Partida Rol por web

Al intentar coger un apoyo en la pared, el pie resbaló provocando la caída de Mailo de culo al suelo. Sentado allí en el suelo, maldecía entre dientes su poca destreza para subir una pared. ¿En serio sería incapaz de trepar por allí? La chica no había tenido ningún problema en hacerlo. Miró alrededor suyo para ver si el ruido que había hecho al caer había atraído a alguien. Mailo se levantó frotándose el culo dolorido. No había sido una caída alta, pero un golpe en el culo siempre dolía.

Miró por la pared para ver si encontraba algo que le sirviera de apoyo para volver a intentarlo con más facilidad. Si no, treparía igualmente. Quería entrar en la casa de la forma que fuera.
 

-Jiji- rió por lo bajo al ver al pobre Mailo caer de culo.  -Pobre- Susurró consciente de lo que dolía una caída así.

Trepar no estaba resultando nada fácil, pero tras inspeccionar todo el perímetro parecía ser la única manera de entrar. La salvaje no era de las que se daban por vencidas a la primera y continuó encaramándose mas y mas alto.

Cuando intentas trepar la valla, escuchas la voz de algún lugareño diciéndote "Estás loca, no entres ahí, es muy peligroso" 

Nieve no tenía las manos libres para hacerle un corte de manga así que sonrió inocentemente y respondió. -Hay un gatito atrapado.-

Pero después de responder se dio cuenta de que no veía a nadie ¿Sería un espíritu?. Su ceño se frunció borrando su sonrisa.

Al final sería incapaz de subir por la maldita pared.

¡Pst, Nieve!. Necesitaré algo de ayuda para trepar esta pared, o ábreme la puerta desde dentro. Este maldito muro se me está resistiendo más de la cuenta.

Me quedo mirando hacia arriba del muro, esperando la ayuda de Nieve. - Maldita sea. Estoy todavía dormido. Tener que recibir la ayuda de una mujer para trepar a un muro.

¡Pst, Nieve!. Necesitaré algo de ayuda para trepar esta pared, o ábreme la puerta desde dentro. Este maldito muro se me está resistiendo más de la cuenta.

Nieve miró hacia arriba. Aun le quedaba un buen trecho por trepar y ya no había más asideros. Miró hacia abajo y respondió a Mailo: -Es inútil. No se puede subir más.-

La salvaje bajó de un salto y se acercó a sus compañeros.

-Siento haberos hecho perder el tiempo. Será mejor que busquemos otra cosa que investigar-

Nieve se sentía responsable del aquel fiasco así que compartió el último de los rumores que había reunido sobre la ciudad:

- El panadero de la ciudad no es quien dice ser, y aprovecha sus habilidades para engañar a los miembros de la ciudad sin que el resto se dé cuenta. Es todo cuanto sé- Dijo abriendo las palmas de las manos. -Si queréis que vayamos a investigarlo, bien y si tenéis otra idea, pues también- Explicó molesta por el callejón sin salida en que habían terminado.

No íbamos a sacar nada en claro de aquella mansión, así que Nieve propuso ir a ver al panadero. Por lo visto era algo estafador. A mí me tiraba más el tema del cementerio.

He oído que hay un nigromante en el cementerio que intenta crear un ejército de muertos vivientes. Podríamos ir a mirar esta noche a ver si vemos algo.

Esperaba que les gustara la idea.

He oído que hay un nigromante en el cementerio que intenta crear un ejército de muertos vivientes. Podríamos ir a mirar esta noche a ver si vemos algo.

-¡HECHO!- Le cortó antes de que pudiera terminar de hablar. Cualquier cosa le parecía más interesante que un chismorreo que tuviera que ver con un panadero. Sin embargo al cabo del rato añadió más sosegada: -¿Por la noche?. ¿No sería mejor ir ahora?. No seré yo quien te sujete la antorcha-. Gruñó agitando su lanza pesada con ambas manos.

-¿Y tú qué dices?- Preguntó de pronto a Mirta.

Esta pudo ser hace tiempo una mansión orgullosa e impresionante, pero sus días de gloria se han extinguido hace mucho. 

El edificio está en ruinas, sus tejados hundidos, las ventanas tapiadas, la pintura desconchada y sus terrenos llenos de maleza. El óxido y el musgo campan a sus anchas. 

Un escudo de armas erosionado cuelga torcido sobre las puertas, cerradas con cadenas de eslabones oxidados; la heráldica que pudiera haber adornado su superficie se ha desvanecido hace mucho tiempo.

Dos chicas y un hombre se hallaban, de forma sospechosa, cerca de la puerta.

Me aproximo como un transeúnte más. La casa era vieja y estaba en ruinas. Seguramente la ciudad no tenía una economía dinámica o absolutamente floreciente si semejante edificio era dejado presa del pasto y las alimañas. ¿O quizá fuese otra cosa la causa de su olvido?

Observé desde la distancia a los intrusos, o al menos eso pensaba que eran. Quizá estuviesen allí por el mismo motivo que yo: los rumores se propagan bien en esta ciudad de aventureros sedientos de empresas dignas de ser convertidas en anécdotas.

Les contemplé y escuché un rato, tratando de recabar alguna información sobre ellos. Quizá pudiese comprender su idioma, intenciones o el objeto de su búsqueda.

Alguien se acercaba. No tenía ganas de encuentros en aquel momento. - Vamos Nieve. Iremos al cementerio ahora. Si Mirta no nos quiere acompañar, hagámoslo nosotros dos. Más recompensa para repartir.

Nieve tenía razón. Comprobar el cementerio de día era buena ideas. Quizás el nigromante dejara algo que pudiera darnos alguna pista sobre su identidad o paradero. Si lo cogíamos por sorpresa durante el día, sería más fácil detenerlo.

- Vamos Nieve. Iremos al cementerio ahora. Si Mirta no nos quiere acompañar, hagámoslo nosotros dos. Más recompensa para repartir.-

La salvaje asintió con un gesto huraño, se ajustó su capa de pieles y echó a andar con grandes zancadas.

-Creo que pasamos por delante cuando entramos en la ciudad- Comentó sin mirar atrás.

Mailo pareció titubear y la joven comenzó a asaltar a los viandantes.

-¡Eh tu!. ¿Sabes cómo se llega al cementerio?.- Preguntaba con sus modales campestres. -No me mires así. No es para mí es para...¡Bah! Déjalo.- Sacudió la mano y continuó hacia otra persona.

-Tú. ¿Sabes cómo se llega al cementerio?.- Siguió incansable...Así hasta toparse con un joven apuesto de chaqueta azul.

-Mira, si lo sabes bien, y si no también- Bufó malhumorada. Más bien discutía consigo misma pues al pobre no le dio tiempo ni a contestar. -Si vas a la mansión de Andrigal, ya te puedes volver por donde has venido, que si hubiera algo que ver, ya lo habría visto yo- Le advirtió sin detener su acelerado paso. -Si buscas aventuras síguenos, ¡pero date brío!- Le espetó.

A pesar de mis intentos de pasar desapercibido y contemplar el grupo de extraños personajes que husmeaban por la Mansión desde la lejanía, una de ellos, de modales rudos pero sincera y directa, me abordó.

De inmediato la joven (que según el hombre se llamaba "Nieve") me invitó a participar del grupo. El rumor que había escuchado fue el que me llevó hasta allí, hasta la mansión Andrigal, era posible que fuese todo un engaño, pero decidí confiar: era factible que aquel sitio no tuviera nada de interesante, siquiera la más mínima pista de aventuras.

-¡Hola! -saludé, deteniéndome en seco y esbozando una sonrisa ante la invitación; Nieve no parecía querer detenerse así que la acompañé mientras nos alejábamos del lugar- Soy Aramis. Acabo de llegar hace poco más de una hora a esta ciudad. ¿Qué es lo que estamos buscando? Yo había escuchado rumores sobre un fantasma en esta mansión, por eso vine. Veo que ustedes habrán escuchado algo similar, ¿cierto?

Nieve continuó un trecho maldiciendo en voz baja hasta que de pronto se detuvo, clavó sus ojos verdes en Aramis y para su sorpresa, acercó su nariz para olisquearlo como lo haría un animal salvaje. -¿Crees que podemos confiar en el?- Preguntó a Mailo.

-Dejemos que los dioses decidan- Murmuró extrayendo un mugriento cráneo de roedor de su bolsillo y pasándolo sobre la cabeza del desconocido.

Nieve torció el gesto y bufó: -Hay algo en su aura que no me gusta- Sus ojos centellearon y poco después se suavizaron. -En verdad nadie de esta ciudad me gusta- Confesó sonriendo.

-Yo soy Nieve Negra, Hija de Kuril, del clan de los osos blancos.- Se presentó orgullosa de su linaje. -Este es Mailo y aquella que está mirando a los pajaritos es Mirta- Dijo señalando a la joven que aún estaba junto a la mansión. -No conozco los nombres de sus padres- Susurró al nuevo en voz baja como si el dato fuera muy importante.

-Vamos al cementerio a cazar nigro...Nigro...- Nieve parecía no recordar la palabreja.

-¡Brujos de muertos!- salió al paso santiguándose con el cráneo de rata.

Y así, de pronto, y como quien no quiere la cosa, Salvaje se quedó sin respuesta y sin estar tan cerca de esa mujer tan extraña que había aparecido junto a él.  

Ya no podía observar la puesta del sol. Ya no podía seguir cortejando a aquella mujer. 

Ahora se encontraba en un lugar oscuro, frío y con olor a muerte. Podía escuchar el sonido de una gotera, pero nada más. 

Todo estaba a oscuras, así que tampoco sabía qué había sido de aquella extraña mujer. 

¿Qué narices había pasado?

Sorprendido alargo la mano rasgando la nada delante suya, intentando palpar la chica que estaba allí hace tan solo unos instantes. Salvaje conocía el peligro de la noche, no era nuevo para él. En cualquier momento las propias sombras podrían abalanzarse encima.

Atemorizado llevó su mano al cinto y aferró con fuerza el puñal que le acompañaba mientras daba un pequeño salto hacia atrás. Expectante se quedó en silencio unos instantes hasta que el agobio no le pudo más.

Emitió un silbido constante y claro. Segundos después tres bolas de luz aparecieron flotando encima de su cabeza...

En cuanto Salvaje conjuró las luces danzantes pudo ver a su alrededor una imagen que hubiera sido mejor no verla. A su alrededor había al menos dos docenas de cadáveres en descomposición. Algunos ya eran cuerpos convertidos en esqueletos, mientras que otros parecían bastante recientes. Todos ellos tenían marcas de mordeduras por todo el cuerpo, y la mayoría tenían un color pálido y la expresión de sus ojos era casi pétrea. No había ni una pizca de sangre en todo el lugar.

La sala, además de oscura, húmeda y con aquel horrible olor, no tenía ni una sola ventana, pero sí una trampilla en lo alto del techo y estaba cerrada con cerrojo. Si había una salida, esa sería la única escapatoria.

Parecía como si alguien ya hubiera estado allí antes, pues los cadáveres habían sido amontonados justo bajo la trampilla para hacer una especie de monte al que subir y llegar a la trampilla.

Su instinto saltó inmediatamente y como un felino se lanzó hacia la pila de cadáveres buscando la salida, sin pensárselo mucho.

Salvaje trató de subir por la pila de cadáveres sin ningún problema pero en el momento en que fue a saltar para alcanzar la trampilla perdió el equilibrio y se fue de bruces contra el suelo rodando y quedando sepultado por un gran número de cadáveres.

A Salvaje le empezó a dar muchísimo asco, tanto que apenas era capaz de retener lo poco que tenía en el estómago.