Partida Rol por web

El clérigo siguió a Lomenar, cuando ella se encontraba en seguro. -Sería mejor ayudarse con el garfio para hacer el amarre.- le dijo a Andrei como sugerencia.

Una vez llegó el momento, Kranj se quitó la armadura y la guardó en su mochila. Era una armadura ligera, así que no suponía ocupar mucho espacio.

Lomenar se concentraba en usar la cuerda que le había tendido Andrey mientras se esforzaba por llegar a la cueva a su lado.

Lictea observaba comiéndose las roñosas uñas el paso de sus compañeros, a la vez impaciente y temerosa de que llegara su turno. 

Esta vez y gracias a la ayuda de Andrey lograron pasar todas esas díficiles pruebas que la naturaleza les había puesto en su camino. Por fin se hallaban en lo alto de aquella cascada. Esperando a ver qué era lo que se hallaba detrás de ella. 

Un hedor rancio os da la bienvenida cuando salís de la cascada a la cueva que hay tras ella. La cortina de agua ruge junto a la boca de la gruta, creando una leve neblina en el aire. Un oso pardo del tamaño de un hombre permanece impávido sobre sus patas traseras al otro lado de la gruta.

Antes de seguir avanzando Andrey afianzo con cautela el gancho, dejando una posible vía de escape aunque por si parte tal vez fuera mejor saltar directamente al agua. Se pertrechó de nuevo colocándose de nuevo la armadura, ajustandose los correajes del cinturón de armas para pasar a blandir su espada y su escudo encabezando la marcha; otro ya se ocuparía de llevar la antorcha. Siendo que guerrero pretendía atraer sobre el los posibles peligros que pudieran ocultarse en la gruta.-Que alguien le arroje una antorcha al oso, si esta disecado viejo y raído prenderá con facilidad. Si por algún azar del destino fuera algo que se pudiera volver en nuestras contra una vez reducido a cenizas ya no tendrá esa opción. Si fuera posible que dos de vosotros llevaseis antorchas sería lo más seguro. Una vez esteis todos listos empezaré a avanzar con cautela.-Andrey quería dar tiempo al resto para que se volvieran a colocar las armaduras y poner en guarida. Se fijó de reojo en la actitud de los animales para ver si estos notaban algo rato, o se inquietaban ante alguna presencia u olor que a él le pudiera pasar desapercibido. 

A punto estuvo de besar el suelo de húmeda roca que conformaba aquella endiablada cueva. Les había costado un gran esfuerzo  cruzar la cascada y ahora no podían hacer otra cosa que continuar. Lico agitó su mojado pelaje para secarlo, desprendiendo gotas de agua que saltaban por doquier. Por su parte, Lictea, no dándole demasiada importancia a su aspecto desaliñado, símplemente retorció su húmedo pelo para escurrirlo y luego dejarlo caer de nuevo como deseara.

- Yo misma puedo llevarla. Trae acá.- Tomó la antorcha que le tendía Andrey para que él pudiera acorazarse de nuevo.

Al ver el oso se puso en guardia. ¿Por eso el olor? ¿No era más que una simple madriguera de un oso? Había druidas que podían adoptar esa forma, como ella podría hacerlo, cuando fuera lo suficientemente poderosa. Ya le habían dicho a Andrey que no iban a atacar si no era estrictamente necesario. Ahora bien, ¿se trataba de un animal salvaje o de un humanoide transformado? Si era un animal Lictea tendría más oportunidades de calmarlo. Sus aptitudes diplomáticas con otras personas dejaban mucho que desear.

Lomenar se interpuso entre el oso y sus compañeros.

- No creo que la mejor forma de entrar en un sitio ajeno sea quemando lo primero que veamos. Preferiría una aproximación amistosa, o al menos sigilosa.

Estaba eufórica por haber conseguido llegar a la entrada de la cueva. Observó* que nada había cambiado, al menos en cuanto a lo de la presencia del oso disecado, pero observó cuidadosamente por si había algo que notara que hubiera cambiado desde la última vez que estuvo aquí.

- Pensemos que estamos en casa ajena, actuemos inicialmente como visitantes no agresivos.

Andrey le asintió a Lomenar con la cabeza, aquello no le entusiasmaba pero entendía que si pretendían hablar primero la mejor impresión no sería a hacerlo a la luz de la hoguera. Esperaba no arrepentirse de aquella decisión, si aquello pudiera ser algún tipo de constructo o de no-muerto guardián estaría preparado para lo que pudiera suceder.

Sencillamente el guerrero se posicionó al frente a cubierto tras el escudo y con la hoja en ristre para ir avanzando lentamente, cubriendo a sus compañeros y cuando no hubiera peligro aparente mantenerse alerta mientras ellos buscaban por la sala. No sabía muy bien que buscaban, pero poco le importaba, ahora su tarea era mantenerse alerta.

Lomenar respiró hondo al ver que Andrey desistía de quemar al oso y asintió igualmente ante su gesto. ¿Y si fuera algún animal especialmente querido por el ocupante de la cueva? Mejor no tocarlo.

Se situó al lado de Andrey, al frente. Tampoco quería que lo primero que se viera de su grupo fuera un guerrero armado y preparado para el combate, pero por otra parte, aún siendo sus intenciones pacíficas, era conveniente demostrar que contaban con cierta fuerza.

Lomenar prefería tener las manos libres, Lictea había tomado una artorcha y con ello era suficiente para que la semielfa pudiera ver razonablemente en la cueva.

Era un alivio poder alcanzado la entrada a la cueva, pero por otro lado, los peligros que podrían aparecer al recorrerla, podrían ser mortales.

Kranj, se acomodó la armadura y se dispuso a cargar su ballesta. Las palabras de Andrei hicieron eco en su cabeza, pues aquella figura de oso, aun a sabiendas de que estaba disecado, seguia siendo amenazante. De seguro, quien lo puso ahí, tenía intención de espantar a cualquier intruso no inteligente, pero la idea de que aquella figura pudiera ser reanimada, alejaría también a los inteligentes.

El clérigo escuchó las palabras de Lomenar y a regañadientes asintió. Sin embargo, consideró pertinente ser mas precabido, poniendo en marcha la bendición de percibir magia, antes de continuar avanzado. Será mejor que yo vaya primero detectando magia. dijo poniendo una de sus manos frente al oso, para saber si había o no presencia mágica en el y un poco mas allá.

El guerrero cruzó la hoja hacia abajo en un claro gesto que impedía el paso a Kranjstar, sin amenazarle con el arma dejando entrever que no llevaba malas intenciones.-Tú eres nuestro principal sanador, no puedes exponerte de ese modo, es mejor que vayas detrás de mi. Estarás más protegido y podrás percibir las auras mágicas de igual modo, pero no podemos permitir que tú te expongas al peligro.-el clérigo era un valioso recurso por sus poderes de sanación, Andrey no veía lógico exponerlo de ese modo.

Kranj sonrió con solemnidad a las palabras de Andrei. Era claro, que no entendía bien el tema de estrategias de batalla, pero de cierta manera, el guerrero le hizo sentir un tanto importante. Esta bien. Debes de tener razón. Puedo quedarme un paso atras y seguir percibiendo las auras mágicas.

Al final Lomenar iba cerrando el grupo, aunque no estaba muy de acuerdo. Para ella lo lógico es que un druida fuera la que encabezase la marcha en señal de buena voluntad.

Pero dejó hacer a los chicos, aunque permanecía atenta para impedir cualquier malentendido que pudiera llevarles a una situación incómoda y que hubiera sido fácilmente evitable.

Haciendo caso a lo que Lomenar pidieron dejaron atrás la figura del oso pues estaba disecado. No parecía haber ningún tipo de magia en la zona así que podían estar tranquilos. Al menos aparentemente.

Tras andar varios metros por el interior de la cueva, llegaron a una zona que ascendía y cada vez se hacía más estrecha. Además la altura del techo menguaba, una persona que midiera más de 180 tendría que agacharse para no golpearse contra él. 

Finalmente, tras terminar de ascender llegaron a lo que parecía ser una enorme cueva. El techo seguía siendo bajo pero la zona parecía abrirse. Desgraciadamente la antorcha que llevaban solo alcanzaba a ver unos metros y no podían contemplar el final de ésta. Y fue en ese momento cuando escucharon el sonido de un silbato para después oír un zumbido de un virote que atravesó el cuerpo de Andrey. 

Algo había más allá de la oscuridad que parecía estar atacándole a distancia. Y por desgracia, la antorcha no alcanzaba a ver más allá.

A medida que se adentraban en la lóbrega gruta Andrey tuvo que bajar más la cadera y avanzar algo agachado para poder avanzar con comodidad. Ante lo incomodo de la postura el guerrero buscó la única ventaja que le podía ofrecer aquella situación, encarando el escudo de forma que le ofrecía una cobertura mucho mayor, avanzaba el primero tratando de cubrir a los demás; y al final del ascenso cumplió con su cometido.-¡Urrrgh!¡A cubierto, nos atacan!-el guerrero tuvo que apretar los dientes para reprimir el grito de dolor, convirtiéndolo así solo en un gruñido. El virote se había alojado con mucha fuerza en su hombro derecho, a pesar de que el guerrero trató de no acusar la gravedad de la herida se vio obligado a hincar la rodilla para no desfallecer. Otro impacto como ese le dejaría fuera de juego y aquello era un lujo que ahora no se podía permitir.-¡Arrojad la antorcha tan lejos como podáis!¡Luz, necesitamos luz!- no tenía otra opción, debía recurrir a su don, mal que le pesase.

Estando ya de rodillas Andrey se echo al suelo dejando el escudo delante de él, creando la mejor defensa posible contra un ataque de proyectiles. En la densa oscuridad de la cueva sus compañeros pudieron ver como el guerrero se sujetaba el virote que le cruzaba el hombro, al tratar de arrancárselo las venas de la frente empezaron a dilatarse algo fuera de lo común, mientras que su frente se perlaba por el sudor y su rostro se llenaba de angustia. Un hilillo de sangre empezó ha brotar de su nariz cuando la mano de Andrey empezó a brillar con un tenue resplandor dorado característico de la magia. Cuando el virote tocó el suelo la herida dejo de sangrar y empezó a cerrarse para sorpresa de todos, tal vez no del todo pero si lo suficiente para que dejase de ser un problema por el momento.

Lomear maldijo por lo bajo, era de esperar una reacción así si un grupo de desconocidos entra en tu cueva precedidos por un guerrero con su arma desenvainada.

Se situó al lado de Andrey, pero al ver que se curaba por si mismo reservó su conjuro de curación.

Gritó

- ¡¡ No queremos luchar, venimos en son de paz, solo queremos hablar !!  ¡¡ No nos ataques !!

Repitió el grito en druídico, el lenguaje secreto que todos ellos conocían y que les permitía identificarse como tales frente a un compañero, esperando que cesaran las hostilidades y pudieran hablar.

- No es momento de parlotear...- Recriminó a Lomenar la mujer-lobo. Para Lictea que les atacaran desde el cobijo de las sombras era un indicativo de cobardía y malignidad. En la oscuridad de la cueva ella portaba la antorcha dando luz a sus compañeros, señalándoles como una diana para su enemigo. Sin pensarlo mucho lanzó la antorcha lo más lejos que pudo en la dirección hacia la que pensó que venía el disparo. Tenía ganas de lanzarse ella también tras la antorcha, pero decidió dar una oportunidad a su amigas de dialogar.

El clérigo apenas pudo relacionar ante el repentino ataque. De donde sea que haya provenido ese virote, el disparar, sin previa advertencia, dejaba clara intenciones totalmente belicosas.

Lo primero era poder ver quien o que les atacaba, en eso Lictea lanzó su antorcha lo más lejos que pudo. Kranj se preparó para hacer lo mismo. Esperando que su antorcha iluminara un en aquellos rincones donde la que había lanzado Lictea, no y alejando la luz de ellos mismo para que le quedará más difícil a su atacante asestarles otro virote.

Reforzando lo dicho por Lomenar, kranj intentó persuadir a su atacante, aunque aquel silbato que se dejó oír, pudiese significar el llamado a nuevos enemigos. Estamos dispuestos a soltar nuestra armas si tu también haces lo mismo. aquello fue acompañado de un lento movimiento de poner sus manos donde pudieran ser vistas, en donde sólo cargaba una antorcha en una de ellas.

Cuando Lictea lanzó la antorcha pudieron ver a una criatura moverse entre las sombras pero no lograron distinguir mucho más. Tan solo que se trataba de un humanoide. Parecía que las palabras de Lomenar fueron escuchadas por quien les había atacado y las flechas se pararon.

Entonces una voz se escuchó al otro lado de la cueva, que además gracias a la antorcha podían ver que era más gran de lo que en un principio habían pensado.