Partida Rol por web

El guerrero era parte del grupo y como tal aceptaba sus decisiones por poco acertadas que el pareciesen. Dejar un enemigo poderoso a sus espaldas le parecía una locura, pero si no querían hacer nada respecto a los gigantes y seguir adelante, pues eso haría.

-Liderar la marcha, yo os sigo.-

- Esperemos pues que el piso inferior no tenga enormes ogros, gigantes dormidos, y sí un modo de hacer descender esta cosa.

El grupo regresó arriba, porque si bien como decía Dalia venían de allí, solo se habían asegurado de que no hubiera enemigos a la vista y no lo habían llegado a explorar del todo. Vieron algunos ogros es una de las torres, pero lograron ocultarse de ellos aprovechando el reflejo de la luz del sol que amanecía. No les costó distinguir entre toda la cámara que parecía ser la torre de mando del castillo, ya que era la más grande. La puerta era enorme y tenía un candado igual de enorme, del tamaño de una cabeza humana con una runa mágica inscrita en él, pero ahora estaba abierta y se escuchaba ruido en su interior. El grupo se asomó con cuidado.

Dentro las paredes y el techo brillaban y relucían: había joyas por todas partes en la habitación. Podían ver brillantes piedras lunares, esmeraldas del tamaño del pulgar, brillantes varitas de plateado mithril y esferas extrañas bañadas en turquesa y oro, así como docenas de palancas de cobre y esferas doradas incrustadas en las paredes. En el centro de la sala había un gigante de las nubes, de piel gris celeste y con una larga barba. Parecía distraído y hablaba solo en voz alta, como si mantuviera una conversación consigo mismo, aún algo dormido. 

Después de un momento, las paredes parecían desaparecer, proporcionando una vista aérea perfecta en todas las direcciones, como si no hubiera un castillo y ni nubes de niebla alrededor. Más de una docena de brillantes runas blancas aparecieron flotando en el aire de forma intermitente como copos de nieve. 

- Si atacamos ha de ser por sorpresa. Si queréis negociar me mantendré oculta.

- ¿Tenemos claro que no está solo, verdad? - Égido abogó por el acercamiento diplomático, sin duda alguna. Enfrentarse a un gigante, y encima a uno tan colosal como aquel, no entraba en sus planes. Y quizás si le explicaban la situación, y se enteraba que se habían deshecho de los miembros del Culto a bordo, podrían llegar a un acuerdo - Yo abogo por intentar negociar, pero será mejor que Grend y Dalia os quedéis escondidos, para tener el factor sorpresa por si llegamos a las manos.

El calishita se quedó mirando todo como si hubiera entrado en el culo de una Tarrasca. No entendía nada de lo que veía aunque conociendo a su compañero forjado intuyó que esas piedras podrían ser más que meros adornos, más que nada por las palancas y tal. Le extrañó que el sacerdote de Gond no mostrara mucho interés por aquello, claro que puede que el guerrero se equivocara y efectivamente lo que ahí había tuviera el mismo valor que las heces de esa criatura legendaria... ¡Espera, seguro que la mierda de Tarrasca se cotizaba un montón!

Otro gigantón estaba ocupando la habitación. Como él, granjero de profesión, poco sabía de razas de gigantes, lo que se imaginó es que era el anciano, sabio de la tribu... Por lo de la barba.- Sí, tiene pinta de listo, quizás debiéramos explicarle que ahora somos nosotros los que mandamos, que rinda su nada, o castillo y que devuelva sus cosas a la gente de Eltugard.- Abdali parecía convencido de que eso era posible.

Sin duda alguna al elfo se le fueron los ojos con tantas joyas, y si no fuese por el gigante de las tormentas que había al fondo hablando solo ya estaría tratando de arrancar algunas.

-Bueno. No tiene por qué haber necesariamente alguien más, a lo mejor está hablando con algún tipo de dispositivo o incluso mediante magia.
Aún así es mejor prevenir que curar.

Si queréis hablo yo. Voy disfrazado de Mago Rojo después de todo.-

No le hacia especial gracia acercarse a un gigante de las nubes, pero tampoco había otra.

Dalia se introdujo en la sala y buscó la zona más sombría posible, su arco tenía lista una flecha y estaba ya semitensado, si la conversación no le convencía, estaría lista.

El gigante se giró al oir acercarse al elfo. Lo miro unos segundos, sin mostrar mucha preocupación ni alarma. Una de sus manos seguía en contacto con lo que parecía ser el mecanismo que hacía moverse a aquel castillo volador. La magía casi podía sentirse chisporroteando a su alrededor por la sala. 

-Buenos días-dijo saludandole mientras le observaba. Con la mano libre se mesó la barba blanca  que parecía casi una nube- Creo que a ti no te conozco, ¿te manda Rezmir?-le preguntó- Antes escuché ruido abajo, ¿ha pasado algo? Espero que no venga a quejarse porque os habéis peleado con los invitados de las colinas-dijo refiriendose a los dos gigantes- ya avisé que no era buena idea, pero como nunca me escucha...

El elfo disfrazado de mago rojo hizo un gesto con la mano con quitando importancia a aquello.

-Bah. Los gigantes de las colinas no tienen importancia ahora. Seguro que siguen durmiendo en su habitación. No. He venido por otra cosa. Tienes que aterrizar el castillo. Lo antes posible. Preferiblemente en algún lugar aislado, pero que prime la velocidad por encima de otras cosas.-

Grend no miraba directamente al gigante, paseaba la vista por todo aquello por si le lograba encontrar algún sentido a los aparatos en caso de que al final tuvieran que manejar ellos el castillo volador.

- Claro puedo bajar el castillo y... espera, ¿bajarlo del todo? ¡¿Se ha vuelto loca?! Glazhael nunca lo permitirá. Si meto el castillo en el lago se inundaran sus cavernas y se cabreará bastante. Dile a Rezmir que no tengo problema en aterrizar el castillo, pero no quiero problemas. Eso o que venga Glazhael a confirmarlo en persona-dijo el gigante.

Entonces el gigante alzo una ceja y miró por encima del hombro de Glend. 

-¿Habeis venido varios a decirme esto? ¿Que está pasando?

Grend dejó de mirar los aparatos para fijar la vista seriamente en el gigante.

-Eso no es de tú incumbencia. Pero si de verdad no quieres tener problemas lo mejor es que aterrices el castillo. No lo hagas en un lago y listo. Será por otros sitios. Lo importante es que la base llegue a ras del suelo.
Venga. En serio no querrás molestar a Glazhael con esto. Será mucho peor.-

- ¿Eres nuevo? Pensé que todos lo teníais claro, el castillo no puede aterrizarse en el suelo por que, por si no te has fijado, no es plano precisamente. Y si lo meto en el agua Glazhael si que se va a enfadar. ¿Es que quieres ser su comida?-el gigante estaba totalmente convencido de que Grend era un miembro del culto y que decía lo correcto sin embargo lo que pedía no parecía ser del todo posible. El gigante se mordió el labio y comenzó a murmurar para si.

- Estos malditos cultistas... ya lo se querida, ya... Aterrizar en el suelo, ja, nos matariamos...-decía para si mientras, con aquellos mecanismos y orbes parecía tratar de calcular alguna forma de hacer lo que le pedía el elfo, pero no parecía fácil.

Abdali no pudo aguantar la curiosidad- ¿Quién es ese Glazhael que hasta un tipo tan grandote como tú le tiene miedo? ¿Es tu jefe del clan de gigantes?-

Dalia habría sido feliz permaneciendo en su escondite, pero a los otros no parecía ocurrírseles el argumento bueno. Haciendo como que entraba por la puerta, se dirigió a Grend con aire marcial, y lo saludó con un saludo de sectario.

- Señor, me envían a informarle que las cuevas del piso inferior ya han sido vaciadas. Está todo el mundo en el patio.

Después miró a Abdali, tratando de corregir su error.

- Tú, novato, en media hora te han citado para asignarte cama y que conozcas a nuestros líderes

Grend creía empezar a entender con quién estaba hablando el gigante, o al menos tenía una sospecha. Sospecha que de ser cierta daba un nuevo enfoque a todo aquello.
Iba a seguir insistiendo cuando aparecieron Abdali y Dalia para ayudar, o al menos suponía que esa era su intención.

Puso lo ojos en blanco como mirando hacia arriba y suspiró.

-Vosotros dos marchaos de aquí u haré que os den de comer a Glazhael. Aunque dudo que le gustéis ya que seguramente le sentaríais mal.-

Dijo muy serio levantando un dedo. Después se volvió al gigante de nuevo.

-Ya te he dicho que no tienes que posarlo, bájalo todo lo que puedas y listo. No quiero que una construcción tan maravillosa como esta se eche a perder. Pero necesitamos descender, y lo antes posible. Si no será mucho peor para todos.-

El gigante miró a todos con sorpresa. De no haber sido imposible lo que pretendían era muy probable que lo hubieran engañado, pero el gigante se echó a reír.

-Jajajaja ay querida... si sí, lo se...-dijo hablando consigo mismo-. ¿Así que habéis echado al dragón de su cubil? ¿A Glazhael, mano derecha de Rezmir, y guardián de este castillo que era hasta hace un tiempo mi propia casa?-les dijo divertido-. ¿Sabéis qué? Si así fuera, no solo aterrizaría el castillo, ¡sino que os invitaría a mi mejor aguamiel!

El gigante dio un par de pasos hacia ellos y se inclinó hacia Grend, observandolo.

-No tengo nada en contra vuestra, pero si la dracónida os encuentra aquí tendremos problemas. Os convendría marcharos cuanto ant... espera, antes he oído ruidos en el patio inferior. ¿Qué ha ocurrido?-preguntó el gigante mesándose la barba.