Partida Rol por web

Entremos sin miedo, ha dejado la puerta abierta, no se molestará si solo entramos a buscar un lugar para sentarnos a esperar.- Dijo Elianne guiñando un ojo.- Estoy segura- agregó con voz inocente desviando la vista hacia arriba. Se giró hacia el gigante.- Por lo menos no si no rompemos nada, además ¿Cuando será la siguiente oportunidad de entrar a un lugar tan bonito?

La pelirroja cruzó el umbral con paso leve pero seguro y se plantó unos pocos pasos después, pegando una buena mirada al interior del edificio. Hasta donde sabía, la sala de estar solía encontrarse justo después del hall de entrada, pero no es que alguna vez hubiera estado realmente en una mansión.
 

-¡No, no hay necesidad de romper nada, Kraken!-exclamó Raellia, preocupada por que el enorme hombre cumpliera su palabra. No necesitaban más líos, si no más bien soluciones a los que ya tenían. Y quizás algún pequeño trabajo para poder subsistir. Recibió con cierta duda las palabras de Elianne, aunque finalmente asintió ante ellas. Sin mucho convencimiento, pero lo hizo.

-Está bien... Espero que pueda atendernos pronto y no nos pase nada malo por entrar. 

El Kraken miró a Raellia, confundido. Las amenazas normalmente siempre funcionaban según su experiencia pero le debía un favor a la paladín y no le pareció correcto contrariarla.

-ESTÁ BIEN, AMIGA PERO NO NOS HARÁN CASO SI NO METEMOS UN POCO DE MIEDO!

Cuando las mujeres entraron, él hizo lo propio cerrando el grupo, en retaguardia a regañadientes.

Una vez los demás habían comenzado a entrar, no había vuelta atrás. Solo podía confiar en que el alcalde, al encontrarlos dentro de la mansión, no se asustara y les echara encima a la guardia de la ciudad. Se encogió de hombro, suspiró y se apartó por fin de la pared en la que se había apoyado.

¿Habéis visto por dónde se marchaba el gordo? preguntó, mientras seguía a los demás.

Aire terminó de entrar, llena de felicidad. Como ya habían dicho, un sitio bonito no se veía todos los días.
Dio un par de pasos más que sus compañeros.
¿No vamos a investigar? ¡Seguro que hay un montón de cosas bonitas que ver!

Tras ver como estaba la puerta abierta, los aventureros decidieron pasar. El kraken iba cerrando la comitiva, y cuando llegaron a la entrada, efectivamente, pudieron vislumbrar una sala muy hermosa y muy bien decorada. Más adelante, había lo que parecía ser una sala de espera, con varias sillas.

Desde allí se podía escuchar la conversación que estaban teniendo ese tal Flanigan con el alcalde. Hablaba de un robo. De un objeto que había perdido. Algo que le habían quitado hace días y que nadie había hecho nada al respecto. De vez en cuando también hablaban de groserías, y de nimiedades. Pero parecía que la conversación iba para largo.

En otro lado de la estancia, se podía escuchar al sirviente tararear. Parecía que estaba cantando alguna melodía pegadiza mientras hacía la comida del alcalde.

Esta grandiosa mansión, uno de los edificios más impresionantes de toda la colina, tiene una fachada tallada con imágenes de animales fantásticos, un tema que se repite en las formas de los arbustos que cubren sus terrenos. El escudo de armas de la puerta muestra un casco alado sobre un par de guanteletes cruzados, sobre campo rojo.

Extrañamente, la puerta del jardín y de la entrada estaban abiertas de par en par.

Aire se sentó la primera, y puso a Aristóteles en otra de las sillas. Se quedó contemplando la majestuosidad de la sala, mientras sonreía como una niña pequeña

Es muy grande. ¿Toda la casa será igual? ¿Y vive el sólo o con familia? Porque debe ser muy aburrido vivir aquí solo. ¡Y limpiarla ya ni te cuento, Aristóteles! Me acuerdo cuando tenía que limpiar con mamá la casa, y quizá era de grande como esta habitación. ¡Era muy aburrido! Y no me dejaba quemar el polvo, que era lo más divertido.

Miró a un lado y a otro. Al verse sola, decidió avanzar lentamente hasta la puerta abierta.

Sin atravesar la puerta del todo, echó un vistazo al interior. Le habían dicho que allí estaba la loca del sapo con su comitiva. Lo raro es que no les había escuchado en ningún momento.

Kraken giró la cabeza sin mover el resto de su inmenso cuerpo, como si fuera un autómata escaneando la habitación. Cuando hubo acabado se dedicó a curiosear por las estanterías y alacenas, a  ver qué encontraba.

-¿CUANTAS FAMILIAS VIVEN EN ESTE LUGAR?

La muchacha observó la sala con asombro. No recordaba haber visto tal nivel de opulencia nunca, y no podía evitar maravillarse ante aquello. Por supuesto no se le pasó por la cabeza cuanto habría costado, ni del bolsillo de quién habría salido todo eso, demasiado ingenua para meditar sobre algo así. 

-No sé cuanta gente vivirá aquí, pero desde luego es precioso...

Para eso tienen sirvientes, querida, respondió a Aire. Como tendré yo algún día. Decenas de sirvientes, agradecidos de tener la oportunidad de servirme. Pero más adelante, dentro de muchos años, cuando no me dé vergüenza que una dama de compañía me vacíe el orinal a toda prisa, justo después de usarlo, mientras me abro de brazos y piernas para que otras dos me enfunden en ostentosos vestidos. ¿Qué puede haber más decadente que eso?

Era evidente, por sus gestos y palabras, que sus compañeros habían vivido en mundos ajenos al lujo. No podía negar que la situación era similar para ella; madre y padre tenían una posición económica desahogada, pero la austeridad era intrínseca a la naturaleza de un artesano y una paladina.

Una familia, Kraken, explicó al enorme forzudo. El tamaño de una vivienda, y no olvidemos el lujo y ostentación en la decoración, no son proporcionales al volumen de habitantes, sino al deseo de estos de hacer gala de su peculio.

La inconfundible voz del gordo Flanigan llegaba desde el otro lado de una puerta, junto a las de alguien más, ahogadas por la madera y piedra que los separaban. Iborian y Timertikos, suponía.

Ahora que ya estamos dentro, dijo, golpeando con los nudillos en la puerta, ¿para qué aguardar más?

Mientras esperaba respuesta, se frotó los ojos con las manos. Si se hubiera sentado, se habría quedado dormida en cuestión de minutos.

Kraken escuchó a sus compañeras y se encogió de hombros.

EL KRAKEN NO TIENE DONDE DORMIR, NI DINERO PARA UNA HABITACIÓN! QUIZÁS EL DUEÑO LE DEJE DORMIR EN UN RINCONCITO DE LA CASA!

Elianne recorrió la sala, mirando los cuadros que adornaban las paredes mientras escuchaba a los demás hablar. Cada vez quedaba más claro que Aire tenía la cabeza llena de eso mismo, y ahora que hablaba de incendiar cosas sus desvaríos ya no parecían tan inocentes. Después de recorrer el lugar la joven se sentó en una de las sillas que había por ahí, con las piernas juntas, los brazos sobre el regazo e intentando darse aires de importancia. El anfitrión estaría mejor dispuesto a recibirlos si por lo menos una persona intentaba adecuarse al ambiente, además de que estando quieta era más facil concentrarse en la voz de Flannigan por sobre los gritos del Kraken.
Elianne abrió la boca para detener a Lucrecia cuando vio sus intenciones, pero ya era tarde. La comitiva, además de sorpresiva, extraña y numerosa, ahora resultaría también una interrupción. Esperaba que el alcalde estuviera de buen humor.

¿Sí? Preguntó el alcalde suponiendo que sería su sirviente con la comida que estaría preparando. Empezaba a ser hora de comer, y a pesar de que Flanigan había entrado sin cita previa, no le importaba que le acompañase.

Justo en ese instante, una hermosa gnoma que para algunos les resultaría familiar, se asomó por la puerta sin llegar a entrar y pudo ver a Lucrecia que estaba de pie tocando la puerta, a El Kraken que también estaba en pie, observando la decoración del lugar y al resto esperando sentadas.

¡Hey, no!-dijo Elianne frunciendo el ceño.- ¡Deja eso! No queremos que se enojen con nosotros.- Regaño en tono suave al semigigante mientras señalaba el lugar donde estaba la bandeja antes de que el Kraken la tomara.- No toques nada aparte del suelo y las sillas.- Y quizás las sillas tampoco, no estoy segura de que puedan soportar su peso, pensó.

Elianne sintió una presencia a su espalda, al darse vuelta ahí estaba el alcalde en el marco de la puerta. Su corazón dio un brinco, ojalá no los haya visto con las manos en la masa. Se tapó la cara con las manos unos segundos para recuperar la compostura antes de hablar.-Buenos días señor alcalde ¿Timertikos?-saludó haciendo una reverencia ¿Se pronuncia así?- Perdone la molestia, pero necesitabamos hablar con el señor Iborian y nos dijeron que estaría aquí.- Concluyó alisandose la capa (y tratando de cubrir las armas que llevaba colgadas del cinto), intentando parecer lo más inofensiva posible.