Partida Rol por web

Onfale se fijó inmediatamente en la puerta de madera que destacaba sobre las otras. Las metálicas eran celdas por lo que imaginaba que esa sería la que podría abrirles camino hacia la salida. Mientras Leiath preguntaba a la bola de cristal él se puso manos a la obra. Guardó el estoque y hizo uso de sus preciadas ganzúas, las mismas con las que había liberado al desagradecido Aixlet.

- ¡Cubridme!- Introdujo las ganzúas  y comenzó a manipular el mecanismo.

La maga solo podía seguir corriendo frenéticamente detrás de sus compañeros a la espera de encontrar una salida. Los conjuros que tenia o bien no servían en esa situación, o bien podían reducir a cenizas el edificio con ellos dentro.

Aire resopla mientr4as observa los alrededores, fijándose si el cuerpo de la niña responde a la mágica curación que transmite Flame. Luego urge a los que está cerca de ella mientras empuña el gladius mágico. No sabe usarlo muy bien, pero al menos podrá usarlo para un conjuro que conoce de ser el caso y le conforta tener un arma mágica con la que golpear de ser el caso.

- Dr. Heinfronth, lleve a la niña en brazos, Flame y yo abriremos camino. Vamos Flame a ver si tu aura recupera a la chica, no nos separemos. -

Trata de avanzar hacia el resto lanzando una andanada de proyectiles mágicos si se acerca algún fantasmón con intenciones hostiles.

 Quita del medio, flaco...

Aixlet golpeó la puerta de madera con el hombro, pero lo único que logró es dificultar el trabajo de Onfale al hacer retumbar la cerradura. El grupo se reunió en la encrucijada, y la bola de cristal mostró el camino: la imagen de la puerta de madera. Era una buena pista, que les ahorraba explorar el pasillo de la derecha.

Los espíritus que venían por la derecha tocaron a Leiath, robándole parte de su vida...

La bruja no se había dado cuenta que tenía a los espíritus tan cerca, ni que había olvidado ponerse tras de los guerreros como solía hacer para protegerse. En fin, la mala suerte siempre estaba al acecho.

Dejó la bola a Thimaz.

- Por favor, si no te muestra el camino, sigue preguntándole tú.

Tras ese simple gesto, se volvió a los espíritus e intentó expulsarlos.

-¡Joder!¡Ya me quedaba poco!- Mintió.- Por tu culpa ahora tendré que volver a empezar. ¿No te liberaste tú solo de los grilletes con un hueso de rata? Ayúdame con esto, hombre, no debería ser difícil para alguien con semejante talento.- Ahora el sarcasmo era notable. 

La pregunta de Leiath llamó su atención, más aún al vislumbrar que la salida era esa puerta de madera. Ahora se pondría a ello con más ganas, si cabe.- ¡Oooooommmmmmmmh!- El mantra ayudaba a Onfale a abstraerse del escandaloso exterior y a abrir los chakras que requería para manipular la cerradura, para vislumbrar su mecanismo. Lo necesitaba pues ver que Leiath estaba siendo presa de los ataques de los espectros le puso muy nervioso, tanto que una gota de sudor le cayó por la sien, algo raro en el perfumista.

¡Click!

- ¡Ya está! Vamos pasa tú delante, machote.- Le dijo a Aixlet mientras miraba si Leiath necesitaba de su ayuda.- ¡Rápido, moved ese culo Aquelarre!

Aire se preparo para lanzar más descargas mágicas, pero viendo que el número de muertos superaba su capacidad ofensiva de largo se decidió por otro curso de acción. Musitó unas palabras con un tono cascado y ominoso y un aura azulada, definitivamente de tintes necrománticos rodeó su mano.

Se trataba de un conjuro que robaba la fuerza vital a los vivos, pero tenía una doble cara, y es que podía espantar a los muertos. Avanzó con su mano preparada por si algún espectro les hostigaba.

Con la bola entre las manos y sin saber exactamente qué hacer, decidió acercarse y seguir al Dr. y a Sunny, a fin de cuentas, eran los miembros que parecían -y estaban- más débiles a causa de toda esta situación, y por desgracia para el equipo, Thimaz no era alguien idóneo para luchar contra cosas intangibles.

-Muéstrame... el camino a la salida más cercana del edificio en el que estamos, que de al exterior del complejo y no nos lleve al edificio de donde acabamos de venir.

Obedeciendo a Leiath, aún un poco confuso por la macabra situación en la que se encontraban, el enano volvió a preguntar, quizás hubiera algo de interés. Pero algo golpeó a Thimaz, una idea demasiado suculenta como para dejarlo pasar por alto.

-Y la localización del tesoro del Dr. Renher...

Aixlet se encogió de hombros.

¿Tienes veinte minutos para abrir una puerta con un hueso de rata? Yo no. No con esos fantasmas aquí.

La puerta se abrió de par en par. La bola de cristal mostró a Thimaz el camino: la misma imagen que se veía por el umbral recién abierto. Se trataba de una habitación grande, con unas escaleras hasta la planta superior en su punto más alejado. Dos fantasmas expulsados por Leiath segundos atrás, temblaban asustados a la derecha de la habitación. A la izquierda, los cascotes que separaban esa habitación de, seguramente, la enfermería.

Lo más llamativo de esa gran cámara vacía era la capa de hollín que cubría el suelo. Aixlet entró dejando sus pisadas en la ceniza. Inmediatamente, parte de la ceniza se agolpó hasta formar una pequeña criaturita. El Aquelarre se había enfrentado a ellas en el Abismo, cuando el barco volador estrellado fue atacado por hordas y hordas de muertos vivientes de todo tipo, incluída una hidra zombi: era una mota de sepulcro.

Los fantasmas que asolaban a Leiath también huyeron. No aparecieron más espíritus, todos se habían arrugado ante la presencia de Hala, pero tarde o temprano les volvería el coraje, y regresarían para vengarse.

Mientras la bola de cristal desvanecía su imagen para responder a la segunda pregunta de Thimaz, a Onfale se le pasó por la mente una difícil decisión: seguir a Aixlet y subir las escaleras a su lado, o cerrar la puerta y encerrar a ese bocazas con la mota sangrienta.

-¡Vamos, rápido!- Siguió apremiando a los demás. No era un experto en religión, pero sabía que esos espíritus no estaban derrotados para siempre.- Por las escaleras.- Puesto que era uno de los primeros fue a hacer frente a la criatura que era, pro ahora, el único impedimento para continuar. No podía permitir que volvieran a atacar a Leiath.

No quería decirlo pero realmente se encontraba muy debilitada. Sus fuerzas mágicas también habían mermado considerablemente, lo que dejaba al aquelarre sin hechizos de sanación.

La bruja recogió la bola mágica de manos de Thimaz, para que el enano guerrero pudiese liarse a hachazos con el monstruo y se dejara de entretener con visiones de tesoros y cosas por el estilo.

Se apoyó contra la pared algo mareada, a cierta distancia para dejar a los valientes guerreros hacer de las suyas mientras iluminaba con su antorcha la habitación.

Thimaz no sabía muy bien qué hacer y menos aún cuando le quitaron la bola de sus manos mientras estaba deleitándose imaginándose lo que haría con un tesoro de un doctor de un psiquiátrico; un sueño demasiado preciso; por lo que decidió hacer lo que era lo más conveniente para todos, o al menos para el, desenvainar su hacha de guerra y prepararse para lo que sea que le deparase el futuro, mientras caminaba hacia donde el resto de los fugitivos se encontraban hasta encontrarse con aquella criatura desconocida para el, "La Mota".

-¿A esa cosa puedo golpearla? -Preguntó inocentemente a los que allí se encontraban.

Aire avanza con el grupo más rezagado, pendiente de que el blandengue del Doctor cargue a la niña mientras mantiene presta su mano envuelta en un halo azul, lista para repeler a cualquier muerto viviente o vivo inconsciente que se acerque al grupo con intenciones hostiles.

Leiath pudo ver en la bola de cristal las mochilas de los presentes en las que habían guardado el tesoro de Rehner, aquel encontrado en el desván, tras la puerta de las cabezas de unicornio y león. Una de las mochilas era la que llevaba Bianca, con lo que era de suponer que se había guardado una parte para sí mientras los demás no miraban.

La llegada de Onfale, Flame, Thimaz y Aire a la habitación hizo que de la capa de ceniza se formasen otros tres monigotes idénticos al primero.

¡Reaccionan a nuestras pisadas!-conjeturó-¡Nuestras huellas remueven la ceniza y los despierta!

Aixlet avanzó, alejó a una de las motas zarandeando el espadón, y siguió su camino escaleras arriba hasta llegar a la puerta. La mota herida por Onfale y la que estaba ante Flame respondieron mordiendo canillas. La que atacó a Thimaz sorbeteó un poco la espinilla de la armadura enana. La cuarta mota del sepulcro jugó al rato y al ratón con Aire, esquivando el fulgor azulado de su mano en vez de morder.

Por último, Onfale recordó la batalla en el abismo que las motas eran muy rápidas. Además, el eunuco sabía que este tipo de muertos vivientes transmitían una enfermedad llamada abotargamiento cadavérico, así que era mejor no entretenerse demasiado.

-¡Leiath, levita!- Así al menos ella evitaría levantar más polvo y ser atacada pro una de aquellas molestas criaturas.- Si os muerden os drenarán las fuerzas.- Explicó a los demás sus conocimientos sobre aquellas veloces criaturas. Pero aunque el conocimiento no ocupaba lugar tampoco evitaba ser presa de los ataques. Sintió la fría dentellada en sus propias carnes.

- ¡Aaaarggg!- Se recompuso como pudo. Afortunadamente el estoque era un arma grácil y ligera que podía ser usada hasta por un niño. Falló el ataque pero usó esa amenaza del filo de su arma para alejarse de la mota e ir tras el desaliñado compañero.

Pese a que la idea de levitar parecía lo más lógico, se acordó de lo lenta  que iba cuando se enfrentaron a los gólems de carne y de que casi se queda sin llegar a la puerta. Por eso decidió esta vez salir corriendo hacia las escaleras a la máxima velocidad que le permitían sus piernas. Quizás le diese tiempo a llegar antes de que se hubiesen creado más motas.

Una vez en la escalera, se aseguraría de usar su útimo poder de expulsión , para intentar que no les siguiesen.

Las cuatro motas se deshicieron de nuevo en ceniza cuando Leiath les expulsó, mientras la humana flotaba con sus botas en todo lo alto de la habitación. Los últimos en llegar fueron Alice, el Doctor Heinfronth y, en sus brazos, la pequeña Sunny. De nuevo se alzó una nueva mota de sepulcro, a la que Aire no le costó espantar con sus llamas lívidas. El pequeño monstruo salió corriendo entre las piernas del Doctor Heinfronth, y siguió corriendo por los pasillos de las celdas de los pacientes.

Aixlet hizo un intento poco exitoso para derribar la puerta por la fuerza. Al llegar Onfale hasta él, Aixlet se apartó a un lado en el descansillo, para que el eunuco pudiese abrir la puerta con sus ganzúas. Mientras, veinte escalones más abajo, la capa de ceniza del suelo empezó a borbotear como el agua en ebullición de un caldero. Más motas de sepulcro iban a llegar, tenían que salir de allí cuanto antes. Flame escaló por el lateral de las escaleras y se preparó para escupir su ácido a la primera criatura que asomase.

Afortunadamente el perfumista guardó en su boca su afilada lengua y se abstuvo de comentar el patético intento de Aixlet de tirar la puerta abajo. En cuanto llegó se puso manos a la obra con la cerradura, pero ésta se le resistía, sacándole de sus casillas.

- ¡Me cago en tod...-¿Qué demonios le estaba pasando? Abría cerraduras con tanta facilidad como un cuchillo cortaba la mantequilla,con la misma facilidad con la que su Creador abría de piernas a sus concubinas. Desde que había recuperado la libertad no había manera. Se mortificaba por ello aunque trataba de justificarlo por las prisas que lo presionaban a actuar sin el cuidado y la pulcritud con el que a él le gustaba actuar.

- El golpe que le has dado ha debido atascar el mecanismo.- Echó la mierda sobre su liberado.

La maga pelirroja vio su momento de gloria. Una habitación llena de enemigos, en realidad un pasillo. Con un poco de algebra y física cuántica podría lanzar una bola de fuego sin alcanzar a ninguno de sus amigos. De modo que empezó a buscar en su bolsa de componentes los ingredientes necesarios para el conjuro.