Partida Rol por web

- ¡MIOOORGHHHJJJ! - se rebela cólera contra el robo de sus riquezas, todo gemas y piedras preciosas, asomando fauces de la bolsa y rugiendo energúmena perdida, lista para morder los dientes de aquel guardia si se atreviera a acercarse a por ellas - ¡Griiiiiiiuuuuurgjjjj!

Inconsciente del ínfimo valor económico que se está exigiendo para acceder a la ciudad la bestia se revuelve y dispone a trepar por la bolsa para abalanzarse sobre Lars Tannerson, teñiría la entrada con su sangre y satisfaría su disgusto con sus alaridos de pánico. Idéntico modus operandi de cuando quiso matar a aquella sacerdotisa Listra en El Acantilado Verde, nadie podría detenerla esta vez.

-No, claro que diremos que hay un...-empezó Cástor, sin entender qué iban a ganar realmente en aquel viaje si no conseguían gente realmente preparada para esto, aunque las acciones de Cólera le hicieron interrumpirse. 

-¡Cólera, no!-dijo, intentando detener así a la criatura-yo pagaré por ambos, no se tocarán tus monedas. 

Afortunadamente para Castor, Cólera inició una distracción que mantuvo a Huesos "ocupado". En realidad no hizo nada más que mirar con condescendencia a su mascota y no pudo evitar que una sonrisa bobalicona se dibujara en su rostro.

Cómo es...¡tiene tanta vida dentro!-Tampoco evitó que Cástor la detuviera. Necesitaban entrar en la ciudad y si él pagaba, ¿quién era él para oponerse? Luego tendría una charla tranquila con Cólera, en la soledad de su habitación para explicarle.

Cólera no estaba satisfecha, el sacrificio de uno de su jauría no hacía más que avivar su rabieta, si había algo peor que la desvergüenza de exigir era la pusilaminidad de conceder... Y lo estaban haciendo todos ¡Los tres estaban dando de sus riquezas!

No comprendía el valor económico de cinco piezas de cobre, sólo sabía que era suyo y que quien lo pedía no sobreviviría a quienes había arrebatado vida y vísceras a un sinfín de trasgos y lobos. Aquella noción le era tan contranatura que le hervían las vísceras y a borbotones salivaba verdete viscosidad entre alaridos de histeria.

La intervención de Cástor y la mirada de Ramase la retuvieron en lugar de apoyarla en el asalto a aquella pobre excusa de guardia, de manera que en rabieta inconsolable se revolvió en su bolsa, moqueando y llorando amargamente la injusticia que se cometía en aquel momento.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenas tardes, señores.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

-Aquí tiene - dijo Namarra cumpliendo con el trámite.

Buenas sean, respondió al saludo, sonriente.

Lucrecia pagó la tasa con fastidio, guardándose las ganas de malgastar uno de sus conjuros para hacerse invisible y burlar al guardia —por mera cuestión de dignidad, pues la tasa eran cinco miserables monedas de cobre, y los servicios de una lanzadora de conjuros de su pericia podían ascender a un buen puñado de monedas de oro—. Miró por el rabillo del ojo la bolsa del guardia. Parecía bastante llena, pero no merecía la pena el riesgo. Al fin y al cabo, eran monedas de cobre, con más valor como arma arrojadiza que lo que podía comprar con ellas.

Una vez los tres estuvieron dentro, se plantó con las manos en las caderas. El flequillo le tapó los ojos, y la muchacha se lo apartó de un soplido.

Las tiendas, dijo, y supongo que tu herrero, añadió, mirando a Zarus, habrán cerrado o estarán a punto de hacerlo. Deberíamos repartirnos las posadas, donde deberían ir recogiéndose para dormir los aventureros que estén por la ciudad. Y supongo que los templos, ya que nos enfrentamos a muertos andantes y nos vendría bien la ayuda de sacerdotes... Tal vez, si le contamos a Lyra que los bichos proceden de un templo abandonado de Pelor y pretendemos limpiarlo de su influencia, nos ayude de alguna manera, pero lo cierto es que lo dudo: la fe está en bancarrota funcional. En cualquier caso, ahora mismo soy persona non grata en la catedral de Pelor, y es mejor que no me deje caer por allí hasta que no resuelva cierto asunto que dejé pendiente para irme a perseguir salteadores por el bosque. Pero si queréis intentarlo, es una opción.

Que yo sepa, prosiguió tras tomar aire profundamente, hay al menos tres posadas en la ciudad: El Bote del Lagarto, La Pezuña en la Boca y El Cuervo de Plata. Había otra más, pero alguien le prendió fuego. En cuanto a templos, hay dos catedrales, la de Pelor y la de Kord, y algunas menores a otros dioses, pero desconozco cuántas. Deberíamos visitar, al menos, las catedrales.

-Yo iré al Cuervo, que nunca lo he visitado! -dijo la mediana con entusiasmo.

Tenemos que visitar un par de sitios cada uno antes de ir a dormir, si nos da tiempo, dijo. Yo iré al Templo de Kord y la Pezuña en la Boca.

Les hubiese venido bien al menos una persona más. No había motivo para preocuparse tanto por Puente Brandon. Qué probabilidades había de que los monstruos encontraran el pueblo en un solo día.

Podemos reunirnos los tres en El Bote del Lagarto, propuso. Es una de las posadas más populares entre los aventureros, y donde suelo alojarme.

-El bote del lagarto! Apuntado!

Lazarus dio de mala gana aquellas monedas al guardia de la puerta norte -Con todo lo que he pagado en esta ciudad, ya debería ser ciudadano.- dijo en tono resignado. 

Cuando las chicas empezaron a hablar, Zarus llevó sus manos al mentón, en gesto pensativo -Ni lo digas... Yo estuve ahí cuando ese extraño sujeto apareció y el fuego empezó a consumir a la Cabra de Mimbre. Aunque en realidad, todo se trataba de unas monedas mágicas, que incluso también están relacionadas con los otros incendios en la ciudad. En fiiin... Iré con el herrero a vender lo que tenemos y comprar las armas que nos encargaron, luego iré a la Catedral de Pelor. Nos encontraremos, finalmente, en el Bote del Lagarto.- repuso lo que entendió en conclusión. 

Luego, miró a la mediana -Crees que te quede algo de tiempo para visitar un lugar más? Ese sitio al que llaman Recados.- dijo sin poder dar más información sobre su ubicación, pues sólo lo había escuchado en los rumores que corrían en la ciudad, los cuales le atribuían sede de información de algunas misiones 

-No crees que ya estará todo cerrado? Es casi de noche.

Iba a ser más rápido dejarle ir y encontrarse la herrería cerrada que explicarle que los comerciantes y artesanos también tenían que dormir y comer. Y quién sabía, tal vez el herrero estaba haciendo algún encargo urgente y seguía con las puertas abiertas, o vivía en su establecimiento. Algo menos que tendrían que hacer aldía siguiente, antes de ponerse en marcha.

Si está cerrado, volvemos por la mañana, dijo Lucrecia, poniéndose en marcha. Tened cuidado en cuanto anochezca.

-Yo no pienso quedarme a la intemperie en Tormentos de noche. Me voy al cuervo y mañana iré al mercado y a recados.

Llegais hasta el muro de entrada donde podéis ver a los guardias que mantienen las puertas cerradas impidiendo el paso a los recién llegados. Estabas esperando dentro de la ciudad, pero necesitabas pedirle a los guardias que os abrieran la puerta o bien esperar a que se la abrieran a los recién llegados.

Abrid, encantos, que salimos de excursión, llamó Lucrecia a los guardias de la puerta.

Todavía era temprano para que llegasen las caravanas y viajeros. Los que no hubiesen llegado a la ciudad antes de la pasada noche, estarían todavía en camino.

Parece que Cástor no ha llegado todavía, dijo, buscando la cabeza pelada entre la escasa gente que andaba a esa hora por las puertas. ¿Le esperamos o vamos marchando?

Cólera hizo pedorretas y rió su risa gorgoreante en respuesta. En verdad apreciaba a Cástor pero apreciaba aún más hacerle de menos, verle rabiar o salirse con la suya.

No esperemos más. Hemos perdido mucho tiempo decidiendo donde ir. Ya que estamos aquí salgamos en seguida.

Estaba deseoso de ponerme en camino y empezar con la caza. Necesitaba moverme y tener algo de acción ya. De todas maneras, como era el miembro más nuevo de aquel grupo, no sabía si el tal Cástor era importante para ellso.

¿Necesitamos que Cástor esté con nosotros? Podríamos ir avanzando y ya nos alcanzará. Sabe donde vamos.

El grupo había llegado a su destino, pero Lucrecia estaba esperando ver a alguien que parecía ausente y nuevamente el debate se desató, el dilema yacía en sí esperar a un tal Castor o proseguir, los primeros en pronunciarse al respecto fueron en pro de no esperar más, solo la aventurera mostraba interés en la espera, sin embargo hasta aquel momento ella era quien mostraba un mayor conocimiento de la situación que estaban por enfrentar, Apolo prefería esperar, mientras más guerreros hubiera sería más seguro el combate, en lo personal, me gustaría saber más sobre el mencionado Castor estimada Lucrecia.

- Ya sabe a donde vamos. La Luz de Pelor le guía.- Dijo no sin cierta sorna.