Partida Rol por web

Por su parte y viendo que los enemigos comenzaban a aparecer del suelo, el valeroso enano decidió de forma astuta y sagaz, correr por el terreno repleto de ceniza y polvo hasta llegar a aquella escalera donde al parecer, la gente se estaba encontrando y amontonando. A fin de cuentas, no iba a quedarse atrás.

-¿Pero puedo golpear a estos bichos, sí o no?. -Volvió a inquerir el enano a sus compañeros de viaje una vez que se puso en las escaleras, echando un vistazo rápido por su aparecían más de esas criaturas misteriosas y esperando otorgar el tiempo suficiente a los de ahí arriba, para abrir aquella puerta de una buena vez.

Viendo que estaban molestando a Onfale con su trabajo al apiñarse todos en la escalera, intentó darle fuerzas apoyándole la mano en el hombro y trasmitiéndole energía positiva.

- Venga, sé que tú puedes...

Aire lanzó un hechizo, y la puerta de madera empezó a vibrar hasta que los goznes saltaron. La puerta cayó a una nueva habitación levantando algo de polvo. Los más rezagados (Sunny y el Doctor Heinfronth) alcanzaron los escalones justo cuando se formó la última tanda de motes de polvo. La bola de fuego de Alice cubrió la retirada.

Desde lo alto de las escaleras vieron que ningun otro muerto viviente surgía de la ceniza. Los espectros asustados seguían en el lateral de la sala, con sus rostros fantasmales llenos de quemaduras como si la bola de fuego les hubiese alcanzado en parte. Bastaría alejarse de la puerta del sótano para que la presencia de los fugados no atrajese a los malos espíritus.

En cuanto a la nueva habitación, disponía de una ventana al exterior, por la que se veían los últimos rayos del sol sobre un horizonte de árboles. Tenían vistas al patio del viejo Sunny Tear Sanitarium I. Los muros de piedra llegaban hasta los quince pies de alto, coronados por otros cinco pies de picas de hierro forjado, y la roca vestía de musgo y enredaderas. Desde esa ventana también tenían vista de un huerto mal cuidado, en el que las plantas estaban marchitas y mostraban una salud peor que la de las vigorosas enredaderas que trepaban por el muro del patio.

La habitación fue en su época una cocina. Tenía los fogones de una cocina de hierro, una mesa, cuchillos, alacenas... y sacos y cajones repletas de comida mohosa. También tenía dos puertas cerradas de madera, que por las formas se distinguía cual llevaba al patio y cual a otras habitaciones del Sanitarium. En la pared alguien había escrito hace mucho tiempo una advertencia con letras de sangre reseca: "EL SANITARIUM NO OS DEJARÁ MARCHAR".

Onfale de nuevo se "abalanzó" hacia la puerta, dentro del cuidado que ponía en todo el perfumista. Ya podía ver el sol y eso le espoleaba, aunque fuera la débil luz del ocaso.

- ¡Está cerrada con llave!- Se quejó por su mala suerte y justo en ese momento vio la pintada en la pared.- Oh...- ¡Qué agradable bienvenida! Se apartó para que los fortachones trataran de derribarla o Aire la hiciera explotar en añicos, lo que fuera.

Después de ver como Aire había hecho volar la puerta en pedazos, esperó a que volviera a hacerlo con la puerta que les separaba del mundo exterior.

Mientras se quedo a la espera, atenta a cualquier otra cosa que surgiera de ese endemoniado lugar.

Onfale no encontró trampa alguna, no sabía si porque estaban muy bien escondidas o porque la cocina era una zona segura. Aire pasó de todo, se dedicó a mecer en el colo a su osito Aristóteles y hablarle con palabras dulces. Leiath tuvo que indicarle que derribara la puerta del servicio que daba al patio. Solo así Aire reaccionó.

¡PUFFF!

La puerta cayó hacia afuera, formando una rampa al asentarse sobre los escalones. Por el umbral de la puerta se veía una bruma densa, que no permitía distinguir el patio. Por la ventana de barrotes, por contra, no se veía niebla alguna.

Esto me da mala espina...-dijo el Doctor Obviedades.

Onfale salió del escondrijo en el que se había parapetado al ver que Aire hacía salir de los goznes la puerta, por si estallaba, y se acercó ala pared, junto al quicio, para escrutar la niebla que no les dejaba ver más allá. El comentario de Heinfronth le hizo dudar. Sacó una moneda de cobre del bolsillo y  asomando la cabeza por el quicio de la puerta la lanzó a través de la bruma.

Aire bajó unas manos algo temblorosas cuando acabó de sacar del quicio la puerta. Había abusado de su poder como nunca, y a pesar de que sus reservas aún daban para más se sentía como quien había fumado bastante hierba de la risa durante un tiempo corto: eufórica y algo febril.

Frunció el ceño alternando su mirada de la niebla de la puerta al aparente día despejado que mostraba la ventana. Estaba claro que algo no iba según el modo natural de las cosas.

- No lo sé Onfale, parece falso... -

Aunque lo suyo era haber mandado al 'equipo de demoliciones' de cabeza a explorar la niebla, en especial al nuevo, Aixlet, la bruja tenía demasiado buen corazón para ponerlo en práctica así que lo hizo ella misma. Se ató una cuerda a la cintura y le ofreció el otro extremo a Onfale.

- Si ves que me pasa algo malo, tira de ella y sácame de ahí. Rezaré a Hala para que no sea demasiado tarde.

Dicho esto, primero asomó la mano, a lo que seguiría el resto del cuerpo de no sentir nada en especial bajo su contacto.

La pieza de cobre no hizo sonido alguno cuando la parábola atravesó la niebla. Eso, en sí mismo, no significaba absolutamente nada. La moneda podía haber pasado a otro semiplano del terror, o simplemente haber caído sin hacer ruido sobre la tierra húmeda del patio. Recordaban que cuando viajaron en carro desde Krezk (Barovia) en dirección a Sturben (Borca), el viaje les iba a llevar varios días. Incluso encontraron la Aldea de la Locura entre medias. Era probable que cincuenta pies de cuerda no fueran suficientes para llegar al otro lado, si es que eran Brumas colindantes entre dos semiplanos.

Esperad, yo también ayudo.

El Doctor Heinfronth dejó a Sunny sobre la mesa. Avanzó hasta Onfale, para también coger el extremo de la cuerda. Aixlet también lo hizo, con lo que tenían la fuerza de tres hombres (la de Aixlet, que valía por dos, más las de Onfale y Daclaud, que valían por dos mitades).

Leiath hizo una comprobación básica: caminó sobre la puerta derribada o flotó hasta avanzar diez pies en la bruma, y jugó con la puntera de su bota removiendo algo que podía ser tierra del patio, arena de una playa lejana o ceniza de motas de sepulcro como en el sótano. Ni siquiera veía sus propios pies con tanta niebla, mucho menos lo que había bajo sus suelas.

Los demás habían perdido completamente de vista a la sacerdotisa. La cuerda que sostenían, floja para dejar a Leiath avanzar, se fundía con las Brumas un poco más allá.

Thimaz se encontraba junto al grupo, bastante confuso por la repentina (aunque pareciera que siempre estuviera ahí), densa y para nada conveniente niebla. Al parecer todo lo que les podía salir mal, salió mal. Un buen puñado de monstruos gigantes los perseguían, sin contar con los fantasmas intangibles, y ya de paso que su hacha tan solo fuera de utilidad en contadas ocasiones.

-¿Alguna novedad?. -Preguntó al grupo en cuanto a la situación de Leiath.

Sabía que por mucho que mirase a la niebla no iba ser capaz de atravesar aquella bruma, por lo que, buscando una silla en aquella estancia, se sentó y miró hacia por donde habían llegado, quizás pudiera ser de mayor utilidad si pudiera advertir al grupo de un ataque por la retaguardia.

- No, ninguna. Está loca.- Es lo que le contestó Onfale a Thimaz cuando vio que esta se metía de lleno en las brumas. Cogió con la mano la tensa cuerda y la usó de guía para internarse tras Leiath en la bruma.- ¿Leiath? Si son las brumas que tan bien conocemos puede que las haya mandado Becky para sacarnos de aquí.- Al fin y al cabo la tonta de Becky, la rubia Becky, era, ni más ni menos, la diosa Vecna, la Creadora de esas Brumas, capaz de manipularlas a su antojo, como ya les había pasado. Eran su dominio.- ¿Becky? ¿Estás ahí?¿Perezoso?- Trató de concentrarse en la presencia de su familiar, la que le había dado esperanzas mientras era preso en aquel manicomio de mierda.

Leiath no se había adentrado mucho. Su intención había sido la de comprobar que no se trataba de una nube tóxica o ácida, y de momento podía respirar con normalidad.

Se sorprendió al escuchar que el perfumista le había seguido. Si hubiese sido una miasma y el que tenía la cuerda que podía rescatarla se metía de lleno también, poco podrían haber hecho.

En fin, como siempre, Hala cuidaba de su sirvienta y seguía viva de momento.

- Onfale, dí a los otros que cojan también la cuerda para no separarnos y sigamos adelante.

Ella no era la más indicada para ir encabezando una expedición, pero los más fuertes del grupo parecían algo idos, asi que tendría que confiar de nuevo en su diosa para no acabar de lleno en las fauces de alguna bestia.

Fue despacio y con mucho cuidado donde pisaba, hacia donde creía haber visto el muro que rodeaba el edificio. Podría subirse con sus botas de levitar y atar la cuerda a una de las picas metálicas para que el resto treparan por ella.

Alice congio la cuerda, pero era obvio, que en caso de necesitar la fuerza bruta la maga pelirroja iba a ser más un estorbo que una ayuda. Ten cuidado. Con un ojo la maga seguía los pasos de la bruja y con otro vigilaba la retaguardia.

"Dejad que la sacerdotisa toma las decisiones", dijeron. "¿Qué es lo peor que podría pasar?", dijeron. El grupo avanzó en fila india por el huerto del patio, mientras recordaban el mensaje escrito en la pared de la cocina: "EL SANITARIUM NO OS DEJARÁ MARCHAR". De la Bruma surgió una cabeza verde llena de dientes, que irrumpió en mitad de la hilera cerrando sus mandíbulas sobre Flame.

Cuando la enorme planta levantó su capullo (con Flame en su interior), Leiath y Onfale notaron un tirón hacia atrás y hacia arriba. Alice y todos los de la retaguardia de la cuerda notaron un tirón hacia adelante y hacia arriba. La mano de Flame soltó la cuerda y la tensión se aflojó, y de un movimiento de tallo, la planta carnívora desapareció en las Brumas llevándose a su presa consigo.

Flame reconoció a su agresor. Era una trampaverde, una planta carnívora enorme, inmune al ácido. Traga a sus víctimas, y las digiere en el estómago, pero con un arma pequeña afilada o cortante se puede abrir paso hasta el exterior desde dentro de la criatura. No era fácil, Flame solo contaba con el virote de la ballesta para esa tarea, y no era un arma propiamente dicha.

Flame también sabía que la trampaverde tenía tres cualidades más: se puede mover muy lentamente; puede crear una bruma ácida especial (que a las Brumas del patio les añadiría más complicaciones a sus compañeros de los que ya tienen); y tiene la capacidad de "ver" a cada criatura que esté en contacto con la vegetación a su alrededor. Seguramente fue así cómo localizó a Flame en las Brumas: notó que la suelas de las botas pisaron la hierba del suelo, y supo localizar a los miembros de la fila por ese extraño sentido.

Flame tenía que intentar liberarse para dar esa información a sus compañeros. La sacerdotisa de Hala podría ponerse a salvo si utilizaba sus botas para levitar.

- ¡Se la ha tragado!¡Vamos!- Apremió Onfale a Leiath al notar el enorme tirón hacia atrás y arriba y , a su vez, tiró de la cuerda para que Leiath lo siguiera.- ¡Quédate detrás mío!- Esperaba que los demás aparecieran justo por el otro extremo de la cuerda para ayudarle contra aquella enorme planta carnívora. No era un experto pero gracias a la alquimia tenía algunos conocimientos de la fauna que poblaba el mundo. Siguiendo la dirección del tirón se desplazó entre las densas brumas con el estoque ya en la mano. Si la planta había engullido a Flame no quería lanzar un ataque devastador, tampoco es que pudiera, por si acaso dañaba a su compañera. El primer ataque que haría sería preciso con su estoque, como si usara un bisturí de cirujano. No tenía tiempo ni de protegerse a sí mismo. Deseaba que en la boca llena de la carnívora no entraran insignificantes moscas como era él.

- ¡Aquí, aquí está!- Indicó la posición a sus amigos por si alguno llegaba para apoyarlo en el cuerpo a cuerpo. Entonces, lanzó una estocada con la mala baba de un jardinero en plena poda.

Meterse en la bruma no era una idea de las más acertadas que tuvieron, sin lugar a dudas el mayor enemigo es el que apenas se puede ver. Por suerte, la mala suerte no había recaído en el bravo enano, sino que había caído cual planta enorme sobre uno de los miembros más útiles del grupo. Quizás no fuera una gran suerte al fin y al cabo... aunque sí para el culo del enano.

-¡A ESO SÍ QUE PUEDO CORTAR!- Con ese aullido de júbilo, el enano desenvainó su hacha y se dirigió con una amplia sonrisa para luchar contra aquella bestia de cerca. A fin de cuentas, ya había acabado con unas inofensivas raíces que estaban yendo a su rollo; acabar con una planta más lo llevaría a ser "Thimaz, el Terror de las Hortalizas". Quizás las canciones no sean tan heróicas como si hubiera acabado con un Dragón, pero no hay que menospreciar los logros proferidos por esta valiente criatura. Con eso en mente, el enano decidió cumplir con lo que las canciones en su cabeza contaban.

Se la ha tragado? A quién, el qué, cómo?

Siguió de vuelta a Onfale, y por lo poco que pudo ver, a alguien le iba a dar un fuerte dolor de barriga en breve. Se había tragado ni más ni menos a la más indigesta del grupo.

Confiaba en que Flame era más que capaz de salir de ahí por sus propios medios, pero una ayudita seguro que no le vendría mal.

Sacó su varita de proyectiles mágicos y la descargó sobre la planta mutante.

A esas alturas ya parecía claro que las brumas eran, como decía Onfale, obra de Vecna. Si sobrevivían a ello a saber donde esa rubia caprichosa los enviaría ahora. Se estaba hartando de depender de la aletoriedad de esa confusa magia, tendrían que acabar con la fuente un día de estos.

Si al menos encontrasen un sitio donde descansar y planear cómo liberar a Ravenloft de aquello... No iba a ser tan fácil, claro.

¡Que nadie se suelte de la cuerda! Si alguien se pierde en las brumas puede que no lo volvamos a encontrar. La maga recordaba los malos momentos que había pasado en esas malditas bruma. En ellas había encontrado a Flama y con ella se había incorporado al aquelarre, pero de eso hacía mucho tiempo.

Con cuidado comenzó a atarse a la cuerda para poder tener las manos libres y poder lanzar algún hechizo. ¿Pero qué hechizo? La maga se había quedado casi sin hechizos ofensivos, necesitaba descansar. Aunque podía hacer una cosa por rescatar a Flame y traerla de vuelta a “la cordada”. Empezó a preparar los componentes del hechizo por si se daba la ocasión.