Partida Rol por web

Tras salir de la posada el grupo se dirigió a la puerta donde se suponía encontrarían a la otra integrante que faltaba. A Anduyn le preocupaba el hecho de irse tan pronto sin haber podido atender las necesidades de los buenos ciudadanos de la ciudad, pero Ilmater había dispuesto otra misión más importante para ellos y debían cumplir su voluntad. Por el camino repartió algunas bendiciones a los desdichados que encontraba por el camino, ya tendría tiempo de más cosas cuando regresaran de librar a unos pobres campesinos de la opresión de unos ladrones. Dejó que Lucrecia y Elianne pusieran al día a Sanya y después dio un paso hacia la enana y se presentó.

-Mi nombre es Anduyn, clérigo de Ilmater, encantado de conocerte. Esta es mi hermana Dilyn.

Anduyn señaló a la mujer guerrera que iba junto a él y después dejó que el resto se presentara o que su hermana añadiera algunas palabras.

-Y yo soy Namarra, buscavidas profesional! -dijo la mediana con tono jovial. Mejor salimos ya, ¿No? El agujero de mis bolsillos se esta haciendo mas grande por segundos.

-Yo soy Vand, encantado Sanya,- dijo Vand sonriente -y siento cortar esta reunión tan rápidamente pero coincido con Namarra. Deberíamos movernos ya a la puerta Norte para llegar antes de que se nos haga demasiado tarde; el enano dijo que estaba al menos un par de horas a pie de aquí.-

Elianne rió genuinamente ante los comentarios de Namarra y Vand. La ligereza de su bolsa le resultaba pesada en la conciencia, pero el saber que no era la única en apuros la confortó de alguna extraña manera, como si por sufrir la misma penuria ya entendiera al resto de la banda.
Extendió ampliamente los brazos e inspiró hondo antes de hablar, disfrutando el calor del sol que ahora asomaba por entre las nubes.
—Es bueno saber que todos estamos más o menos en la misma situación. Me parece bien, cuanto antes salgamos, mejor. Charlaremos más en el camino.

Se quedó pensativa unos segundos y luego señaló en una dirección —La puerta Norte queda hacia allá ¿No?
 

Por fin conocieron a la susodicha Sanya, y como Dilyn fue presentada por su hermano, tan sólo hizo un gesto de reconocimiento con la cabeza.

La guerrera estaba un poco cansada de tanta gente, tanta presentación y tanto protocolo. Ella sólo quería salir y ayudar, y de paso por supuesto, ganar algo de dinero, el cual habían visto que era muy necesario en aquella ciudad donde todas las costuras parecían tener descosidos por donde las monedas se escapaban sin darte cuenta.

Presentaciones hechas y gestos de impaciencia tapizando los rostros de algunos de los componentes de la compaña, era momento de poner las piernas en marcha y dirigir las punteras de las botas hacia Puente Brandon, donde nuevas aventuras y, confiaba que esa vez sí, ganancias les estaban esperando.

Ábrenos, cielo, pidió Lucrecia al guardia que custodiaba la puerta de la ciudad. Nos vamos de excursión.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señores.  Soy la encargada de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano

    Finalmente la ciudad se alzaba frente a él, su dios, el único válido, le había encomendado una misión y el fracaso no era una opción. Lograría que esos pueblerinos adoraran a Hextor y se sumasen a su causa. Avanzó hacia la puerta, allí los centinelas aguardaban, ávido de recibir un pago, los humanos y su afán de acumular oro. De mala gana llevó una de las manos al cinto y sacó la cantidad requerida.

   -Saludos centinela, tomad vuestro pago, soy Socar, es posible que no me reconozcáis ahora, pero es posible que pronto eso cambie.- El paladín dejó caer las monedas sobre la mano de la guardia. -¿Es necesario completar alguna clase de trámite más para poder establecerse en la ciudad?- Preguntó con curiosidad, en algunos sitios el pago de tasas era solo una parte y les gustaban hacer registros. Pero de no ser así ya había decidido hacia donde dirigirse, una visión se lo había mostrado.

Sonriente cargada con mi tambor, le doy las piezas de cobre. Una extraña semiorca, no parece que vaya armada hasta los dientes, de hecho es pequeña para su raza. Y sonríe. Su voz, como oirán a continuación, es incluso musical, la más bella que hayan oído salir de los labios de un semiorco.

Me hace falta ganar dinero. El que tengo se me acaba rápido.

-Aquí tiene. Muchas gracias por la bienvenida.-Le digo a la mujer tendiéndole las monedas.-¿Podría decirme como llegar a una posada? O, en su defecto, un lugar donde ganar unas monedas con mi música.- Añado señalando mi tambor.

Vera aceptó de buena gana el pago que le habían tendido dos de los tres visitantes y procedió a dar las indicaciones objetivas para llegar hasta Recados. También contestó la duda planteada por Socar. Bienvenido, Socar. Para los trámites sobre establecerse en la ciudad, ve al ayuntamiento y allí te informarán de lo necesario.

Luego se dirigió a la pequeña semiorca. Los bardos y su música no son especialmente bienvenidos en la ciudad, pero el lugar donde más espectáculos se dan, aunque no sé si contratan a nadie, es en la Dríada Bailarina. Dijo dándoles las señas pertinentes para llegar al local.

La semiorca escuchó las indicaciones y se apenó cuando le dijeron que los bardos no eran muy populares por aquí. Escuchó también las indicaciones para ir a ese lugar, Recados.

-Bueno, intentaré cambiar eso.-Dijo, sobreponiéndose a la inicial decepción. Entró en la ciudad y se dirigió  a la Dríada bailarina.

Llegais hasta el muro de entrada donde podéis ver a los guardias que mantienen las puertas cerradas impidiendo el paso a los recién llegados. Estabas esperando dentro de la ciudad, pero necesitabas pedirle a los guardias que te abrieran la puerta o bien esperar a que se la abrieran a los recién llegados.

A pesar de sus compromisos, el sanador caminó hacia la puerta de la ciudad junto a sus compañeros y a Dagmar. Si pretendía seguirlos más allá de los muros, empero, la aventurera lo desconocía.

Y bien, ¿qué esperan conseguir de esa señora Hielosagrado? preguntó Dagmar al campeón de Hextor, quien parecía llevar la voz cantante en aquella operación. ¿Es ella quien requiere de espadas? ¿O es otro quien apunta filos hacia ella?

Las puertas de la ciudad amurallada permanecían cerrada. Una medida sabia, quizás, a tenor de lo que había observado husmeando en la espesura durante la travesía por el pantano. Malo para el comercio, sin embargo. Y si algo había aprendido durante sus años de mercenaria, era que los mercaderes, y no los guerreros, eran quienes hacían crecer y enriquecer las ciudades.

¡Vigilante! llamó al guardián de aquella ciudad. Ábranos la puerta y señálenos el camino hacia Oasis Salino.

Thorgüs se dirigió junto a sus compañeros hacia la salida este de Tormentos Cristalinos, donde las puertas permanecían cerradas y vigiladas como las otras de la ciudad.
Escuchó a aquella mujer solicitar a los guardias la apertura, era extraño no ver hacer ese tipo de cosas a Socar. Así que el enano quedó a la espera de lo que pudiere hacer o decir el grandullón.

    Socar contemplo a la humana. Parecia nohaber errado al aceptarla, pues tenía iniciativa, o al menos eso demostró al dirijirse a los guardias para seguir avanzando mientras la respondía, quien sabe, lo mismo podría tener más suerte con ella que con el resto que le habían acompañado hasta ahora.

    -Nos dirigimos a la aldea donde se encuentra la señora Hielosagrado porque el lugar mismo parece haber sido hechizado por una conjuradora que secuestró a su hermana. Su contacto en la ciudad nos recomendó ir a verla directamente, por lo que al menos de este odo nos ahorraremos el tener que tratar con intermediarios.- No había mucho más que contar, pero tampoco es que lo encontrase muy necesario, en breve la mismísima Hielosagrado podria solucionar cualquier otra de sus dudas. 

Con dolor en la voz por saberse en aquel preciso instante una carga en la misión divina del paladín de Hextor Moris logró articular palabra.

- Es por error mío el haber salido de la ciudad sin mis riquezas, con los dioses velando encontraré cómo ganarme las monedas para cuando el Sol llegue a su cénit.

Ya Thorguss había pagado por su entrada por las puertas de la ciudad y Socar por su alojamiento y comida. La vergüenza le consumía por dentro, siendo criatura de sentimiento y pasión no estaba acostumbrado a planificar para tamaños contratiempos, viviendo por y para la vida de los demás.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señores.  Soy la encargada de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano

El regreso fue un retorcido paseo de la vergüenza donde publico y participantes eran los mismos. Quizás fue por eso que reinó un silencio duro, que se extendió desde los pesados pasos que les permitieron dejar atrás las tierras nevadas, y los que los condujeron por los humedales que rodeaban la ciudad amurallada, ante cuyas puertas, la guardiana les exigía tributo para proceder.

La vigía, pelirroja como Dagmar, parecía erigirse como remedo paródico del dragón, o dragona, que los había detenido en los parajes invernales. Se hubiese echado a reír si la nieve y la humedad no hubieran lastrado su sentido del humor. La hilaridad se quedó en el interior de su espíritu.

¿Conocen de otra labor que requiera de tales como somos nosotros? preguntó a sus compañeros, antes de que decidieran atravesar las puertas. Una más cercana a nuestras habilidades, que no sugiera la presencia de tan letales bestias, ni de hechiceras capaces de hacer de una región el paisaje de su capricho. 

Moris se llevó las manos al rostro, su compostura sufriendo ligeramente después de haber pasado varias veces por aquel trámite sin haber ganado ni una sola moneda y a punto de llegar tarde a la fuente de la sirena donde debería de aguardarle Samira con su dinero.

- No encuentro la suficiente vergüenza en mí para callar, quizás por los reveses que han de hacernos más fuertes pero que en este momento sólo me pesan-admitió con un suspiro-; pero dependo una última vez de vuestra generosidad para cruzar estas murallas y, de la misma manera que Thorgüs tiene mi medallón, así daré en préstamo mi daga a quien pague mi entrada hasta que pueda devolveros el dinero.

Con esto mostró su puñal, sencillo pero con algunas inscripciones de su fe que debían tener algún significado para el Karuth.

    Regresar a la ciudad con las manos vacía no fue sencillo para Socar y tal acto se antojó aún peor cuando la guardiana de la puerta les exigió el pago, logrando desatar la furibunda mirada de dos orbes rojizos apenas visibles a través del yelmo que seguramente no llegase lograr alcanzar a entender. Por si fuera poco, los lloriqueos del clérigo no ayudaron a mejorar la situación, haciendo que Socar solo tuviese claro que deseaba estar lejos de allí, por lo que en cuanto recordó lo anunciado por los pregones prefirió dirigirse a la guardia con otros fines.

    -He oído que la Catedral de Kord está tratando de organizar un torneo a las afueras de la ciudad, si sabéis donde pretenden realizarlo os pido que me informéis.- Tal vez no fuese lo que tenía inicialmente en mente pero al menos era otra posibilidad para poder lograr algo del renombre que tanto se le estaba resistiendo.