Partida Rol por web

Una noche más a la intemperie. Ya ni sabía cuantas llevaba. se arrebujó en su manta incómodo, cuando su compañero hizo un comentario sorprendente para un bárbaro.

-No hay nada que sentir. Hace frío y punto. -Se acercó un poco más al fuego.

Otwin se quedó haciendo guardia mientras su compañero se disponía a dormir, las guardias estaban repartidas en turnos de 4 horas, pero el es un poco ignorante con el tiempo, si se jacta de tener un sentido de la puntualidad bastante certero al menos. 

Las estrellas se desplazaban por el cielo nocturno, mientras en su mente, el Anhelaba tener una mujer, que le calentara la cama, pero no todo se podía tener en un solo momento, así que se concentró en que no pasara nada en su guardia. 

El centro de la vida social de esta pequeña aldea es El Salmón Sabroso, una taberna que hace las veces de posada y mesón. Audo y Vivian, los propietarios, están casados y tienen una hija de 12 años, llamadas Esther. Los precios son razonables y la comida y la bebida, aunque no son excepcionales, sí son aceptables.

El menú suele ser limitado y depende de la estación. Una comida típica puede consistir en pan negro de centeno, pescado (cogido fresco en el Río Azul Celeste) hervido o acompañado de una sopa con berza, cebolla y ajo, huevos cocidos y nueces, setas y frutas de la estación recogidas en el linde del bosque. El brebaje local es una cerveza negra, fuerte, oscura y espumosa, con un fuerte sabor a melaza.

En el Salmón Sabroso hay dos pequeñas habitaciones que se alquilan a los viajeros por pieda de oro por cabeza y noche. Por 3 piezas de plata, el propietario permitirá un viajero dormir en el suelo de la taberna después de cerrar.

Cuando salieron del bosque, y cerca de la aldea, Lucrecia pidió el alto a sus seis compañeros.

Antes de entrar, dijo, tenemos que decidir qué vamos a hacer. Por un lado, los ladrones no volverán a molestar a los aldeanos, ¡hurra!. Por otro, esos monstruos son mucho peores que unos salteadores. Menos hurra...

Así que tenemos dos opciones. Volvemos a la ciudad y confiamos en que estaremos seguras tras los muros. O nos hacemos cargo de este fiasco, porque en cuanto se queden sin comida, los monstruos van a salir, y tarde o temprano encontrarán Puente Brandon y otros pueblos, y esto se va tornar en algo muy feo.

La alternativa de regresar a Tormentos Cristalinos era tan atractiva que Lucrecia se sentía capaz de llegar a la ciudad de una carrera, saltar los muros y caer en una cama mullida y calentita del Bote del Lagarto. Desgraciadamente, cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba su madre, fulminándola con la mirada, con los brazos cruzados y una mueca de desaprobación tallada en el rostro pétreo.

Tal y como lo veo, añadió, la mitad de nosotros podemos hacer poco contra ellos, y las que podéis hacer algo estáis heridas. Si queremos volver y poner fin a lo que hemos empezado, tenemos que encontrar refuerzos. Sacerdotes, si es posible, pero cualquiera capaz de blandir una espada o un hacha nos servirá bien. Y armarnos adecuadamente: agua bendita y cosas así.

Por supuesto, la decisión es individual. Nadie tiene que jugarse el pellejo de nuevo si no quiere.

Yo estoy de acuerdo en volver a buscar ayuda. Sanya, Raellia y el Kraken están demasiado tocados o agotados y, además, si han infectado a los otros bandidos, puede haber una verdadera horda de comecadáveres ahí abajo. Creo que es imperativo conseguir refuerzos. También es verdad que quiero volver para vender el botín que he logrado sacar de allí abajo.

-Me jode reconocerlo pero es cierto que necesitamos refuerzos. Guerreros cuerpo a cuerpo. Voto por volver a Tormentos.

EL KRAKEN AUN PUEDE COMBATIR- rugió el semigigante, aunque era evidente que estaba exhausto de no dormir. EL KRAKEN VOTA POR QUEDARSE, CURAR Y ACABAR LO QUE HA EMPEZADO

—De cualquier forma, hemos completado el trabajo. Ya no asaltarán el camino y las mercancías pueden circular de nuevo. Podríamos intentar cobrar la recompensa—dice Elianne con poco convencimiento— o al menos una parte. Además, si vamos a encargarnos de los necrarios, necrofagos, o lo que sea que fueran vamos a necesitar hacer compras. Yo por lo menos ya estoy casi sin munición.

5 míseros virotes para su ballesta de mano sobresalían de un pequeño "carcaj" que llevaba colgando de la cintura y aferrado con cintos a su muslo. Y, cosa no menor, ya no tenía un duro tras su trágico extravío.

—Por cierto ¿Qué pasó ahí abajo? ¿Qué vieron? ¿Alguna señal del hombre rata?

Namarra se encogió de hombros.

-Yo no vi nada de nada. Y me colé bastante adentro. El botín lo encontré en la sala de donde salieron esas cosas.

—¿No estaban los monstruos dentro?— preguntó con preocupación. Si habían salido, no lo habían hecho por las escaleras que ellos vigilaban, y eso significaba que había otra forma de entrar. Si era así, había sido realmente una suerte que no los atacaran mientras dormían.

-No pude registrarlo todo. Imagino que estaban comiéndose a los bandido mas adentro, no lo sé.

Zarus puso mal gesto cuando el Kraken habló de ir a pelear contra esas cosas. Amigo, me temo que harán falta más músculos para poder acabar con esas criaturas. Lo único que haría que valga la pena, es que ahí abajo esté el cargamento de mitrilh que fue robado... Por cierto, que es exactamente lo que encontraron.

-Yo... No estoy cómoda con dejar las cosas así-replicó la muchacha, dudando un poco sobre qué decir, y más aún sobre qué hacer-pero es cierto que necesitamos ayuda, y también reponernos. Pero no podemos dejar esto así. El trabajo... No está acabado. Esas cosas salieron en cuanto asaltamos a esos bandidos, son responsabilidad nuestra. Debemos ponerle fin-añadió, con más convencimiento en esas últimas palabras.

-Si creéis que en Tormentos podemos encontrar ayuda, podemos probar. 

Intenciones loables, querido, dijo al Kraken, pero si nos matan, no haremos más que fortalecerlos. Por mi parte, la idea de convertirme en un monstruo caníbal me resulta un poco perturbadora.

No le apetecía a Lucrecia morir, como era presumible, pero vivir de esa manera, o no vivir, le apetecía incluso menos. ¿Conservaban siquiera la conciencia de lo que habían sido esos monstruos? Si al menos fuesen vampiros... beber sangre era también una práctica repugnante, pero tenía un cierto je ne sais quoi, cierto glamour.

Sospecho que es tal y como dice Namarra, respondió Lucrecia. Por suerte, no había glotones cerca de las escaleras. De lo contrario, pensó la joven, hubieran tenido un problema para sacar de allí a la mediana. Pero cuanto más me adentraba en el sótano, peor olía. Ya se habían comido a los salteadores de la entrada, así que debían estar dándose un banquete con los que huyeron hacia el interior. O con las ratas que le quedasen al hombre rata, suponiendo que hubiesen convertido a todos los que quedaban vivos cuando nos fuimos.

El sol ya empezaba a ocultarse en el horizonte. No tardaría en anochecer, así que no podían demorarse en regresar a la ciudad.

Habrá que volver a Tormentos Cristalinos mientras haya luz. Si alguno quiere quedarse, tendrá que hablar con Alberic de lo ocurrido. Y si hay un párroco en el pueblo, que nos prepare el agua bendita que pueda para mañana.

—Puedo intentar convencer a Alberic de que hemos hecho lo nuestro, lo mismo que al párroco—la mayoría del grupo era capaz de convencer a alguien de la misma manera que su entonación sugería, magia, pero sospechaba que la mayoría tendrían algo más de experiencia y un truco que otro más bajo la manga— Además, no sé si lo han escuchado, pero cuando pasamos al lado de un par de señoras, andaban muy preocupadas por rumores sobre unas brujas levantando un ejército de no-muertos. Así que creo que hemos dado con algo más grande que nosotros.* Dudo que se nieguen a financiar al menos una parte del resto del trabajo.

¿Financiar? Lucrecia soltó un bufido hastiado. Si corre por sus venas algo de sangre de Tormentos Cristalinos, no aflojarán la mano ni aunque estén sujetando una piedra de carbón incandescente. Aunque hay que intentarlo... En cuanto a los rumores, quién sabe. Lo único que tenemos claro es lo que ya sabemos.

¿Alguno más quiere quedarse? preguntó a los demás.

Por cierto, Namarra, ¿qué encontraste ahí abajo? ¿Es líquido o hay que venderlo? Necesitaremos oro para comprar armamento y equipo.

Namarra enseñó al grupo el botín, que contaba con piedras preciosas, objetos de valor y monedas, todo ascendía a 520 piezas de oro. Además parecía haber también una maza pesada de una calidad y manufactura intachable.