Partida Rol por web

Examinas las rocas, pero no puedes apreciar nada extraño en ellas, salvo que están formadas en parte por pequeños cristalitos  y el resto te parece roca como la de cualquier otro lugar, tampoco es que seas un experto en la materia..
La madriguera, era lo suficientemente grande para que entrara el pequeño tigre, pero no lo suficientemente grande como que dos elfos cupieran a sus anchas, así que decidís descartar la idea.
Camináis y camináis dando vueltas por las rocas hasta que os duelen ya los pies, mientras las lunas comienzan a hacerse un poco visibles en el firmamento, no tardará en anochecer..

-Ascendamos todo lo posible, así tal vez encontremos algo hacia donde dirigirnos -dice el elfo, pero en vez de comenzar a hacerlo en ese mismo momento espera unos segundos a que su acompañante de el visto bueno a su idea. Glinthalas todavía no ha aprendido a preguntar o ser amable, pero sí a dejar que los demás puedan protestar. Mucho le queda en su largo camino hacia la humanización...

Saradhas parece quedarse unos instantes observando a su alrededor y te dice: - Oye no se supone que tenías que ver brillar algo? Y si nos subimos a aquella piedra - dice la qualinesti señalando a la más grande - y acampamos allí. Desde allí tiene que verse la mayoría de lo que hay abajo y parte del desierto. ¿ Qué opinas ?

-De acuerdo -dice escueto el silvanesti, como siempre.

La idea de parar le atrae más de lo que quiere confesar, pero eso es algo que, cómo no, no piensa dejar traslucir. Con paso decidido y arco en mano comienza el ascenso que debía llevar a la pareja a dejar de deambular entre las rocas, aunque fuera sólo por unas horas.

No tardáis más de diez minutos en llegar a la zona de la enorme piedra. Ésta, parece distinta a las demás, al menos, por este lado en el que estás tan sólo se ve roca de color rojizo, pero no podéis apreciar que haya ningún trozo de cristal en ella. Trepar por ella no va a resultar fácil, pero al tener bastantes salientes parece factible hacerlo.

- Lo mejor será que suba uno primero y ate una cuerda para que el siguiente pueda subir el equipo y al tigre. Subes o subo? - Pregunta la elfa mirándote.

-Subo -dice sencillamente el arquero. No era una cuestión sexista, era una cuestión bastante racional. Glinthalas tiene las manos fuertes, más envergadura de brazos y es aproximadamente igual de ágil que ella. Si fuera trepar a las ramas altas de un árbol se lo dejaría a ella, más ligera. Siendo roca la opción lógica era que ascendiera él.

Glinthalas deja el resto de su equipo dispuesto para ser fácilmente izado y comenzó a ascender con la cuerda bien asegurada y dispuesta para que no le moleste en el ascenso y para que su peso esté bien distribuido. Lentamente y con seguridad, sin prisas, asegurando cada centímetro, el elfo comienza a izarse por la roca.

Tardas como unos diez minutos en llegar a la parte de arriba de la enorme roca, y la verdad es que a pesar del esfuerzo, el paísaje que se extiende ante ti es de esos que no olvidarás nunca. Mires hacia donde mires, en la lejanía sólo se ven dunas de arena, con un brillo rojizo ahora, debido a la luz del atardecer. A vuestro alrededor, alrededor de lo que es esta roca, todas las piedras están colocadas sin ton ni son..
Sujetas la cuerda asegurándote de que está bien fija y subís primero el equipo y en una de las bolsas, al tigre, que lloriquea cuando ve que está volando.. no parece gustarle demasiado.
Tras ello, se dispone a subir la elfa, aunque tarda algo más que tú, parece no estar costumbrada a tener que hacer esta clase de cosas.

- Vaya, si no fuera por el calor que hace, diría que es uno de los lugares más hermosos que he visto.. - dice contemplando la vista que se extiende ante vosotros.

El elfo simplemente asiente silencioso. Luego dedica unos segundos a mirar a su acompañante... unos segundos que se transformarían en minutos si no fuera porque se obliga a apartar la mirada y devolverla al paisaje, escudriñándolo, tratando de averiguar la solución al intrincado problema que les concierne ahora mismo y que evita que puedan volve a "casa".

-Descansemos hasta que brille Lunitari. Si mi sueño fue correcto, encontraremos un camino -dice Glinthalas haciendo gala de cierta seguridad que no acaba de sentir.

Estiráis unos de los sacos de dormir para sentaros sobre la roca, ya que está ardiendo y aprobecháis para cenar alguna cosa, mientras veis como poco a poco anochece delante vuestro y cómo las temperaturas vuelven a descender drásticamente. Las lunas, poco a poco se van haciendo más brillantes hasta que alcanzan todas su máximo brillo al caer la noche y junto con ello, las palabras de aquel " sueño " vuelven a tu cabeza cuando ves como algunas de las piedras junto a las que habéis caminado comienzan a brillar con un color rojo intenso que hace que se os corte hasta la respiración, es el mismísimo color de la sangre lo que se ve.
Dos enormes hileras brillan en fila recta, de forma paralela, hasta que al final, después de todas ellas una brilla  en el centro.

-Me pregunto si será la propia Lunitari la que nos guía. Metafóricamente hablando es una verdad absoluta. Pero los dioses son caprichosos y para algunos sólo somos meros peones. Descendamos y vayamos con cuidado hacia la roca del centro, del final -dice el arquero. El descenso puede ser peligroso, así que le resulta preferible el que utilicen los 2 la cuerda para descender. Un mal resbalón ahora y todo habrá sido en vano. Luego queda lo obvio: avanzar hacia la roca más grande por el camino de "sangre".

Esperemos no tener que manchar las rocas con líquido de su mismo color.

Bajáis de la enorme roca, aunque tardáis algo más ya que bajar sin caerse es más difícil que subir, aunque con calma, lo lagráis los dos. Desde ahí abajo, podéis ver como una luz rojiza lo ilumina todo, como si estuvieráis en una habitación en la que sobre las lásparas de aceite de hubiera puesto una gasa roja.
Avanzáis con cuidado, ambos atentos y con los arcos en la mano, pero al llegar a la altura de la primera priedra tan sólo podéis mirar horrorizados a su interior. Se ve el cuerpo de dos personas, dos humanos. Están completamente desnudos y con unas caras de dolor y agonía que hacen no poder mirar a otra parte que no sea ahí.

Glinthalas, dentro de lo posible, estaba acostumbrado a enfrentarse a la muerte, pero no al dolor en sí. Al ver esas muecas horrendas de dolor, de agonía, no pudo evitar pensar en el propio proceso que les había sumido a los ahora cadáveres antes de llegar a esa situación. Por su mente danzaban horrendas imágenes y se maldijo a sí mismo por tener una imaginación tan desarrollada para estos temas. Es incapaz de apartar la mirada, aunque intuye que lo que halla causado ese estado debe estar al acecho, o al menos podría estarlo. Piedras rojas como la sangre, ¿de dónde vendrían? ¿cuál era su origen? ¿quiénes eran los apresados? ¿no puede pasarnos eso a nosotros, verdad? El miedo se adentro en él como si fuera su propia sangre, a la vez que su corazón se aceleraba y palpitaba locamente.

Tanto la elfa como tú, os quedáis totalmente paralizados mirando los cadáveres. No puedes moverte, es como si algo te retuviera allí, plantado, unos lazos invisibles que impidieran que hicieras otra cosa y que controlaras tu cuerpo. Pero en unos instantes algo te saca de tu ensimismamiento, el pequeño tigre, está mordiendo tu pierna, parece que tratando de hacerte reaccionar.
Saradhas continua como una estátua ahí plantada al lado tuyo.

-Gracias Hó -dice el elfo todavía agitado por la espeluznante visión. Esforzándose por no volver a mirar hacia la piedra, mirando simplemente al pequeño tigre, se da cuenta de lo peliagudo de la situación. Con más decisión de lo que cupiera esperar para alguien tan recientemente horrorizado, se encamina hacia la elfa y, más que zarandearla, la arrastró fuera de la visión de la piedra, hacia las siguientes dos rocas, las que no brillaban.

La elfa te mira sin saber demasiado bien lo que ha pasado durante unos instantes, en silencio, pero al final acaba preguntándote: - Cómo ha podido acabar esa gente dentro de una roca?

-Prefiero no imaginarlo, pero deberíamos ir con mucho cuidado para no acabar de la misma manera. No olvidaré nunca sus caras -dice el elfo, avanzando con cuidado entre las piedras no refulgentes y esforzándose por no desviar la mirada hacia las prisiones sangrientas que ahora "sabe" que son las rocas rojas.

Saradhas parece algo más tranquila tras tus palabras y camina a tu lado entre las rocas, sin mirar para ellas, tan sólo mirando hacia delante, aunque ambos estáis bastante tensos por la situación.
Conseguís llegar ante la piedra que cierra el camino, que es más grande que el resto y tan sólo una mirada os basta a ambos para saber que es lo que acabáis de presentir con esa habilidad que sólo tienen los de vuestra sangre, en algún lugar de la iluminada roca se percibía una puerta secreta.

-Allí hay una entrada secreta, avancemos -dice el elfo señalando discretamente hacia el lugar donde han percibido la obertura; en sus señas van implícitas la calma, el cuidado y la alerta. Avanzarán, sí, pero no sin antes asegurarse de que no halla nada al acecho.