Partida Rol por web

Magullados, cansados y heridos en el orgullo. Estabais plantados delante de la entrada, una abertura natural pero, a la vez, antinatural. La piedra gris se tornaba negra y una extraña sensación de peligro se adueñaba de vosotros cada vez que mirabais hacia su oscuro interior.

 La inquietud se apoderó del joven soldado. No solo por hallarse ante esa negra abertura, que parecía la entrada a los infiernos, si no que también las dudas hacía el viejo Gustav habían echado raíces. ¿Y si el anciano les había conducido a una trampa y eran el próximo sacrificio? La forma en que el marinero cojo había trepado por el destartalado barco no era normal. Bueno, nada era normal en esta maldita roca. Miró de reojo al viejo y comento al grupo en un susurro 

- ¿Podemos fiarnos de él? ¿Y si se larga con el barco? Estaríamos bien jodidos. - 

 De todas formas, antes de bajar del barco buscó en la bodega antorchas, frascos de aceite, bebedizos curativos y algunas provisiones. Por último, había vuelto a cebar el arcabuz y una vez listo desembarcó con los demás.

Me movía trabajosamente por el dolor de la pierna. Si bien había remitido bastante, seguía ahí el recuerdo de las zarpas de las arpías. Lo de entrar en el torreón iba en contra de mi manera de ver el mundo, o sea, mantenerme vivo, pero la mención de tesoros hizo que me arriesgara un poco. Además, de nada serviría quedarme sentado solo encima de una piedra esperando que regresaran. O no.

Vamos chicos, ¿quien es el primero? - bromeé señalando la entrada al torreón. No se veía nada de nada y sin una luz, no pondría un pie dentro de allí. Me acerqué con tiento a la entrada y metí dentro el acero de mi espada para ver si tocaba algo.

Necesitaremos luz, Leopold.

El enano se dejó hacer de todo con tal de curarse un poco las heridas sangrantes. Por poco lo lamenta.

—¡Ahí no! ¡Ahí no! ¡Pero que ese es mi ojo! ¡AAAAH! ¿¿¡Dónde has conseguido tu licencia!?? —Al final, el enano no paraba de quejarse que abandonó su intento de curación. —Já, agujas... Si ya decía yo que una birra es medicina.

Estaban teniendo un día de tan mala suerte que nada podía salir peor. Malheridos, cojos, moribundos, en la entrada de un torreón a oscuras. Le recordó un tanto a las ciudades subterráneas y sabía de criaturas no muy amigables con la luz diurna, peores que las malditas arpías, a esas las recordará toda la vida.

—A ver, a ver, fuego Leopold, vale. Pistola Kurt vale. ¡Oh, un momento, eso hará ruido! Bueno da igual —iban a morir igualmente—. Pierna Ándor, no vale. No vas a aguantar un golpe si te acercas. ¿Qué tal vas de habilidad con proyectiles? —le preguntó, ofreciéndole llevar su ballesta.

El anciano Gustav nos dice que hasta acá nos deja y no lo culpo. Ya obtuvo lo que él quería pero no le interesa perder la vida solo por tesoros. Probablemente no tenga proyectos como nosotros, una larga vida por delante que disfrutar.

"Supongo que si yo fuese un viejo en el final de mi vida, también preferiría pasarlo en calma."

Le miro y le hablo, esperando que me responda lo que varios de mis compañeros preguntan con duda:

 - "Gustav. ¿Podemos confiar en que aquí estarás cuando salgamos? No querríamos quedarnos acá más allá del tiempo estrictamente necesario."

Miro a Ándor y luego a Hårr para responderles:

 - "Yo no soy capaz de encender fuego con mi magia. No esperen eso de mí."

Pero sí es cierto que necesitaremos luz, por lo que me concentro en los vientos de la magia para canalizar su poder y luego, empuñando mi bastón, musito unas palabras en voz baja:

 - "Luceat aethyr in manu mea sicut lampas."

Al terminar mis palabras paso mi otra mano por encima del bastón, con lo que comienza a brillar como si de una lámpara se tratase, generando luz a nuestro alrededor para iluminar nuestro camino.

Gustav miró al mago con aquella expresión seria. Su curtido rostro y sus ojos blanquecinos hablaban de una vida en el mar, llena de peligros y situaciones inverosímiles, pero no había enojo en su rostro. Sin duda comprendía bien vuestra situación.

-No me marcharé de esta maldita roca sin vosotros a menos que el propio mar reclame mi tumba en las oscuras aguas.- 

Después escupió por la borda e hizo la señal de Mannan, señor del mar, para darle el merecido valor a sus palabras.

-Lo juro-.

Con el juramento del viejo y la luz de Leopold, entrasteis en la gruta, unos mas desconfiados que otros. 

El agujero no era muy profundo, pues apenas tenía unos metros, pero sus paredes hablaban de sangre, esclavitud y agonía. Surcos en las paredes provocados por armas estaban manchados con los restos de oscura sangre. Arañazos en la roca viva provocados por las uñas de los cautivos y el negro hollín de cientos de antorchas que durante cientos de años habían pasado por allí antes que vosotros.

Pero si la entrada hablaba del inicio, lo siguiente era capaz de llenar volúmenes enteros. La hueca base del torreón tenía dos alturas, donde se alineaban las celdas de los desafortunados que alguna vez llegaron allí. Rojas y oxidadas cadenas con ganchos crueles colgaban del techo. Potros de tortura con punzantes cuchillas comidas por el salitre contenían restos de piel, y tendones desgarrados. Incluso en uno había un esqueleto, desencajados los miembros, que había sufrido horriblemente antes de morir allí olvidado.

En el centro de la sala, esculpido en la propia piedra, el simbolo de las ocho flechas del caos os resultaba familiar. Lo visteis en la cueva del monstruo que asolaba las aguas del Salz no hace ni un mes, pero a diferencia de ese, este tenía un ojo esculpido en el centro, y su tamaño abarcaba casi todo el suelo disponible.

A vuestra derecha, subiendo a continuación de una pared llena de oxidadas o ensangrentadas puntas de lanza, unas escaleras de piedra ascendían hasta un rellano, donde la cornisa que rodeaba todo el segundo piso daba paso a las celdas de los prisioneros. La escalera continuaba hacia arriba hasta llegar a una puerta de metal con un símbolo extraño que no veiais muy bien debido a la distancia y la poca luz que llegaba.

El entorno era oprimente. Parecía que los gritos de las almas torturadas en aquel torreón no hubieran escapado de allí y hubieran quedado encerrados. Seguramente fuera el viento pasando por las grietas que el tiempo había formado en el torreón pero ponía igualmente los pelos de punta.

El símbolo entro en mi mente, recordando la criatura del infierno invocada por aquel tipo en el Salz. Parecía que no podíamos deshacernos del culto que habíamos descubierto en aquella caverna y etaba más extendido de lo que había pensado. Tal vez, aquel loco no fuera el único y que otros antes que él habían jugado con aquellas fuerzas.

Levanté la antorcha para ver la parte superior de las escaleras, vislumbrando una puerta al final.

Seguro que hay algo tras esa puerta. ¿No podría haber simplemente un cofre aquí abajo con un pergamino diciendo "Tesoro: Gastadlo con prudencia"?

Intentaba mitigar con el humos el escalofrío que me provocaba aquel lugar. Allí tenía que haber algo peor que las arpías del exterior

El juramento del viejo apaciguó las inquietudes de Kurt. Igual estaba siendo demasiado ingenuo, pero si uno no podía fiarse de la palabra dada por otro hombre entonces es que todo estaba realmente podrido en este mundo. Así que hizo de tripas corazón y se adentró con los demás en la siniestra gruta.

 La escena de pesadilla que los recibió dentro perduraría en los sueños de Kurt durante los años venideros. El joven apretó con fuerza el arcabuz, el tacto del noble cerezo le confirió algo de  tranquilidad, y avanzó detrás de Leopold dándole cobertura.

Entraron en aquél basurero de muertos y si no fuera por la luz artificial de las antorchas se tropezaría con los cuerpos descompuestos. Todavía no comprendía por qué el anciano sabía de la existencia de un tesoro aquí dentro, si todo indicaba a que se podía entrar, pero no salir. Leyendas, las de su cabeza. Cuando quiso entender que el anciano era un loco chiflado ya estaban demasiado dentro como para no abandonar. Caminó el primero, recibiendo los ataques que pudieran surgir.

—¡Por las bigotes de Grungni! Esto apesta a muerte.

Entornó sus ojos para ver al fondo del túnel, oscuro como la boca de un lobo, esperando encontrar el camino del tesoro.

El interior del torreón no era más acogedor que el exterior y la sensación opresiva de que en ese lugar había sido encadenada y torturada hasta la muerte mucha gente no lo volvía más grato. Por lo menos me queda el juramento del viejo Gustav de que no nos abandonará acá.

Mientras avanzo, veo el horrendo lugar y pienso en que ningún pirata del Caos ha venido en mucho tiempo o los instrumentos de tortura y carnicería no estarían secos ni sería un esqueleto lo que encontraríamos.

"Definitivamente hace años que no viene nadie. Eso es bueno para nosotros."

Aunque solo si consideramos que los tesoros hayan sido abandonados también y no que se los hayan llevado antes de partir.

Veo entonces el símbolo tallado en la piedra central y me pregunto qué significará el ojo al centro de la estrella de ocho flechas. Miro a Ándor y a Hårr mientras lo apunto:

 - "¿Alguien se anima a romper un poco la piedra para romper parte del símbolo? La última vez nos salvó la vida."

Busco algo pesado y duro, como un fierro, un mazo o una almádena para golpear la piedra y así hacer unas muescas al símbolo. No sé si se utiliza como símbolo de convocación pero no me quedaré tranquilo viendo que está íntegro mientras intento adentrarme en otra puerta. Después intentaré entender el símbolo de la otra puerta antes de entrar.

Buena idea Leopold.

Comento recordando la manera en que nos libramos del monstruo la última vez. Me uní al mago para buscar algo lo suficientemente grande y pesado como para destrozar el símbolo. Cualquier precaución era poca.

Dijeron de derruir la piedra y recordando su adolescencia salió al frente. Una profesión del pasado, presente y futuro. Esa misma hacha que tenía serviría.

—Lo dicen, sí señor. Que las minas son como montar en poni: se aprende una vez y no se olvida en la vida.

Se acercó al símbolo y clavó la hoja en todo el ojo. ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS!

—Solo espero que no sea de obsidiana.

 Kurt recordó lo que sus compañeros le habían contado sobre el hechicero corrupto y el temible demonio al que se enfrentaron y como consiguieron la victoria destruyendo el círculo que contenía a la bestia. Todo esto era terreno desconocido para él, así que lo mejor era fiarse del conocimiento de Leopold y de la experiencia que el grupo había adquirido por las malas.  

- Voy a ver si podemos iluminar este sitio mejor. Luego cubriré la escalera mientras desbaratan eso. - señaló con el cañón del arcabuz el siniestro símbolo. 

 El soldado recorrió la estancia buscando algún viejo brasero, lámparas, teas ancladas en los muros o cualquier cosa que los antiguos moradores de la torre usasen para iluminar sus macabras tareas. En todo momento lanzaba miradas a la escalera y a la techumbre de la torre, que se perdía en la más absoluta oscuridad. Si algo bajaba por esos escalones o las arpías volvían, les recibiría con plomo.

Había oído hablar de esto, mientras llevabas o traías recados, a tu maestro cuando venían visitas inesperadas de cazadores de brujas buscando guía, consejo o un remedio eficaz con el que llevar su labor a cabo.
El símbolo de las ocho puntas era el símbolo del caos, de eso no había duda, pero cuando un ojo se encontraba en su centro, con su rasgada pupila demoníaca, solo podía significar que a través de aquél símbolo el dios al que estaba consagrado podía ver, oír y sentir lo que ocurría en todo momento.

Por lo que, el símbolo grabado en la base de la torre, era una especie de portal sensorial hacia un dios del caos, y ahora mismo podía estar viendo lo que pasaba allí. 

Sin embargo el símbolo de la puerta, una especie de X unida sus extremos en la parte baja con una línea gruesa, no sabías que podía significar.

Tras un rato el hacha de Hârr consiguió hender la piedra, y una vez hecho esto, seguir picando solo era tarea básica que cualquier minero sabía desempeñar con los ojos cerrados. Incluso los torpes humanos, con manos poco adecuadas a la artesanía de la piedra podrían hacerlo.

Pero el símbolo había sido roto, y por lo tanto el peligro había pasado, ¿o no?. Una extraña sensación de ser observados junto a un escalofrío recorrió todo vuestro ser. 

Con la inestimable experiencia y fuerza de Hårr, comenzamos a destruir el símbolo grabado en la piedra del suelo. A medida que lo miro, comienzo a recordar el significado de aquel extraño ojo en el centro, por lo que le insisto al enano:

 - "El ojo también, maese Hårr. Que no quede nada de él para observarnos."

Finalmente conseguimos destruirlo, dejarlo inutilizado para que no sea utilizado con los medios mágicos que ya hemos visto anteriormente. No estoy del todo seguro de que nos haya dado más "seguridad" de la que teníamos pero me deja un poco más tranquilo.

"Aunque esta sensación de mierda no me la quito de encima."

Miro el símbolo sobre la otra puerta y no soy capaz de recordarlo, pero no es algo que deseo olvidar. Saco uno de mis papeles y hago un boceto de él con mi carboncillo. Nada demasiado pulcro pero quiero saber en donde nos buscando entre algunos libros.

"Si es que conseguimos salir, claro."

Cuando he terminado, le indico al resto que estoy listo para subir por la escalera. Canalizo los vientos de la magia para encender nuevamente la luz en mi bastón, pero el Aethyr se desata con violencia e inunda mis pensamientos, mostrándome terribles imágenes confusas e inconexas.

Me disipo de ellas, intentando centrarme aunque quedan en mi cabeza como extraños recuerdos. Lo intento nuevamente y consigo encender una luz a pesar de que los vientos de la magia están más rebeldes. Me pregunto si no será que este lugar está manipulando los vientos para hacerlos más rebeldes.

Sea como sea, ya estoy listo para continuar avanzando y ver qué nos esconde aquel lugar.

Una vez hincada el hacha en la piedra era coser y cantar, pero en vez de coser, deshilachaba la figura que componía el símbolo del caos y en vez de cantar se escuchaban sus suspiros ruidosos. Dos y tres veces valieron para descomponer el suelo derruido con los años, al igual que el resto de la estancia. Al poco de haber empezado ya había un hueco en donde antes se veía un ojo.

—¡Ojo fuera! Si lo ibas a usar, ya no podrás ver. 

Salió del dibujo y observó su obra de arte. Había quedado perfecto. Trabajo finiquitado y eso implica una cerveza, ¿no? Todavía no. Cuando tengan el tesoro. Sí.

Subió por las escaleras.