Partida Rol por web

Xanaphia siguió al mediano hasta que éste comenzó a descender, momento en el que ella siguió por el techo, desenfundó su maza con la diestra y se posicionó cerca del más lejano pero intentando que su aliento cogiese a los dos orcos. 

Tuvo cuidado de no lastimar a su recién aliado, no sería nada bueno para las relaciones y la confianza que resultase herido por 'ácido' amigo. Tuvo tanto cuidado que apenas si salió ácido cuando exhaló.

Eulendileas tragó saliva lentamente ante la situación que se le planteaba. ¿Cómo podría ser capaz de pasar ante tal cantidad de seres feos y deformes?

Pero la mente de los medianos era extraña, y entonces la cordura pasó a un segundo plano para dar juego a la diversión. ¿Y si cogía un atizador, se lo estampaba a algún orco en la cabeza y esperaba a que se pegaran entre ellos.?

El ataque de los dos chamanes del dragón fue un auténtico fracaso. Xanaphia de haber escupido un ácido más potente muy probablemente los hubiera chamuscado, y si Zurkor hubiera estado más hábil, podría haber acabado con otro. Pero no habían sido especialmente duchos ninguno en sus envites. 

Así que los orcos se dieron media vuelta y descubrieron a los dos individuos. Uno de ellos, no dudó ni un momento en dirigirse para dar la alarma y avisar de la presencia de intrusos. El otro decidió quedarse para hacer frente y se acercó al mediano, tomando el alfanjón que tenía a pocos metros de él.

¡Tu madre ser más fea que una elfa, gigante estúpido! ¡No volver a pisarme el pie si no quieres que te de más fuerte! dijo en orco, imitando para lo que él era el lenguaje de esa raza.

- No, no, no - al ver como uno de los orcos intentaba huir, el mediano sacudió su guja velozmente, tratando de sacarse de encima, primero, al que tenía más cerca

Sin siquiera preocuparse por el resultado de su golpe, Zurkor se lanzó hacia el orco que intentaba dar la alarma, elevando su guja mientras se acercaba - Dije que no - insistió, tratando de no levantar el tono de voz mientras movía su arma con más entusiasmo que puntería.

La guerrera vio con desaliento como ninguno de los ataques era suficiente para dejar a los orcos fuera de combate y como uno de ellos se alejaba, probablemente para dar la alarma. No lo pensó, no podían darse ese lujo.

Con el ceño fruncido lo siguió y descargó su maza sobre el ser.

El grito que dio Eulendileas ya no coló. Había logrado llegar muy lejos, y aunque aún no le habían visto, no sirvió de distracción. ¡Quién eres! gritó uno de los orcos. ¿Dónde estás y qué es lo que pretendes? Dijeron empezando a buscar por toda la sala.

¡Proteged la forja! Gritó el más grande de todos. ¡Proteged las puertas, que no escape! Ordenó para no dejar escapar al mediano.

Zurkor remató al orco que se le estaba acercando y después se abalanzó por la pared hasta encajar otro golpe al que iba a dar la alarma. 

¡Habían estado a punto de pifiarla! Si aquellos dos hubieran dado la alarma, rápidamente les habrían descubierto a todos y habrían puesto en peligro la misión, sus vidas, y seguramente la de aquellos a quienes habían venido a rescatar. ¡Había sido todo un milagro que hubieran logrado su objetivo! 

Ahora ya podrían avisar a los que estaban arriba y continuar avanzando hacia el lugar donde Zurkor había creído ver una entrada secreta.

Zurkor estuvo rápido con sus reflejos y en un abrir y cerrar de ojos tenían dos cuerpos sin vida en el suelo de las cocinas. Xanaphia echó un vistazo hacia la puerta que comunicaba con la gran sala, para asegurarse que no venía nadie, y de inmediato cogió a uno de los orcos por debajo de las axilas.

-¿La alacena? -preguntó al mediano -Avisa al resto mientras escondo los cuerpos.

Y se dispuso a dejar la sala libre de cualquier prueba de lo que había sucedido.

- Voy - asintió el mediano, en voz baja mientras recogía el dardo que había mal-usado durante el enfrentamiento

Mientras su compañera cumplía con su tarea autoimpuesta, Zurkor ascendió por la escalera y buscó al resto del grupo, acercándose en silencio antes de comentarles, sin levantar el tono de voz - El camino está libre, solo que no pudimos capturar a ninguno de los cocineros. Estaban muy ocupados intentando dar la alarma y debimos asegurarnos que no lo hicieran -

Tras sus palabras enfiló hacia la misma escalera, esperando que lo siguieran para definir como seguirían la búsqueda

Jed asintió en silencio, concentrado en la tarea que tenian por delante

No había servido para nada. Eulendileas tragó saliva y sintió que toda la fortaleza lo había escuchado, pero sólo había sido su imaginación y la tensión del momento.

Lo bueno que tenía es que, aunque no hubiera funcionado, sí que seguía escondido. Eso era un alivio temporal, claro, pues los caranchoas de los orcos no tardarían en descubrirle. Seguro que olisquear algo que oliese bien, es decir, lo contrario a ellos, les resultaría muy sencillo.

Tenía dos opciones. O intentar jugarsela, moverse en silencio hasta la siguiente puerta e intentar pasarla, o bien hacer alguna de las suyas. Pero, por desgracia, esta última opción no parecía la más aconsejable. Así que intentaría moverse con el mayor sigilo del mundo mientras avanzaba hacia la puerta.

Tu sangre casi de elfo te permitió descubrir que en aquellas cocinas había una puerta secreta. Después de esconder los cuerpos, te dedicaste a buscar la puerta que tendría que estar por ahí cerca.

Xanaphia había escondido los dos cuerpos en la alacena, y mientras Zurkor había subido para avisar al restso, la mujer de ascendencia élfica había descubierto una puerta secreta. El mediano observó que la cocina en la que se encontraban era prácticamente semejante a la otra sala donde había visto la puerta.

Probablemente esa puerta podría acceder al mismo sitio que la otra, ya que la fortaleza, dentro de lo que cabe, parecía cumplir cierta similitud y estructura. 

Así se evitarían acceder a la otra sala donde el grupo de orcos y el huargo estaban moviéndose. Por allí habría menos peligro. Y la alegría llegó cuando vieron que las escaleras eran precisamente de bajada. ¡Estaban en el buen camino!

Jedemiah conjuró algo de luz pues el camino estaba completamente a oscuras, así que tras descender las escaleras llegaron a una cámara octogonal de 50' de ancho con un techo abovedado de 20' de altura. Los muros están adornados con frescos que muestran a los horrendos dioses orcos creando la raza orca, dándoles forma a partir de la misma tierra.

Los murales también muestran a los orcos forjando armas, y cuatro nichos huecos contienen estatuas de tamaño real de combatientes orcos golpeando tambores, aunque de la estatua de la esquina noreste sólo quedan escombros. 

Al norte, hay un juego de puertas con runas orcas grabadas, en el arquitrabe, y al sur una estrecha escalera que desciende y también asciende, junto a la cuál hay cuatro guardias orcos completamente devorados por lo que parecía haber sido un gigantesco monstruo.

De frente, al este, otra escalera ascendente, similar a la misma por donde habéis llegado.

Y en el centro, un foso octogonal de 20' de diámetro se abre en el medio del suelo y se hunde en la oscuridad, aunque el sonido de una cascada asciende desde las profundidades. Un pozo por donde alguien podría caerse o alguien con la capacidad de andar por las paredes pudiera descender a gran velocidad y prácticamente sin llamar la atención.

Volar por el pozo sería más complicado, apenas había corrientes de aire y encima caía agua. Kell lo tendría mucho más complicado para descender por ahí sin ponerse en peligro, y sobre todo sin llamar la atención.

Gracias a tus técnicas de sigilo y a tu capacidad para pasar desapercibido lograste aprovechar el caos causado para avanzar hasta la siguiente sala. Solo te separaba de ella una triste cortina. Estabas ya tan implicado que ya solo te quedaban dos opciones, avanzar o morir. Así que, aprovechando las brumas causadas por los vapores de las forjas, tomaste el pomo de la puerta y lo abriste.

Afortunadamente el lugar estaba despejado y alcanzaste una nueva sala. Esta vez era una cueva toscamente excavada con un techo de más de tres metro. Delante hay tres pilas de metal en bruto, dos depósitos de piedra, uno lleno con armaduras y otros con armas. No te paraste a investigar lo que había en los pilares, pues si alguien corría la cortina podría descubrirte y ya no habría nada que hacer.

Así que tomaste el túnel que había excavado y te adentraste a lo desconocido.

Justo cuando saliste del túnel dos tanarukk armados con unas afiladas hachas y unos prominentes colmillos te descubrieron. Ahora ya sí que no había vuelta atrás.

Dryden observó las puertas y sus runas, dispuesto a traducir para sus compañeros. Gracias a los dioses, cuando estaba cerca de Kell su vista mejoraba porque la edad no le perdonaba al mago la inifinidad de libros que había leido alumbrado por la luz de las velas.