Partida Rol por web

Abres camino al grupo corriendo por la rampa de piedra, subiendo con rápidas zancadas. Tu tamaño mediano comparado con el de tu familia te hace ser más rápido y por lo tanto has sido el primero en adentrarte de nuevo en este pasadizo que une las dos grandes cavernas en las que os habéis adentrado.

Es una carrera por la vida. Quién sabe cuántos orkos infestan las profundidades de la Montaña. Y ahora todos saben de vuestra presencia. Observas el pasillo por el que estáis subiendo, iluminado por pequeños pebeteros con llamas azules cada varios metros. Es un pasillo ancho y de techos altos… Cuando suban por aquí, pueden venir a la vez tres o cuatro orkos, y los trolls podrán llegar sin problemas… No podéis hacerles frente aquí, os barrerían por simple superioridad numérica, y si así sucediera… ¿de qué habría servido todo lo que habéis hecho?

Echas un rápido vistazo por encima del hombro para confirmar que el resto mantiene el ritmo, y así es. Resoplando y jadeando, pero sin aflojar. Sabes que tenéis que subir aún más arriba… quizás allá sea posible montar algún tipo de defensa…

Ni siquiera quieres pensar en lo que os espera más allá, en lo que haréis si conseguís escapar a la superficie. De momento sólo quieres llegar hasta la siguiente caverna y llegar hasta padre.

Te sorprendes a ti mismo pidiendo a Orn que no se lo haya llevado todavía…

Sigues los pasos de tu hermano pequeño pasillo arriba. Corm corre muy rápido y debes redoblar tus esfuerzos para mantener su ritmo. Los demás también se esfuerzan, Romt, detrás de ti y tu hermano Unks que cierra el grupo. Más allá, siguiéndoos de cerca, llegan los malditos orkos por decenas, trolls y elfos, y quién sabe qué más enemigos.

Te arde la sangre. No por el esfuerzo de subir la rampa a la carrera, sino porque tus adversarios están allá abajo y tú huyes camino arriba. No estás acostumbrado a huir. Tú siempre plantas cara. Tú no te rindes. Y sin embargo aquí estás, escapando de la batalla en lugar de correr hacia ella. Allá abajo te hubieses quedado si no hubiese sido por la insistencia de su hermano pequeño.

Por eso y por otra cosa. Casi le parece escuchar la juiciosa voz de Unks, hablándole de la responsabilidad que ha aceptado junto con el Hacha de Hielo: Ser un digno heredero de su padre. Y para eso debe aplacar los deseos primarios que le acosan y pensar en el Clan siempre como en lo primero.

Y lo primero es escapar de este lugar. Encontrar de nuevo a Padre. Y después volver al hogar, a las Colinas, y allí advertir a todos del Mal que ha despertado en el Norte…

Y entonces sí… alzar en armas a todos los Hijos de Orn y enfrentarlo.

Subes corriendo por la rampa de piedra. No es fácil. Sudas a mares y jadeas, aunque tratas de mantener control sobre tu respiración, de conservar las fuerzas. No es fácil. A diferencia de los tres jóvenes que te acompañan, tu ya tienes muchos años, muchas batallas a tus espaldas, y aunque en apariencia tu forma física sea la misma que la de ellos, lo cierto es que ya no posees ni su aguante ni su resistencia. Lo que si tienes en demasía es orgullo, y eso es lo que te hace apretar los dientes y avanzar hacia adelante, sin permitirte proferir una queja. Mientras, la cabeza cercenada del monstruo golpea tu espalda con cada zancada. Sientes dolor cuando tu piel se empieza a llagar, pero callas y sigues corriendo.

El pasillo es amplio y los techos altos, y la luz de los pequeños pebeteros te permite ver la espalda de Urm, delante de ti. Te concentras en seguir su ritmo y en no flaquear.

Urm. El joven que aceptó para sí el Hacha de Hielo. El que deberá guiar al Clan tras Korn… pero temes que su mandato sea breve… porque temes que ninguno de vosotros sobrevivirá a este día…

Sacudes la cabeza para apartar estos pensamientos funestos de tu mente… Si Korn ya se ha ido… entonces tu deber es proteger a Urm, en lograr que llegue de nuevo a las Colinas, a vuestro hogar.

Tienes que hacer lo que sea necesario para que lo consiga…

Cierras el grupo que corre rampa arriba por el amplio pasillo. Los pequeños pebeteros ardientes que iluminan el pasillo pasan a tu lado como parecen estrellas fugaces a medida que subes a gran velocidad. Detrás vuestro está el Mal que se ha adueñado de este lugar. Y viene de camino.

Puedes imaginarlos irrumpiendo en la sala de abajo a través del agujero en el hielo. Puedes imaginarlos comenzando a subir en tromba por la rampa. Prefieres no perder tiempo en mirar atrás. Calculas que les llevaréis un minuto de ventaja a los primeros… quizás minuto y medio… Y eso no es suficiente, necesitáis detenerlos de alguna manera. Aquí, en esta rampa, no es posible… aunque contáis con la ventaja de la posición elevada, la anchura de la misma haría al final que os rodeasen y os matasen por su aplastante superioridad numérica.

¿Y más arriba? En la sala de las fuentes las puertas quedaron abiertas. Quizás las pudierais cerrar para frenar su avance… En ese momento, por tu mente cruza otra idea: El pasadizo que conecta la sala de las fuentes con la primera caverna es, a diferencia de este, muy estrecho. Tanto que vosotros tuvisteis que atravesarlo caminando a gatas. Se te ocurre que un lugar así sería fácil de defender ya que por ese pasillo sólo podría pasar a la vez un orko…

Estás convencido que lograréis escapar de esta horda. Estás convencido que volverás a ver a Padre vivo. Lo que te preocupa ahora es el después…

Porque si conseguís de algún modo salir a la superficie de la Montaña de nuevo y allí hay un dragón vigilando… entonces allí se acabará todo.

Tienes que pensar en algo.

Tenéis que encontrar la salida.

Al fin llegáis hasta la sala de las fuentes tras subir a la carrera y sin pausa la rampa de piedra durante varios minutos seguidos. Os permitís el lujo de deteneros un segundo para recuperar el resuello, ya que no sois capaces ni de hablar entre vosotros.

Romt mete la cabeza en la fuente de agua fría y la saca de golpe después, agradeciendo el alivio, pero no tiene tiempo de disfrutarlo, porque ya se oye el tumulto más abajo, desde la rampa… Los orkos ya han comenzado a ascenderla.

Corm atraviesa la sala para echar un vistazo a la salida. Otra rampa que sube hacia arriba. Un pasillo estrecho y de techo bajo que les llevará allá desde donde llegaron, el saliente en la pared de la gran caverna de hielo.

Unks observa las grandes puertas de la sala. ¡Si pudieran cerrarlas para bloquear el paso de la horda que se les echa encima! Las abrieron usando agua templada sobre los dos pilares. ¿Se cerrarán del mismo modo? ¿O habrá que usar otro método?

Urm no lo piensa y trata de mover una de las puertas usando su extraordinaria fuerza. Para su sorpresa, la gran puerta se mueve unos pocos centímetros al empujarla.

El griterío y los aullidos de sed de sangre de los orkos cada vez se hacen más nítidos y más cercanos…

Corm había comenzado a trepar la rampa de piedra, pero observó como uss hermanos se quedaban atrás tratando de cerrar la puerta. Rapidamente de deslizó de nuevo por la rampa para ayudarlos. Mientras sus hermanos trataban de utilizar la fuerza para  mover la puerta y cerrarla, Corm trató todas las combinaciones posibles para cerrarla, empezando por verter agua templada.

El gigante al ver que la puerta cedía empezó a forzarla mientras los músculos de su cuerpo se tensaban. Apretó los dientes y flexionando las piernas empezó a tirar de la puerta hacia abajo tratando de cerrarla para cortar el paso a sus enemigos, pero con todo el solo no podría...

Al ver a Urm empujando la puerta, y sus venas empezando a formarse entre sus músculos como pequeñas lombrices que se movían dentro de su piel, rápidamente intento ayudarle.

Afirmo mis pies sobre la superficie rocosa, inclino levemente mi cuerpo en dirección a la puerta metálica y apoyo ambas palmas de mis manos sobre ésta. Es inevitable contener el sonido que sale de mi garganta directamente como gesto de explosión y esfuerzo - AAAUUUUFFFHHH!! - 

Viendo que el agua no funcionaba y, a pesar del cansancio Corm se abalanzó contra la puerta para tratar de ayudar a su hermano a cerrar la pesada puerta. El rostro de Corm sudaba por el esfuerzo y cada vez se ponía más pálido. Estaba claro que el humano necesitaba descansar pero no era algo que pudiesen permitirse en aquel momento. Tenían que llevar la cabeza a su padre.

Esta puerta tiene que cerrarse. Me apoyo con todo mi peso contra la puerta y aprieto con fuerza. Los musculos de las piernas se me hinchan y la puerta empieza a cerrarse. Con cara de esfuerzo empiezo a cerrarla con el hombro a poyado, Corm a mi lado me ayuda.

-¡Vamos!- le animo y me animo, si logramos cerrar esta puerta tendremos un poco de tiempo, la necesidad me da unas fuerzas que no sabía que tenía, ya que la puerta se desliza con relativa velocidad.

Las dobles puertas, empujadas por los Hijos de Orn, empiezan a moverse despacio y sin ruido. El único ruido que se oye es el tumulto, el griterío que viene desde el otro lado, y que cada vez se hace más potente, más cercano.

Pero el comprobar que las puertas ceden ante su fuerza, que se cierran, les da las fuerzas necesarias para continuar a pesar de la desesperación y con un último y titánico esfuerzo, con sus músculos aullando por descansar, las dos enormes puertas se acaban cerrando, al fin, sin más ruido que un silbido de succión de aire.

Todos os derrumbáis sobre el suelo, exhaustos. Lo habéis conseguido. La puerta ha quedado cerrada. Sobre ella, el diseño de los dos enormes martillos en relieve comienzan a moverse a girar, pasando de la posición en la que estaban, paralelos, hacia la posición cruzada…

¡¡¡BLAM!!!

¡Pero antes que los martillos se crucen, un gran impacto hace que una de las dobles puertas se mueva y se abra un poco hacia adentro! Por el hueco asoma un brazo largo, musculoso, y piel gris como la ceniza. ¡Un troll!

¡Debe haber llegado corriendo y haber cargado contra la puerta! Ahora, agita el brazo y trata de encontrar algún tipo de asidero con su garra.

Comprendéis que la puerta no puede cerrarse completamente si no resolvéis rápidamente este grave problema… Por el sonido, parece que los refuerzos ya están al otro lado…

¡Hay que actuar ya!

Con rapidez, Corm blandió la espada contra el orko, siendo el más pequeño era el que menos furza podía ejercer sobre la puerta por lo que no dudo en tratar de cercenar aquel grisaceo y repulsivo brazo que se extendía mas alla de la puerta. Mientras blandía la espada se percató de que no llevaba la suficiente potencia para dejarle sin brazo....necesitaría la ayuda de alguno de sus hermanos

Balanceo mi martillo por encima de Corm y lo lanzo contra el brazo.

-AGACHATE- le grito a Corm mientras describe un arco mortífero.

El martillo impacta con violencia contra su objetivo.

Viendo que la criatura inmunda no cedía la puerta después de recibir los dos ataques de Corm y Unks, retrocedí dos pasos para cargar con mayor fuerza, y desaté mi gran espadón contra su grisáceo y pestilente brazo.

Todos los aullidos y gritos de las pequeñas criaturas quedaron en un solo silencio que se apoderó de todo a lo largo del pasillo descendiendo hasta llegar a la caverna, cuando la terrible y gigantesca bestia gris rugió de dolor, al clavarle mi espadón de acero macizo.

Sin embargo, seguía sin ceder ni un solo centímetro. Ésto se complicaba cada vez mas.

La hoja de acero del espadón del bárbaro golpea el metal de la puerta, haciendo que salten chispas y llevándose por delante dos dedos de la garra del troll, aunque no es suficiente como para que el musculoso brazo siga tratando de abrirse paso por el estrecho hueco.

Es entonces cuando el martillo de Unks pasa como una exhalación por encima de la cabeza de Corm, que se agacha al oir la voz de su hermano mayor.
El violento impacto aplasta el brazo a la altura del codo, salpicando sangre, y se oye el crujir de los huesos destrozados a la altura de la articulación. Seguidamente, el sonido es el terrible aullido de dolor de la bestia, que se repliega para atrás, despejando el hueco.

Sin embargo, el ruido del tumulto indica que la horda de enemigos ya están prácticamente al otro lado de las puertas. Y sin pensarlo dos veces, Romt y Urm se lanzan contra la puerta para cerrarla definitivamente y de una vez por todas…

Urm golpeó con el hombro contra la puerta esperando que se cerrase y bajasen por fin los dos martillos que los librarían de aquellas criaturas, al menos durante un buen rato.

Urm y Romt se lanzan contra la gran puerta de metal, apoyando sus cuerpos y empujando con todas sus fuerzas, hasta que lentamente, casi agónicamente, termina por cerrarse de nuevo.

Sin arriesgarse a que puedan abrirla de nuevo desde el otro lado, todos mantenéis la presión mientras los martillos en relieve giran sobre sí mismos y terminan de quedar cruzados, como si de nuevo indicasen que el paso está bloqueado. Es entonces, y sólo entonces cuando os permitís tomaros un respiro, después de tanta tensión acumulada.

Y a pesar de que sabéis que al otro lado el pasaje está sin duda lleno de orkos y trolls, apenas escucháis el tumulto ni apenas los golpes con los que aporrean las puertas.