Partida Rol por web

¡Por Ishtar! Y sale el profeta wardu a cubierta, la mano sobre la melena blanca, viendo hacia todos lados intentando descifrar en el caos lo que estaba sucediendo.  

Las sacudidas se intensifican, parece que no estaremos seguros ni siquiera en la bodega. De todas formas, mi lealtad está demasiado arraigada, así que pese a que mis instintos me impulsan a esconderme y acechar, me dirijo a la cubierta tras mi amo.

—Tened cuidado mi señor—le digo a Burna—recordad lo que sucedió en el ataque al campamento. Los ojos de aquella criatura no parecían los de un simple depredador del desierto...os buscaban a vos.

Llevo en mis manos la honda cargada con un proyectil. No nos iremos al fondo del río sin pelear.

Al llegar a la cubierta me quedé paralizado un momento, anonadado ante el temible espectáculo que se presentaba ante nuestros ojos. Mas ninguna emoción traslució a mi rostro, pues un hombre como yo tiene el deber de dominar sus emociones, no permitiendo que sus siervos las perciban, sean de la naturaleza que sean.

- Un espectáculo digno de reyes. - dije, alzando mi voz tan sólo lo necesario para que se escuchase sobre el sonido del viento - Más valdrá que unamos nuestras fuerzas a la tripulación, si queremos salir vivos de esta. ¡Vamos Enmerkar!

Nada sabía yo de navegación, pero mis ojos me decían que sólo había una forma de salir vivos de aquella, y era manteniendo el barco a flote. Recordando mis tiempos de soldado, en los que aprendí a recibir órdenes tanto como a darlas, avancé hacia el capitán.

- ¡Enmebaragisi! - dije, de nuevo alzando la voz lo justo - ¡Decidme dónde nos necesitáis!
 

Me conformé por el momento con aquello. Sabía que tenía que recuperar el control sobre Enmerkar, el wardu, quién, quizá olvidando cuánto me debía, había empezado a sentirse como un espíritu libre. Además, no era yo hombre de orgullo, y sabía que para llegar arriba a menudo había que pasar por debajo. Demasiados egos luchaban en aquella dispar compañía como para doblegarla por la mano derecha.

"El mundo es tan tuyo como quieras que sea"

Sólo había que empujar en la dirección adecuada.

Al ascender las escaleras, no se encuentran con un monstruo físico sino una enorme vorágine que avanzaba hacia ellos a toda velocidad. Las aguas del río parecían un océano tempestuoso y el cielo era una enorme cúpula gris negro que devoraba la bóveda azul. Con espanto podían ver como Enmebaragisi miraba horrorizado como aquel espanto de la naturaleza surcaba las bravas aguas para ahogarlos. 

En el momento en que suben el wardu albino y el criado de Burna la nave da una fuerte sacudida que hace a los aventureros casi perder el equilibrio. El resto de la tripulación se mantiene en buen equilibrio mientras que BUrna y los demás mantienen precariamente el equilibrio. 

- ¡Ayudad a Swagi a fijar la vela nos vamos a la orilla! - responde ante la pregunta de Kadashman - No podemos seguir navegando o perecemos. ¡La Vela! ¡Hay que fijar la vela! 

El terror reflejado en los ojos del capitán eran suficiente para que los aventureros fuesen conscientes del peligro que corrían.

Las instrucciones del capitán eran claras, y la vida estaba en juego.

- Bien. - respondí - Así se hará.

Después miré a quienes me seguían, dirigiéndome a ellos, fijando, sobre todo la vista en Enmerkar.

- Ya habéis oído al capitán. - dije, alzando la voz lo suficiente - Hay que ayudar a fijar la vela.

Dicho lo cual, me encaminé hacia el lugar en el que Swagi luchaba contra los elementos, sin comprobar si me seguían o no.

Aquello era una pequeña apuesta. Si conseguía que me obedeciesen en aquello, sus débiles y patéticas mentes empezarían a comprender internamente cuál era su lugar, incluso cuando aún creyesen que eran espíritus libres. Poco a poco...

Cuando el agua rocía mi rostro, olvido temporalmente mis recelos hacia el capitán.

—¡Por la Madre, el río se alza contra nosotros!—digo casi a voz en grito.

Me apresuro a seguir las órdenes del capitán, tras Kadashman y echando un rápido vistazo a los demás.

Avancé junto a mi amigo y señor Kadashman, para ayudar en todo lo que pudiese a aquellos hombres a fijar la dichosa vela, pues según el capitán era de vital importancia. Nunca había trabajado en un barco en labores de marinero, pero si le decían que debía hacer, seguramente podría ayudar con su gran fuerza que había entrenado durante años en la arena y que era una de las virtudes de los miembros de su raza, los wardu.

- ¡Decidme que hacer y como ayudar y haré todo lo que esté en mis manos!- grita a los expertos marineros que intentan fijar la vela.

Siguiendo las indicaciones del capitán, aventureros y los hombres del capitán trabajaron juntos para llevar la nave a la orilla sur del río, aventureros y tripulación, hombro con hombro hicieron lo suyo y la nave poco a poco viró el rumbo. Parecía que sólo un milagro los salvaría. Parecía casi imposible que aquello estuviera pasando, parecía que estuvieran navegando por un océano tempestuoso y no un río tranquilo como era aquel.  Pero lo imposible llama a lo imposible y el casco arremetió contra la orilla en contra de todo pronóstico. Por un lado parece que el mal acechaba a donde quiera que la expedición se dirigiera, pero a la vez había algo que parecía protegerlos. ¿Ishtar quizás? Seguro que el wardu profeta apostaba su vida por esa realidad, pero nada sabían de esas cosas.

- Es un milagro que no se haya destrozado el mascarón de proa y mucho más que hayamos llegado a la orilla a salvo.

Sus ojos se desviaban hacia los expedicionarios. Estaba claro que culpaba a los aventureros de las desdichas. 

- Bueno, chicos - dirigiéndose a su tripulación - el casco ha sufrido daños pero nada irreparable.

Se vuelve hacia Burna-Buriash.

- Creo que vuestro viaje ha terminado aquí, mandaré a algunos de mis hombres con vosotros a buscar madera al oasis más cercano, pienso que no está a más de un día pues estábamos cerca de nuestro destino que os puede servir de ayuda - estaba claro la postura del capitán - son buenos luchadores y os puede echar una mano hasta el oasis, después recogen madera y se vuelven, pero no os llevaré en mi Incierto.

El cielo a abrirse y  las aguas se calmaron. Después de cinco instantes todo estaba en calma. Un sol radiante, el mismo río tranquilo de siempre. El capitán no esperó respuesta por parte del noble. Dejaba el asunto zanjado.

Asentí ante el capitán aunque éste ya no miraba si asentía o no , su decisión era rotunda... compañeros tenéis cada uno un camello , en sus alforjas está grabado el nombre de su dueño, como también un amuleto de protección y provisiones encaminémonos a tierra , gracias capitán...

De esta forma bajé a la bodega de carga, y me puse el amuleto protector bendecido en el templo por el sacerdote a modo de colgante, cogí las riendas de mi camello y desembarqué.

Desembarcados al fin, la tormenta cejó en su empeño, como por embrujo, quedándonos pues claro que era nuestra presencia en el barco la que causaba tales desdichas. O más bien, la presencia del tal Burna, diría, yo, pues ningún trato oscuro habíamos hecho ni yo ni mis siervos que pudiese provocar iras divinas. Tampoco había pasado por alto este hecho el capitán, quién, temeroso de su vida y la de su tripulación, había de darnos por desembarcados en aquel lugar remoto. No le guardaba yo rencor, pues de haber sido mi nave, habría hecho lo mismo.

- Nada más podemos pediros. - le dije tras sus palabras - Suerte en vuestro viaje de retorno.

Tras esto, tomé mi fardo, dispuesto a continuar.

- Bien, lo mejor será que nos pongamos en marcha. No creo que tarden en surgir nuevas adversidades.

Tras conseguir que el barco navegase hasta la orilla del rio, el capitán dijo que hasta allí había llegado nuestro viaje, asentí con la enorme cabeza astada y miré a mis compañeros, todos aceptaron aquel lugar como bueno para desembarcar, quizá estábamos un poco más lejos de lo que nos hubiera llevado con unas aguas más tranquilas pero no sería un problema para nosotros, pues disponíamos de lo necesario par ala travesía hasta las ruinas a las que nos dirjíamos. Mi compañero y amo Kadashman aceptó y le dio las gracias al capitán cosa que hice yo tambien para no parecer desagradecido:

- Un placer capitán, y buen atripulación la suya. Qué el viaje de retorno les sea favorable y más tranquilo- tras las palabras bajé a buscar todas mis armas y mi equipaje para iniciar la marcha por el desierto. Busqué si había un camello con mi nombre  y busqué también el de Kadashman, para acercárselo.

De nuevo con los pies en la arena, me siento más seguro. Quizá me arrepienta de ello más tarde.

—Lo que tenga que ser que así sea—digo de cara a Burna, con un asomo de fatalismo—. Mejor será que nos pongamos en marcha cuanto antes, no demos tiempo a que surjan nuevas penalidades del desierto.

En realidad no cuento con ello, cada vez más convencido de que el destino y mentes diabólicas operan en nuestra contra. Miro al resto de la expedición y siento algo de esperanza en semejante compañía tal vez haya posibilidades. Al menos, mientras el llamado Kadashman no se harte de nosotros, pues no parece tener una motivación clara a mis ojos. Pero lo necesitamos de nuestra parte, a él y a su feroz guardián Enmerkar.

—¿Qué te dicen tus sueños y tu visión ahora?—le pregunto a Ibraam—Ahora Suk-Nippurash está lejos, no percibo su calidez. Tal vez sea hora de confiar los hados a Ishtar, que la Madre me perdone.

El capitán les desea un buen viaje y el grupo parte tan rponto como pueden montados en camellos y con una bestia de tiro que arrastra tra sí los bártulos para la expedición. Los hombres de la tripulación que el capitán había enviado para buscar madera le sigue con el rostro cabizbajo y murmurando entre ellos. Según el capitán el oasis quedaba aun día de viaje, aunque un día a pleno sol podía ser  fatal, suerte de que llevaban agua en abundancia, provisiones necesarias y ropa adecuada.

Dos horas más tarde habían montado un toldo grande para protegerlos del sol mientras que comían y descansaban para realizar la siguiente jornada.