Partida Rol por web

Una calurosa noche de verano, el Club de la Hora Bruja se reunió en casa de Esteban para una nueva sesión de historias de terror. Pasarían la noche en el jardín, dentro de una tienda de campaña instalada en el césped, al lado de la casa. La familia de Esteban tenía sacos de dormir para todos, y también dispuso algo de picar, beber y una pequeña linterna por si tenían que ir al baño durante la noche.

En ese lugar del jardín no llegaba prácticamente nada de luz de la calle, y la noche se presentaba tranquila y silenciosa. Incluso el perro del vecino no ladraba como solía hacer otras veces. 

-Espero que os hayáis puesto los pañales, porque no quiero que mojéis estos sacos cuando os cuente la historia que tengo preparada...-dijo Esteban alumbrándose con la linterna mientras intentaba poner una voz tenebrosa sin demasiado éxito.

Franky se acomodo en un pequeño rincón de la tienda y dijo:- Si, si, siempre estás con lo mismo, veamos si esta vez mola de verdad...- Se fijo en las chucherías y cogío unas cuantas, esperando a que diera comienzo, estaba bastante molesto por los malditos insectos que le habían picado de camino a casa de Esteban.

Lucía estaba sentada sobre su saco abierto, cubierta solo hasta las piernas.

La familia de Esteban era bastante más acomodada que la suya, lo que hacía que la niña se sintiera algo intimidada con tantas cosas que normalmente no podía tener, no digamos ya compartir con sus amigos.

-¿Estás seguro que va a dar miedo?-preguntó con una risa clara y dulce mientras se quitaba las gafas dejándolas colgando sobre el pecho y rascándose un ojo- si me da mucho susto tendré pesadillas y me tendréis que aguantar vosotros...

David apartó un poco su saco de dormir. Hacía algo de calor por la noche y no era plan en estos momentos de acurrucarse mucho con su saco.

A mi mientras nadie ronque me da lo mismo que tenga pesadillas- dice David- tu cuenta ya la historia y a ver que nos parece.

-Muy bien. Para el Club de la Hora Bruja, doy comienzo a esta sesión con el relato llamado "La Muñeca Rusa"...

...Era verano, como ahora, y los niños disfrutaban de sus vacaciones. Algunos más que otros, porque los había que tenían que estudiar para recuperar asignaturas en Septiembre; y también estaban los que aprovechaban para realizar algunas tareas con las que sacar algo de dinero. María estaba en uno de estos últimos casos.

María era una niña de familia humilde. No podía disfrutar de la mayoría de los caprichos de los otros chavales y lo aceptaba con resignación. Así, cuando se presentó la oportunidad de sacar algunos euros ayudando a la vieja Dolores, no lo dudó. Era la ocasión para poder ahorrar durante el verano y comprarse algo que de otra forma nunca podría permitirse.

Básicamente María le hacía los recados a la anciana y le ayudaba con alguna tarea del hogar. Dolores era una mujer simpática. Muy habladora, viuda y sin hijos, por lo que la compañía de la pequeña era muy de agradecer. Además de la simbólica paga, acostumbraba a hacer galletas para ella o a comprarle algunos dulces. Pero un día, llegó con algo más que unos pasteles. Dolores se compró una muñeca rusa en un mercadillo, y se la mostró a María. La vieja le confesó que su madre tenía una muy parecida, y no pudo resistirse a comprarla en cuanto la vio. Estaba encantada con ella, sin embargo a María le dio un escalofrío tan pronto como la observó. Era como si esos ojos pintados en la madera de la figura la miraran amenazadoramente. No obstante, no dijo nada.

Los días pasaron, y empezaron a suceder cosas extrañas en casa de Dolores. Su medicación desaparecía, las bombillas se aflojaban solas y aparecían algunas alimañas muertas por diversos rincones de la casa. Lo último fue que María notase cómo la muñeca parecía cambiar de sitio por sí sola, sin que nadie la moviera. La pequeña estaba convencida de que aquella muñeca era responsable de esos sucesos. Había algo malo en ella, y así se lo dijo a Dolores. Pero la anciana, como era de esperar, no creía en esas cosas. ¿Tendría razón Dolores, y todo estaba sólo en su imaginación? María les contó todo a sus amigos y decidió salir de dudas invitándolos a pasar una tarde con ella en la casa de la vieja. El plan era ver si alguno sentía la misma inquietud en aquella figura. 

Cuando alcanzó la tarde, la joven y sus dos amigos se encontraron frente a la casa de la anciana. Ella les estaría esperando, seguramente con algo preparado para merendar.

Hector llego el primero, pues no tenía nada que hacer esta tarde y estaba aburrido en su casa, por lo que estuvo explorando el barrio durante un tiempo hasta que vio que se acercaban el resto, por los que les saludo:- Buenas, ya os esperaba desde hace rato, ¿Como es esa muñeca embrujada, le salen colmillos o algo?-  Lo decía en un tono más curioso que de broma o para pinchar, estaba verdaderamente interesado.

María se convulsionó con un escalofrío y le dio un empujón (que en realidad sera un empujoncito) a su amigo.

-¡No bromees con eso!-dijo con voz aguda aterrada. La muñeca obviamente no tenía colmillos pero ocupaba la maor parte de los agitados sueños de la niña desde que apareció en la casa, siguiéndola con sus ojos vacuos.

La niña se llevó las manos a los labios tirando nerviosamente del labio inferior.

Quería a la señora Dolores, siempre había sido buena con ella... ¿cómo iba a conseguir que creyera lo que le decía sobre la muñeca? La última vez que encontró una paloma muerta en el porche la muñeca había aparecido en la repisa de la ventana... Dolores comentó que posiblemente lo habría movido ella, que era así de despistada. Pero María no creía en ello. Se negaba.

Muñeca embrujada- dijo David, divertido por la broma- eso ha sido bueno- palmea la espalda de su amiga y se acerca a la puerta, llamando al timbre.

Los tres niños esperan en la puerta después de que David toque el timbre. Nadie parece responder, y toca dos veces más sin éxito. Las miradas se cruzan en un nervioso silencio. María se teme lo peor.

A ambos lados de la puerta hay sendas ventanas, y la de la derecha parece tener la cortina medio abierta.

-¡Señora Dolores!-dijo María en voz alta -¡Hemos llegado!-bordeó la pared hasta llegar a la ventana de la cortina semicorrida- ¡Señora Doloreeees!-llamó usando las manos  para hacer sombra en el cristal y mirar el interior.

Igual ha salido- dice David, no muy convencido. Generalmente a esas horas esperaba a los muchachos y nunca se ausentaba de la casa por ese motivo- ¿ves algo por la ventana?- pregunta.

Al ver como el resto van a la ventana con la persiana a medias, intento ver  junto con María, que la curiosidad me puede, es muy raro que no responda rápidamente...

Al asomaros en el cristal veis que la casa parece estar vacía. Todo parece estar en su sitio, en perfecto estado. Hector se aleja de la ventana decepcionado : esperaba algo curioso e interesante. Pero María se queda un poco más. La señora Dolores debería estar ahí. Entonces se da cuenta de algo que no está en su lugar: El librito de crucigramas y la radio. La señora siempre hacía los crucigramas sentada en el mismo sillón y dejaba el libro en la mesita de al lado, junto a la radio. Siempre ponía el mismo canal, pero sólo lo hacía cuando escribía los crucigramas. (- Hay que ahorrar - decía la señora). Aunque fuese despistada y pudiese poner en otro sitio el libro, éste estaba tirado en el suelo y sus páginas estaban llenas de garabatos. Además, la radio estaba encendida, pero no sonaba nada: tan sólo el ruido de interferencias. Pasaba algo raro con la señora.

María frunció el ceño.

-Vamos a ver si por la parte de atrás, lo mismo está en la cocina...-su mamá le había dicho que las señoras mayores a veces olvidaban las cosas y hacían una cosa cuando enrealidad no habían terminado de hacer otra. Confiada salió del porche para rodear la casa hacia el jardín trasero cuya puerta daba a la cocina.

Te acompaño- sigue a la niña hacia la parte de atrás de la casa.

Ante la decisión de mis amigos, no puedo más que alegrarme, aunque espero que no le haya pasado nada a la señora, me gustaría saber que hay en el patio trasero, al que nunca he ido, en tanto avanzó junto al resto me fijo en las ventanas, o si hay algo interesante tirado por el suelo.

Dais la vuelta a la casa sin notar nada raro. Nada excepto el silencio espectral que parece rodearos. Es un silencio...demasiado silencioso. Al llegar ahí, dudáis por unos segundos pero abrís la puerta poco a poco. El pomo gira y la puerta se abre. Efectivamente, la madre de María tenía razón y mucha gente deja la puerta trasera abierta. 

Tan sólo ves lo mismo que tus amigos: un crucigrama garabateado en el suelo y una radio encendida que no emite nada.

Al ver que la puerta se abre tan fácil, trago un momento saliva y les digo:- Habra que ver que la mujer no este mal, que es muy raro que haya dejado tirado por el suelo ¿No os parece?- Y sin decir más entro al interior para ver que ha ocurrido.

María entró tras Hector con un repentino dolor de tripa por los nervios.

-¿Señora Dolores?-preguntó en el silencio de la casa, roto solo por el sonido de la nieve de la radio-Soy María, hemos venido a merendar...Señora Dolorees.