Partida Rol por web

 Kurt corrió como alma que lleva el diablo, nunca mejor dicho, y llegó jadeante al muelle de piedra donde les había dejado La Roca Maldita. La sonrisa de alivió que apareció en su rostro al sentir el aire libre se borró de un plumazo de arpía al ver el barco alejarse de la orilla. 

 - ¡¡Joder, puta suerte, joder!! ¡Ándor, detén el barco! - gritó el joven mientras echaba a correr por el muelle. Sin detenerse, afianzó el arcabuz apretando la culata contra el costado y disparó al aire con la intención de avisar a los tripulantes. 

  - ¡Ándor, los demás vienen detrás, hemos roto el maleficio¡ Uff, uff,uff… ¡Herr Schultz, honrar vuestro juramento a Manann! - siguió gritando y corriendo hasta el final del embarcadero mientras se colgaba del hombro el arcabuz. 

-¿Cómo sé que no eres un demonio?-. Gritó el viejo haciéndose el signo de protección de Sigmar y escupiendo tres veces al suelo. -Tu amigo dijo que habíais muerto todos. Que os habían poseído-. 

Calculaste la distancia a la que estaba el barco. Tal vez con un salto largo podrías caer dentro y no ser abandonado allí, con un enano medio demonio y un hechicero presa de la locura del caos.

Continúo vertiendo oro en mi mochila sin detenerme a pensar nada. Al ver que el resto de mis compañeros se han ido y que solo queda Hårr, que también está en la misma labor, solo debo mirarlo a él para asegurarme de que no decida asesinarme. Finalmente, decide que ha sido suficiente oro y se marcha, empujándome un poco en el proceso.

Me da rabia y quiero asesinarlo, como lo he deseado por varios minutos, pero sé que debe ser la influencia de Khorne y nada más que eso. Hago caso omiso de esas tendencias pues no me dejaré dominar por los poderes ruinosos mientras pueda evitarlo, aunque mis compañeros no me lo pongan fácil.

"Enano estúpido. Te fulminaría con mi magia si no fuera que todavía me eres útil."

Veo que se aleja por la escalera que sube y estoy seguro de que debería acompañarle. No me importa lo que el pase, ojalá se muera como la mierda que es, pero también quiero saber qué es lo que hay por allí.

"Pero no puedo irme a su lado o puede ceder nuevamente al influjo de Khorne y querer matarme."

Así que espero unos momentos a que se aleje mientras tomo un poco más de oro y luego salgo detrás suyo. No quiero quedarme solo en este sitio pero tampoco quiero que el enano se gire para rajarme en dos con su hacha por acercarme demasiado.

El joven se detuvo a un par de metros del final del embarcadero. Se cuadró con un sonoro golpe de tacones y cantó. Cantó con voz clara aquella vieja canción que los recién nombrados soldados entonaban tras jurar defender el Imperio.

  " Incluso un hombre que no tiene nada puede ofrecer su vida.

   La vida es la moneda del Emperador, gástala bien.

  ¡Por cada uno de nosotros que caiga, diez más ocuparán su lugar!

  ¡Gloria para el primer hombre que muera!

  ¿Quién te dijo que murieras? ¡Sigue luchando!

  ¡Sólo en la muerte termina el deber!

  Los cobardes mueren en la vergüenza.

  La victoria no necesita explicación, la derrota no permite ninguna.

  El éxito se mide en sangre; la tuya o la de tu enemigo.

  Valientes son los que todo lo hacen y nada temen.

 ¡Es un honor servir al Emperador, Señor! "

Kurt clavó sus ojos verdemar en los del anciano. Una mirada de soldado a soldado. Luego imitó al anciano e hizo la señal de Sigmar, esperando que el viejo se diera cuenta de que seguía siendo un hombre del Imperio.

 - ¡Bendito Sigmar¡ ¡Os parezco un muerto o un jodido demonio¡ Pero si me abandonais aquí, no dudéis que así acabaré - Kurt escupio al suelo de roca.

El viejo lobo de mar escuchó atentamente al joven cantar aquella canción que había sido su lema durante tantos años. Un vuelco le dio en el corazón y entonces, giró el timón para encarar la nave de vuelta en busca de aquél intrépido joven que se aprestaba, valiente, a esperar a que volviera el barco o los demonios de aquella maldita roca negra.

-¡Salta muchacho!-. Se aprestó a gritar el viejo mientras hacia pasar el barco  muy cerca de la roca. -Y que Sigmar nos proteja de este lugar.-

El joven soldado corrió los últimos pasos con renovado brío pegando un buen salto.  Pero, ya fuera por agotamiento o por que la maldita torre tiraba de él para que no huyera de allí, Kurt se quedó corto y cayó al mar. 

Una vez en el agua se las apañó como pudo para acercarse al barco. - ¡Tirarme un cabo¡ - logro decir sin tragar mucha agua mientras  se aferraba al  costado de la carraca como uno de aquellos moluscos que vieron pegados al casco del Gruschmitz.

 Una vez arriba se dejó caer pesadamente sobre la cubierta respirando grandes bocanadas de aire. Un entrecortado agradecimiento fue todo lo que logro articular.

Subes tras la pista del enano después de cargar un poco mas la mochila.

Subiste las escaleras atento a cualquier indicio de trampa mientras la brisa fresca golpeaba tu cara refrescandote. Una vez arriba pudiste comprobar que el piso estaba en ruinas. Basicamente se componía de un pasillo que terminaba en otras escaleras que subían, un salón y una habitación. El muro que separaba ambas estancias estaba medio desmoronado y los restos de madera de piertas y contra entanas estaban por el suelo, junto a jirones de tela y exceementos de... Arpías!.

Hârr se encontraba en el salón, cinco arpías lo tenian rodeado y estaban furiosas, mas que eso, pues allí estaban sus nidos, nidos hechos con maderas de los barcos y huesos de sus víctimas. Defendían aquello que por naturaleza les es mas preciado, su descendencia.

Hârr, conocedor de la desventaja que tenía se introdujo en la chimenea y comenzó a trepar por ella mientras tu observabas el desenlace de todo.

Un par de arpias salieron por la ventana y levantaron el vuelo. Quedaban tres guardando sus nidos en el salón. De momento no te habían visto.

Era un salto figurativo. En todo caso te habría dado un +50 puesto que era muy fácil.

Iba a abrir la boca para protestar pero me vi tirado por la borda por el viejo soldado y preferí callarme. No por eso bajé la alerta frente a lo que pudiera entrar en el barco. Los demonios eran ladinos y usaban artes para engañar a los hombres. Aquel que había recitado aquella especie de juramento, bien podía ser una entidad maligna que hubiera accedido a los recuerdos del arcabucero y recitara aquella salmodia para engañarnos.

Mantuve mi espada fuera de su funda y lista a mi lado, mientras desde mi posición sentado pasaba de ver el horizonte a ver de nuevo la roca con el torreón como elemento identificativo del paisaje.

Gustav. Ten cuidado. Kurt quizás esté bien, pero el enano y el mago seguramente estén poseídos. El enano perdió uno de sus brazos y un tentáculo salió de él sustituyéndolo. No te fíes, amigo.

No dejaba de mirar receloso hacia la orilla estudiando los movimientos de Kurt para ver si detectaba algo sospechoso en él.

Al salir de la habitación de inmediato siento como los malignos y agresivos pensamientos se disipan. Me sacudo la cabeza mientras intento entender los desagradables pensamientos que pasaban por mi mente en contra de lo que siempre he creído y sentido.

"¿Cuan torcido y maligno puede volverse un hombre con la influencia precisa?"

Pero ahora mismo no es momento de reflexión sino de no dejar a Hårr solo, para que no sea devorado por estas arpías y no planeo abandonarle. 

"Piensa Leopold, piensa.​​​​​​" 

No sé qué planea hacer el enano desde esa chimenea pero debo llegar a él para conseguir hacer un plan. 

Comienzo a concentrarme en los vientos de la magia pero estoy demasiado nervioso para conseguir ordenarlos. Me concentro para utilizar la magia sin canalización y pronuncio, como un susurro, las palabras que vienen a mi mente:

 - "Me sinat aethyr decipere mundi aures."

Entonces me concentro para causar un sonido cada vez más alto que simule un temblor y derrumbe. Si consigo hacer creer a las arpías que la torre está comenzando a colapsar, podrán despejar mi camino para correr a la chimenea a seguir a mi compañero. 

 Una vez recuperado el aliento se puso en pie. Se sacó el sombrero y lo estrujó con cuidado, un chorro de agua cayó para unirse al charco que ya se había formado en cubierta.

  - Podéis estar tranquilos, Ándor. No sé qué mierdas me pasó ahí dentro, pero ya no está; el Señor de los Lobos lo expulsó. Recordar lo que os dije en la posada: Ulric cuida de los suyos. Pero si os sentís más seguro vigilándome no os lo voy a reprochar -  el joven volvió a calarse el sombrero y se acercó a la barandilla de popa con la mirada clavada en la entrada de la torre maldita. 

  - Los demás venían detrás de mí, o eso creo. Todo era muy confuso… pero parecían ser dueños de sí mismos, incluso teniendo en cuenta el…ehhm… el problema de Hårr, quizás podamos amputarle eso... Yo voto por esperar a que salgan y ver si han escapado de ese poder diabólico. Pero vos sois el capitán, herr Schultz. -  una vez más el joven miró al viejo lobo de mar. En la mirada de Kurt había una súplica velada; el código de honor del nordlandes luchaba fieramente contra la idea de abandonar a los compañeros a su suerte.

 Mientras hablaba, Kurt, volvió a descolgar el arcabuz y sacó de una de las bolsas del tahalí un pedazo de esparto majado que enganchó en el atacador y usó para secar el interior del cañón. Luego comprobó si había humedad en el oído y en la cazoleta.

  - Herr Schultz, ¿tenéis algo de pólvora? La mía se ha echado a perder hasta que pueda secarla - 

Trepaste por la chimenea tan deprisa como podias. Sentias las garras como arañaban tus botas y entonces un temblor se oyó, seguido de un ccrepitar y como la torre colapsaba entre el derrumbar de piedras y el infernal sonido de la roca resquebrajándose...

Entonces todo cesó y seguias ahí, metido dentro de la chimenea. Seguiste trepando hasta alcanzar la cima aunque notabas que una de esas asquerosas arpías subía detrás de ti. Casi mordiendote el culo.

El piso superior solo era una plataforma de piedra donde las paredes habían colapsado y el aullar del viento hacía patente que desde allí arriba las arpías vigilaban sus dominios.

Oyes el arrastrar de la arpia que sube por la chimenea y el aleteo de otras dos volando en circulos encima tuya. 

El enano subió por la chimenea derruida y se encontró solitario en la cima del torreón. Parecía que estaba en el lugar idóneo para que los ancestros contemplasen su dominio de la guerra. Así lo haría. Esas arpías debían sufrir lo que él ya había sufrido durante el día. Les iba a dar su gran merecido.

—¡MALDITAS ARPÍAS! ¡VOY A POR VOSOTRAS! ¡AQUÍ ESTOY!

Se dirigió a una de las que tenía al vuelo y le dio un fuerte golpe en la cabeza.

Gustav miró a Kurt, luego a Ándor y escupió por la borda.

-Maldita sea. No me gusta abandonar a nadie, pero tampoco me gusta la idea de que se hayan convertido en demonios y se coman mi alma.- Volvió a escupir. -Los esperaremos, pero no pienso acercarme a la orilla hasta que esté seguro de que son completamente humanos.- Dijo convencido. -Así no podrán tocarnos.

En ese mismo instante un ruido pavoroso, como si la torre se derrumbara, llegó hasta vuestros oídos. Piedras cayendo, muros desmoronándose y vigas cediendo en un chasquido atroz... pero el torreón seguía erguido, sobre la negra roca en la que se aposentaba.

-Por Sigmar...

Tu plan ha funcionado. Las arpías se dispersan saltando por las ventanas y huecos abiertos en las paredes. Te acercas rápidamente a la chimenea y reparas en que hay cuatro o cinco montones de escombros en el salón, pero al mirarlos detenidamente te das cuenta que son nidos. Nidos gigantes de arpías donde además hay huevos. Estaban protegiendo a su progenie y no tardarán en volver al ver que el torreón sigue intacto.

 —¡MALDITAS ARPÍAS! ¡VOY A POR VOSOTRAS! ¡AQUÍ ESTOY!

La inconfundible voz del enano te llega desde el hueco de la chimenea. Está arriba combatiendo contra las arpías.

Ls arpías deciden volar y eso es suficiente para mí. Escucho las palabras de Hårr, pero su idea es tonta y suicida como poco:

 - "Hårr, despejé acá abajo. Debemos salir por donde entramos, por acá no hay más camino."

Veo los nidos de arpías y, aunque se me pasa por la cabeza reventar esos huevos para evitar que más de estas criaturas terribles nazcan, creo que estoy por encima de eso y no mataré criaturas pequeñas que no le han hecho daño a nadie. Ese no soy yo. 

Espero un momento a ver si el enano me sigue, para luego correr de vuelta al nivel inferior. 

Escuchas una voz que viene de abajo, del hueco de la chimenea y parece la del hechicero. Pero las arpías contratacan y apenas puedes ver entre plumas y garras que quieren llevarse tu alma. Pero tu armadura sigue entera, no como tu brazo derecho.

Escucho los gritos esperanzadores de Leopold y me dirijo donde su voz. Quedarse con esas tres monstruas solo sería perder la vida. Por suerte, podría resistir un par de ataques más, pero no lograría salir de aquél encuentro si luchaba. Al final, decide dar una oportunidad a la vida e intentar sobrevivir una vez más, como muchas antes consiguió hacerlo.

—¿¡¡Dónde!!?, ¡dónde! —gritó desesperado.

Encontró el camino y corrió hacia él, recibiendo dos posibles ataques gratuitos de esas dos monstruas.