Partida Rol por web

Coran se quitó de en medio a la otra rata que estaba tratando de morderle. Ahora que tenía un enemigo menos podría dirigirse hacia su compañera para poder ayudarla. Ella aún tenía dos ratas que estaban casi encima y por mucho que lo intentaba, no hacían más que esquivar sus golpes una y otra vez.

La mujer salvaje se movió con agilidad y esquivó cada mordisco que le asestaba las ratas. A pesar de estar acorralada se estaba desenvolviendo muy bien en el combate, y ahora que Coran podría venir a ayudarla, la cosa sería aún más sencilla. Con algo de suerte, quizá podrían poner pronto final a aquella situación.

Una rata menos, eso hacía un mordisco menos, una sonrisa de triunfo se dibujó en mi rostro ya había eliminado a dos de las criaturas, dos más y podríamos ocupernos de nosotros mismos. Daélric desaparecía de escena dejándonos solos... no me hace gracia que nos abandone, solo espero que si regresa sea con ayuda... Hago girar de nuevo mi espada sobre mi cabeza y trato de flanquear junto con Lictea a las ratas, no estoy seguro de que mi golpe haya sido realmente efectivo, solo espero que la Druida, esta vez sea más capaz que yo.

- Malditas ratas... - ojala pudiera hacerles comprender que no ibamos a quitarles la comida.- ¡¡Dejadlo ya e iros!!

Aunque la loba había esquivado bien los ataques de las ratas, no conseguía impactarlas, lo que empezaba a enfurecerla de veras. Tanto que imprimió demasiado ímpetu en una estocada descendente, casi logrando que se le escapara de la mano el arma. Tras el ataque encaró a las bestias con su escudo de madera de roble. Quiso pedir ayuda pero lo único que le salió, por amor propio, fue un gruñido de disgusto.

- Grrrr.

 Al menos Coran se había deshecho ya de dos de las ratas.

A pesar de que Coran lograba flanquear a las ratas con la ayuda de Lictea, ninguno de los dos conseguían hacerla más daño. Por lo que las ratas seguían sin retirarse y continuaban protegiendo su nido. En determinado momento, una de las ratas rozó a la otra y ambas empezaron a pelearse por unos segundos dándole un fuerte mordisco y haciéndole sangrar.

Al oler la sangre, ambas volvieron a concentrarse y a darse cuenta de cuál era el verdadero objetivo allí. Por lo que de nuevo, estaban dispuestas a enfrentarse a vosotros.

Estaba claro que no se marcharían, o acababan con ellas o ellas lo harían con ellos, flanqueando a una de las rata junto a Lictea, enarbolé su espada desde un costado haciendo un corte ascendente para ver si así me deshacía de una de ellas. Sin embargo el ataque erra mi objetivo, el combate se alargaría más de lo necesario seguramente.

Lictea empieza a acusar el cansancio por la tensión del combate. Encara a la rata que la flanquea con el escudo, mientras que ataca a la otra con la cimitarra. Tenían una oportunidad, si ella resistía un poco más y Coran conseguía acabar con ellas, podrían asegurarse la victoria. Tenían que conseguirlo para después tener unas "palabras" con el maldito dueño d ela posada.

La pelea de las ratas entre sí despistó a Coran, y sin darse cuenta, en uno de los envites contra los roedores, Lictea se puso en medio, entre la espada del paladín y el cuerpo de la rata. Y entonces dos terribles gritos se escucharon en un momento, el grito de dolor de la druida, tras recibir el increíble corte de su amigo, y después el del paladín, que estaba horrorizado por lo que acababa de hacer a su compañera.

Lictea cayó al suelo desangrándose con gran velocidad y muy cerca de los terribles roedores, que a pesar de que parecía un encuentro sencillo, aquello les estaba generando más problemas de los necesarios.

A pesar de que un enemigo había sido abatido, las ratas continuaban hostigando al paladín y defendiendo su nido. Al menos en aquel momento la suerte sonrió a Coran, y logró esquivar los mordiscos con gran soltura. Pero la presión de su amiga desangrándose por su culpa, era algo que sería duro de superar para el paladín.

En el fragor de la batalla la mujer lobo no supo de donde le vino el golpe. Sus rostro reflejó un rictus que no se sabe si expresaba miedo o frustración. Lictea era valiente, de eso no había duda, pero  ¿estaba preparada para la muerte?. El dolor fue insoportable y notó como la vida se le escapaba por la herida abierta. Antes de caer al suelo su último pensamiento fue hacia su hermano lobo, Lico. Quería vivir, tenía que sobrevivir.

Aquel sitio era demasiado pequeño para pelear como era debido, su espada había herido a la druida, aterrado de su golpe sobre ella pensó seriamente ponerse a la defensiva para atacar a las ratas y mantener la posición hasta que viniera Daélric, sin embargo pensó rápidamente y no podía saber como de herida estaba ella, ni cuanto aguantaría. Aun a riesgo de caer él también debía eliminar a las ratas que quedaban si quería contener la sangre de la chica. Sin dudarlo más alzó su espada para defender con ella la vida de Licea que se escapaba a borbotones, y asestó un nuevo golpe a una de aquellas alimañas.

- ¡¡Te juro por mi honor de paladín que no voy a dejar que te mueras!!

Esperaba que tras que el chico asestara aquel golpe mortal, la rata huyera por su vida, quedaban uno contra uno, y él había ido eliminándolas paulatinamente a todas, aunque no sin algo de ayuda.

Lictea continuaba sangrando a gran velocidad, si seguía en ese estado lo más probable es que tarde o temprano terminase falleciendo, y parecía que eso era algo contra lo que Coran no estaba dispuesto a lidiar. Debía acabar con las ratas lo más rápido posible para quitárselas de en medio y así a tender a su reciente amiga. No llevaban mucho tiempo juntos, pero el sentimiento de ayuda era algo que les había unido. Y aquello fue suficiente como para que Coran lograse eliminar a otro de los roedores, y esquivar el mordisco del que quedaba.

Debía actuar rápido, Lictea no aguantaría mucho.

Descendeis por la escalera que hay bajo la trampilla hasta atravesar un pasadizo. Gran cantidad de ladrillos están esparcidos por el suelo del lugar.

¿Qué mierdas ha pasado aquí? ¿Y por dónde narices debemos ir? No me estarás conduciendo a una trampa, ¿verdad? Dice la siniestra mujer algo alterada y llevando las manos al filo de su espada para estar bien preparada de lo que pudiera pasar allá abajo.

No sabía como de herida estaba la druida, pero el sentimiento de camaradería estaba ahí, ella había sanado mis heridas y hubiera dado lo que fuera por ser capaz de poseer el poder para sanarla a ella y cerrar sus heridas. Ahora solo quedaba una rata a la que derrotar, era extraño pues en vez de acudir a su instinto de supervivencia, aquella alimaña seguía atacándome, así que no tuve más remedio que tratar de eliminarla. Así que haciendo girar a mi espada una vez más le asesté un nuevo ataque esperando que fuera tan certero y mortal como los anteriores.

Si acababa con ella lo único que podría hacer era hacer uso de mis escasos conocimientos de medicina o cargarla a mis hombros y llevarla corriendo hasta la posada en busca de algún sanador.

-No, la trampa nos cayó a nosotros encima, como mi cabeza puede atestiguar -dijo el bardo señalándose un lugar en su frente con claros rastros de sangre y un considerable golpe- Ese enano protegió el lugar bien, pero bien, bien. ¡Vamos, no perdamos más tiempo! -exclamó finalmente, guiando a la mujer a través del desastre hacia el lugar donde había dejado por última vez a sus compañeros, un lugar, de hecho, no muy lejano.

Finalmente Coran dio final a la última rata que quedaba en pie. Después echó un rápido vistazo a su compañera, estaba bañada en un charco amplio de sangre y a penas le quedaba mucho tiempo. La mujer seguía desangrándose a gran velocidad. Lo primero debía ser hacer todo lo posible por estabilizarla, luego ya, estando más tranquilo habría que llevarla a algún lugar para que la sanasen.

Por fortuna, Daélrick parecía haber llegado con algo de ayuda. Junto a él venía una mujer de aspecto algo siniestro, no daba la sensación de ser de ese tipo de personas que solían ayudar a los demás...

Raelia La Oscura desenfundó su arma en cuanto vio al paladín ensangrentado y con la mujer de aspecto salvaje medio muerta. Mostró sus dientes a modo de bufido gatuno y después miró al bardo.

¿Quién narices es este tipo y porque me has traído? ¿Necesitas que acabe con él? ¡Sería un placer!

Las ratas por fin habían caído y la ayuda que traía el bardo no parecía muy prometedora, la mirada que le eché fue tan fulminante que si las miradas matasen esa desde luego lo habría hecho. Dejé la espada en el suelo a mi lado y el escudo en el otro.

- Más vale que sea ayuda lo que traes Daelric... - me agaché y empecé a aplicarle primeros auxilios a la druida, tratando de taponar sus heridas.