiada, solo para notar que tenia aun una larga y difícil carrera por delante. Sin mas, oprimió el botón del detonador y una segunda gran explosión se hizo sentir en todo el lugar, incluso para sus compañeros que ya estaban a mas de 500m de allí. Los bichos que intentaban perseguirla probablemente había volado en pedazos junto con gran cantidad de huevos; sería algo digno de ver, incluso regocijante en aquellas circunstancias, pero no había tiempo, tenia que seguir adelante.

En la cima de aquella carrera por la vida, se encontraban la sargento Ramírez y el consejero Gawain, frente a ellos, una densa y escalofriante columna de humo se levantaba del lugar en donde en teoría debería estar el taladro. Al fondo, ambos infantes podían ver una bella montaña envuelta en nubes; la imagen era singularmente inmemorable.

Atrás, a no mucha distancia, venia el grueso del grupo alentados por el sargento mayor, a unos dos metros atrás estaban los mas retrasados. Popov y Bockman que jalaban de la camilla solo habían avanzado una tercera parte del recorrido cuando súbitamente se detuvieron; a la distancia parecía que Popov intentaba reanimar a Wimger. Y si eso no era suficientemente malo, inesperadamente para todos, el consejero O`Flaggerty había caído inerte en medio de la nieve sin dar respuesta a llamado alguno.

Comienzo a correr, viendo como el resto del grupo lo hace. Parece que todos, más atrás o más adelante, ya están corriendo. El taladro tendrá que esperar y si no es así, bueno, tendremos que inventar algo.

En ese momento veo como James se desploma, lo llamo pero no contesta. Me devuelvo de inmediato a donde está e intento cargarlo a cuestas. Hablo por el comunicador:

 - "Todos sigan corriendo. No quiero que ese taladro se vaya, así que quiero que lleguen allá y se aseguren de que nos espere. Sargento y Gawain, ustedes serán los encargados de ello. El resto continúe con la carrera, mientras más sean, más presión harán."

Activo la fuerza de mi traje y comienzo a mover a James hacia el taladro lo más rápido que puedo sin detenerme. No voy a abandonar al recién nombrado Cabo, debo sacarlo así como a todos los demás. Veo como intentan reanimar a Wimger, espero que Popov lo consiga. Hemos llegado demasiado lejos para morir aquí.

Seguir avanzando, sintiendo cómo el frío le llenaba por dentro, apretando los pulmones con un puño helado, pero sin parar. Esa era la única misión de Thomas en aquel momento. Codo con codo junto a sus compañeros, unos más heridos, otros menos, unos ayudando a los inconscientes, otros corriendo para evitar que el taladro se marchara... ahora se enfrentaban a otra clase de enemigo: invisible, silencioso, pero igualmente mortal. El hielo de Galdonia VI prometía una muerte dulce y rápida si se detenían en algún momento, pero Burnette no se permitía parar en ningún momento.

Sin embargo, dentro de su cuerpo, se libraba otra batalla...

Comienza bien, pero sus piernas no aguantan mucho. Ve como todos están ya muy lejos para alcanzarlos si no aprieta el paso, pero las piernas a penas le responden lo suficiente como para avanzar unos 150 menos, o quizá menos. En ese momento aprieta el detonador, una vez fuera del peligro de caer de nuevo al pozo de bichos y echa a correr tan rápido como puedo, haciendo uso del potenciador de fuerza del traje. 

Sigue a los puntos negros que se pierden unos cientos de metros por delante de ella, en ese paisaje enfermizamente blanco... enfermizo porque no puede disfrutar de ese lugar y la nieve, sino que tiene que estar corriendo por su vida. Si no consigue llegar al punto de recogida, seguramente tenga que quedarse atrás.

No esperarán por uno, por mucho que sus compañeros quieran hacerlo. A los de arriba les da igual una baja más o menos.