Partida Rol por web

Samira quedó encantada ante la propuesta de Moris de ir a preguntar por ella. Dudó un poco sobre que le presentasen como la gran bailarina de Puerto Calim, pero ¿qué podía perder? Con un poco de suerte les gustaría y podría obtener algún beneficio. 

Asintió a Moris. 

-Muchas gracias, sí, quizás me permitan actuar y quien sabe. Seguramente ellos aún no me conocen, no creo que hayan llegado hasta aquí las voces de Puerto Calim, aunque nunca se sabe, allí llegan muchos visitantes...-

Era una suerte tener a un caballero tan dispuesto, pues Samira creía que el hecho de que él preguntase en su nombre y la presentarse le daba un cierto caché. Sonrió encantadora al Karuth y se mantuvo a una distancia prudencial del lugar en el que se encontraba el mediano, aunque no tan lejos como para no poder oír la conversación.

Mostrando sus mejores maneras ante el mediano encargado, el Karuth se posiciona de manera que, aunque hablé con él, Samira siempre esté a la vista para que sus gestos siempre vayan en su dirección.

- Buenos días, quisiera preguntar, en nombre de la Danzarina Samira de Puerto Calim -dijo llevando la atención de la mirada del mediando hacia ella con gestos de sus manos-; acerca de sus remuneraciones u ofertas para artistas en caso de haberlas y el listado de precios para su clientela.

Con teatralidad se hizo a un lado para que los ojos del encargado del Cuervo de Plata pudieran apreciar por si mismos quien llegaba hasta su puerta aquella mañana.

Samira fingía estar distraída observando el lugar y las gentes que allí se encontraban. A pesar de que realmente trataba de descifrar el estrato social y perfil de la clientela de El Cuervo de Plata, no perdía detalle de la conversación de Moris y el mediano. Escuchaba atenta, aunque no les mirase directamente. Ella se mantenía con porte altivo y mirada orgullosa. Era consciente de que más vale caer en gracia que ser gracioso, y aunque no dudaba de sus cualidades debía acompañar con su actitud la valía que ostentaba. Esperaba que el encargado de la posada supiese ver su potencial y tuviesen a bien dejarle actuar para mostrar sus habilidades. Estaba segura de que si no aprovechaban este momento en un futuro se arrepentirían.

Un agradable mediano te recibe al entrar en la posada. El hombre lleva entre sus manos una figura de un cuervo de plata y te dedica una amplia sonrisa, mientras te da la bienvenida.

- Bienvenido al Cuervo de Plata, señor. Mi nombre es Hoskin y soy el humilde posadero. Has llegado a la taberna de ensueño de Tormentos Cristalinos. Nuestras habitaciones son suites con tres departamentos; un sala de estar, un dormitorio y un baño privado. En el precio se incluya desayuno, masaje, baño caliente y servicio de lavandería. Cada habitación está asegurada con una cerradura a prueba del más habilidoso de los ladrones. Nadie ha entrado jamás a robar pues resulta imposible.

Y todo esto, ¡por el módico precio de 10 piezas de oro! Una oferta que nadie puede rechazar.

Y sobre nuestros honorarios, la verdad que no somos muy gustosos de los espectáculos, será mejor que para exhibirse, la lleve usted a la Dríada Bailarina, quizá allí encaje mejor, porque aquí me temo que no es buen lugar.

Escuchó cada palabra que pronunció el amabilísimo mediano Hoskin. Sería muy humilde posadero, pero los sentimientos de Samira se vieron heridos. Ella disimuló, siguió mirando la multitud. No podía permitirse ahora mismo el coste de la habitación pero lo que le había dolido es que no apreciase el valor del espectáculo y el baile. 

Hoskin dijo que era imposible robar allí

No hay nada imposible...

Pensó.

Se fijó en los clientes que se encontraban allí, quizás alguno resaltase por su aspecto más pudiente, o quizás alguien que claramente fuese admirado y respetado por los demás, alguna eminencia de Tormentos Cristalinos.

- Un placer conoceros, Hoskin, yo soy el Karuth Moris y este es, sin lugar a duda, el local donde nos gustaría quedarnos; si no hoy, mañana, al mes que viene o cuando los dioses provean y, si son tan misericordes, antes de que Wee Jas nos reclame.

Con honesta sonrisa da un paso atrás, se inclina para despedirse del posadero y encaminar sus pasos de vuelta con Samira. Ante ella se permite apretar los labios un momento antes que sus ojos vuelvan a encogerse para arrancarse una risita a su propio rostro.

- El local es exquisito, digno de vos, Samira; pero tratándose de 10 piezas de oro por noche y no siendo local de espectáculo, no me será posible acompañaros más allá de aquí si optais por quedaros.

Sonrió levemente a Moris. -No, no me quedaré aquí. Busquemos un lugar mejor y más acorde a nuestras necesidades.-

Algún día se arrepentiría. Pensaba ganar fama y fortuna.

Se ajustó la capa mientras dedicaba una leve sonrisa a Moris y un último vistazo a la lujosa posada.

-Busquemos otro lugar, después podemos ir a desayunar algo, me muero de hambre- Dijo con voz cantarina.

En su fuero interno le había dolido la respuesta del mediano, pero por fuera lo disimulaba muy bien. Moris era un hombre educado, seguro que el día mejoraría.

- Como gustéis, por supuesto.

Ofreció su brazo y le acompañó al exterior del edificio, donde el Sol le hacía entrecerrar sus ojos con el comienzo de este día. Una vez fuera miró alrededor, buscando orientarse y, tras ver la cara de Samira concedió que estaba perdido en aquella ciudad que jamás había visitado antes.

- ¿Sabéis? Aunque sea mi primera visita a Tormentos Cristalinos tuve oportunidad de hablar con algunos mercaderes y peregrinos cargados con todo tipo de cuchicheos y noticias. La de un tal Toren quien querría pedir matrimonio a una joven llamada Sasha y para ello buscaba ayuda de más gente o la del antiguo dueño de una taberna quemada, quien también buscaba ayuda desde la Catedral de Pelor.

Negó con la cabeza un momento.

- No sé qué de todo esto puede serme útil pero, en cuanto encontremos la Dríada Bailarina, puede que vaya a ver cómo puedo ser de ayuda a los demás... ¿Y vos? ¿Qué querréis hacer entonces?

Sonrió a Moris, le encantaban las historias de amor puro y verdadero.

-Si te parece, podemos dejar el equipaje, asearnos y ver si podemos dar con ese tal Toren. Nada mejor que una buena historia de amor a la que proporcionaremos un final feliz para llenarnos de buenas energías-

Se cubrió los hombros con la capa mientras dedicaba una amplia y luminosa sonrisa al Karuth. El día prometía ser muy frío, el aliento de la muchacha formaba pequeñas nubes de vapor. Cogió de la mano a Moris
-Si me pierdo en esta ciudad no sabría encontrarme. ¿Dónde debe quedar La Dríada?-

- Estoy de acuerdo con vos, traigamos un poco de felicidad a estas gentes, una historia que contar entre amistades, que ruborice al joven y saque muecas al crío, jejejeje.

Nada más reír ocurrió, al contacto con su mano se descubrió la marmórea gelidez de la piel del Karuth, fruto de la heterogénea ascendencia de la que Samira ya se había percatado al creerle un elfo; sus dedos se entrelazaron con los de ella, conmovido por el afectuoso gesto, y sus ojos parecieron brillar dorados por un instante.

- Si fuéramos a perdernos no sería tan malo estando en vuestra compañía -sonrió y recogió su brazo hacia el interior de su manga, tapando las manos juntadas con el abrigado tejido de su ropa-, probemos calle abajo, seguro que lo encontraremos.

Le sorprendió lo fría que estaba la mano de su compañero, sin embargo no dijo nada ni hizo mueca alguna. El día era muy frío, y siendo Moris tan delgadito era fácil que el frío le calase tan rápido, pensó. 

Un caldo bien caliente le haría pasar este frío.

Le sonrió en un gesto casi maternal. 

-No lo sería, siempre y cuando no nos alcanzase la noche al raso- rió un poco. Si el día era tan frío a saber cómo serían las noches en Tormentos Cristalinos. Sospechaba que más de un valiente o desgraciado habría perecido por no tener cobijo mientras la luna brillaba alta y el Sol dormía. 

-Vayamos pues. Con ese nombre imagino un lugar mágico- le confesó con mirada soñadora.

La mayor parte de la fachada y las tejas de este edificio de mármol está cubierta con pintura plateada. Toda la estructura está adornada con embellecedores de plata, muchos con forma de cuervo, y una exquisita estatua de plata de un cuervo se apoya en una barra del mismo material sobre la entrada principal. Este ostentoso establecimiento es el Cuervo de plata, la taberna y posada más prestigiosa de Tormentos Cristalinos.

Un agradable mediano parece ser el encargado del local, lleva entre sus manos una figura de un cuervo de plata y se muestra muy sonriente ante su público.

Tras entrar al local el Mediano se sorprende por la interesante decoración, casi se tropieza con varios clientes mientras camina al interior solo por estar observando los detalles que enriquecen el interior. Avanza lentamente hasta encontrar una mesa vacía mientras  tantea su bolsa pensando si no es mejor buscar algo más acorde a su presupuesto.

Sonríe al encontrar una mesa alejada de la puerta y cuya variedad de sillas le permite encontrar una que se ajusta a su tamaño, hecha una mirada al Mediano que sostiene el cuervo – ese mediano sabe de cuidar la clientela –piensa mientras se ajusta en la silla.

Pone sobre la mesa su pequeño  petate y alza la mano ante una de las mozas que tiene por tarea atender las mesas.

En su cabeza no deja de dar vueltas el rumor que escucho en la carreta que lo acerco a  la ciudad sobre el orfanato, pensó en su niñez que parecía que solo hubiese sido hasta hace pocos meses y recordó lo feliz que fue, miro hacia la ventana mientras el día se apagaba, tal vez esta misma noche podría pasar solo a echar un ojo.

Una figura bloqueo su visión de la ventana, carraspeo y lo saco de sus cavilaciones. 

-Joven dama podrías indicarme el valor de una cena caliente y de una noche en la posada? – Le dice – mientras me puedes traer una cerveza helada, el camino polvoriento me ha dejado la garganta seca- hace una pausa – de camino a la ciudad he escuchado que el orfanato local es bastante mmmmm particular, sabes algo sobre ese tema? – le dice acercándole unas piezas de cobre sobre la mesa .

Dalabrac había entrado a la taberna con grandes alucinaciones sobre bellas doncellas atendiendo las mesas. El único que parecía estar dispuesto a atenderlas era un mediano que a juzgar por su apariencia era el único propietario del local. Por lo que ninguna dama atendió al recién llegado. No obstante, el mediano sí que se encargó de darle todo lo que pidió:

- Bienvenido al Cuervo de Plata, señor. Mi nombre es Hoskin y soy el humilde posadero. Has llegado a la taberna de ensueño de Tormentos Cristalinos. Nuestras habitaciones son suites con tres departamentos; un sala de estar, un dormitorio y un baño privado. En el precio se incluya desayuno, masaje, baño caliente y servicio de lavandería. Cada habitación está asegurada con una cerradura a prueba del más habilidoso de los ladrones. Nadie ha entrado jamás a robar pues resulta imposible.

Y todo esto, ¡por el módico precio de 10 piezas de oro! Una oferta que nadie puede rechazar.

Sobre el orfanato, no sé que decirle, dijo tomando la ridícula pieza de cobre y devolviéndosela, aquello era una miseria y pura calderilla, así que aunque no lo mostró, hasta se ofendió ligeramente, no sabemos de lo que está hablando, no tenemos constancia de ningún tipo de suceso extraño allí.

El cansancio del viaje había hecho mella en la percepción del mago quien había confundido al prospero Hoskin con una mesera cualquiera.

Sacudió su cabeza un poco intentando despejarla mientras escuchaba al dueño de la posada, sus ojos se abrieron como platos cuando escucho el módico precio al cual le ofrecían la habitación, intentando disimular su sorpresa carraspeo y seguidamente hablo al hombre – suena como un sueño de habitación aunque creo que aún no estoy listo para tal descanso – se fijó en el desprecio del hombre por las piezas de cobre y se ruborizo un poco mientras las devolvía a la bolsa – podría por lo pronto traerme una cerveza? Mi garganta seca me lo pide a gritos-

Cavilo un momento y decidió que este no era su lugar, miro hacia la puerta y aunque no sentía frio se apretó la capa, lo mejor sería buscar otro sitio más acorde a su cartera para pasar la noche, recordó el peso de su bolsa – por favor que sea de la cerveza más barata – le indico al mediano antes de que se retirara encogiéndose de hombros.

La cara de Hoskin se mantuvo seria sin mucha gana de sonrerír, no estaba acostumbrado a que le pidieran "lo más barato que tuvieras" por lo que se limitó a servirle una de las cervezas que tenía de peor calidad y se la sirvió sin mucho ánimo. Es una pieza de plata. Le dijo esperándose a que le hiciera el pago antes de marcharse. 

El pequeño vuelve  a abrir sus ojos como platos pues no esperaba que la bebida (aunque de buen sabor) costara tanto. Revolvió su bolsa y saco la pieza plata solicitada, acto seguido se la entregó al hombre y se recostó para disfrutar de su costosa cerveza.

Tras terminar la jarra apretó su capa y abandono el establecimiento.