Partida Rol por web

La bruja estaba algo cansada pero satisfecha. En realidad que Hala parecía estar con ellos en cada momento. Si tan solo saliese el sol de una maldita vez...

Estaba afanándose con el codo y la muñeca de Thimaz cuando Onfale saltó como un gato al ver un pepino.

- Qué has visto? Qué pasa?

Antes de que el perfumista pudiese hacer algo de lo que luego se arrepintiese, Leiath vio al ratoncito que mantenía prisionero una enorme y fea araña. Desde que se había plantado a guiar ratones por el laberinto de cristal y la joven había hecho la promesa de liberarlos, había nacido en ella un amor incondicional por esos pobres roedores (tenía tanto amor que dar que le sobraba hasta para unas ratas de laboratorio), así que, cuando vio a su amigo sacar el frasco de ácido, le rogó que tuviese cuidado.

- No le des al ratoncitooooo! Alice, no habías encontrado tú una almádena? Es que nadie puede esgrimirla para acabar con esa araña tan grande?

Como no sabía muy bien qué hacer para ayudar, mantuvo el candelabro encendido a lo alto para iluminar bien la zona. Y quién sabe, quizás no le gustase la luz a aquella alimaña.

Thimaz seguía peleando contra aquella escalera de apenas 10' de alto, pese a su pierna recuperada no era suficiente como para poder agarrarla o para el poder moverse con suficiente habilidad para escurrirse entre los escalones. Pese a ello, no dejó de intentar aquel preciso movimiento de cuello y pierna hasta que la peor de las situaciones tuvieron lugar. La escalera cayó al suelo.

De rodillas e intentando mover la silla con la cabeza se encontraba el enano intentando poner aquella escalera de canto. Una ardua tarea aún más compleja que la anterior ocasión.

La maga blandió en el aire la almádena pero el peso del objeto casi la hace caer en el suelo. La maga estaba versada en conjuro no en usar objetos como ese. Si alguien está más versado en el uso de este objeto del demonio que me avise y se lo doy. Dijo entre resoplidos mientras trataba de levantar la almádena del suelo para descargar otro golpe.

Aire felicitó a los ratones por su gran labor. Aplaudió, pero sólo juntando los índices. Ella sabía que una palmada de las suyas podía asustar a los ratones que tan buen trabajo habían hecho

¡Muy bien, Sócrates! Eso se llama trabajar en equipo, has llamado a Guerrera para que ella te ayudara con esa cosa que has sacado, ¡muy bien hecho! dijo, queriendo acariciar a los ratones pero sin atreverse ¿Has visto, Fifi? ¡Estos ratones son geniales!

De pronto, la muchacha se quedó en silencio, como si los ratones le estuvieran hablando. Y se giró con brusquedad y salió corriendo hasta donde estaban sus compañeros, frente a frente con la araña

¡A Gus Gus no le toques, asquerosa! gritó, como cántico de guerra, y se lanzó con la madera contra el monstruo como si no le importasen las consecuencias

Aire y Alice se mostraron bastante torpes con el leño y la almádena respectivamente. La araña mordió a Aire, inyectándole su veneno, mientras la luz del candelabro de Leiath hacía brillar sus siete ojos, sin asustarla lo más mínimo. Al mordisco había que sumarle los moratones y partes doloridas que le había propiciado el guardia enmascarado en la planta superior de las duchas, con lo que a estas alturas Aire ya estaba moderadamente herida.

Una criatura que en condiciones normales no supondría ninguna amenaza a un grupo aventajado de aventureros, en aquella situación precaria se convertía en toda una Tarasca.

Demasiado tarde. Aire había visto al ratoncillo indefenso y a punto de morir y se había precipitado al combate con su leño de madera. Y lo peor no era eso. La Maga Roja, aquella con la que rivalizaba y que había intentado matarlo en varias ocasiones, también se lanzaba contrala araña-

¿Ahora se cree una guerrera?- Pensó el eunuco, concluyendo que posiblemente estuviese mal de la cabeza por culpa de Rehner. Armándose de paciencia, y sabiéndose bajo los efectos del contraveneno, Onfale se acercó a la maga.

- ¡Trae eso aquí!- Le dijo con tan pocos modales como paciencia.

Mientras otros estaban jugando con una araña, Thimaz seguía valientemente peleando contra una infame escalera de mano de 10' de altura, lo que equivaldría a 3,048 metros; mucho mayor de lo que aquella araña medía, y lo que era más heroico y valiente, lo hacía él solo, sin ninguna ayuda. Arrastrándose por el suelo para tener una mejor posición, intentando agarrarla con la cabeza, golpeando levemente con la mascara... hacía de todo con el objetivo de tener bajo su merced aquella poderosa escalera de mano. Pese a todo, la lucha continuaba y aún no había un claro vencedor. Aunque todo hay que decirlo, Thimaz se veía fabuloso.

Algo llamó la atención de la bruja detrás suyo; era el enano que se había puesto a hacer ejercicios con una escalera de mano en cuanto le había dejado solo. Qué fortaleza de espíritu la suya! Se le veía que estaba haciendo todo lo posible para su pronta recuperación.

Ver como el guerrero lisiado se ejercitaba de tal manera con la escalera le dio una idea a Leiath.

- Alice, Aire, ayudadme con esa escalera y aplastemos a la araña antes que se coma al ratoncito!

Deseo haber podido darle una mala contestación al eunuco, pero la maga estaba tratando de recuperar el aliento después de haber usado la odiosa almádena. ¿Por qué habrán hecho ese martillo tan pesado?

Las leyes de la física indican que esto va a salir mal…. Contesto ante la proposición de paciente con cinturón. Pero si no hay más remedio…. Alice ayudo a empujar la escalera.

¡Auch! gritó Aire, apartando la mano violentamente de la araña, haciendo que el mordisco le hiciera unos arañazos de por sí. Casi se le cae la madera, pero su objetivo estaba claro, tenían que salvar a Gus Gus

¿Por qué no te vas a otra parte a buscar una presa más grande? gritó, sin darse cuenta que ellos eran esa presa más grande ¡Escaleras abajo hay un viejo que seguro que te llena el estómago, bicho feo!

Iba a levantar la madera para intentar golpearla de nuevo, pero la voz de Leiath la detuvo, y observó sus intenciones

¡Oh, sí, sí! salió corriendo hasta el lugar donde estaban las dos brujas y ayudó en la carga con la escalera, arrebatándosela al enano.

Aquel enano veía como un grupo de encapuchados le habían arrebatado ante sus ojos su única razón para luchar, aquella hermosa y a su vez imponente escalera de mano de 10' de altura, la que había sido su gran contrincante en aquel desván maloliente se estaba alejando de él, con lágrimas en los ojos no puede ni levantar su mano en dirección hacia su querida escalera...

-Adiós, dulce princesa...

Musita entre la comisura de sus labios mientras aquella escalera era burdamente transportada lejos de él..

Un par de pacientes azuzaron a Thimaz y tiraron de sus brazos inertes para que se pusiera en pie. No estaban ayudando a que un inválido se levantase, todo lo contrario: visto el uso que los demás hacían a la escalera, los locos imitaron ese movimiento. ¡Pretendían usar al enano de ariete! El caso es que los enanos pesan lo que pesan, y aquella carga impetuosa tardaría en llegar a la habitación.

Mientras, con la escalera, las chicas trataban de empujar a la araña, pero... El lateral de la escalera chocó con la cadera de Alice, lo que presionó sobre la tela de la bolsa de componentes haciendo que la piedra del chisquero girase por una inoportuna (y malvada) casualidad. La llama interior asomó tímidamente tras abrirse paso por el algodón (altamente inflamable), que ya es mala suerte que no fuese de cuero como las bolsas de componentes normales. Pequeños fuegos artificiales eran escupidos por la bolsa, haciendo tropezar y caer a Alice. Sin la inigualable fuerza de la pelirroja, Leiath y Aire no tuvieron opción de hacer retroceder al monstruo.

La araña mordió con fuerza inusitada el hombro de Onfale, inyectándole veneno en la sangre. Y aunque Fifí era una recién nacida y no sabía muy bien qué estaba pasando, al ver que hacían daño a esos bípedos hechos de carne tan graciosos, decidió atacar a una de las patas de la araña.

La maga se aparta rápidamente de la escalera y empieza a dar palmetazos a la bolsa incendiada. ¡¿Quién tuvo la fabulosa idea de hacer una bolsa de algodón?! Viendo que el fuego se apagaba poco a poco la maga recobro un poco la calma. Quien hizo la bolsa de algodón sí que se merece estar en el manicomio.

Mientras estaba siendo transportado contra su voluntad, nada nuevo para aquel enano; vio como una llama se había prendido en aquella bolsa de componentes que uno de los locos más cuerdos, llevaba consigo; de forma heroica y con tal de salvar a su querida escalera de mano de 10', movió todo su cuerpo con el objetivo de intentar de apagar aquella llama y evitar que su adorada escalera se viera dañada de algún modo. Y ya de paso, ayudar a aquel infeliz.

Si ya le decía su madre que tenía que hacer más ejercicio. La flojera de Leiath junto con la mala suerte de Alice hicieron de su ataque con la escalera un estrepitoso fallo.

Venga, no podemos darnos por vencidas!- intentó animar a sus amigas- Debemos ayudar al ratoncito... Y a Onfale, claro!

Después de quedar vencedores en un torneo en el infierno, en el que tuvieron que abatir todo tipo de criaturas poderosas, enfrentarse a hombres lobo, liches e incluso fieros dragones durante sus andanzas, ahora se los iba a termina comiendo una araña con sobrepeso?

- Vamos, una vez más! Quién me ayuda?

La bruja retrocedió para tomar de nuevo carrerilla.

- ¡Aaaaaargh!- Dolía, dolía mucho. Y con su delicado olfato, incluso a pesar de l abarrera que suponía la máscara, podía percibir el aroma del veneno que exudaban los colmillos de la araña. Afortunadamente se había tomado el contraveneno. no iba a tropezar dos veces con la misma piedra. Como un acto reflejo al dolor del mordisco, lanzó la almádena contra la cabeza del arácnido para que lo soltara.

El último golpe de almádena rompió dos patas de la araña antes de hacerle un boquete en todo el exoesqueleto. La araña quedó incapacitada, moviéndose espasmódicamente para tratar de mantenerse en pie mientras se dolía lastimosamente. Ya no era una amenaza para nadie.

Entonces llegaron a la carga el resto de locos, embistiendo con su enanil ariete. La araña se quebró con el cabezazo de Thimaz, que siguió su trayectoria hasta acabar bañado en un montón de jugos de artrópodo.

Ahora que ya no había peligro, alguien (casi con toda probabilidad la reina de los roedores Leiath, o su fan número uno Aire) podrían coger a Gus Gus de la telaraña. En cuanto lo hicieron, el traicionero roedor se revolvió y mordió la mano que le había liberado, cayendo al suelo y escabuyéndose entre los trastos del almacén. Los siguientes minutos los pasaron registrando la habitación. Encontraron cosas interesantes, pero no a Gus Gus, que se había escurrido por un agujero en la pared, y a estas horas podría estar en cualquier parte. Fifí silbó amargamente, como si en el fondo supiera que Gus Gus es su padre, el ratoncillo que la creó.

La ironía quiso que el enano con infravisión encontrase un cetro solar que podía ser golpeado para hacer luz. Leiath también encontró algo interesante: una canica de cristal rellena de ácido. Onfale encontró una pértiga terminada en un lazo, para domar animales. Encontraron algún objeto más en la habitación de al lado.

Mientras, uno de los locos se arremangó la túnica y se puso en cunclillas para cagar y otro muy amablemente le trajo los expedientes de los pacientes del Doctor Rehner para que se limpiara literalmente el culo con ellos.

Ya casi habían acabado de inspeccionar el desván, y aún no habían encontrado la lengua de unicornio que sirviese de aldaba para las puertas dobles. Tan solo quedaban por inspeccionar dos puertas... Una de ellas, junto al ventanuco para la ropa sucia. La otra era la peligrosa, pues el Doctor Rehner les había dicho que allí estaba su nieta Sunny indubitablemente para tenderles alguna de sus trampas.

Como era obvio, abrieron la que no era una trampa...

Se trataba de un armario. Uno bastante grande. Allí había quince vestidos de niña, de los caros, con volantes y lacitos, que en total podían valer mil ciento veinticinco monedas de oro (así, a ojo) y debían de pesar unas ciento cincuenta libras (también a ojo). El armario también contaba con una segunda puerta, que por la distribución de las habitaciones debía desenbocar en la misma habitación en la que el Doctor Rehner dijo que estaba su nieta. Sin duda alguna, el doctor Rehner había usado la psicología inversa para alejarles de su nieta, confiando en que el veneno de algunas puertas matara a alguno de los locos y asustara lo suficiente al resto para que no se volviesen a atrever a seguir abriendo puertas.

Abrieron la puerta y acercaron al enano para que viese en su interior. Luego volvieron a cerrar la puerta, y esperaron a que Thimaz les contase lo que había visto...

Thimaz vió un dormitorio, con dos ventanas con las contras echadas en la pared opuesta al armario por el que se asomó, y una puerta a la derecha, que daría al pasillo, junto a las escaleras por las que subieron al desván. El enano se detuvo más en la cama con dosel, pero a oscuras, sin distinguir colores, ni las diversas tonalidades que dejarían ver las transparencias si hubiese luz, Thimaz era incapaz de ver quién o qué había sobre la cama.

El resto de la habitación estaba plagado de juguetes, desordenados y esparcidos por el suelo. Un montón de muñecas y osos de peluche, una pelota, una cuerda de saltar a la comba, una de esas malditas cajas de manivela de la que sale un horrible payaso, un unicornio mecedora, un diábolo, una pizarra pequeña con tizas, un rompecabezas, un yoyó, una peonza... La lista era interminable. Thimaz también había visto una librería baja con cuentos y un espejo de cuerpo entero.

Thimaz, temiendo que en aquella cama hubiera algo que le atacara o aún peor, que fuera una trampa; decidió observar si en aquella estancia había algún tipo de salida extra, alguna puerta a algún otro lugar, o incluso algún arma cercana a la cama, o algún lugar donde alguien se hubiera podido esconder. No sabía qué había ahí, y no se fiaba del Doctor que los había conducido ahí arriba.

Dirigiéndose hacia el resto de los compañeros fugitivos; les intentó describir lo que veía, pese a no tener todo lujo de detalles, se sobreentendía lo que aquel enano quería explicar, pues pese a ser alguien parco en palabras, las pocas que decía, eran precisas.

-Parece una habitación de un niño pequeño, hay un armario, una puerta, dos ventanas cerradas, una cama, muchos juguetes por el suelo: pelota, cuerda, unicornio-mecedora... También veo una librería y un espejo grande.

-Pero creo que hay algo o alguien en la cama. ¿Qué vinimos a hacer aquí?.

Dicho esto, el Enano hubiera deseado estar completamente "funcional", pues podría acercarse sorteando los juguetes y ver con mayor claridad lo que había en la cama; pero temiendo pisar lo que no debía, o peor, caer sobre esos juguetes y así alertar a quien diablos estuviera ahí... no se atrevió a pasar, pero eso sí, tenía un plan.

-Si alguien entra, yo le puedo indicar dónde pisar para no hacer ruido. Y así podemos comprobar qué hay en la cama sin que se alerte o despierte... o al menos dar un golpe furtivo sin que lo vea venir. No quiero encontrarme con otro Big Crazy... o Small Crazy.

Y si realmente era Sunny la que descansaba en el lecho? La bruja empezó a dale vueltas a la cabeza; si la despertaban de esa forma la pequeña seguramente se llevaría un susto de muerte, rodeada de locos enmascarados. Trataría de escapar sin duda alguna y eso la pondría en un gran peligro.

Ahora era el momento de quitarse la máscara, al menos ella. Debía conseguir que la niña confiase en ella.

Onfale, si es Sunny no debemos asustarla. Quítame la máscara- afirmó con resolución, pues confiaba en el perfumista más que en nadie. Si iba a recibir daño por ácido, que fuese por sus hábiles manos.

- Intenta no dañar mucho los enganches y quizás me la pueda volver a colocar si es necesario. Venga, hazlo ahora antes de que despertemos a quien duerma en esa cama. Preparar un cuenco con agua para paliar el efecto del ácido y echármelo en cuanto sea posible.