Partida Rol por web

Kailee agradeció a ayuda a Zarus pero estaba tan cansada que no fue capaz de contarle ninguna historia interesante, tan solo rumores poco interesantes y sin sustancia. Normalmente acostumbraba a contar y escuchar historias de lo más espectaculares, pero estaba claro que era demasiado tarde.

Las primeras luces de la mañana se filtraron por la ventana, dando de lleno en el rostro de Elianne y despertándola de una larga noche de sueño profundo. Se arrebujó tratando de volver a dormirse, pero era inutil, ya estaba despierta.
Lo primero que sintió al salir de la cama fue el aire frío que llenaba la habitación. Unas volutas de vapor acompañaron a sus maldiciones cuando comprovó que su ropa no estaba totalmente seca tras la lluvia del día anterior, era una pena tener que cambiarla tan rápido, pero no quería correr el riesgo de enfermarse. Escurrió un poco más la ropa húmeda, la dobló y la metio en la mochila al tiempo que sacaba su otra muda.

Ya vestida, tomó sus cosas y bajó las escaleras.
—¡Buenos días!— saludó a la dueña del local mientras recorría el lugar con la mirada. Hacía un esfuerzo por mostrarse alegre y energizada, pero se notaba que seguía adormilada.— ¿Sabes si Aramis ya se ha levantado?— preguntó tras un bostezo.

Lucrecia despertó en la oscuridad. Ni siquiera un resquicio de luz se colaba por las rendijas de la contraventana. Se encogió sobre sí misma y suspiró, contenta. Quería dormir más, necesitaba dormir más, y podía hacerlo.

Despertó de nuevo unas horas después. Un gallo se desgañitaba en alguna parte, no muy lejana, quizás en el mismo patio de la posada. Lucrecia deseó que una montaña cayera del cielo sobre la cabeza del animal. Una roca, rectificó, una montaña aplastaría toda la ciudad. O mejor aún, un excremento de dragón. Una vez, cuando era pequeña, había escuchado a un trovador contar la historia de un aventurero que había fallecido de esa forma, de camino a la guarida de un dragón. Al día siguiente, lo habían encontrado enterrado en estiércol, degollado. Quería pensar que eso era suficiente prueba de que efectivamente, había ocurrido.

Abrió las contraventanas. La luz del alba le irritó las pupilas. Quería volver a la cama, quedarse allí todo el día, pero había mucho que hacer. Podía dormir cuando fuera una vieja.

Vació la vejiga, se lavó cuidadosamente, maldiciendo en silencio por el agua helada de la palangana, se puso la ropa y se dirigió a la sala común.

Kailee saludó a las dos mujeres con un buen desayuno caliente. El olor llegaba hasta las habitaciones y daba gusto poder levantarse tan bien. Cuando escuchó la pregunta de Elianne, Kailee agachó su cabeza y sintió la mala noticia que iba a darle. Aramis ha tenido que irse de la ciudad, recibió una carta en el que le indicaban que tenía que salir para resolver unos asuntos personales, así que me pidió que te informara de que iba a marcharse. No quiso despedirse en persona pues no quería despertarte, me dijo que estabas muy cansada. 

El salón de la posada la recibió en silencio, en lugar del habitual murmullo bullicioso de las conversaciones de quienes todavía no se habían despegado del todo de las sábanas. Pocos rostros, como auguraba la ausencia de ruido, y tan solo uno de ellos conocido. Mientras se sentaba a la mesa, frente a Elianne, se preguntaba qué habría sido de Raellia.

Buenos días, cielo, saludó a la muchacha, sonriendo.

Kailee se acercó a la mesa con un par de desayunos. Lucrecia la saludó con la misma fórmula. El vapor le irritaba los ojos, pero la pátina de humedad cálida que le dejaba en la piel del rostro era deliciosa. Más tarde tendría que lavársela con agua fría, pero era tan temprano que podía permitirse disfrutar plenamente.

¿Viste a los demás en la Catedral? preguntó. Creía que me los encontraría aquí. He remoloneado antes de decidirme a bajar.

Elianne sonrió con cara de dormida al saludo. No llevaba mucho rato despierta y se le notaba tanto en el tono de voz como en el pelo enmarañado.
—Hola, linda ¿Has dormido bien? Ayer parecías agotada.— dijo mientras partía una hogaza de pan.

—No, no los he visto. En la catedral había un par de druidas, y estaba esta mujer que va de negro y le habla a un sapo...—dudó un segundo llevandose una mano a la barbilla mientras buscaba el nombre en su memoria.— ¿Viento? ¿Aire? Algo así, creo que ha pasado la noche con el Alcalde. Pero ningún otro conocido. Y si han estado por aquí, o bien siguen durmiendo o bien ya se habrán ido, pero yo no los he vuelto a ver.

Elianne cruzó los brazos sobre la mesa y recostó su cabeza en ellos— Y para colmo parece que a Aramis, el hombre de azul con el que hablaba ayer, le ha llegado una urgencia y ha tenido que abandonar la ciudad.

No solo lo parecía, reconoció Lucrecia. Aunque tenía un aspecto saludable, aún conservaba algo de la coloración oscura de las ojeras que había exhibido el día anterior. Supongo que andarán ya por la catedral, añadió, encogiéndose de hombros. Es el lugar habitual de reunión.

A donde es mejor que no entre. Al menos hasta que encuentre a Ríofresco. Algo que quizás era el momento de hacer.

Aire no le preocupaba demasiado. La mujer tenía los sesos enmarañados como un accidente en una tejeduría, pero había demostrado que podía cuidar de sí misma. Raellia, sin embargo, era una paladina, y Lucrecia sabía de primera mano el tipo de líos en los que se solían meter los de su condición. Solo los más duros llegaban a la edad de vestir arrugas. Además, andaba con el gigantón sonado.

No puedes hacer nada al respecto. Con suerte, todo el mundo estará sano y salvo.

La gente va y viene, replicó. Especialmente los aventureros. Solo lo vi un momento, y no me pareció un mercader ni un artesano, así que supongo que era un aventurero.

Probó una cucharada de su desayuno. Estaba demasiado caliente.

¿Ya has decidido qué hacer hoy? preguntó, mientras soplaba suavemente en la comida que sostenía en su cuchara.

Sanya salió de la habitación con el nuevo día. Esperaba encontrarse allí a sus otros compañeros supervivientes pero no vió a nadie conocido al bajar. Le esperaba la penosa mision de informar a su empleador de la muerte de su hijo y no tenia maldita la gana de hacer el viaje sola.

Pero la verdad era que habian acabado tan agotados que no habian quedado en ningun lugar en concreto.

-Supongo que nadie ha preguntado por mi, ¿Verdad, Kailee? Me toca hacer el viaje a Gruta Carmesi sola...

Una nueva cara conocida se abrió camino hasta el salón principal. La enana de cabello caoba con la que había charlado brevemente dos o tres mañanas antes.

Sanya... No estaba segura de que ese fuera el nombre, demasiada gente nueva en poco tiempo, pero era lo que le venía a la mente. ¿Era así? Buen día tengas. ¿Has conseguido llenarte los bolsillos o sigues buscando?

Había estado tentada de marchar con ella y una joven cuyo nombre había olvidado, pero lo que había leído en las cartas que habían dejado a su cargo la había empujado en otra dirección.

- Me temo que no. Dijo Kailee. Estoy pensando que quizá no hace falta que viajes sola hasta allí. Siempre puedes ir a Recados de Tormenos Cristalinos y pedir allí que manden el mensaje por ti. Así te ahorrarías el viaje y los peligros de hacerlo sola. Dijo contestando a la enana.

Sanya sonrió como pudo a la rubia.

Hola Lucrecia! Me alegro de verte bien. He tenido suerte a medias. Conseguimos un primer trabajo y pudimos cumplirlo con éxito pero el mismo patrón nos encargó el rescate de su hijo y me temo que fue una de las víctimas en el ataque de anoche en el parque de la rana.

Me temo que una noticia como esa debe ser dada en persona. No puedo contárselo mediante un mensajero -le dijo luego a Kaileen.

Elianne se había quedado mirando fijo su desayuno, con la mirada perdida y la mente vagando vayase a saber por qué rincones. Dio un pequeño brinco en la silla cuando los pasos de la enana la sacaron de su ensimismamiento.

—Hola, buen día—la saludó con informalidad. Luego se volvió hacia Lucrecia, era un poco tarde para responder a la pregunta pero era mejor que nada— No,ahora que Aramis se ha ido ya no tengo planes. Pero espero que cualquier cosa que haga me deje algunas monedas, o no pasaré la noche bajo techo.

Una víctima de la rana gigante de la que todos hablaban el día anterior, y con testigos. Todo apunta a que, al fin y al cabo, no era un simple rumor.

¡Oh! Lo siento de veras, dijo con suavidad. Es una pena, pero no creo que algo así estuviera bajo vuestro control. Lo más importante es que tú estás sana y salva. Supongo que no hiciste el encargo por tu cuenta; ¿no te acompañaran tus colegas a buscar al hombre que os contrató? Confío en que os pagará por el trabajo, a pesar de todo.

A Elianne parecía desanimada. La ciudad tenía ese efecto en los recién llegados. No era nada fácil hacerse un hueco en aquella ciudad. Lo trabajos normales escaseaban, los encargos informales solían ser brutales, y las alianzas se deshacían de la noche a la mañana. Y sin embargo, aquí sigues, Lucrecia, sin planes de marchar y esperando hacer fortuna.

El tipo de trabajo que encontramos los recién llegados, sin credenciales ni recomendaciones, es peligroso y no paga por adelantado. Coronó la respuesta con un suspiro. Ella podía considerarse afortunada, pero se preguntaba cuánto tiempo duraría. Yo tampoco tengo claro qué hacer. Estaba en medio de una investigación, pero por culpa del incidente en la mansión abandonada, el rastro que seguía se ha quedado casi tan frío como el corazón de un usurero.

Podemos buscar a Raellia, Aire y el hombretón con nombre de monstruo marino, sugirió.Puede que ellos tengan algo en mente.

Sanya estaba decepcionada y deprimida. Habia fracasado y habia perdido a casi todo su grupo.

-Mi grupo quedó diezmado. Tan solo quedamos Duncan, Riku y yo y no se donde estaran ahora mismo. Si quereis uniros a mi, podeis hacer el viaje conmigo. Quizás Mezzia nos haga otro encargo. O quizás no, viendo que no hemos podido salvar a su hijo. Yo no lo haría, la verdad. Si me paga el trabajo puedo pagaros por la escolta pero me temo que no puedo aseguraroslo.

Si Elianne le había parecido desanimada, el rostro de Sanya era como un poema de desamor. Probablemente mejor que la pinta que tenía yo ayer, después de escapar. Titubeó unos momentos, considerando la propuesta de la enana. Salir una temporada de la ciudad no era una mala idea. Aunque fuera un solo día. Tomar aire, ver las cosas desde una nueva perspectiva, conseguir algo de oro, si era posible. El rastro de Zacarías no se puede enfriar más.

Quizás, respondió, pero antes de comprometerme, me gustaría encontrar al menos a Raellia, como le decía a Elianne. Si no está aquí, puede que haya pasado la noche en la catedral.

-Bien. Os daré tiempo hasta mediodía. Yo intentaré encontrar a Riku y a Duncan en alguna taberna. Nos vemos aquí entonces.

Dicho aquello, Sanya se levantó con parsimonia y se dirigió a recorrer las distintas posadas.