Partida Rol por web

El bardo adelantó una mano hacia los reptiles, mostrando con claridad los muñones de los dedos y contestó al hombre reptil en la misma lengua que este, aunque su forma de hablarle era mucho más siseante, mezclada con un constante ronroneo en el fondo de la garganta. Desde luego, se trataba de un idioma poco hecho para gargantas humanas. Sonreía ampliamente mientras hablaba, seguro de si mismo . Al mismo tiempo, había una suerte de firmeza y autoridad en su voz, como un heraldo que habla en nombre de su señor. Cuando termino de hablar y sin apartar aún la mano de la vista de los reptiles se volvió hacia el bárbaro de cablello cobrizi y susurró entre dientes.

- Haz el favor de bajar ese arma y quizá consiga que salgamos de esta sin derramar sangre. Tenemos mujeres y niños entre nosotros ¿quieres arriesgarlos a caer en las garras de esas criaturas?.- Lanzó una rápida ojeada a los demás miembros de la caravana y los vió a todos con las armas prestas, listos para el combate.- Y haz que las bajen ellos también ¿Por todos los dioses, tantos deseos de muerte teneis todos?.- había una nota de frustración, ira y tristeza en la voz de desarrapado bardo, asi como una fuerza de caracter y voluntad que no había mostrado en todo el viaje anterior. Era casi como si fuese otra persona. Su espalda estaba más erguida, sus gestos eran mas precisos y concisos y sus ojos grisaceos relucian con una luz acerada.

Tras hablar con el hombretón se giró de nuevo hacia los reptiles y colocó en su rostro una sonrisa obsequiosa a la espera de respuesta. Por los dioses antiguos y nuevos, que me hagan caso, no necesito más luchas, tan pronto no, no ahora. No tan cerca de la ciudad, pensó angustiado, pero sin reflejar nada en el rostro. Sabía que los reptiles olían el miedo, y no debía mostrar la menor vacilación, el menor temblor de voz o duda en sus palabras.

Layla estuvo escuchando las palabras del hombre al que le faltaba una mano. Se encontraba a cierta distancia, pero aún y así entendió perfectamente lo que estaban hablando. Frunció el ceño cuando el hombre lagarto expuso lo que quería. Ella no tenía ninguna intención de entregarle las pocas pertenencias que tenía. Le había costado mucho llegar a reunirlas y ahora no permitiría que un grupo de lagartos se las quitara. 

Su mano se había crispado, preparándose para actuar en caso de necesidad. Aunque esperaba que el hombre pudiera solucionarlo. Parecía que tenía labia y de momento los lagartos estaban expectantes. 

Mantuvo su rostro semioculto, ella no tenía ningún arma desenvainada, no necesitaba de esas cosas... Así que aquellas criaturas reptilianas poco se fijarían en su presencia. Además, no se iba a pronunciar, ya que si quería seguir pasando desapercibida, llamaría demasiado la atención su conocimiento de la lengua dracónica. 

Lazarus, permanece oculto, cree haber sido lo suficientemente cuidadoso, para no dejarse ver de los lagartos, he inclusive por alguno de sus acompañantes de viaje. Necesitaba comprender mejor la situación pues cada vez se volvía para él mas extraña y mas al observar al bardo conversar con aquellas criaturas, jamas había visto conversar a nadie con bestias semejantes y eso que en estos ultimos años a estado conviviendo con personajes altamente raros.

La idea de que "el manco" este aliado con aquellas criaturas le empieza a rodar en la cabeza sin que pueda hacer mucho por evitarlo, no conocía a nadie así que debía desconfiar de todos. Hace un esfuerzo por escuchar todo de aquella conversación, a ver si logra entender algo, cualquier cosa que le de pista para saber en torno a que giraba la tematica discutida.

El irreconocible manco, pidió a Ethan que bajara su arma en pos de intentar apaciguar el clima tenso de aquella situación. Así también, le aconsejó que convenciera al resto de miembros que la caravana que tenían un arma en su poder que se relajaran un poco.

“¿Quieres arriesgarlos a caer en las garras de esas criaturas?”, dijo el bardo... El bárbaro no sabía si sorprenderse más de aquella pregunta o de descubrir que su solitario compañero de viaje sabía hablar la lengua de aquellas criaturas.

"Pero es que no sabe con quién está tratando... son monstruos sedientos de sangre!", pensó Ethan.

Estaba convencido que los lagartos humanoides no era demasiado dados a conversar para conseguir su botin, ya que preferían la salvaje opción del asesinato y la violencia. Cuantas veces había escuchado que aquel tipo de criaturas disfrutaban del espectáculo de la sangre, la muerte y el dolor? Demasiadas... pero, podría aprovechar aquella situación para conseguir cierta ventaja en caso necesario.

Ethan se volvió hacia el grupo y, con un seguro movimiento de mano descendente, aconsejó bajar las armas de sus compañeros de viaje. Observó las miradas de temor en los ojos de los hombres y mujeres que se encontraban en los carromatos, e imaginaba lo que estarían pensando. Con una leve inclinación de cabeza, intentó dar signos de tranquilidad y confianza al grupo. De ellos dependía que llegaran a Tormentos Cristalinos sanos y salvos... Y, fuera como fuera, lo conseguiría. 

Acto seguido, se desplazó un par de metros hacia uno de los lados del bardo manco. Siempre alerta, Ethan buscaba tener la mejor posición para poder atacar sin molestar los posibles ataque del resto de miembros de la caravana, por la retaguardia.

Estaba convencido que aquello acabaría mal, pero él estaría preparado para actuar...

Los hombres lagartos se quedaron boquiabiertos ante las palabras del bardo y apartándose a los lados del camino dejaron pasar la caravana. Los hombres lagarto hacían reverencias al paso de la caravana y pronto regresaron por el mismo camino que habían venido. Parecía que el manco había logrado su objetivo y consiguieron llegar a Tormentos Cristalinos sin ningún problema.

La puerta de la muralla se abría majestuosa a su paso y tras varios metros recorridos la caravana llegó a su lugar de llegada.

La familia del señor Lassiter, se bajó y agradeció los servicios prestados al señor Ethan.

Un hombre bajito y regordete se acercó a la caravana y recogió alguno de los paquetes que contenía. Ayudado por el cochero descargaron las cajas, pero antes el hombre se acercó a la chica misteriosa y la dijo unas palabras. El resto era libre en sus actuaciones.

- Hola preciosa, me alegra ver como nuevas y lindas criaturas llegan a esta ciudad. Quiero que sepas que puedes contar conmigo para todo lo que necesites, además tú puedes ayudarme en muchas otras cosas. ¿Supongo que me entiendes verdad?

Dame un segundo, quiero regalarte una cosa como muestra de nuestra futura amistad.

El hombre se ausenta unos segundos y llega fatigado y entonces de sus chaqueta saca una caja que te entrega con sus manos sudorosas.

La caja es aterciopelada y de color azul oscuro, por la pinta del envoltorio ya queda claro que el contenido será algo espectacular.

Cuando lo abres, ves un anillo con una gran esmeralda. - Esto puede ser tuyo si estás dispuesta a ser mi amiga. ¿Te interesa, cariño?

- Muchas gracias por todo, si algún día necesitas algo en la ciudad, o necesitas resolver algún asunto puedes contar conmigo. Vivo en una mansión junto al lago. Si no, pregunta por mi, soy un hombre bastante carismático en esta villa. Has hecho bien en acompañarnos y en tratarnos de tan buena manera, en un futuro podrás ser recompensado.

Así que, ya nos veremos por la villa.

Mis más coridaes saludos, señor.

Finalmente había vuelto a Tormentos Cristalinos. Layla había bajado de la caravana y sin darse cuenta se había quedado casi extasiada, mirando los edificios de su alrededor, y la gente que pasaba cerca de allí. Se alejó unos pasos, la capucha de su capa se había deslizado, dejando ver su rostro... 

Un hombre gordo se le acercó y empezó a hablarle con amabilidad. La joven se quedó por un momento extrañada, la gente parecía haber cambiado en aquella ciudad. Observó como se alejaba con actitud pensativa. ¿Regalarme algo? ¿Qué ocurre aquí? La verdad, que cuando él dijo que suponía que entendía sus deseos, ella se había quedado igual. Era una extraña amabilidad, pero acababa de llegar a la ciudad y necesitaba contactos y hacer amistades. Suspiró cuando lo vio regresar. Al ver la cajita que le entregaba empezó a sospechar lo que estaba ocurriendo allí, pero no confirmó sus sospechas hasta que no abrió dicha cajita. 

Casi se quedó sin aliento al ver la hermosa joya. Le iría muy bien para poder empezar allí, pero ella no iba a caer tan bajo. Le miró, sus ojos grises parecían relucir indignados, y la expresión de su rostro mostraba la repulsión que sentía.

- Señor, os habéis equivocado conmigo. A mi no se me puede comprar - . Dijo soltando la cajita y dejándola caer al suelo. Se cubrió nuevamente la cabeza con la capucha, escondiendo su rostro y se alejó sin mirar atrás. Sentía como empezaba a temblar indignada, había deseado estamparle un rayo en su rostro porcino, pero había tenido que contenerse y ahora debía relajarse para no hacer ninguna tontería. Se acercó nuevamente a la caravana y durante unos segundos se apoyó en uno de sus laterales, hasta encontrarse algo más relajada y poder recoger sus escasas pertenencias.

Ethan escuchó las palabras de agradecimiento de Lassiter. Habían pasado semanas desde la vez que el comerciante contrató sus servicios en aquella taberna de mala muerte. Y no tenía la más mínima intención de trabajar para Lassiter, pero el niño... le trajo demasiados recuerdos.

-Es mi trabajo que, por cierto, espero sepa recompensar.- dijo el bárbaro esperando el pago por sus servicios. -Y en futuras ocasiones le recomiendo que se busque una buena guardia para realizar esos viajes por caminos tan poco transitados. Hay demasiados peligros allí fuera.

Acto seguido, Ethan clavó su mirada en los que, hasta la llegada a Tormentos Cristalinos, habían sido sus compañeros. Algo en su forma de actuar le tenía intrigado... La chica misteriosa, el bardo parlanchín, el joven enérgico y el bardo manco. Un grupo realmente curioso.

Además, la escena que habían vivido con los lagartos no había tranquilizado en absoluto al bárbaro.

-Por cierto Lassiter, conoce a alguno de los que nos han acompañado durante el viaje?

Algo le decía que no sería la última vez que los vería...

La ciudad hervía de movimiento. Calles repletas de comerciantes que iban y venían con sus mercancías, niños que jugaban por las callejuelas, hábiles ladrones que intentaban conseguir el "sueldo" de aquel día... Allí acababa el trabajo de las últimas semanas.

Había conseguido el objetivo por el que le habían contratado: llevar sanos y salvos a la família Lassiter hasta Tormentos Cristalinos. Aunque más sospresas de las esperadas le habían dejado un mal sabor de boca de aquel viaje.

El hecho de viajar con desconocidos no era del agrado de Ethan. "Nunca puedes fiarte de nadie", pensaba. Y aquella caravana estaba formada por gente "demasiado" desconocida. La muchacha, el bardo, el joven, el manco...

Aún estaba sorprendido de como había actuado el bardo manco frente a los lagartos! Más aún, del comportamiento, casi reverencial, con el que habían actuado aquellas criaturas salvajes. Nunca lo había visto anteriormente!

Tras cerrar los trámites del trabajo con Lassiter, el bárbaro observó a los miembros del grupo. Algo en ellos le tenía muy intrigado, pero no podía encontrar respuesta en todos ellos. Y su curiosidad rascó donde más le picaba: el bardo manco.

Se dirigió hacia donde se encontraba el silencioso hombre y le acompañó en su marcha por las calles de la ciudad. No sabía donde se dirigía, pero poco le importaba. Había algo ma´s importante que debía saber:

-Qué les has dicho a esos monstruos para conseguir que nos dejaran pasar?

Era evidente que Ethan no tenía demasiada "don de gentes" y su rudeza era presente en muchas ocasiones. Buscaba una respuesta a su pregunta y evitaba conversaciones vanales para llegar a ella.

Lo había logrado. Ni una gota de sangre, ni heridas, ni gritos. Nadie había sido dañado. Aquella pequeña victoria le calentó el corazón mientras atravesaban las monumentales puertas de la ciudad.

Aquel lugar era realmente enorme, magestuoso, monumental. Baldr no pudo evitar pensar que muchos de los ducados que había conocido en su niñez tenían menos población (y extensión) que aquella mole de piedra y personas. Era un hecho que la propia capital de su antiguo país parecería una aldehuela en comparación. Sacudió la cabeza tratando de borrar viejos recuerdos y se centró en el momento: una ciudad grande suponía gente. Gente que necesitaba comer, dormir y beber, mucha gente de paso. Eso se traducía en posadas y tabernas y eso para él significaba dinero. Una cama caliente, un baño y una cena abundante si tenía suerte y convencía al publico. Quizá un afeitado. O no, se había acostumbrado a la rala barba y se sentiría desnudo sin ella. Además, así la imagen que le devolvía el espejo no era la que había visto en el pasado y no haría aflorar con tanta violencia los recuerdos que no deseaba.

La caravana se fue deshaciendo poco a poco, desilachandose como una nube al viento. Algunos remoloneaban en torno de las mercancias o se despedian de aquellos con los que se habian congraciado, Baldr no se entretuvo mucho, no le gustaban las despedidas, no le hacían sentirse cómodo. Así pues, se ajustó el petate al hombro, colocó por encima la funda del laúd, cuidando en extremo que las cuerdas no resultasen dañadas y se dispuso a internarse en la ciudad, en busca de alguna taberna barata algo más alejada de la puerta. Sin embargo, no estaba sólo, el gigantón de pelo cobrizo le seguía, sin disimulo alguno. Tras unos cuantos giros, atravesar un bazar y subir una empinada cuesta el otro hombre del norte se dirigió con brusquedad a él:

- ¿Qué les has dicho a esos monstruos para conseguir que nos dejaran pasar?.- inquirió con un exabrupto. Baldr clavó en el otro hombre sus ojos color ceniza y se tomó un intante en responder ¿podía confiar en aquel hombre? Desde luego se trataba de una autentica fuerza de la naturaleza, como un león a punto de saltar o una avalancha. Y como todo lo natural era inocente y sincero. Y ambas eran cualidades que Media Mano valoraba en aquel mundo podrido, así que decidió arriesgarse a decir la verdad.

- Les dije que eramos siervos de un dragón azul enviados por ésta a una misión a la ciudad, por lo que si no querían incurrir en la ira de nuestra señora debían dejarnos pasar. Fue servicial y zalamero y utilicé el nombre de un dragón de una antigua leyenda de mi tierra. El nombre y mostrarles "la marca del beso del dragón".- continuó colocando la mano derecha delante de la cara y moviendo con relativa agilidad lo que quedaba de los dedos seccionados.- fue suficiente para infundirles respeto y que nos dejaran pasar. Los hombres lagarto son criaturas crueles y feroces guerreros, pero no destacan por ser excesivamente listos. Posiblemente no hemos visto ni la mitad de sus tropas, si los hubiesemos atacado nos habriamos encontrado rodeados por demasiados de esos bichos.

Dejó que la respuesta calase en la mente del guardaespaldas durante unos minutos, antes de añadir:

- A proposito, mi nombre es Baldr, pero por razones obvias me llaman Media Mano.- esta vez fue la izquierda la que tendió al hombretón, a la espera de que la estrechase

- Discúlpame señortita, dijo Flanigan irritado. ¿estás insinuando que yo necesito comprar a las mujeres en esta ciudad? ¿Mira muchacha, yo tengo miles de pretendientas en esta ciudad, pero cuando te ví creí haber visto a la mujer adecudada para mi vida. Ahora sé que no es así, y que juzgas a las personas por su tapadera. Has perdido esta joya que te iba a regalar, y no solo eso, ahora mismo hablaré con el alcalde para informar de este contratiempo. Te va a resultar muy duro comenzar una vida aquí, señorita.

Y haciendo una reverencia exagerada y burlona se largó de allí cerrando con un chasquido la cajita del anillo.

Después de lo ocurrido con los Hombres Lagartos, Lazarus no dejo de preguntarse durante el resto del viaje que era lo que  bardo manco hizo para amedrentar a aquellas criaturas, pero como de costumbre nada le pregunto, no quería molestarle pidiéndole detalles, pues lo importante era que todos estaban bien y en gran parte se debía a él. Además habían otras cosas que le pasaban por la mente, aquel actuar de la chica misteriosa durante el encuentro con los reptiles, también le retumbo el pensamiento, parecía estar dispuesta a un enfrentamiento sin vérsele arma alguna con que defenderse y aun así su rostro reflejo el fulgor de aquellos que están listo para atacar.

El viaje llego a feliz término y la ciudad pareció recibirlos de buena gana. Ya estaba acostumbrado al bullicio y a la algarabía de otros lugares, pero esto le era mas complejo, las expectativas que le llevaron a emprender aquel viaje hacía todo diferente -Por fin estoy en la gran ciudad de la que todos hablan, no hay duda de que aquí las cosas serán a otro precio- Su pensamiento es interrumpido por aquel regordete que se acerco a recoger algunos paquetes y que luego se dirigió a la chica misteriosa mostrando un hermoso anillo, no sin antes hacer las debidas insinuaciones de su ofrecimiento para con chica, a lo que ella le dio una negativa.

Al ver que ni siquiera vaciló ante el lujoso obsequio, pensó que aquella chica o ya estaba acostumbrada a lujos inclusive mayores o que lo que no le permitió aceptar fue un orgullo insólito del que gozan pocas mujeres ante semejantes regalos, en cualquier caso, esto le hizo interesarse en ella mucho mas de lo que ya le había interesado, pues aquel hombre había dicho algo que le dejo intrigado “creí haber visto a la mujer adecuada para mi vida”, la chica era sin duda hermosa e interesante, valía la pena por lo menos arriesgarse a conocerla.

Se acerca a la chica en el mismo recorrido que el regordete se retiraba, tropezando con él, hizo cual amago de tonto distraído excusando su accidente con el señor para luego seguir su camino sin terminar de darle importancia a lo que dijera. Toda la intención de un robo cauteloso se dibuja en sus ojos cuyas verdades se disfrazan en el sigilo de su actuar, cada movimiento y gesto calculado hasta el ultimo segundo.

Para Lazarus aquel tipo no era de buena referencia, usaba sus obsequios para seducir a mujeres ingenuas que se dejan deslumbrar por un brillo que busca serrar el trato de su compra. -Seguro que aquel objeto esta mejor en mis manos- se dijo resuelto. Mira a la chica misteriosa tratando de adivinar si comprendio lo ocurrido, no quería que se llevara una mala impresión de él, las artes del hurto las aprendio desde hace tiempo porque le fueron necesarias para sobrevivir, pero sus victimas eran siempre bien seleccionadas, gente a que no echara de menos unas cuantas monedas. Aquel señor de lejos se veía, que podía comprar 100 anillos mas como este, pero ya había razones personales para arrebatarle su posesión.

Layla ya se estaba alejando cuando aquel gordinflón le dijo aquellas duras palabras. Por un momento se detuvo, deseó con todas sus fuerzas girarse y asustarle, haciendo que cerrara su bocaza de una puta vez. Pero, como llevaba años haciendo, consiguió contenerse. Si ya empezaba a tener problemas eso le causaría todavía más. Acababa de llegar a la ciudad, todavía no había ni podido relajarse de aquel largo viaje, y por lo visto ya empezaba a tener "amigos".

Se apoyó en el lateral de la caravana, su rostro casi no era visible bajo su capucha. Nadie podía ver como sus ojos ardían de odio y dolor. Aquel hombre la había insultado públicamente...

Levantó la mirada a tiempo de ver a aquel chico joven, que había compartido viaje con ella, acercarse tras haber tropezado con comebollos. Se incorporó rápidamente, ya algo más relajada y se dio media vuelta para recoger el escaso equipaje que había llevado. Eso le sirvió para recomponerse, no quería que nadie viera lo afectada que había quedado tras aquel encuentro.

Se colgó en el hombro su pequeña mochila y volviendo a girarse vio nuevamente al chico. Tras mirarlo con su habitual seriedad, unos instantes, hizo un leve gesto con la cabeza a modo de saludo y empezó a alejarse. No sabía a donde ir, tan sólo deseaba irse de aquella zona antes de que aquel cerdo decidiera volver...

- Disculpe, señor Brazo de Oso, pero en ningún momento hablamso de que yo le fuese a recompensar por el trabajo. Igualmente, si quiere, algún día de estos pasese por mi casa, quizá podamos hablar y llegar a algún acuerdo.

Hoy tengo otros asuntos que atender, pero si quieres mañana hablamos.

Un saludo, señor, y muchas gracias por la escolta. Dijo mientras se marchaba de alli.

Aquel señor ni le dio suficiente importancia a su tropiezo con él, seguro que la negativa de la misteriosa chica le dejo atónito y fuera de sí, en todo caso, su mal animo le permitió a Lazarus concretar sin mucha dificultad su cometido. Siguió su paso alejándose del regordete y acercándose a la chica, al parecer había encontrado suficientes razones para ir en contra de lo que acostumbraba e iniciar una conversación con ella.

Cuando estuvo a punto de estar lo suficientemente cerca para hablarle, algo le detuvo de golpe, una sutil sonrisa acompañada de una cómplice mirada fintaron hacia él dejándolo quieto como estatua, aquello le tomo por tal sorpresa que no supo que hacer, su rostro termino por sonrojarse un poco y no pudo más que mirarla sin ser capaz de pronunciar palabra alguna. Finalmente la chica pareció aburrirse de esperar a que él intentara hablar y emprendió camino, pasaron como 10 segundos antes de que Lazarus pudiera reaccionar y decidirse a ir tras ella, pues la preocupación de no volver a tener otra oportunidad para conocerla era algo que se recriminaría fuertemente durante mucho tiempo.

-Espera- dijo en tono desesperado, para luego darse cuenta de que en arco reflejo, su mano se poso en el hombro izquierdo de la chica con motivo de llamar su atención y evitar que siguiera avanzando. Ella termino por voltear en su dirección descubriendo que él era el dueño de aquella atrevida mano. Esta vez su mirada fue fuerte e intimidante, le hiso comprender con ella que debía retirar su mano de inmediato. -Discúlpeme es solo que…- el titubeo nuevamente se apodero de él, pero esta vez se exigió a sí mismo una respuesta rápida y por rápida tal vez un poco precipitada -Soy Lazarus Corvinus… y me gustaría por lo menos escuchar una vez el nombre de aquella mujer a la que acaba de seguir mi corazón, pues mi razón ha desaparecido por completo desde el día en que mire sus ojos-. En su rostro se notaba la seguridad que en actos anteriores no poseía, solo deseaba escuchar su nombre, eso sería suficiente para que el entrara en tregua con su corazón y este no lo culpara mas tarde por su cobardía.

Layla se detuvo al sentir una mano sobre su hombro seguida de una palabra para que se detuviera. Asombrada por el atrevimiento del muchacho se giró y lo miró con frialdad. Alzó una de sus finas cejas al escuchar lo que le dijo. Ella siempre había mantenido las distancias allá donde fuere y nunca nadie se había atrevido a decirle semejante estupidez. 

Aunque no pudo evitar que sus pómulos adquirieran un leve tono rosado. - Pues dile a tu razón que vuelva ya que lo desconoces todo sobre mi - . Le empezó a decir quizás con demasiada frialdad. Aunque al mirarle a los ojos y ver como aquellas palabras le afectaban, sintió un pequeño pinchazo de remordimiento. 

El chico había sido agradable en todo momento. Y si lo pensaba con frialdad, no sobreviviría mucho tiempo estando sola en la ciudad. cualquier cosa la alteraba y tenía que mantener una eterna lucha interna con sus poderes oscuros. Por un momento sus ojos se enturbiaron con fina tela de sufrimiento. Pero dicha tela desapareció rápidamente, aunque esta vez había suavizado ligeramente sus rasgos. - Disculpa mi brusquedad... Ese hombre me ha alterado y lo pagué contigo - . Le dijo dejando caer los hombros, que durante todo aquel rato había mantenido en tensión. - Mi nombre es Layla - . Terminó finalmente presentándose.

Dimdel se quedó algo confuso. Enfundó la espada y se quedó mirando la bizarra escena desde la barrera. Una vez llegada a la puerta, se acercó a los demás. Escuchó la historia que Media Mano les había contado a los lagartos y se quedó algo impresionado. Buena interpretación, si señor. Recogió su instrumento, lo ató a su espalda.

- ¿Y ahora que vais a hacer, buen guerrero? - Se dirigió a Ethan. - ¿Teneis algún plan? tal vez podríamos buscar algún trabajo juntos en esta ciudad. Dicen que hay trabajo para quien lo quiera por parte del gobernante.

El bárbaro escuchó el discurso de Baldr sobre el encuentro frente a los lagartos, y a cada nueva palabra que escuchaba, su rostro se congelaba más y más en una mueca de asombro y incomprensibiliddad. Lo que les había dicho el bardo manco era digno de mentes rápidas, y eso era digno de admirar para Ethan.

Cuando  Baldr acabó su explicación, el bárbaro, quedó en silencio unos segundos...

-HA, HA, HA, HA!!!!

Ethan reía sonoramente al acabar de procesar toda la artimaña originada por el bardo. En ese preciso momento, su compañero de viaje, se presentaba bajo el nombre de Baldr.

-Maldito seas, manco! Hacía mucho tiempo que no escuchaba una historia tan... tan... loca! HA, HA, HA, HA!!- al ver como le presentaba su mutilada mano en señal de saludo, Ethan se la estrechó con fuerza.- Mi nombre es Ethan y si tu lengua es tan larga como bien has demostrado, debe estar sedienta. Acompañame a una de las tabernas de la ciudad y veremos que más historias escondes en tu laúd.

Tras las presentaciones, se les acercó el bardo parlanchín, que también había realizado el trayecto hasta Tormentos Cristalinos.

-Si queréis acompañarnos, nos dirigimos a una taberna y apaciguar el hambre y la sed de un largo viaje.

Ethan era desconfiado por naturaleza, pero algo le decía que aquellos dos bardos se habían cruzado en su camino por algún motivo en especial. Puede que el destino, puede que... quién sabe.