Partida Rol por web

El muerto fue descabezado de un solo tajo. El resto de su cuerpo quedó inmóvil en la camilla.

Hierro frío valdrá. Déjame examinar su estado, que tampoco la quiero si está mellada... Tú también puedes examinar mi espadón, lo tengo en perfecto estado.

Cuando Onfale estaba registrando los tótems de las paredes, golpeó sin querer la mesa con la pierna. El pequeño toque sirvió para que una de las esferas intactas rodasen por la mesa hasta el borde. Onfale la cogió justo a tiempo: un acierto compensa una pifia. En cuanto a las cosas de la pared, estaban todas expuestas y no era necesaria una búsqueda.

En cuanto a la bola de cristal, Aire sabía que se solían usar como "ojos" a otros lugares y a otros momentos, las mágicas se usan así literalmente y las de pega se usan para fingirlo. El uso era meramente adivinatorio. Aire también razonó que algo fue visto en la bola de cristal rota, algo tan poderoso como para darse cuenta de que estaba siendo observado, algo tan poderoso como para atacar a través de la magia adivinatoria. Ese ataque fue el que creó el boquete, cuyos cascotes recorrieron toda la enfermería hasta obstruír la puerta. Seguramente encontrarían el cadáver del adivino si quitaban los cascotes.

Thimaz se rascaba la cabeza mientras trataba de averiguar cual era la mejor forma de proseguir, algo que quizás no sea la mejor de las ideas, dado que por seguro había gente mucho más preparada en el grupo para eso de hacer planes y buscar maneras de escaparse del peligro sin tener que confrontarlo directamente. Pese a ello, trató de preguntar algo que se le vino a la mente.

-¿Podríamos usar la pala esa sobre los escombros? Quizás aparte las piedras con un leve toque, como pasó con las tumbas... -Volviendo a rascar su cabeza continuó- No sé muy bien como funciona eso, pero si alguien lo hace, por si acaso lanzan las piedras en todas direcciones, será mejor intentarlo cuando todos estemos a cubierto...

- Gulp... -

Aire tragó saliva mientras daba una vuelta al asunto de las bolas de cristal. El adivino había espiado a alguien muy poderoso y da malas pulgas para haber suscitado una reacción así. Por otro lado...

- Errrrr, si podéis ver si esas bolas son mágicas y permiten ver otros sitios o personas quizás podamos servirnos de ellas, ¿no? -

Nadie había mencionado a Bianca, la psicópata que habían dejado atrás más allá de un túnel bloqueado. Aire no sabía si no querían mencionarla delante de alguien que supuestamente había venido aquí a matarla o simplemente creían que la muy loca de ella había quedado al otro lado de los escombros. Aire no se fiaba de esto último. La mujer había demostrado tener los recursos y arrestos como para campar a sus anchas por el manicomio, y no creía que un mero derrumbe la fuera a parar los pies. Ella al menos estaría alerta.

Ante las peticiones de sus compañera Onfale no pudo más que usar su magia.  Un sencillo conjuro que le permitiría vislumbrar la Esencia mágica que se desprendía de todas las cosas. Su fino olfato haría el resto.

- Prueba a ver.-Le dijo al enano con respecto a su propuest aaunque dudaba que la pala funcionara de esa manera. ya habían visto qu eno era un objeto muy versatil.

Mientras unos se afanaban en reconocer la zona y los curiosos objetos que allí habían, y otros buscaban una posible salida, Leiath se dedicó a curar las heridas leves que el aura de Flame no había podido sanar.

Onfale usó su magia para ver las auras que les rodeaban. La espada de Aixlet era efectivamente mágica, muy leve. También lo era la gladius del Kolyarut, leve, aunque ligeramente mayor que el espadón del cazarrecompensas greñudo. En la sala de esoterismo, todos los fetiches de las paredes eran falsos, no irradiaban magia alguna. Las tres bolas de cristal intactas emitían una radiación moderada de adivinación. La cuarta bola de cristal, la que estaba rota, emitía un aura muy débil, como si toda su magia se hubiese estado evaporando por la grieta en su superficie esférica. Onfale también percibió que a la varita de curaciones de Leiath solo le quedaban dos cargas más.

Ehm...-titubeó Aixlet, aproximándose a una de las bolas de cristal intactas-. Muéstrame a la mujer que busco.

En el cristal apareció una imagen: una figura femenina de ropas oscuras que descendía por una ladera en dirección a un pueblo.

¡Ostras, funciona! Echemos un vistazo a nuestra retaguardia... Bola de cristal, muéstrame el túnel por el que llegamos aquí.

La bola se oscureció.

¡Mierda! ¡Ya se ha estropeado! ¡Vaya cagarruta de bola de cristal!

Para los más avispados que Aixlet, tenía sentido que un túnel estuviese oscuro y no se viese nada. Cuando Thimaz terminó de probar infructuosamente la pala en los cascotes (parecía que solo funcionaba con la tierra, la magia de la pala debía de estar relacionada con el conjuro de remover la tierra), se acercó a la sala de esoterismo. Los ojos de Thimaz pudieron ver que en la bola de cristal oscura había unos enmascarados retirando la tierra que taponaba el túnel cogiendo presas de tierra con sus propias manos para vaciarlas en cubos.

La adivinación era una de las cosas que más odiaba la maga pelirroja, solo por detrás de “morir quemada viva” y “morir violada por un monstruo tentacular de otra dimensión. Prufff, adivinación. Todo el mundo sabe que eso no funciona, en esta tierra solo los gitanos pueden usar esa magia. Alice, como oriunda de Barovia, conocía ese tipo de cosas además había tenido contacto con las vistani y sus creencias, de hecho, ella se encontraba en ese fregado por culpa de una gitana.

Querida, le dijo acercándose a ella, este hombre dice que su espadón es mágico, ¿tú serías capaz de ver si es cierto? 

Lo siento, pero ahora no tengo memorizado dicho hechizo. Dijo encogiéndose de hombros. Solo puede confirmarte que tiene algo de magia en su interior.  

Lo único que podía hacer la maga en ese momento era proporcionar su hechizo de “cuerda” para poder descansar un poco. Podrían esconder la cuerda entre los escombros.

Cuando Onfale confirmó las palabras de Aixlet asintió y le entregó su espadón de hierro frío para hacer el intercambio. Perfecto. Le dijo acercándose a la bola de cristal.

Flame no era una mujer muy avispada en el tema de la magia, de hecho hasta que no había conocido al Aquelarre apenas sabía de su existencia, pero sí que sabía que la adivinación era posible, a pesar de lo que Alice había opinado. Pero lo que más le sorprendió fue que una persona cualquiera fuese capaz de formular una pregunta y que esa esfera le respondiese. Por un lado pensó que Aixlet era más poderoso de lo que parecía a simple vista, y por el otro lado pensó que quizá lo que era realmente poderoso era la esfera.

En cualquier caso, si usar la bola de cristal suponía un peligro o no, eso a Flame le dio igual. Se acercó a la misma que había usado su reciente compañero y  formuló una frase: Dinos dónde se encuentra la verdaera Sunny. ¿Qué ha sido de ella? Luego miró a Aixlet y no tuvo problema en formular la siguiente pregunta delante de él, al fin y al cabo a Flame nunca le había faltado firmeza en sus decisiones: Y dinos si Aixlet es de fiar o puede traicionarnos.

Pues sí que parecían útiles las bolas esas!Leiath recogió una de las que estaban sin romper y se la guardó en su bolsa mágica.

Lo que ya le gustó mucho menos fue la cara de Thimaz al ver a través de la oscuridad del otro orbe. No era buena señal sin duda.

-Venga, no nos demoremos más, salgamos de aquí ya. La puerta o los escombros? Qué pensáis que será más rápido?

Desde luego, si dependían de su fuerza física no iban a poder salir por ninguno de los dos lados.

Mirando atentamente la bola de cristal, Thimaz tenía un rostro compungido hasta que no pudo más; no pudo contener una carcajada, algo que quizás muchos pudieran achacar a la locura de alguien propio de un psiquiátrico, pero la verdad es que tenía sentido, o al menos, eso creía el enano que no podía contener las lágrimas de sus ojos ante lo que aquella bola le mostraba.

-¡Jajaja... Jaa...! -Terminó de reír Thimaz- Al parecer nos hemos llevado la única pala que había en toda la Institución, porque hay un grupo de enmascarados sacando tierra del tunel usando las manos y metiéndola en cubos. ¡Pobres desgraciados!.

Sin lugar Thimaz no era alguien que pudiera ser "explicado" a la ligera, sus pensamientos eran impredecibles, casi tanto como sus acciones eran cobardes y egoístas en vez de heróicas y altruistas. Pese a ello, y al no comprender el sentido de la emergencia y del problema que lentamente se estaba avecinando hacia ellos, ya había dicho lo suficiente como para alertar al resto de sus compañeros con más "sentido común" acerca de la amenaza.

-No sé que hizo ese boquete, pero quizás si sigue por aquí, podamos usarlo para hacer un boquete en aquella puerta. -Dijo señalando a la puerta cerrada. 

Entre unos y otros iban a conseguir sacarle de quicio. Primero Flame, con esas preguntas tan poco apropiadas. Vale que tenía también curiosidad de saber dónde coño estaba la verdadera Sunny, sobre todo para complacer así a Leiath, pero hacer preguntas indiscretas delante del propio interesado era de muy mala educación. Onfale no sabía ni dónde mirar, aunque tampoco podía evitar estar pendiente de la respuesta, si es que llegaba, ya que él pensaba que las bolas de cristal sólo permitían ver y no iban a responder preguntas tan directas. Luego estaba Thymaz, que a pesar de que había momentos que regía bien, a veces le daba un ramalazo de locura.

Por su parte Onfale tomó una de las bolas de cristal y se la guardó. Desde luego podían serles útiles para vigilar a sus perseguidores, Los Inevitables. Luego se acercó a los escombros para verificar que el cadáver del adivino estaba pro ahí. Quizá tuviera alguna cosa de valor. Después de todo, aunque pocos poderosos, los adivinos eran magos.

- La puerta.- Respondió Onfale a Leiath sin mirar hacia atrás.

Aire bufó mientras se producía el intercambio de espadones. No le daría al greñoso asesino ni la hora, cuando menos le cambiaría un arma. Quien sabía si le había puesto un aura falsa al espadón para dar gato por liebre a algún incauto/a. Después de todo se ganaba la vida bajo subterfugios.

Por último se acercó a la última bola de cristal y le hizo una petición.

- Muéstrame al Doctor Otto Rehner. - Era hora de saber qué podían esperar de aquellos peligros que dejaban atrás.

Cuando Onfale y Leiath guardaron dos de las tres bolas de cristal intactas, se formó una pequeña cola para responder a las respuestas de Flame, Aire y Aixlet.

La primera imagen que mostró la bola estaba dividida. Una mitad mostraba a Sunny, y al resto de viajeros que había en esa habitación. La otra mitad mostraba un ánima vagando por un mundo hostil, en el que las rocas volaban por el cielo, y no había linea del horizonte, ni sol. Los más expertos del grupo identificaron ese lugar como el plano del Limbo.

Cuando Flame preguntó por la lealtad de Aixlet, la imagen dividida se difuminó hasta volver a convertirse solo en cristal.

Ja, ¿qué te parece, rubia? ¡Transparente como el cristal! Eso es que te puedes fiar de mí, ¿no? Después de todo, hemos comerciado entre nosotros.

La pregunta de Flame hizo que el cristal devolviese una imagen. Se trataba de un dormitorio que ellos no reconocían, y bajo la cama, en la oscuridad, solo Thimaz pudo reconocer a un Doctor Rehner inmóvil, con los ojos abiertos. Ni siquiera pestañeaba.

Ahora me toca a mí. Bola de cristal, muéstrame qué hay del otro lado de la puerta.

De nuevo la bola se volvió oscuridad. Thimaz pudo distinguir un pasillo lleno de puertas metálicas como el de la celda, que al final llegaba a un cruce que permitía seguir a izquierda o derecha.

Mientras, Onfale usó sus delgados bracitos para quitar uno de los cascotes de la puerta. Asomaba de entre los bultos una mano momificada por haber pasado todos esos años sepultados. Onfale reconoció la manga blanca, amarilleada por el paso del tiempo: era una bata de doctor, como la que vestía el Doctor Heinfronth. Onfale recordó dos nombres en las lápidas del cementerio: Doctor White y Doctor Black. También recordó que cuando abrieron la tumba del Doctor White y vieron un ataúd, tiraron una lápida encima sin llegar a comprobar si ese ataúd estaba vacío o no.

Venga, dejaros ya de bolas y adivinaciones!- dijo algo angustiada al ver como perdían su preciada ventaja- Echad la puerta abajo y, por lo que más quieras Onfale, no desentierres a ese que seguro que se levanta.

Leiath, después de haberse asegurado que tenía de nuevo guardada la pala mágica en su bolsa, se dispuso detrás de Thimaz para azuzarle un poco. Sus ojos iban del maese enano a la puerta cerrada. Esperaba que entendiese la 'directa', sino le iba a tener que dar un empujón.

No le hizo falta más. No quería más no muertos, ni golems de carne, ni nada parecido. El caso es que la información de las bolas de cristal era bastante útil. Les decía que la verdadera Sunny, al menos su alma, ya no se encontraba en su mundo, sino el en plano del Limbo.

- Pobre niña.- Expresó su pena aunque su tono de voz no mostraba ni un ápice de sentimentalismo. Era como si lo dijera por congraciarse con Leiath, pero no se saliera con verdaderas ganas. Por el contrario lo que decía Thimaz que veía al preguntar por Rehner le hizo dibujar una sonrisa de placer.

¡Ojalá haya sufrido!- El caso es que también estaba de acuerdo con Leiath en que había que moverse así que se puso a ayudar con todas sus fuerzas para derribar la puerta metálica y poder proseguir.

Jajaja... No te preocupes, canijo-dijo a Onfale-yo me ocupo de tirar la puerta abajo.

Aixlet cogió carrerilla y estampó el hombro contra la puerta metálica, una y otra vez. Soltó un bufido de insatisfacción cuando comprobó que la puerta resistía a sus envites. Y no tardaron en llegar los espíritus de los locos.

Dos de ellos cruzaron la pared y aparecieron en la enfermería. Otros dos entraron en la celda treinta y cuatro.

Tranquilos, yo me ocupo. ¡IGH! ¡FUH! ¡ARRGH!

Aixlet agitó el espadón en la celda, pero su espadón (ahora no-mágico tras el trueque) atravesaba las figuras etéreas sin dañarlas.

Pese a la extrema repulsión que sentía la bruja por aquellas almas malditas, se alegró de encontrar enemigos hechos a su medida.

Yo me ocupo- afirmó confiando en que Hala estaría tan contenta como ella de mandar a los espíritus a freír sapos cuanto antes-. Encargaos vosotros de la puerta.

Sacó el símbolo sagrado que mantenía bien calentito entre sus pechos y lo mostró ante los recién llegados.

- Sentid el poder de Hala y regresad al lugar que os pertenece!

Thimaz no se encontraba satisfecho con lo que había visto. Y para aumentar aún sus bajas expectativas de tener una alegría en aquel terrible lugar, ahora habían llegado seres intangibles, que sin lugar a dudas, no podrían ser dañados por el hacha del enano, a fin de cuentas, no fueron dañados por una pared.

-Bueno, de eso ya os encargáis vosotros... -Posando sus manos sobre la bola de cristal más cercana dijo- Muestrame a Néstor Lármika.

A fin de cuentas no iba a ser el único que se quedara sin usar ese cacharro, la presencia de fantasmas no le impediría usar ese juguetito.

- Ehm...Thimaz, no es momento ahora de...ains...- No quería enfurecer a un enano. Menos a uno tan charlatán como Thimaz. Le dejó hacer.- Cuando acabes, ¿te importaría ayudarnos con la puerta?- El perfumista ya tenía el estoque mágico en mano dada la inutilidad de su nuevo compañero. Sin embargo allí estaba Leiath y, tratándose de espíritus, no tenían nada que temer. ¿Oh sí?

-Shhhh... -mandó callar al perfumista- Estoy tratando de pillar señal con este cacharro. ¡Todos tuvisteis oportunidad de ver cosas menos yo!.

Sin lugar a dudas pelearse por toquetear una bola, no toquetear una bola, dar cabezazos a una puerta como no darlos, no era la mejor de las opciones, pese a ello, el aguerrido -pero aún más cabezota- enano, siguió tratando de ver algo de interés en esa bola.

-Por cierto, El Doctor está muerto o paralizado en el suelo de una habitación oscura... y en el otro lado de las puertas vi un pasillo con más celdas y un cruce de pasillos que a saber donde irán...