Partida Rol por web

MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.

DÍA DEL TRABAJO (LUNA NUEVA), OCHO DE ABADIO.

POSADA DEL DRAGÓN OXIDADO.

POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Bethana tiene el tiempo justo para servir al Alguacil una cerveza antes de que la Alcaldesa Deverin entre también por la puerta de la posada.

Es algo menos habitual que la Alcaldesa se deje ver por la posada, salvo que haya algún espectáculo en concreto que pueda interesarle.

Pasea su mirada por la clientela, se detiene en la mesa del solitario Alguacil y se dirige hacia allí para sentarse con él.

Ambos comienzan a charlar, al parecer animadamente.

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DÍA DEL TRABAJO (LUNA NUEVA), OCHO DE ABADIO.

POSADA DEL DRAGÓN OXIDADO. POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Hattori se acerca con su escoba a barrer a la zona donde charlan el Alguacil y la Alcaldesa para tratar de escuchar la conversación.

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DÍA DEL TRABAJO (LUNA NUEVA), OCHO DE ABADIO.

POSADA DEL DRAGÓN OXIDADO.

POCO ANTES DEL ANOCHECER.

El alguacil saluda a la alcaldesa e indica a la mediana que traiga algo más de comida con un gesto de la mano. Pronto alcaldesa y alguacil hablan y charlan entre ellos como los viejos amigos que son. Alguna sonrisa, gestos y algún comentario gracioso sacan las risas de ambos de tanto en tanto, aunque las palabras concretas se entremezclan con el bullicio de la posada.

HATTORI:

- Te parece que, por el momento, sólo hablan de anécdotas varias acerca de cómo ha transcurrido su jornada.

- Belor parece haber tenido que calmar los ánimos en la pescadería pues cierto chucho ha hecho de las suyas y ha "robado" algo de pescasdo.

- La alcaldesa parece haberse dedicado plenamente a la burocracia, y a firmar y sellar ciertos pergaminos.

- Nada fuera de lo común.

Koya salió del reservado y se topó de frente con la imagen de la alcaldesa y Belor Cicuta charlando amigablemente en la posada. Acercó sus renqueantes huesos hasta allí para saludar a la pareja, pero especialmente a la eminente alcaldesa.

- ¡Buenos días!¿Cómo estáis?- Preguntó dibujando con sus arrugados labios una dulce sonrisa.- ¿Qué le trae por el Dragón Oxidado, alcaldesa?- Koya podría haber echado las cartas, mirado en su bola de cristal, o leído en los posos que ambos personajes hubieran dejado en sus vasos al marcharse. Pero, a veces, símplemente preguntar era más rápido y cómodo.

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DÍA DEL TRABAJO (LUNA NUEVA), OCHO DE ABADIO.

POSADA DEL DRAGÓN OXIDADO.

POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Kendra sonríe a Koya, e incluso le hace un gesto para invitarla a sentarse a su mesa con el alguacil.

- "Sólo estaba poniéndome al día con un viejo amigo." - Dice a modo de confesión. - "En su mayor parte trabajo... ¿Qué tal estáis, Koya?" - Pregunta cortésmente.

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DÍA DEL TRABAJO (LUNA NUEVA), OCHO DE ABADIO.

POSADA DEL DRAGÓN OXIDADO.

POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Kelsier se aproximó a la Posada de colores anaranjados, reflejos del sol entre las nubes y sobre el horizonte, poco antes de ponerse y dar paso a una noche levemente nublada. La brisa soplaba fresca y con la subida de la marea sus investigaciones marítimas se podían dar por concluidas aquel día. Era momento de recogerse, comer algo caliente y departir brevemente con caras conocidas antes de retornar a casa.

Entró al salón y el calor reflectante del lugar contrastó con el frío del exterior, aportando una sensación acogedora y agradable. Su mirada élfica barrió el comedor identificando a diversas caras familiares: lugareños, Bethana, Hattori, la señorita Ameiko. Y Koya con la alcaldesa... y el alguacil Cicuta.

Esta última identificación incomodó al muchacho, pues no sabía que pensar sobre dicho hombre, especialmente tras verle haciendo algún tipo de trato con Jubrayl Vhiski.

Seguro que la anciana está al acecho, pensó al ver a Koya departir con el alguacil y su compañía.

Tras unos momentos de duda pensó que su presencia allí podría ser molesta, así que dejó que los mayores se encargaran del asunto. No obstante se acercó a una mesa vacía, cercana al trío, y se sentó esperando ser atendido por Bethana, Hattori o Ameiko tan pronto quedaran libres de atender al resto de parroquianos. Sus orejas puntiagudas se elevaron levemente, como cada vez que el joven confería especial atención a la audición, y escuchó.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Como un depredador que tiene al alcance a su presa y se juega el todo por el todo, Koya no dejó escapar la oportunidad y sentó su huesudo trasero en una de las sillas libres alrededor de los dos tertulianos.

- Trabajo, trabajo y más trabajo...Es usted una mujer ocupada, claro. Pero a veces hay que relajarse un poco, ¿verdad? o se le pasará la vida tan rápido que cuando quiera darse cuenta será una vieja anciana y decrépita como yo. La vida se le escapa a una como el agua entre las manos. Pero no quiero aburrirles con historias de vieja.- Hizo una pausa para levantar la mano y pedir algo de beber y refrescar el gastado gaznate. Cuando llegó su bebida tomó un sorbo, lo retuvo unos segundos en la boca para después tragarlo, ya algo más tibio.- ¿Y qué me dice usted, Cicuta?¿Cómo va la seguridad en Punta Arena?

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Cicuta sonríe sentado en su silla sin incomodarse por las palabras de Koya.

- "De momento todo en orden." - Confirma de forma aparentemente sincera. - "Hemos estrechado el perímetro de seguridad y ni un sólo goblin podría adentrarse en Punta Arena sin que demos la alerta y les frenemos." -

Da un sobro de su bebida. - "No volverán a acercarse. No tendremos problemas." - Asegura.

- "Además, creo que Shalelu ha salido en busca de algunos... Seguramente les dará un escarmiento." -

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Las puntiagudas orejas de Kelsier se abrieron levemente hacia afuera, captando todos los sonidos del bar. Fue capaz de oír sobre el desacuerdo por la subida de la carne, la escasez de telas en el pueblo y la necesidad de obtener ciertos bienes de Magnimar, Galduria o Nybor. Incluso fue capaz de oír unos murmullos de protesta contra los Sczarni y sus "impuestos" en alguna mesa apartada.

No obstante, lo que logró que sus orejas se irguieran tensas fue el escuchar la mención sobre goblins y su madre. Tras la incursión al poblado goblin del pantano, no había sabido mucho sobre ella. De un día para otro había desaparecido, sin decir un simple adiós. Por otro lado era algo habitual en ella, sin embargo no por ello dejaba de ser molesto al hijo la indiferencia de su madre hacia él.

¿Todo en orden? ¿Tal vez porque pagas por él?, pensó el joven, recordando la entrega de una bolsa, aparentemente de dinero, al matón Jubrayl.

Sin decir nada, sentado de espaldas a la mesa del alguacil, la alcaldesa y Koya, el explorador siguió con atención los comentarios que hacían, merced de la intervención de la vieja adivina, y así supo sobre la posible amenaza de goblins y cómo Shalelu estaría encargándose de ellos.

Ten cuidado, madre, no pudo evitar pensar mientras alzó la cabeza y con la mirada buscó si Hattori o Bethana podrían servirle algo para cenar.

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DÍA DEL TRABAJO (LUNA NUEVA), OCHO DE ABADIO.

POSADA DEL DRAGÓN OXIDADO.

POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Cuanto más se acercaba la hora del crepúsculo, más notaba un hombre de su edad los achaques derivados de los inviernos pasados. Eso podía notarse en las no pocas veces que necesitaba abrir y cerrar las manos para evitar el dolor de tenerlas cerradas tanto tiempo entorno a la madera del bastón.

También, en las veces que se llevaba la mano a la espalda, para deshacer el suave arco que hacía su columna durante unos segundos. En los dos casos anteriores, las arrugas acrecentadas durante estos eventos dejaban claro que el dolor, no era algo fingido, más bien todo lo contrario, algo que aguantaba en silencio y con cierto estoicismo, intentando disimular que estaba mejor de lo que realmente estaba. Sus ojos repasaron la estancia, pronto sería necesario encender algunas velas de más para iluminar el lugar, y además, dejar la escoba a un lado para centrar todos sus esfuerzos en los clientes, en la comida y en algo que tenía más por la mano: el fregar.

Sus pasos lo llevaron hasta la esquina más cercana a la cocina, y allí dejó la escoba, mientras escuchaba aquellas palabras que la edad y los años en la taberna le habían hecho escuchar tantas veces, para dar paso a resultados desastrosos: "No tendremos problemas".

Y fruto de la experiencia en el servicio, sus pasos acabaron ante la mesa de Kelsier justo cuando este levantó la mirada para buscarlo. - He visto esa mirada antes, joven... ¿Miserias de la vida, quizás? - preguntó, mientras forzaba a sus labios a realizar una sonrisa que suavizara la pregunta. - Además de la cena, ¿puedo ofrecerte unos oídos para que escuchen? -

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Con sus sentidos alerta, percibió la llegada del viejo Hattori hasta su mesa. El muchacho le dedicó una sonrisa y pretendió pedir algo para saciar su apetito. Mas, a pesar de abrir la boca, no pudo emitir sonido ya que el anciano le tomó la delantera.

- He visto esa mirada antes, joven...- le dijo, y el medioelfo asintió creyendo que ambos pensaban en lo mismo: el yantar.

- ¿Miserias de la vida, quizás? - le preguntó. Aquello dejó al muchacho confuso.

¿Miserias? Bueno, más bien hambre.

- Además de la cena ¿Puedo ofrecerte unos oídos para que escuchen? - ofreció el viejo tian. Kelsier siguió boquiabierto unos instantes no sabiendo qué decir ni cómo reaccionar. Sinceramente, no esperaba aquel ofrecimiento del hombre. Llevaba años trayendo caza a la cocina de la Posada y era la primera vez que Hattori le dirigía tantas palabras juntas. Era difícil de digerir. Finalmente, el joven asintió lentamente con la cabeza. Fundamentalmente para obtener algo que cenar. No sabía como decir sí y no a la vez. Y no es que no agradeciera compañía y buenos consejos, pero que fuera el ayudante de la Srta. Ameiko le resultaba chocante e inesperado y por ende pronto afloró en él la duda que conducía al rechazo.

Tengo hambre... y el anciano Hattori es un buen hombre decente. Y fuerte, terminó por reconocer, echando la vista atrás y recordando recientes acontecimientos. Además... es viejo. Tal vez sepa algo, se dijo.

- Sí. Una cena y compañía sería algo agradable - admitió el explorador, pensando que, después de todo, tal vez Hattori tuviera respuestas y sería un compañero de cena adecuado.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

La Alcaldesa se levanta con delicadeza de la mesa y se despide con un cabeceo del Alguacil y de Koya.

- "Alguacil. Koya." - Dice primero a uno y luego a la otra. - "Me retiro, que pasen una buena noche." -

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Koya parece un poco sorprendida por la repentina marcha de la Alcaldesa. Tanto que es incapaz de reaccionar cuando el alguacil se levanta a su vez.

- "Koya. Ha sido un placer disfrutar de su compañía. Si me disculpa alguno de mis hombres se está pasando de la raya con la bebida... Voy a imponer un poco de orden." - Indica antes de dirigirse a un grupo de tres hombres sentados en una mesa en un lateral de la posada.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Dos hombres. Uno de los granjeros más conocidos en Punta Arena y su hijo, Boram, entran en ese momento en la posada y tras sentarse en una de las mesas centrales alzan la mano para llamar la atención de Bethana.

La pequeña mediana corre a servirles y, tras escuchar su petición se aleja a toda velocidad para traerles al cabo de un minuto dos grandes jarras de cerveza.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Y repentinamente, sin explicación convincente alguna, Cicuta y la Alcaldesa se levantaron, interrumpiendo su conversación con Koya y abandonaron la mesa.

Kelsier no entendía mucho sobre los comportamientos de las personas con cargos de responsabilidad en el pueblo, pero no creyó que fueran muy distinto a los de los animales que él estaba acostumbrado a acechar en las espesuras de los bosques. Cuando la manada de ciervos o la bandada de aves salían huyendo al unísono, se debía a que presentían cierto peligro o situación insegura para ellos. Y así lo sospechó el joven cazador, advirtiendo que, cual resorte de una trampa, alguacil y alcaldesa se alzaron de sus respectivos asientos dejando a la anciana Koya con la palabra en la boca, una vez ya iniciada la conversación entre los tres, para marcharse con premura.

El joven medioelfo se preguntó, en el supuesto de ser una desbandada, qué podía haber provocado su repentina huida.

¿Alguno de sus hombres bebidos? ¿Tan temprano? ¿De veras?, se preguntó incredulo el joven, mirando hacia la mesa donde algunos de los habituales guardias que visitaban la Posada se sentaban.

Siguiendo con la mirada el andar de Kendra y Cicuta, el muchacho percibió la entrada y toma de asiento por parte de un campesino y su hijo.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Las palabras del explorador hicieron que el anciano sonriera de forma leve, haciéndole bajar la cabeza en señal de asentimiento y confirmando sus palabras. - Espera aquí, tardaré solo un momento. - Se giró entonces, caminando ligeramente encorvado hacia la cocina, entrando en ella y perdiéndose unos minutos entre los misterios de la cocina y el servicio.

La primera vez que salió, lo hizo empuñando en su mano derecha una jarra de vino aguado, y en su izquierda una jarra de barro. Caminó lento hasta la mesa, observando los detalles de aquella taberna que tantas veces había visto ya, para ver como algo no tan común ocurría. La alcaldesa abandonaba la taberna junto al alguacil, sin dar más explicaciones que lo que él, en su humilde opinión, le parecían unas excusas rápidas e improvisadas para abandonar el lugar.

Se detuvo, dejándolos pasar por delante mientras agachaba la cabeza en señal de respeto y despedida, y solo cuando hubieron abandonado la posada, dirigió su mirada hacia la familia recién llegada, dejando que de ellos se ocupara, la mediana. Después siguió sus pasos hasta la mesa, donde sirvió la jarra y después el vino. Miró hacia la puerta, y la mesa que antes ocupaban la alcaldesa y su compañero.

- Una marcha inesperada. - ofreció su opinión, mientras miraba a su alrededor, en un rápido vistazo. - ¿Alguna idea? - Quizás el explorador si había escuchado algo, o tenía alguna teoría que a él, un simple camarero, se le había pasado por alto.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Al cabo de unos segundos, el recién llegado granjero se acerca a Bethana y le cuchichea unas palabras al oído.

Espera a que la mediana se aleje en dirección a la barra y luego alza su jarra y patea el suelo con fuerza para llamar la atención de todos los presentes.

Carraspea un poco y cuando se hace el silencio y todo el mundo le presta atención sonríe y grita.

- “¡A la próxima ronda invito yo! Hay que celebrar el futuro matrimonio entre mi muchacho…” - indica con el brazo libre al joven que entró con él en la posada. – “¡y la joven Petunia!” –

Casi al momento la mayor parte de los presentes estalla en vítores y aplausos. Algunos silban y muchos golpean sus jarras contra las mesas haciendo cierto ruido… rítmico. Bethana se dispone a ir sirviendo jarras a todos.

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POCO ANTES DEL ANOCHECER.

Los ojos de Kelsier dejaron de observar la salida de la alcaldesa de la Posada y el alejamiento del alguacil Cicuta hacia el fondo del comedor para centrarse en las jarras que tenía Hattori en las manos. El chico estaba hambriento y sediento, pero como el viejo no había depositado los recipientes sobre la mesa y desconocía qué jarra correspondía a cada uno, no se atrevió a tomar la iniciativa de apropiarse de una, con desparpajo, ni de indicarle que podía observar, como él, el abandono de la mesa de ambas personas dejando las bebidas sobre la tabla a la vez.

La pregunta del viejo camarero hizo que el muchacho se encogiera de hombros y respondiera sin filtro alguno, dando su parecer.

- Supongo que querrían hablar en privado - opinó el medioelfo en voz baja después de ver como la conversación entre ambos fue muriendo poco a poco en cuanto la Señora Mvashti se unió a ellos -. Aunque hay que admitir que venir a una concurrida posada no es el mejor sitio - dedujo el explorador, buscador y conocedor de sitios discretos, especialmente necesarios cuando iba a cazar -. Tal vez solo fuera un punto de encuentro y se verán más tarde en un sitio más tranquilo - arguyó volviéndose a encoger de hombros. Por ello su mirada se centró en Cicuta que aun recorría la sala. Si abandonaba en breve la posada, el joven vería reforzada sus sospechas.

Fue entonces cuando el campesino se hizo oír, invitando a todos los presentes a una ronda de cerveza para celebrar los futuros esponsales entre Petunia y su hijo Boram.

Oh, pues es cierto. Al final se casa con el granjero. Pobre Giorgino, pensó con tristeza. Cuando vuelva, que desilusión se va a llevar.

Cuando Bethana se acercó con una jarra de cerveza, el medioelfo negó con la cabeza, indicando que se llevara la bebida a otra persona. No brindaría por la infelicidad de un amigo.

A pesar del jolgorio y el griterío, el explorador siguió observando al alguacil.

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DÍA DEL JURAMENTO, DIEZ DE ABADIO.

PUNTA ARENA.

POR LA TARDE.

Transcurre día y medio con cierta tranquilidad tensa, aunque sin noticias de Sandru y los demás.

De repente, por la tarde, en un momento dado las puertas dobles de la posada se abren e irrumpe lo que ya casi parece un grupo de aventureros: Un sonriente y cansado Sandru, el enorme bárbaro Propiedad Transitiva acarreando unos grandes prismas de crital, los dos hermanos Dalmuvian portando unas parihuelas con un cofre y unos letreros de madera, y un algo débil Serveris al que Giorgino ayuda a caminar hasta una mesa, en la que le hace sentarse para esperar a por un té.

Poco después, entra en la posada la elfa Shalelu Andosana.