Partida Rol por web

Este chaparro edificio pasa bastante desapercibido, y por una buena razón. El gremio de joyeros quería que su casa gremial fuese sosa y poco llamativa, a la vez que difícil de asaltar por cualquier ladrón.

El edificio resultante es bastante ofensivo a la vista, pero sus muros de más de medio metro de grosor y puertas interiores con cerraduras mágicas protegen bien sus valiosos contenidos.

Finalmente cansada de dar tumbos por la ciudad, oigo algo sobre un tesoro y decido ir a investigar.

Este chaparro edificio pasa bastante desapercibido, y por una buena razón. El gremio de joyeros quería que su casa gremial fuese sosa y poco llamativa, a la vez que difícil de asaltar por cualquier ladrón.

El edificio resultante es bastante ofensivo a la vista, pero sus muros de más de medio metro de grosor y puertas interiores con cerraduras mágicas protegen bien sus valiosos contenidos.

Encontrar ese lugar no fue tarea una sencilla, pues Nanthalaranzalasa anduvo por las concurridas calles convencida de que su trayecto terminaría en uno de los edificios más opulentos de la ciudad y se encontró justo lo contrario.

Paró frente la fachada del edificio. El discreto emblema tallado del gremio no dejaba lugar a dudas.

Muy ingenioso, si señor.

Admiró la funcionalidad del edificio por encima de su belleza, algo que nunca reconocería en público.

Tras la búsqueda infructuosa de su hermano y el tesoro desaparecido pensó que quizá ya habría vendido el tesoro robado. Algo demasiado obvio e improbable, pero había que descartar la posibilidad, así que accedió al edificio para averiguarlo.

Buenos días, dijo un hombre acercándose hasta la puerta. ¿En qué puedo ayudarle?

- Buenos días buen hombre - dijo mientras retiraba levemente su capucha y se mostraba a la vista de su interlocutor, dándole a entender que no tenía nada que esconder.

- Verá, tengo motivos para creer que alguien que robó ciertos objetos de alto valor sentimiental habría decidido intentar venderlos en esta ciudad.

Dio un paso al frente y apoyó su mano sobre la pared, acercándose más a ese hombre con gesto de buscar discreción.

- Debo encontrar a ese hombre antes de que cometa tal estupidez, pues tanto él, si llegara a venderlo, como su posible nuevo comprador sufrirían la ira de sus legítimos dueños.
Nanthalaranzalasa se abrió de brazos fingiendo desinterés por esta misión, intentando hacer creer a ese hombre que estaba ahí por ordenes superiores.

- Y créame si le digo que no es una agradable tarea. Ojalá pudiéramos encontrarle pronto y así regresar a nuestro hogar para aclarar este terrible malentendido.

Citó entonces al hombre que le atendía el inventario de objetos que habían desaparecido.

El hombre se quedó mirando a su interlocutor, tratando de comprender lo que quería decirle, pero no fue capaz. No entiendo qué es lo que haga yo. Aquí viene cantidad de gente a diario a comprar o vender. No sé cómo le puedo ser de ayuda.

Nanthalaranzalasa suspiró fruto de la resignación y la exasperación. Empezaba a creer que nunca iba a lograr encontrar el tesoro Drow robado.

- El hombre que busco es muy característico - dijo pacientemente. Subió parte de su manga, mostrando a su interlocutor su peculiar tono de piel - tiene piel oscura, de un leve tono grisáceo, ojos rasgados almendrados y pel largo, ausente se color. Es algo más alto que yo, y más desgarbado. Es uno de esos visitantes que recordaría con facilidad de haber pasado por aquí.

Esperó meditabunda la respuesta de aquél hombre y trató de dilucidar si en algún momento trataba de ocultarle algo.

- Y dígame buen hombre - hablaba en tono suave, pero decidido - siendo el suyo un negocio tan comprometido... ¿Precisaría quizá la atención de un vigilante o escolta experimentado? Tengo previsto pasar cierto tiempo en la ciudad y mis habilidades podrían ser útiles a gente con tan noble enmienda - se irguió mostrándose profesional y dispuesta.

- Y para ser sinceros, no precisaría de gran salario. Cobijo, comida y un precio que les parezca asumible y ustedes podrían beneficiarse de mis servicios mientras yo trato de solucionar mi empresa.

Conseguir un trabajo fijo en el puesto de máxima compraventa de tesoros de la ciudad sería una estrategia ideal para intentar dar con el ladrón de su hermano.

Lo lamento, pero no he visto a nadie con una descripción como la que me indica. Dijo negando con la cabeza, y tras escuchar la propuesta de la drow, el hombre miró hacia los lados como tratando de que nadie le escuchase y la invitó a pasar. La dejó en la puerta, pero fue allí donde comenzó una nueva conversación.

Todo depende, antes de contratarla, me gustaría saber qué estaría dispuesto a hacer por mi, hasta donde estaría dispuesta a llegar y sobre todo, cómo cree usted que podría ayudarme. Dijo algo nervioso como si estuviera hablando de un tema del que nadie quisiese que le escuchase.

Cuando aquél hombre la invitó a entrar accedió con paso tranquilo y seguro.

En el lugar del que ella procedía todo tenía un precio. Todo el mundo tenía alguna oscura maquinación que no podía ejercer por su propia mano, un interés oculto que debía ser protegido y, por lo que había oído de las grandes ciudades humanas, no diferían tanto de su propio hogar. La diferencia radicaba en la máscara de hipocresía tras la que aquellos seres traicioneros se escondían, desde donde fingían no ver y ser ajenos lo que sucedía en las sombras.

Una vez estuvo dentro, Nanthalaranzalasa retiró su capucha completamente. No era un gesto sin más, era algo simbólico.

Por poco que supiera aquél humano sobre los Drow, entendería que el hecho de que ella se mostrara sin tapujos como tal le indicaba que estaba ahí con todos los designios de su raza. Y quién conoce a los suyos sabe que la pregunta de "hasta dónde está dispuesta a llegar" carece de sentido.

- Hasta dónde sea necesario - dijo con un tono severamente frío y calculado. Manteniendo la vista fija en aquel hombre.

Era Drow, una paladín de la tiranía. Era capaz de proteger, matar, ejercer su poder contra cualquiera que se interpusiera en su legítimo objetivo. Alguien con palabra y con sentido del deber, y eso transmitía en su mirada y en la seguridad de sus palabras. No era un ser colérico ni una asesina demente.

- Usted representa un poderoso Gremio - dijo sin apartar la vista de su interlocutor - y todo el mundo sabe que el gremio que usted representa, el del dinero, es el más poderoso.

Señaló entonces las evidentes muestras de austeridad que intentaba fingir aquél edificio.

- Sin embargo, el poder que ejerce tal organización nunca podría ser llevado a cabo a la luz del día ni usando la ostentación del poder, pues eso despertaría las envidias de los gobernantes que, mientras el poder del dinero continua la sombra, pueden manejarse cuál títeres.

- Yo soy la sombra Maese - dijo haciendo una leve y educada reverencia hacia aquél hombre - y mi nombre es Nanthalaranzalasa. Puede llamarme Nanth.

Rodelik asintió conforme. Ganarse así de la nada una especie de protectora, era algo que le tranquilizaba bastante. Aquella mujer drow parecía estar dispuesta a hacer cualquier cosa por él, seguramente por una cantidad de dinero. Pero antes de añadir nada, tendría que saber por cuánto estaba dispuesto a ayudarle. No quería arriesgarse a desvelar sus planes o sus preocupaciones por una drow de la que aún no sabía nada.

Eso es lo que quería escuchar, mi señora. Dijo sin inmutarse ante su apariencia. Pero antes de continuar, quiero saber qué es lo que usted pide a cambio. Dudo mucho que se convierta en mi protectora por nada. ¿Me equivoco?

La Drow asintió en silencio mirando fíjamente a Rodelik. En ningún momento pretendió intimidarle, más allá de que eso podía llegar a ocurrir sin haberlo pretendido, sencillamente, fijaba su mirada en la de su interlocutor a la hora de firmar un contrato, como signo de confianza.

Sus objetivos podían ser éticamente cuestionados por muchos, sus formas criticadas pero, siendo Pladín, su palabra era su honor.

- Mi objetivo es dar con la persona que le describí. Esto, sin duda, es algo que puede llevarme cierto tiempo...

Se llevó una mano a la barbilla y se la rascó, pensativa, mordiendo su labio inferior. Su extraña belleza podría haber turbado a cualquiera... si no fuera porque aquél hombre parecía saber que no le salía a cuenta intentar flirtear con una Drow.

- Ni quiero ni pido lujos - dijo en tono sincero - ustedes son la sabia de esta ciudad, la gente adinerada. Un salario que me permita abastecerme y un lugar dónde comer o dormir en algún punto dentro de la ciudad. No necesito más.

Nanthalaranzalasa tendió la mano hacia el Joyero para estrecharla.

- Usted decide cómo, cuando y la forma de contactar conmigo y, por supuesto.... el porqué.

Está bien. Asintió el hombre. Antes de nada necesito que me demuestres tu forma de trabajar y lo bien que lo haces. Tengo entendido que hay una organización conocida como los Peces Sierra, muy interesada en asaltar mi local. Pero más que por el gremio, temo más por mi vida. Digamos que tenemos ciertas cuentas pendientes.

Necesito que averigües todo lo que sepas sobre ellos, donde se encuentran, lo que traman, y principalmente si están pensando algo contra mi. Y a ser posible, que nadie sepa que estás trabajando para mi. Veamos si eres capaz de averiguar algo sobre ellos, y en función de la información que obtenga, veré si te contrato o no.

Entrecerró los ojos y bajó levemente la cabeza, dando el mensaje por comprendido, mientras empezaba a cubrirse de nuevo con la capucha.

- Me pongo a ella sin más dilación. 

Encaró la salida y planteó una última cuestión antes de irse.

- Siendo una organización... sin duda tendrán una sede ¿Dónde los localizo?

Esperó su respuesta y partió sin más.

Sí supiera donde localizarlos, no tendría que recurrir a tus servicios... Concluyó amablemente.

Esa era precisamente la clase de respuesta que temía escuchar. 

- Déjelo en mis manos maese - dijo inclinando medio cuerpo a modo de educada despedida.

Abrió la puerta con la capucha puesta, miró a derecha e izquierda, asegurándose de que nadie estuviera pendiente de su salida o entrada y se dirigió a la Dríada Bailarina.

Ya eran varios los rumores que había escuchado sobre la existencia de un grupo de ladrones que usaban el sótano de la posada cómo centro de operaciones y, probablemente, tendrían alguna clase de conexión con aquellos Peces Sierra.

Este chaparro edificio pasa bastante desapercibido, y por una buena razón. El gremio de joyeros quería que su casa gremial fuese sosa y poco llamativa, a la vez que difícil de asaltar por cualquier ladrón.

El edificio resultante es bastante ofensivo a la vista, pero sus muros de más de medio metro de grosor y puertas interiores con cerraduras mágicas protegen bien sus valiosos contenidos.

Enzo se dio cuenta de que había llegado demasiado temprano y en el edificio aún no había nadie. Parecía estar cerrado.

Le costó un rato encontrar el dichoso edificio donde se ubicaba la casa gremial de los joyeros de Tormentos Cristalinos. ¡Madre mía qué cosa más sosa! Claro, que llamar la atención no era lo ideal cuando manejabas la cantidad de tesoros que debía manejar ese gremio. Pero eso no quería decir que no pudieran tener un poco de gusto.

En fin, que no estaba allí para criticar su guisto arquitectónico, sino por negocios. Aunque no veía a nadie por allí cerca que pudiera atenderle o indicarle dónde podían hacerlo.

 -¡Buenos días! ¿Hay alguien por aquí cerca que pueda ayudar a un pobre artista en necesidad?

¿Decir en voz alta que tenía una joya para tasar? ¡Ohohohoho, ni hablar! Que Enzo estaría loco, pero no era imbécil. Mejor hacerse pasar por un pobre bufón pobre para mantener alejados a los rateros. Y ya cuando apareciera un miembro del gremio, ya le contaría la verdad. Ojalá la dichosa piedra esa bien valiera las molestias que estaba causándole.

Buenos días, dijo un hombre acercándose hasta la puerta. ¿En qué puedo ayudarle?

Enzo se giró al escuchar la voz de aquel hombre.

 -¿Eh? ¡Ah, sí, sí! Por favor, ¿me podría decir si esto está cerrado y cuando abre? Me gustaría entrar por causas profesionales.

El bufón examinó al individuo de pies a cabeza. ¿Sería un empleado, un miembro del gremio o un ladrón? En cualquier caso, mejor tener cuidado antes de revelar la verdadera razón por la que se encontraba allí.