Partida Rol por web

Galvra llegó a un sitio que le resultaba relativamente familiar, como si hubiera estado allí ya en otra vida.

Con la decisión y aplomo que caracteriza a la gente de su raza comenzó a caminar tratando de ir directa a la Isla de Roble. No tenía ni idea de que buscaba, como sería ese tesoro. Por su experiencia había tesoros que a ojos de uno solo son basura pero a ojos de otros es todo una joya. Tendría que estar atenta para poder encontrarlo. 

Una mediana se acerca a Glavra observádola arriba a abajo. No daba la sensación de ser muy amable y tampoco temerosa de la apariencia de la semiorca. ¿Podría hacer algo por usted? Preguntó tratando de ser simpática pero con cierto tono de reproche.

- Hola - dijo con el tono áspero y rudo que podía tener una semiorca - No, no me puedes ayudar. Solo quería darme una vuelta para contemplar las maravillas de la isla. Naturaleza y el misticismo que da lo sagrado. Solo quiero poder tener el honor de conocer este paraje único.

Le estaba haciendo la pelota, no quería que la mujer supiera que iba a dar una vuelta de reconocimiento, por si algo le llamaba la atención. Esa pequeña mujer no estaba allí por casualidad. Sabía lo fanáticos que podían ser los religiosos.

- No se preocupe, ni notara que estoy por aquí. Vengo de un largo viaje y solo quiero sentir la energía del lugar. 

Claro. Asintió alegre al oir aquellas palabras. Si necesitas cualquier cosa me dices. Por lo demás, puedes echar un vistazo a este lugar cuanto quieras. Y la mediana se marchó sonriente al recibir aquella noticia.

Se alegró de ver que la pequeña mujer se iba por donde había venido ya que no tenía ganas de problemas ni de llamar la atención. 

Estaba amaneciendo y empezaba a iluminarse todo, era el momento perfecto para ir a la isla y comenzar a buscar, tenía todo el día por delante para ver si encontraba algo que pudiera ser un tesoro. Como no tenía mas pistas no sabía que forma podía tener por lo que debía ir con los ojos bien abiertos. 

El foro de punta Tormento (61)

Esta estructura de piedra, un foro rodeado de múltiples columnas y vigilado por dos grandes estatuas de caballeros montados, se abre a la interperie. En el centro del foro se alzan cuatro estatuas más; un paladín, un pícaro, una maga y un druida, a imagen y semejanza de los cuatro aventureros que fundaron Tormentos Cristalinos hace tantos años.

El puente de piedra que conecta el foro con la isla de Roble es una maravilla arquitectónica, sostenido sólo por cuatro delgados pilares que descienden hasta el suelo y el lecho marino.

Glavra vio que estaba aún lejos de lo que era la isla misma por lo que aún era pronto para buscar. 

Siguió caminando con paso firme pero fingiendo que todo a su alrededor le entusiasmaba, solo por si la mujer pequeña seguía por ahí vigilando. 

La Isla de Roble (63)

Esta isla de tamaño considerable emerge de la desembocadura del río del Martín Pescador. Con unos 75 metros de elevación sobre el nivel del mar, alcanza casi la misma altura de las tierras altas de Tormentos Cristalinos en su zona más elevada. Robles y un puñado de abetos cubren su superficie, halcones y águilas anidan en sus ramas, y pequeños roedores y conejos corretean entre la maleza a ras de suelo.

Glavra sabía que estaba en el lugar adecuado. Ahora solo era cuestión de tener los ojos muy abiertos y un poco de suerte.

Ni siquiera sabía que aspecto tenía eso que estaba buscando así que dio una pequeña vuelta inicial de reconocimiento. 

Glavra empezó a buscar por la isla sin mucho éxito hasta que la druida de la isla se acercó a ella sorprendida. No sabía bien de dónde había salido, pero sin duda la había estado siguiendo. ¿Buscas algo? Le preguntó ligeramente molesta.

Glavra se asustó cuando apareció la pequeña mujer.

- Hola de nuevo - dijo en tono amistoso - no, no busco nada. Estoy pesando y admirando los detalles. Me habían hablado de este lugar y, es cierto todo lo que dijeron. Se puede respirar su magia en aire. ¿Podrías contarme un poco su historia? Me encantaría conocerlo de primera mano de alguien que parece conocerlo tan bien como tú. Solo he escuchado leyendas y rumores de los caminos. 

Bueno, no hay mucho que contar sobre la isla que no hayas podido saber ya, comentó Liria, quizá contarte que esta isla la atendemos mis cinco compañeros y yo, que soy su líder. Como podrás ver por las decoraciones, rezamos a la diosa Ehlonna y pasamos todo el tiempo cuidando de la isla y del bosque. Somos los guardianes de la isla y vigilamos el mar que no nos ataque nadie. Dijo señalando el faro que había en uno de los extremos. Desde ahí vigilamos todo y cualquier posible ataque. 

La verdad que no somos muy aficionados a que nadie se adentre en nuestras tierras y aún menos los recién llegados. Dijo mirando a la semiorca con bastantes dudas. 

- Oh! No me toméis como una extraña, por favor. Es cierto que he llegado hace poco pero llevo un largo camino recorrido solo soñando con conocer este maravilloso lugar y, para mí es como haber llegado a donde siempre había tenido que venir. No podré estar mucho tiempo por lo que quiero poder recordar cada lugar de este recodo. No se preocupe, no estropearé nada, seré muy cuidadosa ya que reconozco este sitio como el tesoro que es. - dejó unos segundos para que la pequeña mujer viera que realmente sus intenciones eran buenas.

- Lo que ignoraba es que vigiláis también el mar. ¿podrías enseñarme el faro? Seguro que con alguien que conoce tan maravillosamente este paraje aprendería muchísimo. - hizo un leve intento de reverencia para mostrar su respeto y se inclinó ligeramente a un lado de forma que pudiera despejar el camino y que ambas pudieran andar hacia el faro que había mencionado. 

Durante unos segundos olvidó porqué estaba ahí exactamente ya que en realidad el sitio le parecía maravilloso y, el tesoro comenzaba a estar en un segundo plano. Quería conocer realmente la isla y sus rincones, no creía que pudiera volver allí muchas mas veces en su vida. 

El foro de punta Tormento (61)

Esta estructura de piedra, un foro rodeado de múltiples columnas y vigilado por dos grandes estatuas de caballeros montados, se abre a la interperie. En el centro del foro se alzan cuatro estatuas más; un paladín, un pícaro, una maga y un druida, a imagen y semejanza de los cuatro aventureros que fundaron Tormentos Cristalinos hace tantos años.

El puente de piedra que conecta el foro con la isla de Roble es una maravilla arquitectónica, sostenido sólo por cuatro delgados pilares que descienden hasta el suelo y el lecho marino.

La fortaleza de la Isla de Roble (62)

Esta pequeña y chaparra fortaleza está abandonada. En el pasado, el concejo mantuvo una reducida guarnición de guardias en este lugar, con la idea de convertir a isla en una base naval. Los planes se desecharon cuando un grupo de druidas se presentó voluntario para cuidar la isla, ocupar el faro de su extremo y avisar a la villa en caso de ataque desde el mar. La fortaleza aún sigue en pie, vacía y cubierta por las plantas trepadoras, y se ha convertido en el punto de encuentro predilecto de los jóvenes nobles enamorados que desean tener un lugar privado lejos de sus padres.

La Isla de Roble (63)

Esta isla de tamaño considerable emerge de la desembocadura del río del Martín Pescador. Con unos 75 metros de elevación sobre el nivel del mar, alcanza casi la misma altura de las tierras altas de Tormentos Cristalinos en su zona más elevada. Robles y un puñado de abetos cubren su superficie, halcones y águilas anidan en sus ramas, y pequeños roedores y conejos corretean entre la maleza a ras de suelo.

Tras cruzar la ciudad llegaron a la Isla del Roble. Había un foro, los restos de una fortaleza y un pequeño bosquecillo, pero no parecía que hubiera nadie por ahí.

Arvak iba suelto y ante una orden silenciosa de Lomenar se puso a olfatear el terreno buscando a alguien.

- Buenos días - La muchacha alzó su voz - ¿Hay alguien por aquí? Buscamos a Liria, la druida. Somos compañeros.

- ¡Hola! - saludó Glavra a los recién llegados - aquí tenéis a Liria, la estaba preguntando cosas sobre la isla. Perdonad si os la que acaparado mucho.

Lictea tenia curiosidad por saber la opinión que otra druida, esta con una posición asentada en la ciudad, podría tener del asunto de los campos. Tampoco es que tuviera demasiada esperanza en que les solucionara el problema, ni mucho menos, pero sentía curiosidad. La druida ya les había ayudado una vez, con el asunto de la rana gigante esa. Cuando una piel verde se les cruzó por el camino Lictea no pudo evitar mostrar los dientes como un lobo dispuesto a lanzar una dentellada. Se contuvo. A su lado, sin embargo, iba Lico, su hemano lobo, éste mucho más manso la mujer.

El ser recibida por una semiorco fue algo inesperado, no pensaba encontrar alguien así en la ciudad pero era un punto acerca de lo abierta que podría ser esta gente. Alguna vez alguna tribu de orcos había pasado por el bosque que cuidaba con su madre y normalmente eran bastante respetuosos con la vida del mismo, tomando solo aquello que necesitaban. En ese aspecto eran mejores que muchos humanos. Por otro lado sabía que eran gente salvaje y un tanto arisca, pero no le caían mal en absoluto. Su madre le había insistido desde pequeña en la neutralidad ante todo y no meterse en los asuntos entre razas.

Saludó a la chica con una sonrisa.

- Perdónanos a nosotros por entrometernos, esperaremos pacientemente nuestro turno para poder hablar con ella. Soy Lomenar y también soy druida, es un placer conocerte.

Se retiró un paso o dos para dar intimidad a la conversación que la piel verde tenía con Liria.

- Oh ! -​​​​​ Exclamó la semiorca - no molestas en absoluto estaba explicando a Liria lo bello que me parece este lugar y, abusando de su confianza, pidiendo si me podía mostrar ella misma el paraje. Así que como podéis ver era conversación muy simple, no tenéis porque esperar, seguro que lo vuestro es más urgente. - hizo un gesto con la mano en forma de saludo - soy Glavra, acabo de llegar a esta ciudad y venido aquí directa, había escuchado mucho sobre esta isla y tenía muchas ganas de visitarla. - dijo a modo de presentación.

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El clérigo estaba maravillado con el paisaje que ofrecía la isla de Roble, que aunque un poco descuidado le parecía tranquilo y de agrado.

Escuchó a la semiorca con cierta desconfianza, los orcos no eran de su agrado, pero podía hacer un esfuerzo por aceptar a los media sangre de esa raza.

Saluda a los presentes mostrando su fe ante todas las cosas Este sirvo de Obad-Hai os saluda. Esperemos que la gran druida nos pueda atender. dice haciendo una leve reverencia.