Partida Rol por web

¡Pues nada! ¡A la aventura!

Pensé con cierto sarcasmo y deseando que la noche fuera lo suficientemente clara para poder ver en el caso de que nos cayera encima.

- Disculpe, ¿podría abrirnos las puerta por favor?

Solicité al guardia.

En ese caso ve a hablar con Iborian, dijo asintiendo mientras miraba al otro guardia, en el cuartel lo encontrarás. Dijo de forma breve y concisa al tiempo que abría la puerta para el resto de aventureros. Creo que no se os hará muy tarde, aún queda unas cuantas horas para que anochezca, avisó a los aventureros que querían salir. Si queréis ir a Grutar Carmesí, podréis llegar en unas pocas horas, ya lo veréis.

El orco asintió al guardia aunque cuando observó al grupo que se acercaba para salir de la ciudad, tuvo que tragar su odio al ver a la enana que venía con ellos. Clavó su mirada en ella por unos instantes pero luego miró al guardia.

Bien, en ese caso iré al cuartel. Buenas tardes.

Obtenida la información que necesitaba, decidió que era momento de dirigirse a donde se le había indicado.

Llegais hasta el muro de entrada donde podéis ver a los guardias que mantienen las puertas cerradas impidiendo el paso a los recién llegados. Estabas esperando dentro de la ciudad, pero necesitabas pedirle a los guardias que te abrieran la puerta o bien esperar a que se la abrieran a los recién llegados.

Me acerco a los guardias.

- Hola señor, necesito salir de Tormentos. ¿Sería tan amable de abrirme la puerta? - le hablo con educación al guarda más cercano. Tenía prisa por encontrarme con mis compañeros de nuevo, pero no iba a impacientarme así como así. Una vez que la puerta estuviera abierta, saldría tan rápido como me fuera posible en dirección hacia la casa de Bruno Mezzia, en la Gruta Carmesí.

Finalmente, un ocaso llegamos a la puerta de Tormentos Cristalinos. Me detuve un segundo para admirar la ciudad. El muro de piedra me hacía sombra, ya que el sol se escondía en el horizonte y hacía que la construcción frente a mi sea más imponente.

Cuando llegamos al pie de la puerta un soldado se puso en guardia y nos pidió papeles de residente o un peaje. Si hubiese estando viajando solo habría pagado para seguir adelante, pero no era así. Estaba viajando con un embajador de mi tierra, en calidad de guardia, y era uno de los que iban en la vanguardia, por lo que me quedé estacionado un rato esperando que todo el grueso de mis compañeros de viaje, que tampoco eran demasiados, lleguen también.

Una vez que la pequeña tropa llegó, fuí a comunicarle al embajador lo que nos pedían los guardias. Seguramente íbamos a terminar pagando la cuota de entrada, pero si algo me habían repetido (y azotado por) en mi entrenamiento era actuar sin el consentimiento de mi superior, por lo que lo mejor era informarle y esperar instrucciones.

El embajador te agradeció tus servicios y te dijo que de ahora en adelante ya eras libre para obrar a tus anchas. Ya no necesitaba más de ti, y te agradeció por los servicios prestados. A partir de ese momento eras libre, y como tal tendrías que hacerte cargo de tus propios gastos.

La comitiva entró en la ciudad y se dirigió hacia una de las casas más importantes de la ciudad. Ahora eras libre de seguir tu camino o de buscar alguno que fuera suficientemente interesante para hacer que tu estancia allí se hiciera más amena.

Saludo al embajador como corresponde y lo veo irse hacia las puertas de la ciudad y más adentro. Sin embargo, una vez que está fuera de mi vista escupo al suelo. -¿Eso fue todo? ¿Después de acompañarlo hasta aquí? ¿Unas palmaditas en la espalda y a otra cosa? Mira que hay que ser desagradecido. Ni los paladines podemos vivir de buenas intenciones. - Pienso mientras me acerco a las puertas de hierro por mi cuenta y me aproximo al guardia para pagar mi cuota de entrada.

-Por cierto, ¿alguna buena posada donde pueda pasar la noche? - Le pregunto al hombre mientras saco las piezas de cobre de una de mis bolsas del cinto, la que tenía un cuarto de mi dinero, para ser exacto. Lo demás lo llevaba en otra bolsita mejor guardada entre mi ropa, por las dudas. No es que fuese mucho, pero era lo que tenía.

Si lo que buscas es una buena posada, la mejor es la que está cerca de la entrada norte, allí podrás disfrutar de todo lujo de detalles. Le dijo el guardi a Edric. Su nombre es el Cuervo de Plata y sus instalaciones no te dejarán indiferente. Le contestó.

-'Chas gracias. - Murmuré mientras me ajustaba la bolsa en mi cinturón para entrar a la ciudad. Lo primero sería dirigirme hacia el norte, a la posada del Cuervo de Plata, y conseguir algo de comida caliente y una habitación para pasar la noche. Había sido una jornada de larga caminata, y por fin podía descansar.

Mientras caminaba por la ciudad mantenía los ojos y oidos bien atentos. Tormentos Cristalinos era una ciudad nueva para mi y quería aprender lo más posible de esta. Lo que más me fijaba eran las casas, puesto que estas podían decirme con claridad cuales eran las zonas de la ciudad. Desde los barrios bajos hasta los distritos de alta alcurnia, además de mercados y cosas así. Además de eso me fijaba en los habitantes de vez en cuando, para asegurarme de no pasar cerca de algún grupo de niños que esté robando bolsas o cosas así.

El pequeño hombre lagarto contesta indignado. 

-Aún no he puesto un pié en esta pocilga que llamáis ciudad y ya me estáis buscando el metal. - Refunfuña y maldice, pero rebusca en su voluminosa y pesada mochila y saca las piezas, que están sucias y mohosas.

Sanya pagó a regañadientes. Era absurdo discutir. La enana estaba concentrada en la tarea que tenían por delante. ¿Qué les esperaría allí abajo? ¿Tendría razon el gnomo y habría un complot con cimberos implicado?

- Aquí tiene caballero, sus monedas.- dice dándole las 5 piezas de cobre de la entrada.

- Creo que antes de que haya noche cerrada deberíamos ir a echar un vistazo al parque caballeros.

Cada vez que entrabamos era lo mismo. El pago religioso e ineludible para acceder a la ciudad. Saco las 5 piezas de cobre de mi bolsa de cuero y se las entrego al guarda.

- Estoy de acuerdo, señor Tinkle. Vamos a revisar ese parque cuanto antes.

Una vez mas había que pagar el arancel para poder ingresar a la ciudad. Por como iba el asunto, se iba a tener que pagar unas cuantas veces mas para entrar y salir, por lo que me dirijo al guardia.
- Disculpe. Se podría pagar el diesmo de entrada y/o salida varias veces? Así después no lo tendría que hacer. Mientras saca las 5 piezas de cobre de una vieja y desgastada bolsa.
Luego se acerca a sus compañeros.
Me parece bien, vayamos a ese lugar. Luego queda pensando un poco. Pero antes de hacer algo me gustaría poder comprar algunas flechas y antorchas.

Acepto el pago, aunque a regañadientes, pues hace poco que acababa de llegar y toca apoquinar de nuevo. Pero no me demoro demasiado.
-Si, estaría bien equiparse un poco para lo que está por venir. Al menos yo lo necesito. Así podríamos poner las ideas en común y ver cómo enfrentarlo. Conseguir un mínimo de información sería vital.
Acompaño a mis compaañeros.