Partida Rol por web

Surcar el cielo nocturno era una sensación increible para los cuatro aventureros. El viento hacía que tuviesen que entrecerrar los ojos y cubrirse la cara con un brazo mientras se sujetaban con el otro. Los wyvern desde luego no eran una montura cómoda, al menos para los que no estaban acostumbrados, y tampoco les hubiera ido mal que les advirtieran sobre el frío que hacía en el aire cerca de las montañas. Pero eso no ensombrecíala maravillosa sensación de estar volando.

Podían ver, aunque cada vez menos por la oscuridad, los densos bosques y el rio que recorría el valle. Las nubes ya no estaban solo sobre ellos, sino que las atravesaban y más adelante podían ver toda la cordillera montañosa que cada vez se iba acercando más, con sus montañas coronadas por la nieve. 

No tardaron más de 2 horas en llegar a las montañas, lo que andando podrían haber sido dos días de viaje más cruzar el paso montañoso que no era fácil. Al otro lado de las montañas, en las faldas de esta podían ver algunas luces de un pequeño poblado. Sin duda, debía ser el pueblo de Parnast que había mencionado Talis. Entonces lo vieron, y tuvieron que mirar dos veces para creerlo. En la oscuridad parecía otro pico montañoso más, pero no. A unos pocos metros por debajo de ellos, y unos cientos por encima del pueblo, había un castillo flotando en el aire. 

Era un castillo enorme, incrustado en la roca, con varias torres que sobresalían de ella. Parecía una isla en medio de un océano de nubes y neblina. Parecía tener dos espacios amplios, un patio de armas inferior y un patio superior, donde podrían descender con facilidad con los Wyverns aunque pasar desapercibidos sería difícil pese a ser de noche. Quizás la niebla que parecía estar levantandose pasada la media noche les sirviera de ayuda... quizás la única que tendrían.

- Yo intentaría aterrizar de noche, el negro va bien si es de noche. Y si es de noche y con niebla, tanto mejor... Y lo intentaría por el lado más bajo de la isla, lógicamente debería estar menos protegida.

Aunque no era muy parlanchina, Dalía parecía estar un tanto eufórica por el vuelo y se animó a decir alto más.

- Este no es el primer castillo flotante del que oigo hablar, un viejo bardo llamado Hayao nosequé cantó sobre un "Castillo ambulante", y tiene otra obra sobre un "Castillo en el cielo". Incluso tiene otras obras donde hablaba de aparatos voladores, aunque más pequeños, una de ellas sobre una princesa de un valle del viento, y otra sobre un hombre polimorfado en cerdo por una maldición que también usaba una máquina de guerra voladora. Sé que tenía algunos de esos poemas épicos publicados, pero nunca he conseguido encontrar sus libros. Es una pena, me habría gustado leer esas historias. Quizás alguno de esos castillos que volaban fuese este castillo y nos podría haber dado una pista sobre como es mejor abordarlo.

El elfo estaba un tanto ocupado en no caerse del wyvern como para hacer mucho caso a los demás. Aunque tenía un as en la manga en caso de que la cosa fuera mal, sólo iba a servir con él. Por lo que esperaba que no fuese necesario.

Las vistas eran increíbles si te gustaban esas cosas, pero la verdad es que la preocupación por saber cómo lo iban a hacer para asaltar aquel castillo quitaba importancia a todo lo demás.

-No veo ningún sitio donde poder aterrizar salvo el patio principal. A menos que queramos arriesgarnos a algún salto desde los bichos hasta alguna base de la muralla. Si es que hay alguna donde podamos caber todos. Desde luego es un sitio inexpugnable.-

La única zona segura de aterrizaje era el patio, pero allí les iban a ver sí o sí a pesar de que era de noche.

-Creo que no hemos planeado muy bien esto.-

Arropados por el manto de la noche, Égida le dedicó una mirada carente de emoción propia de una armadura viviente cuando Dalia empezó a hablar de aterrizar de noche, pero decidió no intervenir porque inmediatamente empezó a hablar de cuentos y leyendas. Al menos no es una sádica silenciosa, pensó, aferrándose a las cuerdas con fuerza para no caer a plomo desde cientos y cientos de metros. Sería una muerte lamentable, por muy poderoso que fuese el amuleto que acababa de conseguir.

- ¿Patio inferior? - sugirió, haciéndose oír por encima del alboroto del vuelo - Así ascendemos de una, y evitamos tener dos frentes abiertos.

Si hubieran sido algo más listos y se hubieran disfrazado de cultistas, podrían haber llegado a cualquiera de los patios y decir que venía con algún recado. Pero los planes elaborados no parecían ser la especialidad de aquel variopinto grupo.

- ¿Y si buscamos algún agujero por la zona de abajo? Venga seguro que tendrán algún pozo negro por donde tiren la mierda- Abdali tuvo que gritar para que se le escuchase. Lo que él proponía era dar una vuelta por la zona inferior por si encontraran alguna abertura.

Los wyverns se acercaron más al castillo volador. Podían ver ahora sus torres, iluminadas con antorchas. También había algunos guardias o cultistas, pero no parecía especialmente protegida. Quizás Rezmir daba por hecho que Talis los habría matado, o al menos entretenido lo suficiente como para que la alcanzaran. Desde luego no se había planteado que llegarían volando.

Aún así no iba a ser fácil.

Las construcciones parecían hundirse en la piedra, como hongos brotando de una enorme roca. En la parte inferior de esta había varios agujeros, bastante grandes que parecían meterse en el interior de la roca. Entonces se dieron cuenta, no era una roca. Al menos no una roca en su totalidad. Aquella masa enorme estaba formada por hielo, como un inmenso iceberg que flotaba mágicamente sobre Parnast. ¿Qué clase de criatura o magia podía hacer algo así?

Encabezando la marcha, Égida hizo descender torpemente a su montura hacia la parte inferior de la mágica y prodigiosa construcción. Desde su punto de vista, era más fácil evitar enemigos a su espalda que aterrizar en la plataforma superior y tener enemigos por ambas partes.

Aunque estaba por ver que fuera una buena idea.

- Si el hielo fuese imprescindible para que el castillo flote, podríamos simplemente derretir el hielo y ver como todo el mundo se despeña. Sería más fácil.

Con paciencia, esperó a que Égida bajase de su montura y se hiciese un poco a un lado antes de imitar la maniobra y apearse ella misma.

Grend podía entender el planteamiento de Égida. Hubiera preferido otra cosa, pero lo entendía.  Así que siguió al constructo y aterrizó al lado y saltó del wyvern en cuanto tocó suelo. Miró a todos lados buscando algo de cobertura, por si acaso.

-Bien. ¿Y ahora qué? ¿Vamos matando a todos los cultistas que veamos hasta dar con los jefes? Por cierto. Aquí no habrá dragones ¿verdad? Porque si no sí que estaremos en un buen lío. En otro más gordo quiero decir.-

Desenvainó su estoque por si acaso. Aunque la verdad no le hacia mucha ilusión pelearse con toda la fortaleza.

El guerrero siguió al resto y aterrizó donde pudo. Su capacidad de maniobra era casi nula y el bicho no le hacía el menor caso, pero al menos había conseguido llegar sin matarse por el camino.

- Bueno, no parece que nos hayan visto, quizás debiéramos buscar un sitio para ocultarnos ¿Qué vamos a hacer si vemos a alguien? ¿Queréis que ataquemos sin más o que ideemos algo que decir en ese caso?- susurró.

- A mí se me da bien moverme sin que me  vean, si vais unos pies detrás de mi y tratáis de no hacer ruido, es posible que avancemos evitando peleas. Si fuese buena idea matarlos a todos mejor aterrizar en el patio superior. Y con un ejército.

No disponían de un ejército, así que el grupo decidió descender sobre el patio inferior. Este estaba cubierto por una espesa niebla que quizás los ayudase a pasar desapercibidos. Al acercarse pudieron ver que sobre las murallas de hielo sólido que encerraban ese patio, patrullaban algunos ogros. Debían estar acostumbrados a los Wyvern, pues ninguno pareció dar la voz de alarma, aunque no cabía duda de que los habían visto acercarse. Probablemente pensando que eran miembros del culto. 

Otro patio se situaba parcialmente sobre este. Se sostenía por gigantescos arcos de hielo que se elevan a una altura de más de 100 pies. Puertas de hielo esculpido equipadas con bisagras de hierro conducen a diversas dependencias, que se situaban en el lado más alejado de la entrada, en el patio de armas.

Las criaturas descendieron brusquedad, formando remolinos de niebla a su alrededor al posarse en el suelo.  Todo estaba oscuro y en relativo silencio, aunque por el patio resonaba el metal repicando a la vez que los pasos de aquellos ogros vigías. Al menos podían ver a tres en las murallas que les rodeaban. Un cuarto había encendido una antorcha y bajaba las escaleras de una de las murallas en dirección a los recién llegados, probablemente para recibirles pensando que serían miembro del culto. 

Un ogro no era un gran peligro si le cogían por sorpresa... pero iniciar un combate, debido al ruido, probablemente alertaría a los demás...

Grend había tratado de ocultarse nada más bajar, pero al ver al ogro se dio cuenta de que no habían pasado tan desapercibidos como imaginaba en un principio.

-Mierda. Creo que vamos a tener que golpear rápido y duro. Si lo eliminamos a la primera tal vez nos de tiempo a esconder su cadaver y podamos adentrarnos en la fortaleza antes de que nos vean.-

El elfo ya preparaba su conjuro para tal efecto, aunque prefería esperar a que la enorme mole bajase del todo donde quizás sería más fácil acabar con él sin que les escuchasen.

Aunque él era un hombre de acción no veía que iniciar una pelea en esa circunstancia fuera nada ventajoso. Primero porque tenían ventaja en altura. Los ogros son bueno tiradores de piedras y seguro que los machacaban antes de que ellos pudieran derribar a los cuatro que se veían apostados como centinelas. También, por supuesto, el combate alertaría al resto de los habitantes de la fortaleza, de los cuales todavía no sabían nada.

Lo que era más curioso es que aunque le había visto venir, no habían dado la voz de alarma. Quizás todavía pudieran engañarles y decir que eran cultistas, investigar el castillo flotante y luego sí, preparar una estrategia para adecuada.

- Claro, Grend eliminemos con mucha rapidez a esos tres ogros que están en la muralla, así seguro que nadie se dará cuenta que estamos aquí y que hemos venido a matarlos.

¿Es que no os dais cuenta que no han dado la voz de alarma? Pensarán que somos del culto, dejemos que mantengan esa idea.- Tendrían que haberse llevado ropa del culto del refugio y les hubiera sido más fácil aún.

- Si nos ven darán la alarma, y si no nos ven también. Preparaos, que empieza la fiesta. Dejadme disparar a mi primero.

El forjado posó la mano sobre el hombro de la jovencita, agachándose para que no se le escuchara hablar en la quietud de la noche.

- No queremos llamar la atención, y aunque venciéramos al ogro rápidamente y sin hacer ruido, tendríamos que deshacernos del cadáver... y no son precisamente ligeros - recordó, evocando el enfrentamiento en el río - Tú sabes cosas del culto que seguramente puedas usar, y mis compañeros saben lo suficiente para indicar que somos mercenarios que servimos a Talis. Engáñalo, yo seré un golem invocado.

Grend estaba preparado para atacar en cuanto el Ogro se acercase, pero al parecer el guerrero no estaba por la labor.

-No he dicho de eliminar a los tres. Si no al que está bajando. De momento no se ha dado cuenta de quienes somos, pero es obvio que no vamos a pasar un examen una vez se acerque. Por lo que dará la alarma, y no sólo tendremos que enfrentarnos a este que baja y luego a los tres de arriba. Si no a toda la guarnición de la fortaleza.
Pero oye. Tú mismo.-

Y por lo visto el golem también opinaba lo mismo. La verdad es que para pretender acabar con un culto maligno eran demasiado pacifistas para el trabajo. El elfo levantó las manos exasperado y buscó un lateral con sombras para tratar de esconderse.

-Vale. Vosotros mismos. Decidle a estos tipos que venimos de parte de Talis. Que seguro que se llevan bien. Total.-

El ogro se acercó a ellos. Era grande aunque caminaba encorvado y enjuto. Desde luego tenía mejor aspecto que los que habían visto en las marismas... lo cual no era decir gran cosa, ya que esos llevaban muertos varios siglos. La criatura llevaba trozos de armaduras atados con cadenas de mala manera para protegerse, y portaba una amenazadora maza. 

Apuntó con su enorme narizota al más cercano de los aventureros y le habló con una voz rasposa.

- No esperábamos más gente. Rezmir dijo que no vendría más gente con el mago rojo-dijo esperando que los recién llegados se presentasen o diesen una explicación de que hacían allí. No parecía haberse dado cuenta de que, si Rezmir le había dicho que nadie más vendría... entonces es que nadie más debía haber llegado. Al menos de momento.

- Talis nos envía, tras el mago rojo entró otra gente por el portal, no pudimos detenerlos así que Talis nos envió a comprobar que no llegan, ella los está buscando en tierra firme. 

- Ah claro. Bueno si Talis lo ordena... espera... -dijo el orgo rascandose la barbilla-, nosotros no tenemos aquí ningún portal mágico. Si llegasen enemigos tendrían que llegar vo...-entonces miró a los dracos y pareció darse cuenta. En realidad no había entendido que el portal mágico al que se refería Dalia era el del refugio de cazadores, desde luego muy listo no parecía. Pero en aquella confusión parecía haberse dado cuenta de que los recien llegados eran los enemigos de los que hablaban tanto si lo eran como si no. Su cara cambió al instante, a una mucho más agresiva mientras agarraba su mazo con fuerza...