Partida Rol por web

La mujer de sangre se vuelve a acercar a ti, parece dispuesta a no darte tregua, por el mero hecho de que tus flechas son las que la están alcanzando. Con un rápido movimiento, impacta con su cola en tu armadura, afilada como una espada y hace un buen agujero en ella, atravesándola e impactando de pleno en uno de tus costados.

La elfa, suelta una maldición por lo bajo, antes de lanzar otra flecha. Esta es certera y queda clavada en mitad del pecho de la espeluznante criatura.

El suelo comienza a ser un enorme charco de sangre.

El golpe le hace estremecerse de dolor al elfo. A punto ha estado de ensartarle y dejarle allí mismo. Y sólo ha sido un golpe. En cuanto logra librarse de esa mortífera cola, Glinthalas retrocede un tanto inseguro, pero su cara pronto retorna a su máscara inexpresiva de concentración. Ha habido un fallo, pero no se puede volver a repetir. Dos nuevos proyectiles vuelven a surgir de su mano con terrible precisión, hincándose con fuerza en su cuerpo rojizo.

De los ojos de la criatura comienza a salir más sangre de la que ya chorreaba, sin que le dé tiempo a la que hay en el suelo para que comience a coagularse.. Está todo cubierto de rojo. Vuelve a levantar su cola, pero esta vez, comienza a dar vueltas sobre sí misma, mientras de todo su cuerpo, brotan unos zarcillos en todas las direcciones, que ya, sin ni siquiera tocaros aún, os empapan de sangre caliente.

La escena era dantesca y ni un elfo voluntarioso de su edad podía superarla con facilidad. Y la sangre... tanta sangre, por todas partes. Apenas le da tiempo a reaccionar cuando vio lo que estaba haciendo la criatura. Esto iba a acabar mal...

Consigues que ninguno de esos hilos rojos roce tu puerpo. Por el rabillo del ojo, puedes ver al pequeño Ho, haciendo una seríe de acrobacias que sólo un ser tan pequeño y tan ágil podría llevar a cabo, pero no es eso lo que tus ojos se paran a mirar. Saradhas, tu bella compañera, ha sido impactada por varias de esas cosas y la mayoría de su cuerpo, su piel, comienza a ponerse del color rojo de la sangre fresca.

Escuchas como pronuncia tu nombre, a la vez que suena se escucha el sonido del chapoteo del arco que portaba al golpear con el suelo y puedes ver en su rostro, la misma expresión de terror y agonía que ya habías visto antes en todas los cuerpos que estaban en el interior de las piedras de fuera. La qualinesti, cae al suelo.

La furia recorre el cuerpo del silvanesti con una fuerza inusitada, traicionando todos y cada uno de los preceptos que trataron de inculcarle en su niñez. Ella ha caído y él no tiene conocimiento alguno que pueda ayudarla. El golpe húmedo del cuerpo contra el suelo ensangrentado será un sonido que le perseguirá en sueños por el resto de su existencia, si es que vuelve a tener la oportunidad de soñar.

De momento, no pudiendo hacer otra cosa, ciego de rabia, tensó con fuerza la cuerda y dos nuevos proyectiles fueron lanzados con gran fuerza hacia el monstruo. Puede que ya no pudiera salvarla, puede que nada más se pueda hacer, pero el deseo de venganza le inundaba. Lo pagaría caro. Lo pagaría con su vida.

Ambas flechas impactan en la criatura, quien, al contacto con la última, estalla empapando todos y cada uno los rincones de la sala de sangre. Donde estaba la criatura, puedes ver una tablilla, de un rojo oscuro, que ha caído al suelo tras el estallido.
Hó, que ahora ha dejaso de tener manchas para ser del mismo color que el resto de la habitación y que tú y la elfa, se lamenta con pequeños quejidos.. parece estar asustado.
Saradhas continuas tumbada en el suelo con los ojos cerrados.

Glinthalas, por fin pudiéndose permitir el seguir a su corazón, se desliza raudo hasta caer de rodillas junto a Saradhas, su dulce Saradhas. Sus manos de arquero, tan firmes en los disparos, son ahora un cúmulo de temblor mientras sostiene las de la elfa entre las suyas. No tiene verdadera idea, pero examina su cuerpo en busca de heridas, de alguna señal, de algo. Necesita hacer algo activamente y no sabe qué puede ser, así que emplea al máximo sus sentidos, tratando de percibir su respiración, su pulso, sus heridas, todo...

Acercas tu oreja a su nariz, ya que tus conocimientos sobre sanar no es que sean demasiado extensos, pero aún recuerdas alguna cosa de esas que todo elfo noble ha de aprenderse le guste o no, entre muchas otras tonterías que no vienen a cuento.

Puedes escuchar su respiración, es débil, pero aún respira. Su cuerpo todavía no ha sido cubierto del todo por ese color sangre que parece tener por debajo de la piel, pero estás casi seguro de que si la llega a cubrir entera seguramente morirá. Sacas el peto de su armadura, tratando de localizar alguna cosa que te indique cómo puedes ayudarla y puedes ver varios agujeros también en su ropa, pero al levantarla, ves como en uno de ellos, un agujero que tiene en la parte baja de la espalda, hay algo incrustado, como si se hubiera quedado incrustada la punta de una flecha pero más pequeño.

¡¿Oh, dioses, podía ser eso?! Glinthalas examina la herida con más cuidado y la rodéa con sus diestras manos. Se acabó la sensiblería, hay algo que puede hacer. Apartó la ropa que le molestaba sin ningún miramiento y extrajo de su cárcaj una flecha de aguda punta. Ayudándose con la punta de flecha, el arquero comienza a perforar la carne de su compañera con cuidado, pero con decisión y sin pérdida de tiempo. Había que extraer aquel cuerpo extraño como fuera...

Haciendo un corte muy preciso, que la verdad es que te sorprende a ti mismo el que hayas podido hacerlo con la punta de una flecha, consigues sacar sin el menos problema lo que ha quedado bajo la piel de la elfa, que te parece una especie de pequeña pua de un color rojo muy intenso.
Esperas unos segundos a ver qué es lo que sucede y poco a poco, el blanco de la piel de la elfa vuelve a predominar sobre su piel, hasta que abre los ojos como platos mientras llena de aire sus pulmones.

Los dioses sean loados, vive...

Una respiración relajada inunda por fin el ambiente, proviniente del repentinamente aliviado Glinthalas. La elfa ha sobrevivido. Por unos instantes había temido perderla y la posibilidad no le había sentado nada mal. En unos segundos más recobrará la compostura y hará ver como que nada de esto ha sucedido, pero durante unos instantes su mundo se había desplomado y esto dejará una cicatriz en el carácter del arquero...

Glinthalas sigue guardando la reanimación de Saradhas, trasmudando ansiedad por serenidad según se hace más claro que la elfa sobrevivirá.

Pasan unos minutos, a pesar de que a ti te parece que transcurre bastante más tiempo, hasta que la elfa se incorpora en el suelo ya con la respiración más calmada. Mira a su alrededor un poco perdida, pero luego muestra lo más parecido que puede a una sonrisa y te susurra: - Has acabado con esa cosa. - Un acceso de tos la interrumpe unos instantes. - Ahora al menos volvemos a poder salir de aquí.

Las palabras de tu compañera te hacen volver a fijarte en la habitación, que por fortuna, parece que vuelve a tener todos los accesos que tenía antes, aquellos que habían desaparecido cuando la criatura apareció. En el suelo, brillando, sigue la tablilla que habías visto caer cuando conseguiste vencer a la " mujer ".

-Descansa un poco y reponte, puede que todavía tengamos que enfrentarnos a algo antes de salir. Esa cosa dejó caer algo al estallar en sangre. Intenta calmar al cachorro mientras le echo un vistazo a esa... tablilla -ordena Glinthalas mientras se dirige a examinar la tablilla. Nuevamente sus "decretos" son, bien entendidos, sugerencias firmes con el mejor de las intenciones, en la creencia de que es lo mejor para todos, pero para oidos poco entrenados podrían sonar francamente mal. En cualquier caso, todavía no han salido de allí, así que todavía no pueden bajar la guardia.

Saradhas asiente, aunque sabes con certeza que el cachorro no se va a acercar a ella, no sabes por qué, pero no parece caerle excesivamente bien.

Te acercas a la tablilla y la recoges del suelo. En ella puedes ver unas letras que no entiendes, aunque no hay demasiadas aunque la inscripción debe de ser algo breve.. Colocadas en triángulo, tiene tres piedras transparentes del color de la sangre, como las que se han iluminado con la luz de la luna.

-Para descifrar esto hace falta un sabio o un mago. Ambos están en el lugar de donde nos enviaron. Encendamos el fuego y que nos saquen de aquí, ya hemos hecho todo lo que podíamos razonablemente...

En realidad no, no hemos muerto todavía. Pero no nos pueden exigir ya ese nivel de lealtad, ¿o sí? En cualquier caso tenemos esta tablilla y podría ser lo que estaban buscando. Si lo fuera, seguir buscando aquí no sería nada sensato. Y siempre pueden volver a mandarnos aquí, exactamente aquí.

Saradhas se pone de pie y colocando los brazos en jarras te dice: - No se supone que nos han mandado a buscar un pergamino? Pues eso no tiene mucha pinta de pergamino.. Tenemos que encontrarlo, aunque sólo sea por nuestro amigo caído. Somos elfos, por todos los dioses.. Llamamos y les decimos que nos vengan a buscar, que no lo hemos encontrado, pero que no queremos estar más aquí? De qué habrá servido la muerte de Björn?

Mujeres, la historia de su vida, siempre teniendo razón, todavía no podían dejar la misión, no habían conseguido lo que se les ha pedido.

-De acuerdo, seguimos. ¿Tú estás bien? -dice con voz gélida, casi como si no le importara su estado físico, cuando es más bien justo lo contrario. Mientras lo dice se guarda la tablilla en su mochila, nunca se sabe.

Bjorn no era nadie, tú sí me importas. Puedo superar su muerte, pero la tuya...

- Bien, así me gusta. - Dice la elfa con, ahora sí, una sonrisa en sus labios y claramente satisfecha por lo que ha conseguido. - No sé qué tendremos que bucar aquí pero algo habrá a parte de esa tablilla.. porque me parece que ya hemos recorrido todas las salas que había. Si no me equivoco, las entradas que hemos visto y a las que no hemos accedido con las que dan a esta sala..

-Tal vez halla una entrada secreta a alguna parte, o la tablilla revele un código que necesitamos. Aunque no la entiendo, colocadas en triángulo, tiene tres piedras transparentes del color de la sangre, como las que se han iluminado con la luz de la luna... Tres piedras...

Decidido a averiguar cómo salir de allí con la cabeza bien alta, Glinthalas comienza a buscar, primero en el centro, después por toda la sala, un lugar donde encajar tres piedras, algo triangular, las piedras en sí... Tal vez la "dama de sangre" halla dejado caer algo más que la tablilla y no se ha dado cuenta. Una simple seña bastará para que Saradhas también busque. Hay que encontrar algo...