Partida Rol por web

De momento se dedico a observar a las expertas realizando su trabajo y se quedo haciendo guardia por si alguien se acercaba.

Siguiendo las indicaciones de Lictea, Leokas se esforzaba por no pasar por alto cualquier cosa aunque la propia druida ya les advertía de la inutilidad de esforzarse en aquellos rastros. ​-Bien, pues vayamos directos al bosque por donde se fue ese humanoide.- Convino con la ruda mujer para no malgastar lo poco que quedaba de día. No obstante, y sobre todo después de lo ocurrido la última vez que se aventuró fuera de Tormentos, el semielfo puso sus sentidos en alerta por lo que pudiera ocurrir en el trayecto de su investigación.

El clérigo miró el cielo una vez mas, esperando que de alguna forma hubiese la esperanza de que aquella tormenta se dispersara, pero a aquello se le sumaba que ya el sol anunciaba su despedida.

Kranjstar dio una rápida revisión a la zona, ya con el recuerdo de aquello que había visto en su incursión anterior. Si había cambiado algo en especial, sería fácil de determinar.

La voz de Lictea se hizo escuchar, haciendo un llamado a centrase y aprovechar el tiempo de buena forma. No pasaría mucho antes de que oscureciera por completo y oscuridad mas tormenta no eran una buena suma.

Será mejor que nos ubiquemos rápidamente en donde quedamos y si hay forma de volver a hablar con esos baramos, valdría intentarlo. al clérigo se la veía algo tenso, pero decidido a ayudar.

Lictea descubrió un rastro, detectó a ése varano que había estado allí no hacía mucho tiempo, y aunque las huellas ya no eran tan recientes, el reptil había pasado por allí no hacía muchos días.

Siguió el rastro hasta un sendero, entonces las huellas empezaron a ir acompañadas de las de otra persona. Por el tamaño de sus pies parecía un hombre o una semiorca. El camino ya no estaba entre los viñedos, se alejaba más y se perdía en el interior de un bosque. Alli el rastro se hacía más dificil de seguir, había varanos por todas partes y las huellas eran más variadas y había más cantidad de ellas.

Lomenar no había detectado nada sospechoso más allá de lo que había comentado Lictea, así que siguió a su compañera a través de los viñedos, siguiendo el rastro que ella conocía mucho mejor.

Al ver que se avecinaba, decidió ir con el arco en la mano, esto no pintaba para nada como una misión diplomática.

- Mucho ojo a partir de ahora.- Los bosques siempre eran más peligrosos que el campo abierto incluso para los druidas.- Aquí pierdo el rastro que se interna en el bosque.- Sin más la mujer, junto con su lobo, se internó entre los troncos de los árboles. Siempre agazapada guiaba a los demás en primera línea con la mano empuñando la cimitarra por si acaso.

Lomenar hizo una señal a su lobo para ponerlo en guardia. El animal, generalmente manso, se puso tenso y a la expectava, observando todo a su alrededor.

Lomenar lleva en su mano el báculo que siempre le acompaña, pero mete un par de piedras en su bolsillo y prepara su honda por si tuviera que usarla, llevándola sujeta a su cinturón.

Seguía a Lictea apenas unos pasos detrás de ella.

El clerigo empezó a tensionarse una vez ingresaron al bosque. Sabía que aquellos varamos no eran muy amistosos. Sacó su ballesta y puso un virote en ella, no le iban a tomar desprevenido.

Al igual que el resto, Leokas se encomendó a la habilidad de Lictea para seguir el rastro del que ya les había advertido. Del mismo modo, también se armó con su arco al ver que todo el mundo tomaba la precaución a medida que se iban internando en el bosque.

Un escalofrío recorrió la espalda del semielfo al recordar la última expedición por las afueras de la ciudad... pero hizo un esfuerzo por no dejar que ese temor latente lo dominase. De modo que se obligó a estar lo más preparado posible para cualquier eventualidad. Sus ojos observaban y sus oídos se mantenían alerta ante cualquier amenaza que pudiera surgir de entre los árboles. 

A pesar de que el clima no acompañaba en absoluto en la expedición, Lictea logró encontrar el rastro que la vez anterior había perdido.

Finalmente el rastro termina en lo que parece ser un lago. El lago se ha formado porque a varios metros de altura hay una enorme catarata por donde desciende el caudal que habían encontrado. Llegados a ese punto, las huellas que buscaba la mujer lobo se habían perdido completamente. No debía estar muy lejos el rastro, pero aquel lugar lleno de barro, humedad, y cientos de pisadas diferentes hacían que el camino se volviera demasiado complicado para que lo pudieran seguir.

Lomenar sigue de cerca a Lictea hasta llegar al lago. Se mantiene alerta con la honda preparada y el báculo a la espalda mientras inspecciona los alrededores.

A una orden suya Arvak husmea intentando dar con un rastro, pero el animal al no saber exactamente lo que está buscando mira desconsoladamente a su dueña mientras observa nervioso los alrededores.

Siguiendo a la peculiar pero habilidosa Lictea, Leokas avanzaba atento al más mínimo movimiento por inofensivo o casual que este pudiese parecer. El rumor del agua comienza a irse por encima de los sonidos del bosque hasta que por fin llegan a vislumbrar un lago. El oído del pícaro fue capaz de captar un sonido extraño por encima de la sonora cascada, como si de una interferencia con el tranquilizador murmullo del agua. Sus ojos buscaron el origen del sonido a la vez que sus manos apretaban con más fuerza su arco.

Entonces los vio. Dos ojos brillantes se movieron entre el follaje y otras sombras se movían cerca. -¡Quietos!- Exclamó al resto del grupo en un susurro y señalando con la mirada para indicar el origen de la amenaza. -Lobos... una docena al menos.- Informó con brevedad. -Intentan rodearnos. Quizás estaban esperando a emboscarnos junto al lago.- Con rapidez pero soltura, Leokas cargó su arco y buscó al animal más cercano sin llegar a liberar el proyectil. 

Ante la mención de los lobos Lilypurr empieza a temblar y, instintivamente, se acerca a Lomenar y su compañero.

Si son tantos lobos deberíamos irnos. Susurra Lilypurr a todos sus compañeros.