Partida Rol por web

Sanya valoró las proposiciones de sus compañeros.

-Si me dais un par de horas puedo moverme por el puerto e intentar averiguar algo sobre la implicacion de Cimberos o sobre las desapariciones en sí. Así tendriais tiempo de comprar lo que necesiteis. Conseguir información es mi especialidad.

- Ten cuidado Sanya, puede tener algún compinche por allí. Si quieres te acompaño, como te dije puedo hacer hablar a las personas.- comentó serio.

- A este paso vamos a financiar la paga de todos los guardias de la ciudad. - bromeo pagando religiosamente - Insisto en que si vamos allí necesitaremos las antorchas... pero si sólo queréis echar un ojo al asunto, adelante.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

Barrabás había pasado un tiempo fuera, no consiguió encontrar al capitán Scarbelly ni a ninguno de los supervivientes del brutal ataque de aquellos hombres sobre los que cayó todo el peso de la justicia pielverde. En Tormentos había racismo, vaya que sí, como en todas partes. Recorrió las aldeas vecinas, practicó el idioma y cazó a un par de delincuentes que se hacían llamar los hermanos Jamson, pero que solo eran dos granjeros muertos de hambre que robaban a los más débiles.

Y ahora volvía al pueblo de muchos pueblos, a tormentos pagó la entrada y se detuvo con la bella muchacha - Tú no ser el guardia de última vez. Es bueno volver a gran Tormentos. ¿Que noticias hay? ¿Alguien más llegar hoy?

Muchos somos los guardias de las puertas. Así que es posible que fuera yo, o fuera mi compañero. Dijo saludando al recién llegado. Hoy parece que vos sois el primero en llegar a la ciudad. Y en cuanto a las noticias, desde aquí no se alcanzan a oír los rumores de la ciudad. Pero seguro que si va al lugar adecuado, como "Recados de Tormentos Cristalinos", allí puedan decirle lo que anda buscando.

Yo buscar grupo guerreros. Ladrones fuera de Tormentos. Yo guerrero que luchar contra ladrones. ¿Donde yo buscar mercenarios? ¿Saber de mercenarios que buscar guerrero? - Barrabás se sentó junto a Vera, la mañana era apacible y tenía ganas de charlar, su vocabulario había mejorado bastante en la última semana por las aldeas de las afueras y tenía ganas de hacerse valer un poco en la plática.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

Elianne se arrebujó en su capa verde oscura. Con el sol apenas asomando en el horizonte detrás de la joven, el aire de la mañana le helaba las manos y la nariz. Se había levantado temprano, antes de que el astro rey llegara siquiera a insinuarse, con la esperanza de llegar por fin a Tormentos Cristalinos y tener un buen desayuno junto a una chimenea después de tanto tiempo en el camino.
Hacía rato que caminaba en silencio medio dormida, cada paso hasta la muralla parecía tardar una eternidad, pero finalmente la pared de piedra fue creciendo y creciendo a lo lejos hasta que finalmente llegó frente a las puertas. El saludo de una guardia la sacó de su cálido estupor soñoliento. Bostezó sin taparse la boca mientras tanteaba su cinturón en busca de la bolsita que usaba para guardar dinero.

-Buen... día. Dijo lentamente mientras se desperezaba.- Fresco ¿No? Comentó con una sonrisa como para sacar conversación casual mientras le daba una moneda de plata al guardia y esperaba el cambio. Jo... todavía ni he entrado y ya me están desplumando pensó con decepción. - ¿Sabe de algún lugar donde pueda desayunar tranquila?
 

Llego al acceso. - Al fin... pienso mientras logro ver otras personas en el lugar, además de dos guardias. - Espero no hagan problemas para ingresar... Es mi primera vez en Tormentos Cristalinos y no pretendo comenzar con un problema. Sigo pensando mientras camino donde se encuentran con una mueca marcada en la cara.

Al llegar cambio mi rostro para demostrar amabilidad y cordialidad con el guardia. - Muy buenos días. Saludo al guardia y a la chica que ya se encontraba en el lugar al parecer pagando para pasar.

- Nos tocó un buen día para seguir el recorrido, ¿no? Digo tirando algo de aire en la cara con la mano con una sonrisa. - Es mi primera vez por estos lugares... ¿Escuché 5 pc por persona? pregunto sabiendo la respuesta, introduciendo mi mano en mi bolso de viajero y entregando la cantidad solicitada al guardia.

- ¿Solo puedo conseguir esa tarjeta teniendo residencia? Pregunto retirando el pelo travieso que cae sobre mi rostro.

Hola mujeres viajeras, yo Barrabás. Yo ir a Cuervo de Plata, posada para persona con dinero.

Barrabás era un orco enorme, su sonrisa resultaba amenazadora aunque el tono de voz era alelado, no obstante parecía cualquier cosa menos inofensivo. Una cadena armada de cuchillas colgaba de sus hombros, y enfardado a su espalda llevaba un gigantesco espadón, vestía unos andrajosos trapos encima de un justillo de cuero, parece que el agua solo le tocaba de lengua para adentro, además de una mochila bandolera con bastantes bultos

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

     La nómada llegó con paso airoso a las puertas de la ciudad como quien tiene ganas de ajustarle las cuentas a alguien. Su ceño fruncido y labios apretados no animaban a la mayoría  de viajeros a entablar conversación con la salvaje. Al detenerse frente a las puertas, un grupo de variopintos personajes llamó la atención de Nieve Negra y los saludó con un escueto movimiento de cabeza.

-¿No habrán perdido un escudo como este hace un par de días verdad?- Preguntó sin rodeos al ver el aspecto descuidado y las armas que portaban algunos. La joven se ladeó mostrando un escudo pesado de acero que colgaba a su espalda.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Si no, es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

-¿Señor?- Repitió Nieve arqueando la ceja. -Mire...- Dijo la mujer apoyando su enorme lanza en el hombro y poniéndose en jarras. -Se lo voy a dejar pasar por lo de "Buenos días", que es lo más agradable que he escuchado desde Villamar, por que en donde yo nací, si un hombre llama "Señor" a una mujer, igual deja de serlo de un rodillazo.- Por su acento norteño quedaba claro que era de muy lejos. Tras aleccionar al pobre soldado, la salvaje echó mano de su saquillo. -¿5 piezas?- Gruñó al ver lo poco que se había salvado tras ser asaltada días atrás.

La joven volvió a estimar la atura de las murallas. De haber tenido sus cosas las habría trepado sin dudarlo, pero aquellos muros eran los más altos que había visto jamás como para arriesgarse a treparlos con las manos desnudas.

-¿Y no hacen precio de grupo?- Preguntó a la desesperada.

Tras observar la expresión del guardia, se resignó a depositar las monedas sobre su mano con resignación.

-Pues buenos días a usted también.- Saludó suavizando el gesto. -...Y ya le puede invitar a una cerveza a su amigo, que parece que se ha quedado tieso con el frío de la mañana-.

Mi lengua quedó algo torcida y no pude emitir ningún comentario prontamente ante las palabras de Barrabás. Nunca me han agradado los orcos y mucho menos tenerlos cerca, ese color verdoso como reptiloide, esos enormes dientes... Me pulverizaría en un abrir y cerrar de ojos si me toma de imprevisto.

Solo atino a mover la cabeza con una sonrisa - nerviosa forzada.

- Basta, necesitas redes... Este tipo parece fuerte y si accede puede ser buen apoyo. Pienso cambiando mi postura y rostro.

- Mi nombre es Mirta, mucho gusto. Soy del culto de afrodita... Y busco profetizar mi religión en este lugar. Digo con una sonrisa mostrando sus dientes perfectos. Saludo a la chica que llega recién a la entrada con otro movimiento de cabeza en respuesta al suyo.

- ¿Alguien ha estado aquí antes? ¿Tiene o a tenido contacto con alguna sacerdotisa afrodita?... Yo sé que aquí no hay este culto, pero para iniciarlo necesito gente... Y mejor aún si hay contactos... 

- ¡¡Ahhr Mirta, basta!! Ya estás haciendo lo mismo de siempre... Hablar, hablar, hablar... ¡No debes llamar tanto la atención!... Estúpida, estúpida, estúpida.

Después de muchos días de camino, finalmente había llegado a un lugar lo suficientemente alejado y lo suficientemente grande como para esconderme una temporada y, ¿quien sabe? Quizás ganarme algo la vida.
Junto a mi, un grupo de caminantes de agolpaban a la entrada de la ciudad dispuestos como yo a cruzar las puertas. Una mujer de apariencia nómada fue la primera en adelantarse y pagar el peaje de entrada a los guardas. No tenía sentido empezar mi día con una discusión, así que pague religiosamente mi parte y salude a los guardas.
Buenos días a vosotros también. Espero que esta ciudad ofrezca oportunidades a viajeros como yo. comente despreocupadamente mientras me internaba en sus calles.
Había oído varias cosas en las tabernas que había recorrido durante meses de camino sobre esa ciudad. Cosas no demasiado agradables y, sí, algo peligrosas algunas, pero eran un punto de inicio para ganarme unas buenas monedas.
No era muy dado a buscar compañía, pero quizás podría encontrar a alguien que me acompañara en algún negocio que pudiera iniciar. Me acerqué por detrás a la mujer.
¡EI! Hola. Soy Mailo. Conozco un par de rumores de esta ciudad que quizás nos dieran algunas monedas para ir tirando. ¿Te interesaría unirte a mi temporalmente para buscar algún trabajo?
La mujer caminaba deprideprisa, así que tuve que acelerar mi paso para ponerme a su altura. ¿Que me dices, te interesa? Iremos a medias

¡EI! Hola. Soy Mailo. Conozco un par de rumores de esta ciudad que quizás nos dieran algunas monedas para ir tirando. ¿Te interesaría unirte a mi temporalmente para buscar algún trabajo?
 ¿Qué me dices, te interesa? Iremos a medias

  La salvaje se volvió para mirar al joven de arriba a abajo. Arqueó la ceja mientras juzgaba descaradamente las cualidades como posible socio y se acercó a escasos centímetros de él.

-Snif-snif- Lo olfateó como si pudiera determinar alguna enfermedad o defecto congénito.

-Me interesa- Respondió al fin.

-¿Qué rumores conoces?- Preguntó al hombre. -¿No será lo de la mansión encantada o lo del panadero?- Dijo con brusquedad. -No se oye otra cosa desde Villamar hasta aquí- Explicó hastiada. Como buena nómada adoraba las historias junto al fuego, pero no estaba dispuesta a que le contasen los mismos chismes una y otra vez.

-¿Dónde quieres ir?- Preguntó encogiéndose de hombros.

-Me llaman Nieve.- Dijo volviéndose hacia la puerta.

Entonces escuchó a la refinada sacerdotisa aceptar la misma propuesta de Mailo.

-Sí, sí...Tú también puedes venir con nosotros. Sobre todo si sabes algo que no haya oído- Dijo mirando las enormes puertas de acero. -No tienes pinta de esclavista, eso seguro- Murmuró para sí con gesto divertido.

La nómada se detuvo en el umbral de la puerta y pasó su entrapajada mano por los enormes sillares. Sin duda habían sido gigantes los que había construido aquel lugar.

¿Me había olfateado? Realmente necesitaba un baño, pero de ahi a olfateatme... No creo hacer tan mala olor.
Mientras pienso acerco mi nariz disimuladamente a mi axila y me encojo de hombros, nada que no hubiera olido alguna que otra vez.
No había oído nada sobre casa encantadas, pero veo que podríamos compartir rumores. Yo escuché algo sobre un nigronante saqueados de tumbas y un mago loco que indicaba demonios. Podríamos encargarnos de algo. De momento algo poco peligroso
Miro a Nieve Háblame de esa casa encantada. Tiene buena pinta para empezar

Háblame de esa casa encantada

Nieve asintió satisfecha a Mailo, pero no dio más detalles. El lugar estaba lleno de oídos y la vida le había enseñado a no regalar nada.

-Todos sois más que bienvenidos- Dijo al grupo de viajeros que se había reunido en la puerta.-Podremos compartir nuestras historias por el camino- Respondió apoyando su lanza en el suelo como un cayado y caminó junto a Mailo a paso lento para permitir a los demás que los acompañasen.

Mirta levanto la mirada hacía la chica que hablaba. - Si no tienen problemas me gustaría sumarme a su expedición. Digo con una sonrisa.

- Mi nombre es Mirta, por cierto.